miércoles, 25 de julio de 2012

¿Por qué ahora?

Durante los últimos ocho años en España vivimos acontecimientos lo suficientemente graves y preocupantes como para haber provocado protestas en cadena de nuestra sociedad. Sin embargo éstas no se produjeron. Ni el vertiginoso incremento de personas engrosando las listas del paro, ni el enorme despilfarro en gasto público que llevo las cifras de déficit a niveles nunca vistos y que cruzaron líneas de difícil retorno, lo consiguieron.

Hoy las cuentas que se financian con la recaudación de los impuestos de todos los ciudadanos están en números rojos, y no en un rojo cualquiera. Hay que decirlo claramente, no hay dinero para poder financiar los servicios públicos que nos hemos dado en estos años.

El panorama se resume así: las dos partidas de gasto más importantes de los Presupuestos Generales del Estado las conforman los pagos por prestaciones de desempleo y los intereses de la deuda contraída por España. Por ambos conceptos superamos los 60.000 millones de euros, pero además es que nuestra deuda exterior neta representa más del 80% de nuestro PIB, y para acabar de complicarlo, estamos financiando esta deuda por encima del 7%, algo insostenible.

Además, el año pasado, la recaudación vía impuestos cayó en picado,  hasta el nivel más bajo del mundo desarrollado, descendiendo en más de 70.000 millones de euros del año 2007 al 2011, lo que puede calificarse de catástrofe recaudatoria.

Y si todo esto ocurría en estos últimos años, ¿por qué es ahora cuando la sociedad se rebela contra las decisiones de su gobierno? ¿Por qué lo hace cuando ya no hay dinero en las arcas públicas para seguir financiando lo que todos creíamos que no tendría final? ¿Acaso no tuvo ninguna responsabilidad el anterior Gobierno en esta caída de la recaudación y en la destrucción de puestos de trabajo? ¿Por qué protestamos contra la medicina y no lo hacíamos cuando se causaba la enfermedad?

Es ahora y no antes cuando se producen los incendios callejeros, cuando la ciudadanía se rebela contra las medidas de ajuste impuestas por falta de alternativas. Y lo es entre otras razones porque ahora se están ajustando los servicios públicos a la realidad, al nivel del número de personas que trabajan y pagan impuestos, del número de empresas en actividad. Porque ahora se le está diciendo a los ciudadanos lo que se le venía ocultando, que no se pueden seguir financiando estos servicios con más deuda y con más déficit, y esto cuesta asumirlo, acostumbrados como estábamos al discurso que diariamente nos regalaba el oído con mensajes amables pero llenos de mentiras.

Son tiempos duros para ejercer la política. Estamos expuestos al rechazo y a la crispación social, pero hoy más que nunca es necesario dar la cara y explicar con la verdad por delante todas las medidas que se adoptan desde el gobierno, por muy duro que resulte y la mucha incomprensión que se perciba. Si somos capaces de mantener la calma y trabajar duro en la misma dirección, que nadie tenga dudas de que podremos remontar esta pesadilla.


Por que agora?


Durante os últimos oito anos en España vivimos acontecementos o suficientemente graves e preocupantes como para provocar protestas en cadea da nosa sociedade. Con todo estas non se produciron. Nin o vertixinoso incremento de persoas engrosando as listas do paro, nin o enorme malgasto en gasto público que levo as cifras de déficit a niveis nunca vistos e que cruzaron liñas de difícil retorno, conseguírono.

Hoxe as contas que se financian coa recadación dos impostos de todos os cidadáns están en números vermellos, e non nun vermello calquera. Hai que dicilo claramente, non hai diñeiro para poder financiar os servizos públicos que nos demos nestes anos.

