miércoles, 21 de septiembre de 2011

Cara y Cruz

Los acontecimientos políticos de los últimos días han seguido dos caminos tan diferenciados como las dos partes de una moneda, con su cara y su cruz.

Por una parte vivíamos perplejos un nuevo episodio de contradicciones en las decisiones que adoptaba el gobierno socialista y sus posteriores explicaciones. Por otra el líder del principal partido en la oposición, desgranaba y presentaba propuestas concretas para crear empleo y estabilizar nuestra economía generando la confianza necesaria en los mercados internacionales.

Así, en la cruz tenemos a un candidato como Rubalcaba, que dice haber obligado al gobierno del que formaba parte hasta anteayer, a recuperar el impuesto de patrimonio que él mismo decidió eliminar hace poco por ser “un impuesto injusto y obsoleto”, según dijo el propio Zapatero. Estamos ante un nuevo episodio de claras disensiones dentro del ejecutivo socialista, incapaz de mantener un único discurso en temas claves como la política impositiva. Según qué miembro destacado del PSOE hable, la aplicación de este impuesto afectará a noventa, ciento cincuenta o a trescientas mil personas, parece darles lo mismo.

Pero no acaba ahí la cosa. Acordada la aplicación, la vicepresidenta económica nos decía que aquellas comunidades autónomas que se nieguen a aplicarlo no dejaran de recibir las cantidades compensatorias que les corresponde por Ley, mientras que el portavoz del gobierno, el lucense Sr. Blanco, decía sin pelos en la lengua y en tono amenazante que no se compensará a las autonomías que no apliquen este tributo. Para redondear este circo de despropósitos y contradicciones, la última guinda la ponía Rubalcaba diciendo que “no es el impuesto que yo quiero” y que pronto propondrá uno nuevo que tape los “agujeros” que tiene este tributo. Y eso que, según él, su urgente aprobación se debe a una exigencia que le hizo a Zapatero, quizás para cimentar su discurso de ricos frente a pobres.

Mientras tanto en la cara de la moneda vemos a un Rajoy cada día más presidenciable, que propone iniciativas concretas como que las PYMES y los autónomos paguen el IVA cuando hayan cobrado las facturas y no antes, que las empresas que reinviertan sus beneficios en modernizar su propia actividad empresarial tributen menos, que se rebaje en cinco puntos el impuesto de sociedades, o las medidas destinadas a la creación de empleo, la inversión y el ahorro.

Dos caras bien diferentes de la moneda de la política: la demagogia improvisada frente a las medidas estudiadas y contrastadas socialmente durante los últimos años. El multidiscurso vago de un gobierno gastado frente a la concreción de un Rajoy que desde la oposición lleva tiempo proponiendo medidas que precisamente por venir de donde vienen, ni Zapatero ni Rubalcaba están dispuestos a adoptar.

Entre esta cara y esta cruz pronto elegiremos los españoles para marcar nuestro destino y el de nuestro país en los decisivos años venideros, especialmente para aquellos que hoy ven hipotecado su futuro sin solución a corto plazo.

Cara e Cruz


Os acontecementos políticos dos últimos días seguiron dous camiños tan diferenciados como as dúas partes dunha moeda, coa súa cara e a súa cruz.

Por unha banda viviamos perplexos un novo episodio de contradicións nas decisións que adoptaba o goberno socialista e as súas posteriores explicacións. Por outra o líder do principal partido na oposición, debullaba e presentaba propostas concretas para crear emprego e estabilizar a nosa economía xerando a confianza necesaria nos mercados internacionais.

Así, na cruz temos a un candidato como Rubalcaba, que di obrigar ao goberno do que formaba parte ata antonte, a recuperar o imposto de patrimonio que el mesmo decidiu eliminar hai pouco por ser “un imposto inxusto e obsoleto”, segundo dixo o propio Zapatero.

