miércoles, 22 de enero de 2020

El tren

Desde niño tuve ocasión de conocer el ambiente de las estaciones y los viajes en tren. No miento si les digo que mi percepción es que hoy, 45 años después, los servicios ferroviarios en Lugo son de peor calidad.

Vengo de una reunión celebrada en la estación de Monforte, mi antigua casa, donde con compañeros de mi Partido he manifestado nuestra gran preocupación por el deterioro rápido e imparable de los servicios ferroviarios convencionales en nuestra provincia. Siendo una asignatura pendiente de todos los gobiernos, no es menos cierto que solo cuando gobernamos nosotros se han introducido mejoras en este servicio. Solo recordar que nosotros duplicamos las conexiones con Madrid, disponiendo en la actualidad de 4. Pero queda mucho por hacer. 

La lista de incidencias en los últimos meses es larga y variada. Retrasos, caídas de piedras o arboles sobre las vías, traslados de viajeros en autobús por cortes en las vías, roturas en la catenaria, maquinas con más de 35 años que dicen basta y se niegan a seguir su camino dejando tirados a cientos de viajeros que ven como se les abandona sin información y sin alternativas de traslado durante horas...

A estas situaciones se han sumado recientemente la eliminación de la venta presencial de billetes en tres estaciones de nuestra provincia, que se suman a otras mucha en España. La alternativa dicen que es la compra de billetes en maquinas expendedoras que, o no funcionan, o todavía no se han instalado.

Hasta aquí una breve reseña de lo que acontece a diario con el ferrocarril convencional. Para que esto pase desapercibido se habla de los plazos de la llegada del AVE a Galicia y se polemiza con las posibles fechas. El humo que oculta la otra cara del tren, el convencional, que podría utilizar una parte importante de la población si tuviera un servicio digno de los tiempos que vivimos.

Para el desarrollo de los territorios, y así lo han entendido desde hace muchos años en otros países, la apuesta por un servicio ferroviario convencional es una de las claves para evitar el vaciado de muchos de nuestros pueblos y lograr su desarrollo. 

Es más importante contar con un numero suficiente de frecuencias a lo largo del día para poder trasladarse entre Lugo y A Coruña o entre nuestra capital y Monforte y Ourense, que contar con estaciones intermodales que nada útil van a aportar a los escasos viajeros que cada día utilizan el tren. 

Hago nuevamente una llamada a la responsabilidad de los que tienen en sus manos la toma de decisiones para que vuelquen sus esfuerzos en empezar la casa por los cimientos. Que primero consigan frenar la sangría del deterior de nuestros trenes y servicios ferroviarios en Lugo y aumenten el numero de trenes, es decir de opciones de poder subirse a uno. Así lo hicimos cuando tuvimos el gobierno de la nación incrementando las frecuencias con Madrid. Después podrán pensar en la necesidad de planificar nuevas estaciones, cuando haya viajeros. Y por favor, mientras ese día lejano no llega, no desmantelen infraestructuras que a día de hoy prestan servicios a miles de usuarios que a diario se desplazan desde muchos pueblos de la provincia hasta Lugo. No desmantelen su estación de autobuses. No contribuyan también a deteriorar otro servicio básico en nuestras comunicaciones. 

O tren

Desde neno tiven ocasión de coñecer o ambiente das estacións e as viaxes en tren. Non minto se lles digo que a miña percepción é que hoxe, 45 anos despois, os servizos ferroviarios en Lugo son de peor calidade.

Veño dunha reunión celebrada na estación de Monforte, a miña antiga casa, onde con compañeiros do meu Partido manifestei nosa gran preocupación pola deterioración rápida e imparable dos servizos ferroviarios convencionais na nosa provincia. Sendo unha materia pendente de todos os gobernos, non é menos certo que só cando gobernamos nós introducíronse melloras neste servizo. Só lembrar que nós duplicamos as conexións con Madrid, dispoñendo na actualidade de 4. Pero queda moito por facer. 

A lista de incidencias nos últimos meses é longa e variada. Atrasos, caídas de pedras ou arboles sobre as vías, traslados de viaxeiros en autobús por cortes nas vías, roturas na catenaria, maquinas con máis de 35 anos que din basta e néganse a seguir o seu camiño deixando tirados por centos de viaxeiros que ven como se lles abandona sen información e sen alternativas de traslado durante horas...

