miércoles, 22 de abril de 2015

Sentir vergüenza

Hace no mucho toda la sociedad europea se conmocionaba por la pérdida de 150 vidas en un trágico accidente aéreo ocurrido en los Alpes franceses.

Durante semanas todos los telediarios abrieron sus ediciones con imágenes y conexiones en directo desde los lugares próximos a la tragedia.

Las muestras de solidaridad se repetían desde todos los gobiernos, al tiempo que se guardaban minutos de silencio delante de las principales instituciones y organismos oficiales.

Se repitieron las imágenes, conocidas con motivo del asesinato de trabajadores de la revista francesa Charlie Hebdo, de líderes y presidentes de gobierno europeos abrazados o compartiendo manifestaciones de repulsa y dolor.

Estas últimas semanas también estamos conociendo con horror y estupor la sangría de cifras de miles de personas que pierden a diario la vida cruzando el mar Mediterráneo desde las costas del norte de África hasta España e Italia principalmente.

Las cifras son difíciles de digerir sin sentir escalofríos. 10.000 inmigrantes rescatados en 1 semana en Italia. Cientos de desaparecidos según los pocos supervivientes. 120.000 inmigrantes llegados por mar a las costas de Italia durante 2014. En lo que va de año, ya son 16.000 con unos 2.000 muertos, siempre según estimaciones, a las que podemos añadir las que cifran en 250.000 las personas que esperan su oportunidad para saltar a esta orilla del Mediterráneo.

Mientras ante la desgracia aérea conocíamos al minuto todos los detalles, desde el nombre y vida completa del copiloto del avión, la relación de los fallecidos y de sus vidas truncadas, en los naufragios de miles de inmigrantes, nadie habla de sus tragedias familiares. No se conoce a los autores de las principales redes de mafiosos que les roban lo que no tienen para venderles un hueco estrecho en un viaje, casi siempre hacia la muerte.

Frente a tantos minutos de silencio por las muertes en la revista francesa o en el accidente aéreo, 1 minuto de silencio en el parlamento Europeo al comienzo de un pleno.

Frente a los funerales de Estado celebrados en Europa, las imágenes de cadáveres flotando a miles en las aguas del Mediterráneo sin más recuerdo que el de la noticia del día.

Mientras miles de personas que huyen de las guerras, del hambre o de las persecuciones a las que están sometidas, pierden sus vidas en un intento desesperado de encontrar una oportunidad para vivir, las instituciones europeas muestran indolencia.

Me pregunto dónde esta la sensibilidad que existió para resolver un problema que afectaba a la seguridad de un centenar de barcos pesqueros que eran sometidos a la extorsión o secuestro en aguas próximas a Somalia en el Índico. Si desde 2008 mediante la Operación Atalanta se puso coto a ese problema, ¿qué esperamos para montar un dispositivo de rescate marítimo en el mediterráneo que ponga fin a esta sangría de vidas de africanos?

Como europeo siento vergüenza por las diferentes maneras de reaccionar ante las muertes de ciudadanos en función de las circunstancias, de su origen y condición humana.

Sentir vergoña

Fai non moito toda a sociedade europea conmocionábase pola perda de 150 vidas nun tráxico accidente aéreo acontecido no Alpes franceses.

Durante semanas todos os telexornais abriron as súas edicións con imaxes e conexións en directo dende os lugares próximos á traxedia.

As mostras de solidariedade repetíanse dende todos os gobernos, ao tempo que se gardaban minutos de silencio diante das principais institucións e organismos oficiais.

Repetíronse as imaxes, coñecidas con motivo do asasinato de traballadores da revista francesa Charlie Hebdo, de líderes e presidentes de goberno europeos abrazados ou compartindo manifestacións de repulsa e dor.

Estas últimas semanas tamén estamos a coñecer con horror e estupor a sangría de cifras de miles de persoas que perden a diario a vida cruzando o mar Mediterráneo dende as costas do norte de África ata España e Italia principalmente.