Estamos ante un novo episodio de claras disensións dentro do executivo socialista, incapaz de manter un único discurso en temas craves como a política impositiva. Segundo que membro destacado do PSOE fale, a aplicación deste imposto afectará a noventa, cento cincuenta ou a trescentas mil persoas, parece darlles o mesmo.
Pero non acaba aí a cousa. Acordada a aplicación, a vicepresidenta económica dicíanos que aquelas comunidades autónomas que se neguen a aplicalo non deixasen de recibir as cantidades compensatorias que lles corresponde por Lei, mentres que o portavoz do goberno, o lucense Sr. Branco, dicía sen pelos na lingua e en ton ameazante que non se compensará ás autonomías que non apliquen este tributo.

Para redondear este circo de despropósitos e contradicións, a última guinda púñaa Rubalcaba dicindo que “non é o imposto que eu quero” e que pronto proporá un novo que tape os “buracos” que ten este tributo. E iso que, segundo el, a súa urxente aprobación débese a unha esixencia que lle fixo a Zapatero, quizais para cimentar o seu discurso de ricos fronte a pobres.

Mentres tanto na cara da moeda vemos a un Rajoy cada día máis presidenciable, que propón iniciativas concretas como que as PEMES e os autónomos paguen o IVE cando cobren as facturas e non antes, que as empresas que reinvistan os seus beneficios en modernizar a súa propia actividade empresarial tributen menos, que se rebaixe en cinco puntos o imposto de sociedades, ou as medidas destinadas á creación de emprego, o investimento e o aforro.

Dúas caras ben diferentes da moeda da política: a demagoxia improvisada fronte ás medidas estudadas e contrastadas socialmente durante os últimos anos. O multidiscurso vago dun goberno gastado fronte á concreción dun Rajoy que desde a oposición leva tempo propondo medidas que precisamente por vir de onde veñen, nin Zapatero nin Rubalcaba están dispostos a adoptar.

Entre esta cara e esta cruz pronto elixiremos os españois para marcar o noso destino e o do noso país nos decisivos anos vindeiros, especialmente para aqueles que hoxe ven hipotecado o seu futuro sen solución a curto prazo.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

¿Conveniente o imprescindible?

“Como todos sabemos la Constitución es una Ley que se cambia fácilmente y en un plis-plas va a acabar con la crisis”.  Estas palabras fueron pronunciadas en tono descalificatorio, de mofa, con chanzas y gracejas. Se burlaba así de alguien que acababa de proponer reformar la Constitución española para que recogiera los principios de estabilidad presupuestaria. La propuesta la hacía Mariano Rajoy el 25 de junio de 2010, y la contestación burlona era, como no, de Alfredo P. Rubalcaba el 26 de aquel mismo mes.

Conviene recordar que en las últimas semanas hemos sido testigos de grandes convulsiones en los mercados y en nuestra moneda, que han obligado a los dirigentes europeos a plantear inexcusables medidas de control, necesarias para acabar con tanto desequilibrio presupuestario. Ésta ha sido la verdadera y única razón para acometer la reforma de la que estamos hablando, conseguir que la estabilidad presupuestaria deje de ser una opción para convertirse en una obligación constitucional, o dicho con las palabras de nuestra portavoz en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, “el compromiso de unas cuentas públicas equilibradas no puede ser coyuntural, sino que ha de ser permanente. Sean tiempos de bonanza o de crisis, gobiernen unos o gobiernen otros, al final, nadie podrá gastar más de lo que tiene”.

Estamos pues hablando de obligar a todas las administraciones publicas y a sus respectivos gobiernos a ser austeros, para, entre otras cosas, no poner en riesgo el estado de bienestar que tanto trabajo nos ha costado construir.

