miércoles, 24 de febrero de 2016

Pacto por la convivencia

Aunque ya ha pasado algún tiempo, y algunos lo habrán olvidado, ciertos movimientos, plataformas, o como cada cual quiera definirlos, durante unos años pusieron en práctica en muchas ciudades la iniciativa de manifestarse ante los domicilios particulares de diputados, portando fotos y pancartas con todo tipo de improperios. Les llamaron “escraches” y si los que los sufrimos hablamos entonces de acoso y prácticas peligrosas para la convivencia, ellos o algunos de los que los apoyaban encontraban fácilmente cómo justificarlos bajo el paraguas de la libertad de expresión. Ahora que un concejal madrileño de Podemos sufrió en sus carnes la persecución de un grupo de manifestantes, los antes acosadores ya no lo llaman así.

Lo dije desde estas mismas páginas y lo reitero hoy: este tipo de fenómenos son puestos en práctica por aquellos que se arrogan, sin tenerla, la representatividad del conjunto de la voluntad popular, por encima de una legalidad vigente que consideran injusta, y con una clara actitud de auto otorgada superioridad moral.

Si consultamos el diccionario comprobamos cómo esta acción, escrachear, queda bien definida como la acción de romper, destruir o aplastar.

También han transcurrido fechas desde que algunos intolerantes tomaron por costumbre plantear en los plenos de ayuntamientos y otras instituciones las declaraciones de personas “non gratas” a aquellas personas, generalmente políticos, que no habían actuado a su gusto y el de su “superior” criterio. Muchas corporaciones de esta provincia debatieron con diferente resultado declararnos personas non gratas a los diputados populares por dar soluciones a un problema creado por correligionarios políticos de los mismos que nos etiquetaban de esa manera.

Esta semana en Pontevedra, esa estrategia fue llevada a la práctica en su ayuntamiento, donde se debatía concederle al presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy, tal ignominiosa distinción. Y esto después de haber resultado agredido en la calle durante la pasada campaña electoral y de haberse distinguido por favorecer a su ciudad durante su dilatada carrera política y de mencionarla allá por donde va. No hay más que darse una vuelta por su casco histórico.

Lo que he pretendido trayendo a sus memorias estos ejemplos de actitudes totalitarias, es reflejar el grave deterioro de la convivencia entre españoles a marchas forzadas. Y no piensen que esta actitud es solo marca de la casa de partidos como Podemos, les recuerdo que también las promueven o apoyan partidos como el socialista y el Bloque (o como se bautice en cada momento).

No podemos considerar este asunto como una mera anécdota. Estamos hablando de practicas totalitarias, fascistoides, donde una vez más el rencor ideológico se impone etiquetando a las personas. Ellos, los totalitarios, son los que deciden quién es un buen o mal vecino en sus ciudades. Quiénes merecen del respeto o deben ser señalados por los demás.

Mientras la atención informativa se centra en un posible pacto de investidura de un candidato perdedor, me preocupa más la necesidad de un gran pacto social por la convivencia entre españoles.

Pacto pola convivencia

Aínda que xa pasou algún tempo, e algúns o esquecerán, certos movementos, plataformas, ou como cada cal queira definilos, durante uns anos puxeron en práctica en moitas cidades a iniciativa de manifestarse ante os domicilios particulares de deputados, portando fotos e pancartas con todo tipo de improperios. Chamáronlles “escraches” e se os que os sufrimos falamos entón de acoso e prácticas perigosas para a convivencia, eles ou algúns dos que os apoiaban atopaban facilmente como xustificalos baixo o paraugas da liberdade de expresión. Agora que un concelleiro madrileño de Podemos sufriu nas súas carnes a persecución dun grupo de manifestantes, os antes acosadores xa non o chaman así.

