miércoles, 20 de septiembre de 2017

Grandes dosis de sentidiño

Tratar el tema del que más se está escribiendo en estas últimas semanas en España tiene riesgos inevitables. Por un lado porque casi todo está contado y en ocasiones muy bien contado, y por otro porque lo que se escriba hoy puede que mañana quede ya desactualizado. Son tantos los acontecimientos y tanta la rapidez con que acontecen que incluso resulta difícil su asimilación.

Que el tema catalán es grave nadie lo pone en duda. Que genera hartazgo en gran parte de la sociedad tampoco. La cadena de despropósitos y sinsentidos, aunque parezca agotada, todavía no dejará de sorprendernos en los próximos días. 

Hace tiempo que dije que la pandilla de separatistas que dirigen a Cataluña hacia las sombras se habían metido ellos solos en un callejón sin salida del que ni quieren ni saben salir. Primero convocan un referéndum de espaldas a su propio Parlamento, de manera unilateral, a toda prisa, sustrayendo los derechos más elementales a la oposición, con absoluta falta de transparencia y de respeto a las más básicas normas de convivencia en democracia. En resumen, actuando de manera más parecida a una dictadura que a otra cosa.

A estas alturas ya solo buscan el choque de trenes, un conflicto que perjudicando a todos, lo hará en grado superlativo a los promotores de semejante disparate. Solo practican el enfrentamiento, ya solo utilizan la táctica de la provocación para que se tenga que actuar con medios y medidas que a ojos de quienes no conozcan al detalle lo que está pasando puedan invertir la situación: que parezca que los provocadores y violadores de muchas leyes sean los buenos, mientras que aquellos que velan por el cumplimiento de la Ley y los derechos de todos los españoles resulten ser los malos de la película.

Son muchos los que desde hace tiempo quieren ver a los irresponsables que dirigen estas maniobras separatistas metidos entre rejas después de ser detenidos y juzgados. Entiendo su perplejidad, pero les invito a serenarse y a comprobar en pocos días como todo el peso del Estado de Derecho caerá sin duda alguna sobre ellos. Nadie debe esperar otra cosa. Como ya ha dicho Rajoy “nos van a obligar a lo que no queremos llegar”. Porque ya no buscan otra cosa que desobedecer las normas democráticas y protagonizar un pitorreo bravucón, que acabará por recibir esa respuesta oportuna y proporcionada. Que nadie lo dude.

En estos difíciles momentos de nuestra historia democrática que nos ha tocado vivir se echa en falta una de las mejores medicinas para curar tanta locura, una medicina que en Galicia conocemos y utilizamos con profunda mesura: el “sentidiño”. Es algo más que el sentido común o que tener buena suerte. Es la prudencia, es huir de aquellos que nos han engañado ya, es moderación, es apartarse de la provocación, el enfrentamiento o el exceso de protagonismo.

La situación generada en Cataluña se resuelve aplicando, como ya se está haciendo, todas y cada una de las respuestas jurídicas y políticas que prevé la Constitución, pero también con el rechazo a tanto dislate por parte de la sociedad silenciosa catalana, y sobre todo con mucho, mucho sentidiño por parte de todos. 

Grandes doses de ‘’sentidiño’’

Tratar o tema do que máis se está a escribir nestas últimas semanas en España ten riscos inevitables. Por unha banda porque case todo está contado e en ocasións moi ben contado, e por outro porque o que se escriba hoxe poida que mañá quede xa desactualizado. Son tantos os acontecementos e tanta a rapidez con que acontecen que mesmo resulta difícil a súa asimilación.

Que o tema catalán é grave ninguén o pon en dúbida. Que xera fartura en gran parte da sociedade tampouco. A cadea de despropósitos e sensentidos, aínda que pareza esgotada, aínda non deixará de sorprendernos nos próximos días. 

Hai tempo que dixen que a cuadrilla de separatistas que dirixen a Cataluña cara ás sombras metéronse eles sós nun canellón sen saída do que nin queren nin saben saír. Primeiro convocan un referendo de costas ao seu propio Parlamento, de maneira unilateral, a fume de carozo, subtraendo os dereitos máis elementais á oposición, con absoluta falta de transparencia e de respecto ás máis básicas normas de convivencia en democracia. En resumo, actuando de maneira máis parecida a unha ditadura que a outra cousa.

