miércoles, 24 de marzo de 2010

Clase Política

Cuando hace años acepté formar parte de un partido político, y algo después ocupé mi primer cargo público de responsabilidad, no podía imaginar que, algún día, la clase política podría llegar a ser el tercer problema para los españoles en el barómetro del CIS, por delante del terrorismo o de la inmigración.
Puede que a ello hayan contribuido varios factores, como determinadas actitudes de algunos representantes públicos, los casos de corrupción, la permanencia en un mismo cargo por períodos excesivos, y determinados enfoques informativos nada imparciales.
Las fotos en portada de escaños semi-vacíos durante un Pleno, las incompletas explicaciones sobre supuestas pensiones privilegiadas, o los periodos de vacaciones han sido noticia en las últimas semanas.
Es verdad que este tipo de informaciones, en unos momentos de grave preocupación entre los ciudadanos por conservar o recuperar un empleo, por llegar a fin de mes o por no perder el derecho a una pensión en el momento de la jubilación, tienen asegurada su atención y posterior reacción.
Pero lo grave es que, y siempre a mi juicio, son informaciones deliberadamente sesgadas, que no se corresponden con la generalidad y que sólo buscan dañar a todo el colectivo.
Cuando empecé en política, recuerdo bien los sentimientos de querer poner en práctica mis ideales en favor de la sociedad. Y digo ideales, además de ideas, porque siempre he creído y sigo defendiendo la necesidad de tener ideales, valores, algo que, por desgracia en nuestros tiempos, lleva años sonando a cursi o “demodé”.
Concibo la actividad política como algo noble, casi altruista, lejana a la permanencia o a la consolidación de privilegios, pero lo cierto es que se transmite lo contrario y todavía algunos acuden a este oficio como fórmula para resolverse su vida. Además el perfil de las personas que acaban ocupando un puesto de responsabilidad o un lugar en cualquier lista electoral, generalmente está muy restringido hacia personas con posibilidad de acogerse a una excedencia por servicios especiales dentro de la administración, resultando difícil incorporar a profesionales libres e independientes porque la separación temporal de su forma de ganarse la vida, les hace casi imposible el regreso o la supervivencia del negocio que crearon con esfuerzo y sacrificio.
Puede que existan recetas o fórmulas para corregir esta situación, pero me parece urgente recuperar el prestigio de una ocupación necesaria. Defiendo el trabajo de una gran mayoría, y por ello propongo demostrar a la sociedad que los que estamos en “esto” somos personas honestas y trabajadoras, que nos implicamos todos los días en los problemas reales y en la búsqueda de soluciones.
Quiero ir por la calle como hasta ahora, tranquilo porque lo está mi conciencia, y no preocupado por pertenecer al colectivo que representa el tercer problema para mis vecinos.

_____________________________________________________

Clase Política

Cando hai anos aceptei formar parte dun partido político, e algo despois ocupei o meu primeiro cargo público de responsabilidade, non podía imaxinar que, algún día, a clase política podería chegar a ser o terceiro problema para os españois no barómetro do CIS, por diante do terrorismo ou da inmigración.
Poida que a iso contribúan varios factores, como determinadas actitudes dalgúns representantes públicos, os casos de corrupción, a permanencia nun mesmo cargo por períodos excesivos, e determinados enfoques informativos nada imparciais.
As fotos en portada de escanos semi-baleiros durante un Pleno, as incompletas explicacións sobre supostas pensións privilexiadas, ou os períodos de vacacións foron noticia nas últimas semanas.
É verdade que este tipo de informacións, nuns momentos de grave preocupación entre os cidadáns por conservar ou recuperar un emprego, por chegar a fin de mes ou por non perder o dereito a unha pensión no momento da xubilación, teñen asegurada a súa atención e posterior reacción.
Pero o grave é que, e sempre ao meu xuízo, son informacións deliberadamente sesgadas, que non se corresponden coa xeneralidade e que só buscan danar a todo o colectivo.
Cando empecei en política, recordo ben os sentimentos de querer pór en práctica os meus ideais en favor da sociedade. E digo ideais, ademais de ideas, porque sempre crin e sigo defendendo a necesidade de ter ideais, valores, algo que, por desgraza nos nosos tempos, leva anos soando a ridículo ou "demodé".
Concibo a actividade política como algo nobre, case altruísta, afastada á permanencia ou á consolidación de privilexios, pero o certo é que se transmite o contrario e aínda algúns acoden a este oficio como fórmula para resolverse a súa vida. Ademais o perfil das persoas que acaban ocupando un posto de responsabilidade ou un lugar en calquera lista electoral, xeralmente está moi restrinxido cara a persoas con posibilidade de acollerse a unha excedencia por servizos especiais dentro da administración, resultando difícil incorporar a profesionais libres e independentes porque a separación temporal da súa forma de gañarse a vida, failles case imposible o regreso ou a supervivencia do negocio que crearon con esforzo e sacrificio.
Poida que existan receitas ou fórmulas para corrixir esta situación, pero me parece urxente recuperar o prestixio dunha ocupación necesaria. Defendo o traballo dunha gran maioría, e por iso propoño demostrar á sociedade que os que estamos en "isto" somos persoas honestas e traballadoras, que nos implicamos todos os días nos problemas reais e na procura de solucións.
Quero ir pola rúa como ata agora, tranquilo porque o está a miña conciencia, e non preocupado por pertencer ao colectivo que representa o terceiro problema para os meus veciños.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Conquistas pendientes

