jueves, 23 de agosto de 2012

Olímpicos

Detrás de las imágenes que todos hemos visto estos días durante la celebración de los Juegos Olímpicos hay muchas historias que se esconden tras algunas de las medallas y que no se han retransmitido en estas semanas. Pero todos podemos, con nuestra imaginación, intentar aproximarnos un poco a lo que han vivido muchos jóvenes deportistas en los años previos a su selección para participar en una Olimpiada.

Representan el esfuerzo, el sacrificio personal, las renuncias a lo que sus compañeros disfrutan mientras ellos entrenan y entrenan. Tienen en su haber el espíritu del sacrificio, del trabajo en equipo y el compañerismo. Palabras que suenan rancias en una sociedad consumista y en ocasiones insolidaria.

Muchos de ellos, por su juventud y entrega al entrenamiento de años, no plasman en sus curriculum sus estudios terminados, pero no por ello estarán en inferioridad de condiciones frente a aquellos que presuman de títulos y masters. Cualquier empresa que se precie sabrá valorar adecuadamente lo que hay detrás de estos jóvenes que con medallas o sin ellas han regresado a casa demostrando su capacidad de esfuerzo y su entrega incondicional en cada una de las disciplinas deportivas.

He tenido la fortuna de conocer personalmente a una de las jóvenes laureadas con el oro olímpico. Cuando conocí a Sofía Toro, se preparaba ya para conseguir ser seleccionada para formar parte de la representación española en el equipo de vela. Una joven sencilla e ilusionada con lo suyo. Que renunció a muchas cosas de su vida personal por estar entre las elegidas. Pasó mucho tiempo fuera de casa, de los suyos, incluso fuera de su país, en concentraciones interminables. Una detrás de la otra. Siempre lejos.

Consiguió junto a sus compañeras el oro en una disciplina poco conocida para los aficionados a la vela. Los medios de comunicación hablaban poco o nada de ellas hasta prácticamente unas horas antes de lograr su hazaña.

Tuve la suerte de compartir un rato con Sofía de vuelta a Galicia, de ver su medalla, pero sobre todo de compartir sus relatos de aquellas históricas regatas en aguas inglesas, y de ver cómo a pesar del cansancio, sus ojos brillaban de alegría , ilusión y del sueño del que nadie querría despertar.

Para ella y muchos como ella, la crisis económica debería quedar al margen. Ahora tendrían que tener todo el apoyo de su país, aunque sólo fuese para devolverles parte de lo que nos dieron. No llega con los recibimientos y laudatios de estos días. La entrega de estos jóvenes debe recibir una recompensa, las oportunidades para poder desarrollar su proyecto de vida, su futuro en su país, sin verse obligados, como tantos otros, a buscarlas fuera. Que la generación perdida para España, por la tremenda irresponsabilidad de los que nos anunciaban brotes verdes cuando solo había cenizas, no incluya a quienes nos han llevado, una vez más, a saborear la gloria olímpica.


Olímpicos

Detrás das imaxes que todos vimos estes días durante a celebración dos Xogos Olímpicos hai moitas historias que se esconden tras algunhas das medallas e que non se retransmitiron nestas semanas. Pero todos podemos, coa nosa imaxinación, intentar aproximarnos un pouco ao que viviron moitos mozos deportistas nos anos previos á súa selección para participar nunha Olimpíada.

Representan o esforzo, o sacrificio persoal, as renuncias ao que os seus compañeiros gozan mentres eles adestran e adestran. Teñen no seu haber o espírito do sacrificio, do traballo en equipo e o compañeirismo. Palabras que soan rancias nunha sociedade consumista e en ocasións insolidaria.

Moitos deles, pola súa mocidade e entrega ao adestramento de anos, non plasman nos seus curriculum os seus estudos terminados, pero non por iso estarán en inferioridade de condicións fronte a aqueles que presuman de títulos e masters. Calquera empresa que se prece saberá valorar adecuadamente o que hai detrás destes mozos que con medallas ou sen elas regresaron a casa demostrando a súa capacidade de esforzo e a súa entrega incondicional en cada unha das disciplinas deportivas.

tiven a fortuna de coñecer persoalmente a unha das mozas laureadas co ouro olímpico. Cando coñecín a Sofía Touro, preparábase xa para conseguir ser seleccionada para formar parte da representación española no equipo de vela. Unha moza sinxela e ilusionada co seu. Que renunciou a moitas cousas da súa vida persoal por estar entre as elixidas. Pasou moito tempo fóra de casa, dos seus, ata fose do seu país, en concentracións interminables. Unha detrás da outra. Sempre lonxe.

Conseguiu xunto ás súas compañeiras o ouro nunha disciplina pouco coñecida para os afeccionados á vela. Os medios de comunicación falaban pouco ou nada delas ata practicamente unhas horas antes de lograr a súa fazaña.

Tiven a sorte de compartir un intre con Sofía de volta a Galicia, de ver a súa medalla, pero sobre todo de compartir os seus relatos daquelas históricas regatas en augas inglesas, e de ver como a pesar do cansazo, os seus ollos brillaban de alegría , ilusión e do soño do que ninguén querería espertar.