A estas situacións sumáronse recentemente a eliminación da venda presencial de billetes en tres estaciones da nosa provincia, que se suman a outras moita en España. A alternativa din que é a compra de billetes en maquinas expendedoras que, ou non funcionan, ou aínda non se instalaron.

Ata aquí unha breve recensión do que acontece a diario co ferrocarril convencional. Para que isto pase desapercibido fálase dos prazos da chegada do AVE a Galicia e polemízase coas posibles datas. O fume que oculta a outra cara do tren, o convencional, que podería utilizar unha parte importante da poboación se tivese un servizo digno dos tempos que vivimos.

Para o desenvolvemento dos territorios, e así o entenderon desde hai moitos anos noutros países, a aposta por un servizo ferroviario convencional é unha das claves para evitar o baleirado de moitos dos nosos pobos e lograr o seu desenvolvemento. 

É máis importante contar cun numero suficiente de frecuencias ao longo do día para poder trasladarse entre Lugo e A Coruña ou entre a nosa capital e Monforte e Ourense, que contar con estacións intermodais que nada útil van achegar aos escasos viaxeiros que cada día utilizan o tren. 

Fago novamente unha chamada á responsabilidade dos que teñen nas súas mans a toma de decisións para que envorquen os seus esforzos en empezar a casa polos cimentos. Que primeiro consigan frear a sangría do deterior dos nosos trens e servizos ferroviarios en Lugo e aumenten o numero de trens, é dicir de opcións de poder subirse a un. Así o fixemos cando tivemos o goberno da nación incrementando as frecuencias con Madrid. Despois poderán pensar na necesidade de planificar novas estacións, cando haxa viaxeiros. E por favor, mentres ese día afastado non chega, non desmantelen infraestruturas que a día de hoxe prestan servizos a miles de usuarios que a diario se desprazan desde moitos pobos da provincia ata Lugo. Non desmantelen a súa estación de autobuses. Non contribúan tamén a deteriorar outro servizo básico nas nosas comunicacións.

miércoles, 8 de enero de 2020

Dignidad y decencia

Escribo embargado por la resaca provocada por las difíciles jornadas del debate de investidura, con un resultado conocido por todos. Lo hago después de escuchar intervenciones con diferentes niveles de oratoria y contenido, en un ambiente enrarecido por las circunstancias excepcionales y nunca anteriormente vistas en la actual etapa democrática.

Tengo que reconocer que por momentos mis sentimientos experimentaron mezcla de preocupación y tristeza, a lo que se sumaba un nudo en el estómago, sintiendo la impotencia de no poder evitar el final previsto.

Síntomas que supongo son normales después de escuchar decir al entonces candidato a Presidente del Gobierno de la Nación que “la Ley no es suficiente”, después de oír a la presidenta del Congreso justificar y amparar los insultos vertidos contra el Rey, a las instituciones del Estado y hacia la bancada conservadora, todo ello en aras a la “libertad de expresión”. No olvido añadir a la lista los apelativos de “enemigos” dedicados a jueces, empresarios y medios de comunicación.

Sánchez sabe que si los independentistas y los herederos de ETA lo han preferido a él es porque ven la mejor oportunidad que se les ha presentado para conseguir sus fines. Quizás él también piensa que es su única y última oportunidad.

Frente a las tragaderas del que ya es Presidente que, con sus silencios atronadores blanqueó las palabras de Bildu, la CUP o ERC, cabe preguntarse quién puede confiar en que durante su mandato defienda la dignidad de nuestra tierra y sus instituciones. En sus intervenciones durante la investidura faltaron aclaraciones y réplicas a los agravios que otros vertieron. Igual que sobraron actitudes de soberbia, rencor y venganza.

Muchos recordamos el ya famoso debate electoral televisado en 2015 entre Rajoy y Sánchez en el que este último le dijo a Rajoy que para ser Presidente del Gobierno hay que ser una persona decente. Hoy afirmo sin dudar que después de ver y escuchar todo lo vivido en estos últimos días, Sánchez no es una persona decente, ni merece presidir el Gobierno de España. Le faltan dignidad y decencia y le sobran arrogancia y soberbia.

