miércoles, 19 de agosto de 2020

Escuchar con los ojos

Cada día estoy más convencido de que la comunicación entre las personas adolece de los elementos necesarios para que sea una comunicación autentica y útil. Si observamos detenidamente nuestro entorno en las diferentes etapas de un día cualquiera podremos darnos cuenta de que estamos rodeados de muchos tipos de ruidos, ruidos todos ellos causantes de obstáculos para pensar y especialmente para comunicarnos.

Es frecuente que sentados en la terraza de una cafetería escuchemos más las voces de otras mesas que las conversaciones de la nuestra. Si nos detenemos a observar alguna de esas escenas podremos comprobar que es frecuente que los que toman la palabra se consideren expertos en el tema a tratar, hablan y hablan sin importarles lo que otros digan. Sólo están pendientes de encontrar la oportunidad de meter baza al primer silencio que se produzca, pensando todo el rato en lo que dirán y sin escuchar lo que otros están diciendo.

También es cada día mas frecuente el modelo de comunicación que las nuevas tecnologías nos imponen. Un ejemplo lo estamos viviendo como consecuencia de la pandemia de la COVID-19, donde las reuniones presenciales se han transformado en reuniones virtuales a través de videoconferencias, donde igualmente son frecuentes las intervenciones de lucimiento ante todos los conectados para dejar un sello de entendido o experto en la materia, sin prestar atención al resto de intervinientes.

Algo parecido ocurre con las redes sociales y los innumerables medios y fuentes de información, donde se da la paradoja de que cada día son más los que se creen todo lo que ven, leen o escuchan al tiempo que se cuestionan la información. Una gran contradicción. Recuerdo que siendo alcalde una persona me rebatía un tema argumentando sin parar de repetir que aquel asunto era como el decía. A mi pregunta de por qué estaba tan seguro de ello me contesto, “porque lo ha dicho la radio”.

Estamos inmersos en la sociedad de la tecnología.. Hoy aprietas un botón en tu móvil y la voz del asistente del móvil, a quien cada uno le puede poner la cara que quiera, te responde con voz dulce “¿en que puedo ayudarte?”. Tecnologías que nos alejan cada día más de la autentica comunicación verbal.

Cuando me formé como Coach lo primero que me enseñaron fue a ponerme en sintonía con el cliente al que vamos a acompañar en su proceso de identificar y alcanzar sus objetivos personales o profesionales. En ese proceso de escucha comprobamos que el lenguaje no sólo es hablado sino también corporal, y así los expertos afirman que sólo el 7% del contenido del mensaje que percibimos en una conversación son palabras. La voz, su ritmo su volumen constituyen el 38%, y todos los elementos no verbales como la postura, los gestos, las muecas… completan el 55% restante.

Aprender a escuchar no es solo oír al que nos habla, sino también y sobre todo, observar sus gestos y las emociones que nos transmiten. Hoy más que nunca tendríamos que intentar escucharnos más y mejor, aprender a escuchar con los ojos.

Escoitar cos ollos

Cada día estou máis convencido de que a comunicación entre as persoas adoece dos elementos necesarios para que sexa unha comunicación autentica e útil. Se observamos detidamente a nosa contorna nas diferentes etapas dun día calquera poderemos darnos conta de que estamos rodeados de moitos tipos de ruídos, ruídos todos eles causantes de obstáculos para pensar e especialmente para comunicarnos.

É frecuente que sentados na terraza dunha cafetería escoitemos máis as voces doutras mesas que as conversacións da nosa. Se nos detemos a observar algunha desas escenas poderemos comprobar que é frecuente que os que toman a palabra considérense expertos no tema para tratar, falan e falan sen importarlles o que outros digan. Só están pendentes de atopar a oportunidade de meter baza ao primeiro silencio que se produza, pensando todo o intre no que dirán e sen escoitar o que outros están a dicir.

