miércoles, 23 de agosto de 2017

Confundir deseos con realidad

Han transcurrido pocas fechas desde que el terrorismo volvió a hacer mella en España, esta vez en las ciudades de Barcelona y Cambrils. Desde ese 17-A como ya será recordado, muchas han sido las fotos y las palabras que han dibujado un panorama donde la frontera entre lo políticamente correcto y la realidad no ha dejado de ir descubriendo sus grietas.

Si algo se ha reiterado una vez más ante estas dramáticas situaciones es la necesidad de dar respuestas de unidad ante aquellos que pretenden acabar con nuestro modelo de convivencia y de libertad. Pero ese deseo ha sido truncado por personas que ostentando responsabilidades políticas de alto nivel no han dudado en volver a utilizar el dolor y la tragedia como arma arrojadiza o como estandarte en la defensa de sus intereses partidistas. Todo lo contrario a lo que estas situaciones requieren y a la necesidad de estar todos unidos frente a los criminales y asesinos que nos acechan desde hace tiempo, porque nuestra unión es su debilidad.

Sirvan solo como ejemplos las palabras del consejero de interior de la Generalidad de la Comunidad Autónoma de Cataluña cuando haciendo balance de las victimas diferenciaba estas entre víctimas catalanas y víctimas de nacionalidad española. O las declaraciones de la Asamblea Nacional Catalana reclamando que no se utilizara la bandera española en las muestras de solidaridad en las redes sociales.

Yo mismo recibí en Twitter recriminaciones e insultos por poner un tuit con nuestra bandera de España. Quizás olvidaron que cuando Francia, Reino Unido o Alemania sufrieron recientemente ataques terroristas y las redes se solidarizaban con su dolor, las banderas que todos utilizamos fueron las de esas naciones y no las de las ciudades o provincias respectivas.

También resultaron despreciables las palabras de aquellos que calificaron el atentado como un atropello, como si hablasen de un accidente de tráfico, y que afortunadamente chocaron frontalmente con las de nuestro Rey, el que habló más claro: ”Son unos asesinos, simplemente unos criminales que no nos van a aterrorizar. Toda España es Barcelona.”

Es por ello que esa deseada y necesaria unidad de acción y de reacción es hoy por hoy más un deseo que una autentica realidad y la política que algunos practican volvió a dejar al descubierto las miserias de personas más preocupadas por resaltar el hecho diferencial catalán, de sacar rédito político, que de ayudar en las tragedias personales y familiares de los asesinados y de los que a día de hoy siguen luchando entre la vida y la muerte. Cada cual muestra su autentica catadura moral. 

La unidad que vimos en la concentración de la plaza de Cataluña con el Rey, el presidente del gobierno y el de la Generalidad es una imagen necesaria que debe ser algo más que una imagen y reflejar una realidad que algunos parecen empeñados en impedir. Y ya se sabe que dos no pueden si uno no quiere.

De cómo actuemos todos en estos difíciles momentos dependerá si podremos salir reforzados como nación o con heridas difíciles de curar en nuestro modelo de convivencia.


Confundir desexos con realidade

Transcorreron poucas datas desde que o terrorismo volveu facer madeixa en España, esta vez nas cidades de Barcelona e Cambrils. Desde ese 17-A como xa será lembrado, moitas foron as fotos e as palabras que debuxaron un panorama onde a fronteira entre o politicamente correcto e a realidade non deixou de ir descubrindo as súas gretas.

Se algo se reiterou unha vez máis ante estas dramáticas situacións é a necesidade de dar respostas de unidade ante aqueles que pretenden acabar co noso modelo de convivencia e de liberdade. Pero ese desexo foi truncado por persoas que ostentando responsabilidades políticas de alto nivel non dubidaron en volver utilizar a dor e a traxedia como arma arreboladiza ou como estandarte na defensa dos seus intereses partidistas. Todo o contrario ao que estas situacións requiren e á necesidade de estar todos unidos fronte aos criminais e asasinos que nos axexan desde hai tempo, porque a nosa unión é a súa debilidade.

