miércoles, 25 de enero de 2012

Elogios tras su ausencia

Quien en estos últimos días no haya visto o leído artículos sobre Don Manuel Fraga es que no ha estado por el planeta Tierra. Posiblemente se hayan escrito y escribirán muchos más que no alcance a conocer, pero ya podemos sacar algunas conclusiones.

La primera, y no es ésta la excepción que confirme la regla, sino al contrario un claro ejemplo de lo que sucede habitualmente en la vida, es que parecemos condenados a irnos definitivamente de entre los nuestros para empezar a recibir las loas y los elogios que durante el tiempo de vida nuestra propia sociedad nos negó.

Durante años a Don Manuel se le atribuyeron leyendas y calificativos poco ajustados a la realidad, que ahora se han visto compensados por otros en sentido contrario, realizados en algunos casos por las mismas personas u otras de similar condición o ideología política, para mayor sorpresa del lector.

Los adjetivos calificativos que en estos días le han dedicado son innumerables, pero en general muy positivos: ejemplar, trabajador, apasionado, padre de la Constitución, enamorado de su tierra, etc. Pero en los tiempos que corren me gustaría añadir uno, que seguro que alguien también habrá apuntado ya pero no por ello se debe olvidar, y me refiero a su tremenda honradez.

Jamás escuche a nadie una leve insinuación que cuestionase su forma de proceder desde el punto de vista de la honradez a lo largo de su extensa vida pública, y ocupando puestos de enorme responsabilidad y con capacidad de decisión, y por tanto con poder político y económico, repito, jamás. Estaría acertado u errado en sus decisiones, pero estoy seguro de no equivocarme si afirmo que a su bolsillo nunca llegó ni una peseta, ni un euro, que no fuesen los que legalmente tenía asignados en el desempeño de los cargos que ocupó. Y aunque no es el único que en política pueda atribuirse esta condición, quiero resaltarla en estas breves líneas, porque la imagen de los políticos en los tiempos que corren por una u otra razón no está identificada con estas conductas.

Los que por una u otra circunstancia tuvimos la ocasión de trabajar a su lado o relacionarnos con frecuencia en el desempeño de nuestra actividad política, coincidiremos en muchos de los análisis sobre su forma de trabajar. Hombre incansable en el trabajo, puntual hasta el extremo de llegar antes de la hora. Memoria prodigiosa y cargado de vivencias que hacían que su conversación fuese toda una enciclopedia del anecdotario.

En definitiva, toda una personalidad, con sus aciertos y errores, pero siempre coherente con su conciencia y pensamiento, honrado y con sensibilidad, a pesar de la imagen que él mismo se empeñaba en transmitir de hombre brusco en sus palabras y modos, con los que en el fondo protegía a un ser sensible y que también se dejaba embargar por la emoción.

Al hombre, a la persona, lo añorarán muchos, pero al gran político de Estado y a entre los legisladores, su ausencia será imposible de cubrir. Descanse en Paz.

Eloxios trala súa ausencia


Quen nestes últimos días non vexa ou lido artigos sobre Don Manuel Fraga é que non estivo polo planeta Terra. Posiblemente escribíronse e escribirán moitos máis que non alcance a coñecer, pero xa podemos sacar algunhas conclusións.

A primeira, e non é esta a excepción que confirme a regra, senón ao contrario un claro exemplo do que sucede habitualmente na vida, é que parecemos condenados a irnos definitivamente de entre os nosos para empezar a recibir lóalas e os eloxios que durante o tempo de vida nosa propia sociedade negounos.

Durante anos a Don Manuel atribuíronselle lendas e cualificativos pouco axustados á realidade, que agora se viron compensados por outros en sentido contrario, realizados nalgúns casos polas mesmas persoas ou outras de similar condición ou ideoloxía política, para maior sorpresa do lector.

Os adxectivos cualificativos que nestes días dedicáronlle son innumerables, pero en xeral moi positivos: exemplar, traballador, apaixonado, pai da Constitución, namorado da súa terra, etc. Pero nos tempos que corren gustaríame engadir un, que seguro que alguén tamén apuntaría xa pero non por iso débese esquecer, e refírome á súa tremenda honradez.

Xamais escoite a ninguén unha leve insinuación que cuestionase a súa forma de proceder desde o punto de vista da honradez ao longo da súa extensa vida pública, e ocupando postos de enorme responsabilidade e con capacidade de decisión, e xa que logo con poder político e económico, repito, xamais. Estaría acertado ou errado nas súas decisións, pero estou seguro de non equivocarme se afirmo que ao seu peto nunca chegou nin unha peseta, nin un euro, que non fosen os que legalmente tiña asignados no desempeño dos cargos que ocupou. E aínda que non é o único que en política poida atribuírse esta condición, quero resaltala nestas breves liñas, porque a imaxe dos políticos nos tempos que corren por unha ou outra razón non está identificada con estas condutas.

Os que por unha ou outra circunstancia tivemos a ocasión de traballar ao seu lado ou relacionarnos con frecuencia no desempeño da nosa actividade política, coincidiremos en moitos das análises sobre a súa forma de traballar. Home incansable no traballo, puntual ata o extremo de chegar antes da hora. Memoria prodixiosa e cargado de vivencias que facían que a súa conversación fose toda unha enciclopedia do anecdotario.

En definitiva, toda unha personalidade, cos seus acertos e erros, pero sempre coherente coa súa conciencia e pensamento, honrado e con sensibilidade, a pesar da imaxe que el mesmo se empeñaba en transmitir de home brusco nas súas palabras e modos, cos que no fondo protexía a un ser sensible e que tamén se deixaba embargar pola emoción.