Díxeno desde estas mesmas páxinas e reitéroo hoxe: este tipo de fenómenos son postos en práctica por aqueles que se arrogan, sen tela, a representatividade do conxunto da vontade popular, por encima dunha legalidade vixente que consideran inxusta, e cunha clara actitude de auto outorgada superioridade moral.

Se consultamos o dicionario comprobamos como esta acción, escrachear, queda ben definida como a acción de romper, destruír ou esmagar.

Tamén transcorreron datas desde que algúns intolerantes tomaron por costume expor nos plenos de concellos e outras institucións as declaracións de persoas “non gratas” a aquelas persoas, xeralmente políticos, que non actuaran ao seu gusto e o do seu “superior” criterio. Moitas corporacións desta provincia debateron con diferente resultado declararnos persoas non gratas aos deputados populares por dar solucións a un problema creado por correlixionarios políticos dos mesmos que nos etiquetaban desa maneira.

Esta semana en Pontevedra, esa estratexia foi levada á práctica no seu concello, onde se debatía concederlle ao presidente do goberno de España, Mariano Rajoy, tal ignominiosa distinción. E isto despois de haber resultado agredido na rúa durante a pasada campaña electoral e de distinguirse por favorecer á súa cidade durante a súa dilatada carreira política e de mencionala alá por onde vai. Non hai máis que darse unha volta polo seu centro histórico.

O que pretendín traendo ás súas memorias estes exemplos de actitudes totalitarias, é reflectir a grave deterioración da convivencia entre españois ás alancadas. E non pensen que esta actitude é só marca da casa de partidos como Podemos, lémbrolles que tamén as promoven ou apoian partidos como o socialista e o Bloque (ou como se bautice en cada momento).

Non podemos considerar este asunto como unha mera anécdota. Estamos a falar de practicas totalitarias, fascistoides, onde unha vez máis o rancor ideolóxico imponse etiquetando ás persoas. Eles, os totalitarios, son os que deciden quen é un bo ou mal veciño nas súas cidades. Quen merecen do respecto ou deben ser sinalados polos demais.

Mentres a atención informativa céntrase nun posible pacto de investidura dun candidato perdedor, preocúpame máis a necesidade dun gran pacto social pola convivencia entre españois.

jueves, 18 de febrero de 2016

Carta abierta a los afiliados de mi Partido en Lugo

En Lugo, a 18 de febrero de 2016

Queridos amigos y compañeros:

Después de pensarlo lo suficiente he decidido haceros llegar, y por tanto hacer público, mi pensamiento y proceder consecuente en el proceso congresual que nuestro Partido tiene abierto desde hace unos días.

Habéis sido muchos los que me trasladasteis en estos días vuestra preocupación por sentiros incómodos al tener que haber tomado partido por una de las dos candidaturas a la hora de responder a las peticiones de aval. 

Es verdad que en nuestra organización política en Lugo no estamos acostumbrados a tener que elegir entre más de una candidatura. Alguien que como yo tiene a sus espaldas la experiencia de haber visto y vivido en primera persona varios congresos que terminaron por provocar algo más que vencedores y vencidos, con heridas que tardaron años en cicatrizar, tiene que tener, y la tengo, la preocupación de que algo similar pudiera repetirse. Creo que es responsabilidad de todos aliviar cualquier tensión que pudiera causar este proceso y por eso os invito a trabajar juntos para ello.

Inicialmente adopté una postura de neutralidad, optando por no prestar mi aval a ninguna de las dos candidaturas presentadas, lo que expliqué a ambas partes. Igual que me ocurre a mí estoy seguro que a muchos de vosotros os costará tomar partido, decidir a quién apoyar entre dos compañeras que tienen trayectorias y méritos suficientes dentro de nuestro Partido.

Las dos nos proponen más participación de la militancia, mayor número de reuniones provinciales, comarcales y locales, dar mayor protagonismo a los afiliados… por ello les pido que hagan cuanto puedan para que en un futuro próximo podamos elegir a nuestros presidentes y candidatos a los diferentes procesos electorales de manera directa, con voto en urna de todos los afiliados sin recurrir a compromisarios.