Sirvan só como exemplos as palabras do conselleiro de interior da Xeneralidade da Comunidade Autónoma de Cataluña cando facendo balance das victimas diferenciaba estas entre vítimas catalás e vítimas de nacionalidade española. Ou as declaracións da Asemblea Nacional Catalá reclamando que non se utilizase a bandeira española nas mostras de solidariedade nas redes sociais.

Eu mesmo recibín en Twitter recriminacións e insultos por poñer un tuit coa nosa bandeira de España. Quizais esqueceron que cando Francia, Reino Unido ou Alemaña sufriron recentemente ataques terroristas e as redes solidarizábanse coa súa dor, as bandeiras que todos utilizamos foron as desas nacións e non as das cidades ou provincias respectivas.

Tamén resultaron despreciables as palabras daqueles que cualificaron o atentado como un atropelo, coma se falasen dun accidente de tráfico, e que afortunadamente chocaron frontalmente coas do noso Rey, o que falou máis claro: “Son uns asasinos, simplemente uns criminais que non nos van a aterrorizar. Toda España é Barcelona.”

É por iso que esa desexada e necesaria unidade de acción e de reacción é neste momento máis un desexo que unha autentica realidade e a política que algúns practican volveu deixar ao descuberto as miserias de persoas máis preocupadas por resaltar o feito diferencial catalán, de sacar rédito político, que de axudar nas traxedias persoais e familiares dos asasinados e dos que a día de hoxe seguen loitando entre a vida e a morte. Cada cal mostra o seu autentica catadura moral. 

A unidade que vimos na concentración da praza de Cataluña co Rey, o presidente do goberno e o da Xeneralidade é unha imaxe necesaria que debe ser algo máis que unha imaxe e reflectir unha realidade que algúns parecen empeñados en impedir. E xa se sabe que dous non poden se uno non quere.

De como actuemos todos nestes difíciles momentos dependerá se poderemos saír reforzados como nación ou con feridas difíciles de curar no noso modelo de convivencia.

miércoles, 9 de agosto de 2017

¡Bienvenidos turistas!

Sobre la fachada del ayuntamiento de Madrid desde hace meses cuelga una gigantesca pancarta con el lema “Refugees welcome”. El lema tiene más de propaganda política que de reflejo de un sentimiento sincero o de la realidad. Mientras esto se anuncia queriéndonos hacer ver que cualquier refugiado que se acerque a la capital de España recibirá una calurosa bienvenida y ayuda para rehacer vidas truncadas en sus países de origen por las guerras u otras miserias humanas, la realidad es bien distinta como recogían las noticias de hace pocos días relatando las dificultades de decenas de refugiados viviendo en descampados y parques de esa ciudad.

Ahora los elementos más radicales de movimientos políticos vinculados a partidos nacionalistas, con el silencio e inacción o la simpatía de formaciones como Podemos, los mismos que gobiernan ayuntamientos como los de Madrid o Barcelona, han puesto en marcha en diferentes puntos de España una terrible campaña bajo el lema de “Tourist go home!”, algo que ya esta cogiendo cuerpo a pesar de los pocos días que lleva en marcha y que ha dado lugar el fenómeno de la “turismofobia”. En dos palabras, echar a los turistas de nuestro país.

Quienes así piensan y actúan no pueden responder más que a patrones antisistema, que buscan cualquier objetivo o excusa para cargarse nuestra convivencia, nuestra economía y fuente importante de empleo y nuestro prestigio exterior como nación.

Conviene recordar en este punto que a pesar de algunos problemas derivados del turismo, que nadie debe negar y todos tratar de solucionar, esta actividad trae a España a más de 70 millones de personas al año que consumen en restaurantes y terrazas, pagan alojamientos y transportes, hacen compras y se llevan en general una buena imagen de nuestro país que sirve también para afianzar la “marca España” en el exterior.