A estas alturas xa só buscan o choque de trens, un conflito que prexudicando a todos, farao en grao superlativo aos promotores de semellante disparate. Só practican o enfrontamento, xa só utilizan a táctica da provocación para que se teña que actuar con medios e medidas que a ollos de quen non coñezan ao detalle o que está a pasar poidan investir a situación: que pareza que os provocadores e violadores de moitas leis sexan os bos, mentres que aqueles que velan polo cumprimento da Lei e os dereitos de todos os españois resulten ser os malos da película.

Son moitos os que desde hai tempo queren ver aos irresponsables que dirixen estas manobras separatistas metidos entre reixas despois de ser detidos e xulgados. Entendo a súa perplexidade, pero convídolles a serenarse e a comprobar en poucos días como todo o peso do Estado de Dereito caerá sen ningunha dúbida sobre eles. Ninguén debe esperar outra cousa. Como xa dixo Rajoy “van obrigar ao que non queremos chegar”. Porque xa non buscan outra cousa que desobedecer as normas democráticas e protagonizar un pitorreo bravucón, que acabará por recibir esa resposta oportuna e proporcionada. Que ninguén o dubide.

Nestes difíciles momentos da nosa historia democrática que nos tocou vivir bótase en falta unha das mellores medicinas para curar tanta tolemia, unha medicina que en Galicia coñecemos e utilizamos con profunda mesura: o “sentidiño”. É algo máis que o sentido común ou que ter boa sorte. É a prudencia, é fuxir daqueles que nos enganaron xa, é moderación, é apartarse da provocación, o enfrontamento ou o exceso de protagonismo.

A situación xerada en Cataluña resólvese aplicando, como xa se está facendo, todas e cada unha das respostas xurídicas e políticas que prevé a Constitución, pero tamén co rexeitamento a tanto dislate por parte da sociedade silenciosa catalá, e sobre todo con moito, moito sentidiño por parte de todos.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Síndromes

No hay mes de septiembre en el que los diferentes medios informativos no dediquen amplios espacios a recordarnos los conocidos síntomas y remedios del mal que suele afectar a cuantos después de disfrutar de unas semanas de vacaciones retornan a sus quehaceres diarios en sus puestos de trabajo.

Consultada la definición que se suele dar al llamado síndrome postvacacional me he quedado con esta: “el estado que se produce en el trabajador al fracasar el proceso de adaptación entre un periodo de vacaciones y de ocio con la vuelta a la vida activa, produciendo molestias que nos hacen responder a nuestras actividades rutinarias con un menor rendimiento”.

Reconozco que una de las cosas que más me gustan de las vacaciones es la menor exposición a las pantallas de la televisión y de los ordenadores, aunque siempre quede el teléfono.

Durante el pasado agosto ha resultado inevitable seguir enterándonos de nuevas y continuas muertes por violencia de género; de los desvaríos de los gobernantes nacionalistas, separatistas o como quieran autodenominarse, empeñados en una locura sin retorno en la que arrastran a muchos ciudadanos como rehenes de una pesadilla que saben imposible pero sin disposición a rectificar; de muertes horribles como la de la mujer que pocos minutos después de traer al mundo una nueva vida perdía la suya en un ascensor del propio hospital debido a algo más que a una fatalidad; de las numerosas desgracias y muertes causadas por tormentas, inundaciones, avalanchas de tierra, tornados… que han dejado tantas vidas rotas o sin hogar a miles de personas en el mundo; de ahogamientos en ríos, playas o piscinas; de las desapariciones de jóvenes todavía sin resolver; de la muerte de un niño autista infartado por el horror que vieron sus ojos; y por si estos ejemplos no bastaran para romper el deseado relax en tiempos de descanso físico y emocional, los demonios del terrorismo yihadista, terrorismo que ponía fin a las vidas, demasiadas vidas, de tranquilos transeúntes que disfrutaban de sus vacaciones, dejando malheridos a otros muchos y con un recuerdo imborrable en cuantos amamos la libertad y luchamos por defenderla.