As cifras son difíciles de dixerir sen sentir calafríos. 10.000 inmigrantes rescatados en 1 semana en Italia. Centos de desaparecidos segundo os poucos superviventes. 120.000 inmigrantes chegados por mar ás costas de Italia durante 2014. No que vai de ano, xa son 16.000 cuns 2.000 mortos, sempre segundo estimacións, ás que podemos engadir as que cifran en 250.000 as persoas que esperan a súa oportunidade para saltar a esta beira do Mediterráneo.

Mentres ante a desgracia aérea coñeciamos ao minuto todos os detalles, dende o nome e vida completa do copiloto do avión, a relación dos falecidos e das súas vidas truncadas, nos naufraxios de miles de inmigrantes, ninguén fala das súas traxedias familiares. Non se coñece os autores das principais redes de mafiosos que lles rouban o que non teñen para venderlles un oco estreito nunha viaxe, case sempre cara á morte.

Fronte a tantos minutos de silencio polas mortes na revista francesa ou no accidente aéreo, 1 minuto de silencio no parlamento Europeo ao comezo dun pleno.

Fronte aos funerais de Estado celebrados en Europa, as imaxes de cadáveres flotando a miles nas augas do Mediterráneo sen máis recordo que o da noticia do día.

Mentres miles de persoas que foxen das guerras, da fame ou das persecucións ás que están sometidas, perden as súas vidas nun intento desesperado de encontrar unha oportunidade para vivir, as institucións europeas mostran indolencia.

Pregúntome onde esta a sensibilidade que existiu para resolver un problema que afectaba á seguridade dun centenar de barcos pesqueiros que eran sometidos á extorsión ou secuestro en augas próximas a Somalia no Índico. Se dende 2008 mediante a Operación Atalanta se puxo couto a ese problema, que esperamos para montar un dispositivo de rescate marítimo no mediterráneo que poña fin a esta sangría de vidas de africanos?

Como europeo sento vergoña polas diferentes maneiras de reaccionar ante as mortes de cidadáns en función das circunstancias, da súa orixe e condición humana.

miércoles, 8 de abril de 2015

Cuestión de autoestima

Si consultamos el diccionario y buscamos la definición de autoestima encontraremos “valoración generalmente positiva de sí mismo”

Hace unos días y con motivo de caer en mis manos un artículo del periodista Bieito Rubido referido a la baja autoestima existente en España y a sus posibles causas, volvió a mi memoria uno de los artículos que publiqué en este mismo periódico lucense, El Progreso, bajo el título de “La marca España”.

En aquel entonces escribí sobre el elevado espíritu crítico que tenemos en este país con todo lo que nos identifica como españoles, o lo que es lo mismo, por tener una autoestima muy baja y mostrarnos muy críticos con lo que tenemos y con lo que hacemos.

Somos un país que combina tradición y modernidad, que además ocupa el cuarto puesto entre las potencias europeas, líderes en solidaridad, tenemos como idioma un español universal, el segundo más aprendido y hablado en el mundo (cerca de 500 millones de personas), y siempre hemos demostrado una gran capacidad de adaptación.

Por añadir algunos argumentos apuntados por Rubido, somos el quinto lugar más seguro del mundo, el segundo país con la población más longeva, la mortalidad infantil es la tercera más baja del mundo, una asistencia sanitaria gratuita, universal y con grandísimos profesionales (aunque algunos siguen empeñados en no reconocerlo), la octava nación del mundo que más porcentaje del PIB dedica a mantener el estado de bienestar, por delante de Alemania o EE.UU., el segundo país con mayor número de Kilómetros de vías de alta velocidad, la tercera potencia turística mundial, y conservamos el segundo mayor patrimonio histórico artístico de todo el mundo por poner solo algunos ejemplos de nuestro caudal como nación.

Con estos mimbres deberíamos conseguir unos buenos cestos cargados de autoestima y sin embargo no es así. Las razones sin duda tienen que ser de diferente índole, pudiendo estar entre ellas la manía de mirarnos al ombligo y de valorar los minifundios nacionalistas por encima del conjunto nacional, o las heridas todavía sin cerrar de contiendas entre hermanos de nuestra historia negra, que ya empieza a ser lejana pero planea sobre algunas generaciones.