Tamén é cada día mais frecuente o modelo de comunicación que as novas tecnoloxías impóñennos. Un exemplo estamos a vivilo como consecuencia da pandemia da COVID-19, onde as reunións presenciais transformáronse en reunións virtuais a través de videoconferencias, onde igualmente son frecuentes as intervencións de lucimento #ante todos os conectados para deixar un selo de entendido ou experto na materia, sen prestar atención ao resto de intervenientes.

Algo parecido ocorre coas redes sociais e os innumerables medios e fontes de información, onde se dá o paradoxo de que cada día son máis os que se cren todo o que ven, len ou escoitan á vez que se cuestionan a información. Unha gran contradición. Recordo que sendo alcalde unha persoa rebatíame un tema argumentando sen parar de repetir que aquel asunto era como o dicía. Á miña pregunta de por que estaba tan seguro diso contestoume, “porque o dixo a radio”.

Estamos inmersos na sociedade da tecnoloxía.. Hoxe dáslle a un botón no teu móbil e a voz do asistente do móbil, a quen cada un pódelle poñer a cara que queira, respóndeche con voz doce “en que podo axudarche?”. Tecnoloxías que nos afastan cada día máis de autentícaa comunicación verbal.

Cando me formei como Coach o primeiro que me ensinaron foi a poñerme en sintonía co cliente ao que imos acompañar no seu proceso de identificar e alcanzar os seus obxectivos persoais ou profesionais. Nese proceso de escoita comprobamos que a linguaxe non só é falado senón tamén corporal, e así os expertos afirman que só o 7% do contido da mensaxe que percibimos nunha conversación son palabras. A voz, o seu ritmo o seu volume constitúen o 38%, e todos os elementos non verbais como a postura, os xestos, os acenos… completan o 55% restante.

Aprender a escoitar non é só oír ao que nos fala, senón tamén e sobre todo, observar os seus xestos e as emocións que nos transmiten. Hoxe máis que nunca teriamos que tentar escoitarnos máis e mellor, aprender a escoitar cos ollos.


miércoles, 5 de agosto de 2020

Y no pasa nada

Han sucedido tantas cosas en tan poco tiempo que es posible que no todas ellas se hayan reflexionado de manera adecuada.Igualmente hemos escuchado tantas mentiras que con cada una de ellas olvidábamos las anteriores, por muy graves que fueran los engaños.

Desde aquel ya famoso “No habrá más allá de algún caso en España hasta la tremenda burla propiciada por las constantes referencias a un “Comité de expertos” que durante la desescalada fue la coartada para la toma de todo tipo de decisiones y que ahora el gobierno ha reconocido que nunca existió.

Entre abril y junio más de un millón de personas incrementaron la triste lista de parados y, sin contar los 3 millones de personas sujetas a un ERTE, hoy en España la tasa de desempleo supera ya el 15%. Todo apunta a que esta cifra seguirá incrementándose en un escenario en el que ya hemos conocido que nuestra economía ha caído un 18,5%, la bajada más grande de nuestra historia, y a mucha distancia de los principales países europeos.

Y mientras todo esto acontece a un ritmo frenético, nuestro presidente Pedro Sánchez se regodea en medio de los aplausos de los suyos al tiempo que nos anuncia que “ya hay síntomas de recuperación”. Más mentiras y engaños y aquí no pasa nada.

Durante los primeros meses de la pandemia la solución que nos dieron fue un encierro sin paliativos, una sociedad confinada ante la ausencia de un plan, de una estrategia. Fue una medida desesperada ante la negligencia de un gobierno que decía adoptar las medidas en base a informes de unos expertos que resultaron ser fantasmas, que nunca existieron. Y no pasa nada.

Con las mentiras ocurre que al principio nos escandalizan para después, cuando se convierten en una inagotable cadena de engaños, pasar del escandalo a algo inocuo e impune. En esta crisis en la que todavía estamos inmersos la cadena de mentiras resulta tan larga que después de tapar cada una con la siguiente, pareciera que ya nos hemos acostumbrado y que engañar no pasa factura al mentiroso. Pero lo más preocupante es que a mucha gente parece no importarles que les mientan.