Por estas razones no padezco el síndrome postvacacional, porque estas cosas nos acompañan también en agosto y en el resto del año, porque aunque queramos desconectar estos sucesos nos recuerdan en qué mundo vivimos y dónde estamos.

También porque estoy deseando ver cómo tras este frágil paréntesis estival ha llegado el tiempo de poner fin a los dislates de los que quieren romper nuestro modelo de convivencia democrática, nuestras normas y reglas de juego. Poner fin a esta tragicomedia y dedicar toda la energía a resolver, o al menos intentarlo, los problemas que más preocupan al conjunto de la sociedad en la que vivimos, para que durante los próximos meses los medios de comunicación no tengan que relatar nuevos asesinatos de mujeres, negligencias con resultado de muerte, o de inseguridad en la lucha contra quienes quieren hacer en Occidente su nueva guerra santa. Puede que por esto no tenga este síndrome. Ojalá lo tuviese.

Síndromes

Non hai mes de setembro no que os diferentes medios informativos non dediquen amplos espazos a lembrarnos os coñecidos síntomas e remedios do mal que adoita afectar a cuantos despois de gozar dunhas semanas de vacacións retornan aos seus quefaceres diarios nos seus postos de traballo.

Consultada a definición que se adoita dar á chamada síndrome posvacacional quedeime con esta: “o estado que se produce no traballador ao fracasar o proceso de adaptación entre un período de vacacións e de lecer coa volta á vida activa, producindo molestias que nos fan responder as nosas actividades rutineiras cun menor rendemento”.

Recoñezo que unha das cousas que máis me gustan das vacacións é a menor exposición ás pantallas da televisión e dos computadores, aínda que sempre quede o teléfono.

Durante o pasado agosto resultou inevitable seguir decatándonos de novas e continuas mortes por violencia de xénero; dos desvaríos dos gobernantes nacionalistas, separatistas ou como queiran autodenominarse, empeñados nunha tolemia sen retorno na que arrastran a moitos cidadáns como reféns dun pesadelo que saben imposible pero sen disposición a rectificar; de mortes horribles como a da muller que poucos minutos despois de traer ao mundo unha nova vida perdía a súa nun ascensor do propio hospital debido a algo máis que a unha fatalidade; das numerosas desgrazas e mortes causadas por tormentas, inundacións, avalanchas de terra, tornados? que deixaron tantas vidas rotas ou sen fogar a miles de persoas no mundo; de ahogamientos en ríos, praias ou piscinas; das desaparicións de mozas aínda sen resolver; da morte dun neno autista infartado polo horror que viron os seus ollos; e por se estes exemplos non bastasen para romper o desexado relax en tempos de descanso físico e emocional, os demos do terrorismo yihadista, terrorismo que poñía fin ás vidas, demasiadas vidas, de tranquilos transeúntes que gozaban das súas vacacións, deixando malferidos a outros moitos e cun recordo indeleble en cuantos amamos a liberdade e loitamos por defendela.

Por estas razóns non padezo a síndrome postvacacional, porque estas cousas acompáñannos tamén en agosto e no resto do ano, porque aínda que queiramos desconectar estes sucesos lémbrannos en que mundo vivimos e onde estamos.

Tamén porque estou a desexar ver como tras esta fráxil paréntese estival chegou o tempo de poñer fin aos dislates dos que queren romper o noso modelo de convivencia democrática, as nosas normas e regras de xogo. Poñer fin a esta traxicomedia e dedicar toda a enerxía a resolver, ou polo menos tentalo, os problemas que máis preocupan ao conxunto da sociedade na que vivimos, para que durante os próximos meses os medios de comunicación non teñan que relatar novos asasinatos de mulleres, neglixencias con resultado de morte, ou de inseguridade na loita contra quen quere facer en Occidente a súa nova guerra santa. Poida que por isto non teña esta síndrome. Oxalá o tivese.