O panorama resúmese así: as dúas partidas de gasto máis importantes dos Orzamentos Xerais do Estado confórmanas os pagos por prestacións de desemprego e os intereses da débeda contraída por España. Por ambos os conceptos superamos os 60.000 millóns de euros, pero ademais é que a nosa débeda exterior neta representa máis do 80% do noso PIB, e para acabar de complicalo, estamos financiando esta débeda por encima do 7%, algo insostible.

Ademais, o ano pasado, a recadación vía impostos caeu en picado, ata o nivel máis baixo do mundo desenvolvido, descendendo en máis de 70.000 millóns de euros do ano 2007 ao 2011, o que pode cualificarse de catástrofe recadatoria.

E se todo isto ocorría nestes últimos anos, por que é agora cando a sociedade rebélase contra as decisións do seu goberno? Por que o fai cando xa non hai diñeiro nas arcas públicas para seguir financiando o que todos criamos que non tería final? Seica non tivo ningunha responsabilidade o anterior Goberno nesta caída da recadación e na destrución de postos de traballo? Por que protestamos contra o medicamento e non o faciamos cando se causaba a enfermidade?

É agora e non antes cando se producen os incendios rueiros, cando a cidadanía rebélase contra as medidas de axuste impostas por falta de alternativas. E o é entre outras razóns porque agora estanse axustando os servizos públicos á realidade, ao nivel do número de persoas que traballan e pagan impostos, do número de empresas en actividade. Porque agora estáselle dicindo aos cidadáns o que se lle viña ocultando, que non se poden seguir financiando estes servizos con máis débeda e con máis déficit, e isto custa asumilo, afeitos como estabamos ao discurso que diariamente nos regalaba o oído con mensaxes amables pero cheos de mentiras.

Son tempos duros para exercer a política. Estamos expostos ao rexeitamento e á crispación social, pero hoxe máis que nunca é necesario dar a cara e explicar coa verdade por diante todas as medidas que se adoptan desde o goberno, por moi duro que resulte e a moita incomprensión que se perciba. Se somos capaces de manter a calma e traballar duro na mesma dirección, que ninguén teña dúbidas de que poderemos remontar este pesadelo.

miércoles, 11 de julio de 2012

A la velocidad de la luz

Estos días empiezan a oler a verano y somos muchos los que anhelamos unos momentos de descanso y tranquilidad.

Pienso en mis planes, y uno inexcusable será escapar de las prisas y de la vorágine de las noticias reiterativas y cargadas de bombo y acento económico. Son estos días en los que uno tiene algo de tiempo para pensar, para hacer balance, para recapacitar y darnos cuenta de la velocidad de los acontecimientos que nos afectan y rodean.

Vivimos una vida en la que cuando eres muy joven te parece que será larga y durará eternamente. Con el paso de los años, éstos corren cada vez más y cuando nos damos cuenta la vida comienza a consumirse a la velocidad de la luz.

Queremos todo al momento, para hoy. No tenemos perspectiva del esfuerzo y del tiempo que requieren conseguir metas y vencer dificultades. Hemos fabricado una sociedad que, además de consumista, parece necesitar saciar todos sus caprichos y deseos en el tiempo en que nos bebemos una cerveza. Hasta las reformas fiscales y económicas que nos exigen desde Bruselas tiene que ser para ya. Problemas generados por conductas y actitudes de años, ahora hay que resolverlos en pocos días.

Todo transcurre deprisa, muy deprisa. Los éxitos se miden por la rapidez en alcanzar la meta. Los deportes de velocidad arrasan. Nos obsesionan los desplazamientos en el menor tiempo posible. Protestamos en cuanto un camarero demora unos minutos el plato que acabamos de pedir. Pero, ¿nos hemos parado a pensar tan solo un segundo para qué tantas prisas, si la vida ya transcurre a la velocidad de la luz?