Por ello demos la bienvenida a quienes llegan a nuestro territorio, se alojan en campings, pensiones u hoteles, alquilan apartamentos y vehículos, llenan nuestras terrazas de playa o interior, reservan mesas en bares y restaurantes, realizan excursiones guiadas, entran en museos e iglesias, toman el sol en nuestras playas grandes y pequeñas bañadas por cálidas aguas o algo más frías, recorren los caminos a Santiago o asisten a los infinitos festivales o eventos gastronómicos, culturales o musicales en todos los rincones de nuestra geografía. A todos ellos y a muchos otros les estoy agradecido por elegir España para sus vacaciones o viajes de ocio o negocio. Todos están contribuyendo a un éxito económico que supera el 11 por ciento del PIB además del citado valor internacional que mucho países desearían para ellos.

Quienes han declarado la guerra al turista, a la principal industria en España, quieren un modelo social basado en la tribu, donde todo lo que venga de fuera representa una amenaza a combatir. Estos cachorros independentistas radicales y abertzales, no son mas que destructores del sistema liberal y capitalista que van buscando de paso derrocar al gobierno a cualquier precio, e impedir que España siga creciendo ya que saben muy bien que solo en un escenario de pobreza y frustración conseguirían sus objetivos .

A pesar de ellos y del daño que ya están haciendo somos muchos los que decimos “Bienvenidos turistas”.

Benvidos turistas!


Sobre a fachada do concello de Madrid desde hai meses colga unha xigantesca pancarta co lema “Refugees welcome”. O lema ten máis de propaganda política que de reflexo dun sentimento sincero ou da realidade. Mentres isto anúnciase queréndonos facer ver que calquera refuxiado que se achegue á capital de España recibirá unha calorosa benvida e axuda para refacer vidas truncadas nos seus países de orixe polas guerras ou outras miserias humanas, a realidade é ben distinta como recollían as noticias de hai poucos días relatando as dificultades de decenas de refuxiados vivindo en escampados e parques desa cidade.

Agora os elementos máis radicais de movementos políticos vinculados a partidos nacionalistas, co silencio e inacción ou a simpatía de formacións como Podemos, os mesmos que gobernan concellos como os de Madrid ou Barcelona, puxeron en marcha en diferentes puntos de España unha terrible campaña baixo o lema de “Tourist go home!”, algo que xa esta collendo corpo a pesar dos poucos días que leva en marcha e que deu lugar o fenómeno da “turismofobia”. En dúas palabras, botar aos turistas do noso país.

Quen así pensan e actúan non poden responder máis que a patróns antisistema, que buscan calquera obxectivo ou escusa para cargarse a nosa convivencia, a nosa economía e fonte importante de emprego e o noso prestixio exterior como nación.

Convén lembrar neste punto que a pesar dalgúns problemas derivados do turismo, que ninguén debe negar e todos tratar de solucionar, esta actividade trae a España a máis de 70 millóns de persoas ao ano que consomen en restaurantes e terrazas, pagan aloxamentos e transportes, fan compras e levan en xeral unha boa imaxe do noso país que serve tamén para afianzar a “marca España” no exterior.

Por iso deamos a benvida a quen chega ao noso territorio, alóxanse en cámpings, pensións ou hoteis, alugan apartamentos e vehículos, enchen as nosas terrazas de praia ou interior, reservan mesas en bares e restaurantes, realizan excursións guiadas, entran en museos e igrexas, toman o sol nas nosas praias grandes e pequenas bañadas por cálidas augas ou algo máis frías, percorren os camiños a Santiago ou asisten aos infinitos festivais ou eventos gastronómicos, culturais ou musicais en todos os recunchos da nosa xeografía. A todos eles e a moitos outros lles estou agradecido por elixir España para as súas vacacións ou viaxes de lecer ou negocio. Todos están a contribuír a un éxito económico que supera o 11 por cento do PIB ademais do citado valor internacional que moito países desexarían para eles.

Quen declarou a guerra ao turista, á principal industria en España, queren un modelo social baseado na tribo, onde todo o que veña de fóra representa unha ameaza para combater. Estes cachorros independentistas radicais e abertzales, non son mais que destrutores do sistema liberal e capitalista que van buscando de paso derrocar ao goberno a calquera prezo, e impedir que España siga crecendo xa que saben moi ben que só nun escenario de pobreza e frustración conseguirían os seus obxectivos .



A pesar deles e do dano que xa están a facer somos moitos os que dicimos “Benvidos turistas”.