Pero sin dudar de la capacidad de ambas también cada uno de nosotros podrá observar matices y diferencias que nos hagan decantarnos finalmente por una opción. Reconozco que no me resulta cómodo tener que hacerlo, pero hay momentos en la vida del Partido que no admiten pasividad o indiferencia.

Pienso que en este momento necesitamos ilusionar a la sociedad, recuperar su confianza y para ello los aires de renovación en la organización del Partido son un requisito que la calle está reclamando. Ambas candidatas son buenas opciones, pero una de ellas está apostando de manera más clara por mejorar y no mantener una línea continuista.

Por eso me gustaría que en esta nueva etapa el Partido en Lugo tenga como presidenta a Raquel Arias.

Mi postura la tomo a cambio de nada, mejor dicho, lo único que espero como contrapartida es que nuevos tiempos y nuevas formas lleguen a nuestro Partido. Quiero que mi trabajo como afiliado, y, en estos momentos, como representante de la soberanía nacional, lo pueda hacer con la mayor libertad posible, respondiendo ante los militantes y sometiendo a su criterio si consideran que realicé bien o mal esa labor, la tarea que en cada momento me encomienden.

En cualquier caso, y volviendo al principio, os pido que votéis con total libertad por aquella candidata que os parezca que mejor responde a lo que queréis para nuestro Partido y que, pase lo que pase, y al igual que haré yo, todos juntos trabajemos con la directiva que elijamos el día 6 para que pronto en nuestra provincia el PP pueda recuperar cotas de representación acordes con la ilusión y trabajo que deseamos todos sus afiliados.

Mucha suerte en nuestra decisión y un fuerte abrazo.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Traviesa a traviesa.

Desde hace muchos años nuestra sociedad y cuantos gobernaron durante décadas vimos como el tren y las comunicaciones ferroviarias en España dejaban de ser prioritarias en el mapa de infraestructuras, centrando su atención en las nuevas redes de carreteras y autopistas. Así el coche poco a poco le fue comiendo espacio al tren.

En la provincia de Lugo contábamos con una red de ferrocarril que desde Madrid nos llevaba por el valle del Sil hasta Monforte de Lemos, dividiéndose allí hacia Lugo, Coruña y Ferrol por uno de sus ramales, y hacia Ourense y Vigo por el otro. Teníamos unos de los nudos ferroviarios más importantes de España con infraestructuras y dotaciones relevantes para aquella época.

Luego vinieron tiempos en los que decisiones, desacertadas a mi juicio, supusieron el desmantelamiento de los talleres, el traslado del centro de control de tráfico a Ourense, perdiendo así Monforte su primacía ferroviaria y comenzando el declive económico de la comarca.

Poco a poco las frecuencias en los trenes fueron disminuyendo y paralelamente las inversiones ferroviarias recogidas en los presupuestos generales del estado mermando. Mientras, el parque automovilístico crecía a buen ritmo y los transportes de mercancías por carretera ganaban terreno al tren. Todo esto y más pasaba ante nuestro ojos y consciente o inconscientemente lo asumimos con naturalidad. Hasta aquí el pasado.

En los últimos años parece haberse fiado todo a los trenes de alta velocidad, que requieren de la construcción de una nueva red de vías y absorben mucho presupuesto en detrimento de la red convencional. Creo que ha sido un error, la cultura ferroviaria quedó a años luz del nivel de utilización del tren en otros países europeos. 

Siendo lo anterior un problema, busquemos soluciones a corto plazo para evitar quedar descolgados de las conexiones rápidas y poder utilizar el número cada vez más importante de frecuencias que diariamente circulan entre Galicia y Madrid. Lo que necesitamos es que desde Lugo salgan y lleguen diariamente tantos trenes como frecuencias tenga Ourense. No es un AVE, pero serán trenes que nos permitan aprovechar ya esas nuevas oportunidades, que nos coloquen irremediablemente en el mapa ferroviario del que no debimos caernos.