Con el paso de los años, las personas acumulamos experiencias y recuerdos, sobre todo recuerdos. Es entonces cuando empezamos a tener la perspectiva del tiempo vivido, de lo  mucho acontecido en nuestras vidas. Empezamos a llenar nuestras conversaciones con lo que otros, con menos vivencias, llamarán batallitas. Que cada cual piense en las suyas, que cada uno lo analice con sus propios ejemplos. Les ayudaré con algunos. ¿Cuantos años hace que vamos a un determinado lugar?, ¿cuanto tiempo desde que conocimos a una persona?, ¿cuanto transcurrió desde que finalizamos nuestros estudios, hicimos la mili, o nos casamos? Las respuestas a estas y otras preguntas nos darán una rápida perspectiva del camino recorrido y del margen por recorrer.

Mientras finalizo estas líneas yo mismo dejo volar mi cronómetro. ¡Qué pronto pasamos de llevar de la mano a nuestras hijas a ver una cabalgata de Reyes para en un suspiro verlas colgadas de tu brazo camino del altar!

Y es ahora, con el paso de los años, y en un contexto de crisis de valores y también económica, cuando más debemos valorar el tiempo para, reposadamente, sin prisas y sin agobios, sopesar lo que hicimos y lo que nos queda por hacer. Que la velocidad de la luz no contagie nuestros relojes vitales.

 

Á velocidade da luz

Estes días empezan a cheirar a verán e somos moitos os que anhelamos uns momentos de descanso e tranquilidade.

Penso nos meus plans, e un inescusable será escapar das présas e do vórtice das noticias reiterativas e cargadas de bombo e acento económico. Son estes días nos que un ten algo de tempo para pensar, para facer balance, para recapacitar e darnos conta da velocidade dos acontecementos que nos afectan e rodean.

Vivimos unha vida na que cando es moi nova paréceche que será longa e durará eternamente. Co paso dos anos, estes corren cada vez máis e cando nos damos conta a vida comeza a consumirse á velocidade da luz.

Queremos todo ao momento, para hoxe. Non temos perspectiva do esforzo e do tempo que requiren conseguir metas e vencer dificultades. fabricamos unha sociedade que, ademais de consumista, parece necesitar saciar todos os seus caprichos e desexos no tempo en que nos bebemos unha cervexa. Ata as reformas fiscais e económicas que nos esixen desde Bruxelas ten que ser para xa. Problemas xerados por condutas e actitudes de anos, agora hai que resolvelos en poucos días.

Todo transcorre rápido, moi rápido. Os éxitos mídense pola rapidez en alcanzar a meta. Os deportes de velocidade arrasan. Obsesiónannos os desprazamentos no menor tempo posible. Protestamos en canto un camareiro demora uns minutos o prato que acabamos de pedir. Pero, parámonos a pensar tan só un segundo para que tantas présas, se a vida xa transcorre á velocidade da luz?

Co paso dos anos, as persoas acumulamos experiencias e recordos, sobre todo recordos. É entón cando empezamos a ter a perspectiva do tempo vivido, do moito acontecido nas nosas vidas. Empezamos a encher as nosas conversacións co que outros, con menos vivencias, chamarán batallitas. Que cada cal pense nas súas, que cada un analíceo cos seus propios exemplos. Axudareilles con algúns. Cantos anos fai que imos a un determinado lugar?, canto tempo desde que coñecemos a unha persoa?, canto transcorreu desde que finalizamos os nosos estudos, fixemos a mili, ou nos casamos? As respostas a estas e outras preguntas darannos unha rápida perspectiva do camiño percorrido e da marxe por percorrer.

Mentres finalizo estas liñas eu mesmo deixo voar o meu cronómetro. ¡Que pronto pasamos de levar da man ás nosas fillas a ver unha cabalgata de Reyes para nun amén velas colgadas do teu brazo camiño do altar!

E é agora, co paso dos anos, e nun contexto de crise de valores e tamén económica, cando máis debemos valorar o tempo para, reposadamente, sen présas e sen abafos, sopesar o que fixemos e o que nos queda por facer. Que a velocidade da luz non contaxie os nosos reloxos vitais.