Sus discursos y propuestas, que desde ayer dirigen el país, van sustituyendo la concordia de la transición del 78 por la revancha y el enfrentamiento entre “bandos”, palabra esta utilizada también en el debate.

Pasamos de la emoción que se vivió en las intervenciones escuchadas en esta misma Cámara en las primeras Cortes y de los abrazos por la reconciliación, a la indignación que muchos diputados hemos sentido al escuchar palabras de agravio dedicadas contra las instituciones del Estado y su máximo representante, como “autoritario o represor”. No es exagerar por lo tanto si ya se escuchan muchas voces pronosticando la voladura de aquel espíritu de la Transición y la vuelta a las andadas.

Pareciera, finalmente, que una vez más la historia reciente de España no nos haya servido para evitar volver a cometer los mismos errores que en el pasado nos llevaron a escribir páginas muy tristes. Mi esperanza reside en que todavía somos muchos los que no nos resignamos a que esto pueda ocurrir, uniendo fuerzas para revertir este camino de sinrazón que ahora quieren emprender.

Dignidade e decencia

Escribo embargado pola resaca provocada polas difíciles xornadas do debate de investidura, cun resultado coñecido por todos. Fágoo despois de escoitar intervencións con diferentes niveis de oratoria e contido, nun ambiente enrarecido polas circunstancias excepcionais e nunca anteriormente vistas na actual etapa democrática.

Teño que recoñecer que por momentos os meus sentimentos experimentaron mestura de preocupación e tristeza, ao que se sumaba un nó no estómago, sentindo a impotencia de non poder evitar o final previsto.

Síntomas que supoño son normais despois de escoitar dicir ao entón candidato a Presidente do Goberno da Nación que “a Lei non é suficiente”, despois de oír á presidenta do Congreso xustificar e amparar os insultos vertidos contra o Rey, ás institucións do Estado e cara á bancada conservadora, todo iso en aras á “liberdade de expresión”. Non esquezo engadir á lista os apelativos de “inimigos” dedicados a xuíces, empresarios e medios de comunicación.

Sánchez sabe que se os independentistas e os herdeiros de ETA preferírono a el é porque ven a mellor oportunidade que se lles presentou para conseguir os seus fins. Quizais el tamén pensa que é a súa única e última oportunidade.

Fronte ás tragadeiras do que xa é Presidente que, cos seus silencios atronadores branqueou as palabras de Bildu, a CUP ou ERC, cabe preguntarse quen pode confiar en que durante o seu mandato defenda a dignidade da nosa terra e as súas institucións. Nas súas intervencións durante a investidura faltaron aclaracións e réplicas aos agravios que outros verquiron. Igual que sobraron actitudes de soberbia, rancor e vinganza.

Moitos lembramos o xa famoso debate electoral televisado en 2015 entre Rajoy e Sánchez no que este último díxolle a Rajoy que para ser Presidente do Goberno hai que ser unha persoa decente. Hoxe afirmo sen dubidar que despois de ver e escoitar todo o vivido nestes últimos días, Sánchez non é unha persoa decente, nin merece presidir o Goberno de España. Fáltanlle dignidade e decencia e sóbranlle arrogancia e soberbia.

Os seus discursos e propostas, que desde onte dirixen o país, van substituíndo a concordia da transición do 78 polo desquite e o enfrontamento entre “bandos”, palabra esta utilizada tamén no debate.

Pasamos da emoción que se viviu nas intervencións escoitadas nesta mesma Cámara nas primeiras Cortes e dos abrazos pola reconciliación, á indignación que moitos deputados sentimos ao escoitar palabras de agravio dedicadas contra as institucións do Estado e o seu máximo representante, como “autoritario ou represor”. Non é esaxerar por tanto se xa se escoitan moitas voces prognosticando a voadura daquel espírito da Transición e a volta ás andadas.

Parecese, finalmente, que unha vez máis a historia recente de España non nos servira para evitar volver cometer os mesmos erros que no pasado leváronnos a escribir páxinas moi tristes. A miña esperanza reside en que aínda somos moitos os que non nos resignamos a que isto poida ocorrer, unindo forzas para reverter este camiño de despropósito que agora queren emprender.