Para conseguir estos fines podemos utilizar la vía de la pancarta, de la protesta muchas veces politizada, o bien la vía de las propuestas razonadas y razonables, presentadas con argumentos y firmeza ante aquellos que tienen en su mano las decisiones consecuentes.

Podemos dedicarnos a reclamar estaciones nuevas antes de tener trenes siguiendo modelos desafortunados de costosos aeropuertos sin aviones, o trabajar por conseguir más trenes que paren en Lugo. Sin trenes no podremos general la cultura ferroviaria y sin ella será difícil conseguir un incremento progresivo y una razonada demanda de servicios. 

Confío en que muy pronto Lugo cuente con más trenes en su estación y confío en que, traviesa a traviesa, cada día estemos más cerca de los demás.

Travesa a travesa.


Desde hai moitos anos a nosa sociedade e cuantos gobernaron durante décadas vimos como o tren e as comunicacións ferroviarias en España deixaban de ser prioritarias no mapa de infraestruturas, centrando a súa atención nas novas redes de estradas e autoestradas. Así o coche aos poucos foille comendo espazo ao tren.

Na provincia de Lugo contabamos cunha rede de ferrocarril que desde Madrid levábanos polo val do Sil ata Monforte de Lemos, dividíndose alí cara a Lugo, Coruña e Ferrol por un dos seus ramais, e cara a Ourense e Vigo polo outro. Tiñamos uns dos nós ferroviarios máis importantes de España con infraestruturas e dotacións relevantes para aquela época.

Logo viñeron tempos nos que decisións, *desacertadas ao meu xuízo, supuxeron o desmantelamento dos talleres, o traslado do centro de control de tráfico a Ourense, perdendo así Monforte a súa primacía ferroviaria e comezando o declive económico da comarca.

Aos poucos as frecuencias nos trens foron diminuíndo e *paralelamente os investimentos ferroviarios recollidas nos orzamentos xerais do estado minguando. Mentres, o parque automobilístico crecía a bo ritmo e os transportes de mercadorías por estrada gañaban terreo ao tren. Todo isto e máis pasaba ante o noso ollos e consciente ou inconscientemente asumímolo con naturalidade. Ata aquí o pasado.

Nos últimos anos parece fiarse todo aos trens de alta velocidade, que requiren da construción dunha nova rede de vías e absorben moito orzamento en detrimento de a rede convencional. Creo que foi un erro, a cultura ferroviaria quedou a anos luz do nivel de utilización do tren noutros países europeos. 

Sendo o anterior un problema, busquemos solucións a curto prazo para evitar quedar descolgados das conexións rápidas e poder utilizar o número cada vez máis importante de frecuencias que diariamente circulan entre Galicia e Madrid. O que necesitamos é que desde Lugo saian e cheguen diariamente tantos trens como frecuencias teña Ourense. Non é un AVE, pero serán trens que nos permitan aproveitar xa esas novas oportunidades, que nos coloquen irremediablemente no mapa ferroviario do que non debemos caernos.

Para conseguir estes fins podemos utilizar a vía da pancarta, da protesta moitas veces politizada, ou ben a vía das propostas razoadas e razoables, presentadas con argumentos e firmeza ante aqueles que teñen na súa man as decisións consecuentes.

Podemos dedicarnos a reclamar estacións novas antes de ter trens seguindo modelos desafortunados de custosos aeroportos sen avións, ou traballar por conseguir máis trens que paren en Lugo. Sen trens non poderemos xeral a cultura ferroviaria e sen ela será difícil conseguir un incremento progresivo e unha razoada demanda de servizos. 

Confío en que moi pronto Lugo conte con máis trens na súa estación e confío en que, travesa a travesa, cada día esteamos máis preto dos demais.