Cuestión diferente es el procedimiento y momento elegido. ¿Por qué ahora y no hace unos años, cuando lo propuso el PP? Durante el debate del 23 de agosto en el que Zapatero anunciaba esta medida, el líder del Partido Popular le preguntaba hasta en dos ocasiones si el gobierno había recibido una carta del Banco Central Europeo  y si esta medida se debía a exigencias o indicaciones del citado BCE por verse obligados a comprar deuda publica española. Zapatero se negó a contestar. Pero no tardó en saberse la verdad, porque el pasado 29 de agosto el Sr. Trichet, Presidente de dicha entidad, desvelaba que el BCE impuso esta reforma al gobierno español.

Mientras Zapatero callaba su portavoz, el lucense Sr. Blanco, decía que “no le constaba la existencia de esta carta”.  El sorprendente portavoz también nos ha dicho estos días que al gobierno le gustaría compartir la decisión con los ciudadanos mediante un referéndum pero que no hay tiempo porque ahora la situación es gravísima y exige medidas urgentes.

No hay tiempo porque no quisieron tomar en serio la situación económica española, negaron mil veces la existencia de la crisis,  y se mofaron de los que proponían las medidas que ahora salen adelante de forma atropellada.

Si hace unos años esta medida era conveniente, hoy es necesaria, oportuna y responsable.  Aunque sea en un plis-plas, ahora es imprescindible.

 

Conveniente ou imprescindible?

“Como todos sabemos a Constitución é unha Lei que se cambia facilmente e nun plis-plas vai acabar coa crise”. Estas palabras foron pronunciadas en ton descalificatorio, de mofa, con chanzas e gracejas. Burlábase así de alguén que acababa de propor reformar a Constitución española para que recollese os principios de estabilidade orzamentaria. A proposta facíaa Mariano Rajoy o 25 de xuño de 2010, e a contestación burlona era, como non, de Alfredo P. Rubalcaba o 26 daquel mesmo mes.

Convén recordar que nas últimas semanas fomos testemuñas de grandes convulsións nos mercados e na nosa moeda, que obrigaron aos dirixentes europeos a expor inescusables medidas de control, necesarias para acabar con tanto desequilibrio orzamentario. Esta foi a verdadeira e única razón para acometer a reforma da que estamos falando, conseguir que a estabilidade orzamentaria deixe de ser unha opción para converterse nunha obrigación constitucional, ou dito coas palabras da nosa portavoz no Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, “o compromiso dunhas contas públicas equilibradas non pode ser conxuntural, senón que ha de ser permanente. Sexan tempos de bonanza ou de crise, gobernen uns ou gobernen outros, ao final, ninguén poderá gastar máis do que ten”.

Estamos pois falando de obrigar a todas as administracións publicas e aos seus respectivos gobernos a ser austeros, para, entre outras cousas, non pór en risco o estado de benestar que tanto traballo nos custou construír.

Cuestión diferente é o procedemento e momento elixido. Por que agora e non fai uns anos, cando o propuxo o PP? Durante o debate do 23 de agosto no que Zapatero anunciaba esta medida, o líder do Partido Popular preguntáballe ata en dúas ocasións se o goberno recibira unha carta do Banco Central Europeo e se esta medida debíase a esixencias ou indicacións do citado BCE por verse obrigados a comprar débeda publica española. Zapatero negouse a contestar. Pero non tardou en saberse a verdade, porque o pasado 29 de agosto o Sr. Trichet, Presidente de devandita entidade, desvelaba que o BCE impuxo esta reforma ao goberno español.

Mentres Zapatero calaba o seu portavoz, o lucense Sr. Branco, dicía que ?non lle constaba a existencia desta carta?. O sorprendente portavoz tamén nos dixo estes días que ao goberno gustaríalle compartir a decisión cos cidadáns mediante un referendo pero que non hai tempo porque agora a situación é gravísima e esixe medidas urxentes.
Non hai tempo porque non quixeron tomar en serio a situación económica española, negaron mil veces a existencia da crise, e se mofaron dos que propuñan as medidas que agora salguen adiante de forma atropelada.

Se fai uns anos esta medida era conveniente, hoxe é necesaria, oportuna e responsable. Aínda que sexa nun plis-plas, agora é imprescindible.