Todo es una gran mentira, la cifra de contagiados, el número real de fallecidos, los criterios aplicados para los cambios de fases, que todos cuantos están en ERTEs ya cobraron cuando no les ha llegado su dinero a 150.000 personas, o la penúltima, aquello de “que hacemos lo que deciden los expertos” que a la vista de lo conocido bien podría cambiarse por “hacemos lo que dicen Simón y Sánchez”. Y no pasa nada.

Si ocultar el número real de fallecidos es una infamia, si hacerlo mientras se jactan de lo bien que lo hacen es vomitivo, decir ahora que todas las decisiones se tomaban en base al criterio técnico y científico de un comité que nunca existió, me parece lisa y llanamente una burla a todos, a los de aquí y a los de fuera de España. Quizás por eso nuestro país encabeza la lista de los que sufren mayor diferencia entre las cifras reales y las oficiales. Y no pasa nada.

España está ya en recesión y el otoño se anuncia terrible en muchas estadísticas. Y no pasa nada.Es agosto, cuidaros mucho.


 E non pasa nada

Sucederon tantas cousas en tan pouco tempo que é posible que non todas elas reflexionáronse de maneira adecuada.Igualmente escoitamos tantas mentiras que con cada unha delas esqueciamos as anteriores, por moi graves que fosen os enganos.

Desde aquel xa famoso “Non haberá máis aló dalgún caso en España” ata a tremenda burla propiciada polas constantes referencias a un “Comité de expertos” que durante a desescalada foi a coartada para a toma de todo tipo de decisións e que agora o goberno recoñeceu que nunca existiu.

Entre abril e xuño máis dun millón de persoas incrementaron a triste lista de parados e, sen contar os 3 millóns de persoas suxeitas a un  ERTE, hoxe en España a taxa de desemprego supera xa o 15%. Todo apunta a que esta cifra seguirá incrementándose nun escenario no que xa coñecemos que a nosa economía caeu un 18,5%, a baixada máis grande da nosa historia, e a moita distancia dos principais países europeos.

E mentres todo isto acontece a un ritmo frenético, o noso presidente Pedro Sánchez se regodea no medio dos aplausos dos seus á vez que nos anuncia que “xa hai síntomas de recuperación”. Máis mentiras e enganos e aquí non pasa nada.

Durante os primeiros meses da pandemia a solución que nos deron foi un peche sen paliativos, unha sociedade confinada fronte a ausencia dun plan, dunha estratexia. Foi unha medida desesperada fronte a neglixencia dun goberno que dicía adoptar as medidas en base a informes duns expertos que resultaron ser pantasmas, que nunca existiron. E non pasa nada.

Coas mentiras ocorre que ao principio nos escandalizan para despois, cando se converten nunha inesgotable cadea de enganos, pasar do  escándalo a algo  inocuo e impune. Nesta crise na que aínda estamos inmersos a cadea de mentiras resulta tan larga que despois de tapar cada unha coa seguinte, parecese que xa nos afixemos e que enganar non pasa factura ao mentireiro. Pero o máis preocupante é que a moita xente parece non importarlles que lles mintan.

Todo é unha gran mentira, a cifra de contaxiados, o número real de falecidos, os criterios aplicados para os cambios de fases, que todos cuantos están en  ERTEs xa cobraron cando non lles chegou o seu diñeiro a 150.000 persoas, ou a penúltima, aquilo de “que facemos o que deciden os expertos” que á vista do coñecido ben podería cambiarse por “facemos o que din Simón e Sánchez”. E non pasa nada.

Se ocultar o número real de falecidos é unha infamia, se facelo mentres presumen do ben que o fan é  vomitivo, dicir agora que todas as decisións tomábanse en base ao criterio técnico e científico dun comité que nunca existiu, paréceme de xeito sinxelo unha burla a todos, aos de aquí e aos de fóra de España. Quizais por iso o noso país encabeza a lista dos que sofren maior diferenza entre as cifras reais e as oficiais. E non pasa nada.

España está xa en recesión e o outono anúnciase terrible en moitas estatísticas. E non pasa nada.es agosto, coidarvos moito.