No me refiero a descubrir nuevas tierras, ni nuevos avances tecnológicos, sino que en esta ocasión y tras dedicar el día 8 al día internacional de la mujer trabajadora y leer los manifiestos y noticias publicados al efecto, todos coinciden en las diferencias todavía irreconciliables entre los salarios y la presencia en los puestos de alta dirección entre ellas y nosotros.
Aunque en España la Constitución consagra la igualdad entre hombres y mujeres, la realidad es tozuda y pone de manifiesto las desigualdades. Las tenemos en Europa, pero en España más acentuadas: diferencias en retribuciones entre hombre y mujer a igualdad de trabajo 17% a favor del hombre, mientras que en Francia es del 9% o en Italia del 6%. No hablemos de los horarios de trabajo que practicamos por estas tierras donde la principal característica es la dificultad, por no decir imposibilidad, de compatibilizar la vida laboral y familiar.
Pero una de las prioridades del Gobierno de la Nación fue, y bien que se vendió y sigue vendiéndose a diario, la Ley de Igualdad. Ley que se ha mostrado poco efectiva y que, si por algo se ha caracterizado, ha sido por introducir cuotas o paridades en listas electorales y en otros ámbitos de los cargos públicos. A pesar de las fotos de los primeros gobiernos paritarios, ni las propias promesas fueron cumplidas por Zapatero y así, hoy podemos decir que solamente un 29% de los altos cargos de la administración y de las empresas públicas los ocupan mujeres.
Pero otros aspectos de esa Ley, como fomentar la empleabilidad, la calidad del empleo o la igualdad salarial, tampoco se han cumplido. De las diferencias de salario ya he dicho algo, y de los otros aspectos, debo decir que la tasa de paro es mayor en las mujeres, que los últimos contratos, tanto fijos como temporales, han sido mayoritariamente para hombres, que el 45% de las mujeres que son madres son despedidas o abandonan su empleo y que más de la mitad de las mujeres embarazadas, por el hecho de estarlo, no pueden acceder a un puesto de trabajo.
Por estas y otras razones es imprescindible abandonar la política de gestos y anuncios y sustituirla por auténticas políticas transversales que impliquen a todos los órganos del Gobierno en lugar de ponerlo todo en manos de un Ministerio sin competencias.
Son muchas las cosas que quedan por hacer en este campo, cargado de mucho eslogan y palabras huecas de gran sonoridad. Hace falta, en definitiva, un cambio cultural y generacional, un cambio de mentalidad. Sin una educación y formación adecuada no lograremos cambiar los usos y costumbres de una sociedad machista, no cambiaremos las inercias del pasado.
No podemos seguir consintiendo que, para ganar lo mismo, mientras los hombres trabajan 365 días, las mujeres tengan que trabajar 418 días.
Sé de lo que hablo. Mi vida son mi mujer y mis tres hijas. Ellas merecen este esfuerzo porque, entre otras cosas, valen más que yo.

____________________________________________________


Conquistas pendentes

Non me refiro a descubrir novas terras, nin novos avances tecnolóxicos, senón que nesta ocasión e tras dedicar o día 8 ao día internacional da muller traballadora e ler os manifestos e noticias publicados ao efecto, todos coinciden nas diferenzas aínda irreconciliables entre os salarios e a presenza nos postos de alta dirección entre elas e nós.
Aínda que en España a Constitución consagra a igualdade entre homes e mulleres, a realidade é túzara e pon de manifesto as desigualdades. Témolas en Europa, pero en España máis acentuadas: diferenzas en retribucións entre home e muller a igualdade de traballo 17% a favor do home, mentres que en Francia é do 9% ou en Italia do 6%. Non falemos dos horarios de traballo que practicamos por estas terras onde a principal característica é a dificultade, por non dicir imposibilidade, de compatibilizar a vida laboral e familiar.
Pero unha das prioridades do goberno da nación foi, e ben que se vendeu e sigue vendéndose a diario, a Lei de Igualdade. Lei que se mostrou pouco efectiva e que, se por algo se caracterizou, foi por introducir cotas ou paridades en listas electorais e noutros ámbitos dos cargos públicos. A pesar das fotos dos primeiros gobernos paritarios, nin as propias promesas foron cumpridas por Zapatero e así, hoxe podemos dicir que soamente un 29% dos altos cargos da administración e das empresas públicas ocúpanos mulleres.
Pero outros aspectos desa Lei, como fomentar a empleabilidad, a calidade do emprego ou a igualdade salarial, tampouco se cumpriron. Das diferenzas de salario xa dixen algo, e dos outros aspectos, debo dicir que a taxa de paro é maior nas mulleres, que os últimos contratos, tanto fixos como temporais, foron maioritariamente para homes, que o 45% das mulleres que son nais son despedidas ou abandonan o seu emprego e que máis da metade das mulleres embarazadas, polo feito de estalo, non poden acceder a un posto de traballo.
Por estas e outras razóns é imprescindible abandonar a política de xestos e anuncios e substituíla por auténticas políticas transversais que impliquen a todos os órganos do goberno en lugar de polo todo en mans dun Ministerio sen competencias.
Son moitas as cousas que quedan por facer neste campo, cargado de moito slogan e palabras ocas de gran sonoridad. Fai falta, en definitiva, un cambio cultural e xeracional, un cambio de mentalidade. Sen unha educación e formación adecuada non lograremos cambiar os usos e costumes dunha sociedade machista, non cambiaremos as inercias do pasado.
Non podemos seguir consentindo que, para gañar o mesmo, mentres os homes traballan 365 días, as mulleres teñan que traballar 418 días.
Sei do que falo. A miña vida son a miña muller e as miñas tres fillas. Elas merecen este esforzo porque, entre outras cousas, valen máis que eu.