Para ela e moitos como ela, a crise económica debería quedar á marxe. Agora terían que ter todo o apoio do seu país, aínda que só fose para devolverlles parte do que nos deron. Non chega cos recibimentos e laudatios destes días. A entrega destes mozos debe recibir unha recompensa, as oportunidades para poder desenvolver o seu proxecto de vida, o seu futuro no seu país, sen verse obrigados, como tantos outros, a buscalas fose. Que a xeración perdida para España, á peito irresponsabilidade dos que nos anunciaban brotes verdes cando só había cinzas, non inclúa a quen nos levaron, unha vez máis, a saborear a gloria olímpica.


miércoles, 8 de agosto de 2012

Juego Revuelto

Estos días de verano, con algunas tardes lluviosas, vienen a mi recuerdo algunas maneras de pasar aquellos momentos cuando éramos más jóvenes. Entonces no existían Internet, ni los teléfonos móviles, ni las consolas conectadas a los televisores. Sólo nos quedaban los juegos de mesa, la música en vinilos o casetes y toda nuestra imaginación. Aunque no era frecuente, siempre había alguien que jugando al Monopoly, al Parchís o a la escoba, hacia sus trampillas y cuando se veía perdido revolvía las fichas diciendo “juego revuelto”.
Viene ello a cuento de las actitudes que estamos viviendo en los últimos días. Me refiero a las reacciones de algunos importantes dirigentes de gobiernos autonómicos, que tras recibir las indicaciones del gobierno de España, comenzaron a proclamar su insubordinación y su voluntad de no acatar las limitaciones de gasto de cara a poder cumplir con los objetivos de reducción de déficit público asumidos ante la Unión Europea.
Lo difícil de entender, por no decir que resulta repugnante, es que los mismos que se rebelan contra las medidas gubernamentales de reducción de deuda, horas antes se declaraban en situación económica de quiebra y pedían al gobierno de la nación que saliera en su rescate.
Los tiempos que corren son especialmente difíciles no sólo por la situación económica que nos toca solventar, sino por la necesidad de transmitir a todos nuestros socios europeos unidad y determinación a la hora de aplicar las necesarias medidas correctoras. Por ello resulta especialmente grave que con actitudes de rebeldía contra la reducción de gasto público, la imagen que transmitamos al exterior se corresponda con la de un país dividido y en permanente gresca.
Esto puede no ser casual. Durante un tiempo se transfirieron competencias sin el consecuente control de efectividad y rigor en el gasto de los fondos públicos. También hubo quien se rendía ante las exigencias de determinados gobiernos autonómicos para no perder los necesarios apoyos en Madrid. Recuerdo aquella frase del anterior presidente del gobierno en referencia al estatuto de autonomía de Cataluña, cuando nos dijo que aprobaría en el Congreso “lo que los catalanes aprobasen en Cataluña”, fuese esto constitucional o no. De aquellos polvos vienen estos lodos.
Quienes ahora amenazan con tener que cerrar hospitales o colegios públicos para poder cumplir con las exigencias del gobierno central, que tomen buena nota de cómo se puede reducir el gasto construyendo nuevos hospitales y otros servicios públicos, mirando lo que se hizo en Galicia en estos últimos cuatro años.
Los que ahora se ven perdidos en lugar de reconocer sus errores y cambiar de rumbo, prefieren revolver las fichas sobre el tablero y decir aquello de “ juego revuelto”, a ver si así no pierden la partida. Lo que tienen que saber es que de esta manera nadie la gana, y quien pierde somos todos, ellos también. Pierde España.


Xogo revolto

Estes días de verán, con algunhas tardes chuviosas, veñen ao meu recordo algúns xeitos de pasar aqueles momentos cando eramos máis novos. Entón non existían Internet, nin os teléfonos móbiles, nin as consolas conectadas aos televisores. Só nos quedaban os xogos de mesa, a música en vinilos ou casetes e toda a nosa imaxinación. Aínda que non era frecuente, sempre había alguén que xogando ao Monopoly, ao Parchís ou á escoba, cara ás súas trampillas e cando se vía perdido revolvía as fichas dicindo “xogo revolto”.
Vén iso a conto das actitudes que estamos vivindo nos últimos días. Refírome ás reaccións dalgúns importantes dirixentes de gobernos autonómicos, que tras recibir as indicacións do goberno de España, comezaron a proclamar o seu insubordinación e a súa vontade de non acatar as limitacións de gasto de face a poder cumprir cos obxectivos de redución de déficit público asumidos ante a Unión Europea.
O difícil de entender, por non dicir que resulta repugnante, é que os mesmos que se rebelan contra as medidas gobernamentais de redución de débeda, horas antes declarábanse en situación económica de quebra e pedían ao goberno da nación que saíse no seu rescate.
Os tempos que corren son especialmente difíciles non só pola situación económica que nos toca liquidar, senón pola necesidade de transmitir a todos os nosos socios europeos unidade e determinación á hora de aplicar as necesarias medidas correctoras. Por iso resulta especialmente grave que con actitudes de rebeldía contra a redución de gasto público, a imaxe que transmitamos ao exterior correspóndase coa dun país dividido e en permanente gresca.
Isto pode non ser casual. Durante un tempo transferíronse competencias sen o consecuente control de efectividade e rigor no gasto dos fondos públicos. Tamén houbo quen se rendía ante as esixencias de determinados gobernos autonómicos para non perder os necesarios apoios en Madrid. Recordo aquela frase do anterior presidente do goberno en referencia ao estatuto de autonomía de Cataluña, cando nos dixo que aprobaría no Congreso “o que os cataláns aprobasen en Cataluña”, fose isto constitucional ou non. Daqueles pos veñen estes lodos.
Quen agora ameazan con ter que pechar hospitais ou colexios públicos para poder cumprir coas esixencias do goberno central, que tomen boa nota de como se pode reducir o gasto construíndo novos hospitais e outros servizos públicos, mirando o que se fixo en Galicia nestes últimos catro anos.
Os que agora ven perdidos en lugar de recoñecer os seus erros e cambiar de rumbo, prefiren revolver as fichas sobre o taboleiro e dicir aquilo de “ xogo revolto”, a ver se así non perden a partida. O que teñen que saber é que deste xeito ninguén a gana, e quen perde somos todos, eles tamén. Perde España.