Pero es en las actitudes y consignas de las personas con ideología de izquierdas más radical donde más odio y resentimiento ha existido y todavía pervive ese sentimiento contra todos los símbolos que representan nuestra grandeza, tratando siempre de confundir el respeto a nuestra bandera o a nuestro himno con vestigios franquistas, con ejemplos contemporáneos como las pitadas en eventos deportivos al himno, al Rey o a ambas cosas.

Deposito mi esperanza en recuperar este orgullo de ser español y de defender lo que España representa en el mundo, en las generaciones que ni vivieron los horrores de las guerras, ni los escucharon en sus casas. Generaciones de jóvenes que se abren al mundo y trabajan en cualquier lugar valorando lo que dejaron atrás y lo que les permitió alcanzar sus sueños, una idea más positiva de sí mismos como pueblo y nación.

Cuestión de autoestima

Se consultamos o dicionario e buscamos a definición de autoestima encontraremos "valoración xeralmente positiva de si mesmo"

Hai uns días e con motivo de caer nas miñas mans un artigo do xornalista Bieito Rubido referido á baixo autoestima existente en España e ás súas posibles causas, volveu á miña memoria un dos artigos que publiquei neste mesmo xornal lucense, El Progreso, baixo o título de "A marca España".

Naquel entón escribín sobre o elevado espírito crítico que temos neste país con todo o que nos identifica como españois, ou o que é o mesmo, por ter unha autoestima moi baixa e mostrarnos moi críticos co que temos e co que facemos.

Somos un país que combina tradición e modernidade, que ademais ocupa o cuarto posto entre as potencias europeas, líderes en solidariedade, temos como idioma un español universal, o segundo máis aprendido e falado no mundo (preto de 500 millóns de persoas), e sempre demostramos unha gran capacidade de adaptación.

Por engadir algúns argumentos apuntados por Rubido, somos o quinto lugar máis seguro do mundo, o segundo país coa poboación máis lonxeva, a mortalidade infantil é a terceira máis baixa do mundo, unha asistencia sanitaria gratuíta, universal e con grandes profesionais (aínda que algúns seguen empeñados en non o recoñecer), a oitava nación do mundo que máis porcentaxe do PIB dedica a manter o estado de benestar, por diante de Alemaña ou EUA, o segundo país con maior número de Quilómetros de vías de alta velocidade, a terceira potencia turística mundial, e conservamos o segundo maior patrimonio histórico artístico de todo o mundo por poñer só algúns exemplos do noso caudal como nación.

Con estes vimbios deberiamos conseguir uns bos cestos cargados de autoestima e non obstante non é así. As razóns sen dúbida teñen que ser de diferente índole, podendo estar entre elas a manía de mirarnos ao embigo e de valorar os minifundios nacionalistas por enriba do conxunto nacional, ou as feridas aínda sen pechar de contendas entre irmáns da nosa historia negra, que xa empeza a ser afastada pero planea sobre algunhas xeracións.

Pero é nas actitudes e consignas das persoas con ideoloxía de esquerdas máis radical onde máis odio e resentimento existiu e aínda pervive ese sentimento contra todos os símbolos que representan a nosa grandeza, tratando sempre de confundir o respecto á nosa bandeira ou ao noso himno con vestixios franquistas, con exemplos contemporáneos como as apupadas en eventos deportivos ao himno, ao Rei ou a ambas as dúas cousas.

Deposito a miña esperanza en recuperar este orgullo de ser español e de defender o que España representa no mundo, nas xeracións que nin viviron os horrores das guerras, nin os escoitaron nas súas casas. Xeracións de mozos que se abren ao mundo e traballan en calquera lugar valorando o que deixaron atrás e o que lles permitiu alcanzar os seus sonos, unha idea máis positiva de si mesmos como pobo e nación.