Ao home, á persoa, estrañarano moitos, pero ao gran político de Estado e a entre os lexisladores, a súa ausencia será imposible de cubrir. Descanse en Paz.

miércoles, 11 de enero de 2012

Vuelta a la normalidad

Se acabaron las navidades. Pasó el tiempo de las cenas familiares, del turrón y demás excesos calóricos. Es tiempo de volver a la normalidad, de atender nuestras obligaciones laborales, de volver al colegio, de hacer frente a la cuesta de enero, este año más empinada que otros, de despedirnos de los seres queridos que viven lejos y que también vuelven a sus tareas, de poner en marcha los renovados propósitos de empezar el año haciendo algo que muchos abandonarán semanas más tarde, como hacer ejercicio o aprender inglés.

Para España tambien es tiempo de volver a la normalidad tras años de sobresaltos, de medidas irracionales, de confundir las prioridades, de negar la realidad, de mirar para otro lado. Es tiempo de aplicar sentido común y transparencia a la gestión del gobierno.

Durante mucho tiempo escuchamos las quejas de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en el sentido de sentirse frustrados cuando no desmoralizados, por ver como después de esforzarse en el cumplimento de su deber, y en ocasiones jugándose la vida, detenían a presuntos delincuentes para verlos salir en libertad a las pocas horas, una y otra vez, convertidos en reincidentes impunes. El sentido común nos indica que hay que cambiar las normas y eso es lo que acaba de anunciar el Gobierno con su intención de reformar el Código Penal. Volvemos a la normalidad, para que quien delinca pague por sus errores.

También hemos escuchado que las previsiones del Gobierno saliente estaban alejadas de la realidad, por no decir falseadas, y así con urgencia y contundencia se adoptaban medidas económicas para corregir estas desviaciones, poder cumplir con los objetivos contraídos en Europa y con los españoles, y evitar quiebras como la de la Seguridad Social, una vez más en déficit tras la gestión socialista. Corregir los desvaríos económicos y no gastar más de lo que se ingresa es lo normal, y por eso también en estas cuestiones volvemos a la normalidad.

La nueva Ministra de Fomento nos aclaraba que sus prioridades serán pagar las obras inauguradas por el anterior Gobierno pero dejadas en el cajón de las deudas, algo habitual en los anteriores gestores y que se ha repetido en muchas Comunidades Autónomas. Pagar lo que se debe antes de asumir nuevos compromisos es volver a la normalidad.

Lo normal será atender las necesidades prioritarias de los españoles, como conseguir un trabajo, garantizar las pensiones y la atención sanitaria, en lugar de dedicar el tiempo a alianzas de civilizaciones, generar efectos llamada masivos que ahora se han convertido en operaciones retorno, o aprobar decenas de paquetes legislativos con el apellido “sostenible” que han demostrado no sostener nada y sí contribuir a incrementar la dispersión normativa y la duplicidad de competencias engordando las administraciones hasta limites inadmisibles para los ciudadanos.

Bienvenida sea la normalidad. Por ahora me conformo con eso.

 

Volta á normalidade

Acabáronse os Nadais. Pasou o tempo das ceas familiares, do turrón e demais excesos calóricos. É tempo de volver á normalidade, de atender as nosas obrigacións laborais, de volver ao colexio, de facer fronte á costa de xaneiro, este ano máis empinada que outros, de despedirnos dos seres queridos que viven lonxe e que tamén volven ás súas tarefas, de pór en marcha os renovados propósitos de empezar o ano facendo algo que moitos abandonarán semanas máis tarde, como facer exercicio ou aprender inglés.

Para España tamén é tempo de volver á normalidade tras anos de sobresaltos, de medidas irracionais, de confundir as prioridades, de negar a realidade, de mirar para outro lado. É tempo de aplicar sentido común e transparencia á xestión do goberno.

Durante moito tempo escoitamos as queixas das forzas e corpos de seguridade do Estado no sentido de sentirse frustrados cando non desmoralizados, por ver como logo de esforzarse no cumprimento do seu deber, e en ocasións xogándose a vida, detiñan a presuntos delincuentes para velos saír en liberdade ás poucas horas, unha e outra vez, convertidos en reincidentes impunes. O sentido común indícanos que hai que cambiar as normas e iso é o que acaba de anunciar o Goberno coa súa intención de reformar o Código Penal. Volvemos á normalidade, para que quen delinca pague polos seus erros.

Tamén escoitamos que as previsións do Goberno saínte estaban afastadas da realidade, por non dicir falseadas, e así con urxencia e contundencia adoptábanse medidas económicas para corrixir estas desviacións, poder cumprir cos obxectivos contraídos en Europa e cos españois, e evitar quebras como a da Seguridade Social, unha vez máis en déficit tras a xestión socialista. Corrixir os desvaríos económicos e non gastar máis do que se ingresa é o normal, e por iso tamén nestas cuestións volvemos á normalidade.

A nova Ministra de Fomento aclarábanos que as súas prioridades serán pagar as obras inauguradas polo anterior Goberno pero deixadas no caixón das débedas, algo habitual nos anteriores xestores e que se repetiu en moitas Comunidades Autónomas. Pagar o que se debe antes de asumir novos compromisos é volver á normalidade.

O normal será atender as necesidades prioritarias dos españois, como conseguir un traballo, garantir as pensións e a atención sanitaria, en lugar de dedicar o tempo a alianzas de civilizacións, xerar efectos chamada masivos que agora se converteron en operacións retorno, ou aprobar decenas de paquetes lexislativos co apelido "sostible" que demostraron non soster nada e si contribuír a incrementar a dispersión normativa e a duplicidade de competencias engordando as administracións ata limites inadmisibles para os cidadáns.

Benvida sexa a normalidade. Por agora confórmome con iso.