El Presidente Sánchez regresa de la cumbre europea satisfecho del resultado y de haber liderado la propuesta de que a España y a Portugal se las considere excepcionalmente en materia de energía una “isla” separada de Europa.
Es posible que, de una primera lectura, tendamos a fijarnos en las posibles ventajas por el hecho de que se nos permita poner topes a los costes energéticos y así poder suavizar temporalmente los recibos de la luz a los consumidores. Pero no es oro todo lo que reluce.
La argumentación de no estar bien interconectados con las redes europeas también supone que hemos fracasado en los modelos y planes energéticos por los que se apuesta desde el Gobierno. No perdamos de vista que se han criminalizado sin fundamento otras fuentes de energía como las nucleares o las térmicas y se ha apostado a una sola carta, las renovables, insuficientes para hacer frente a la demanda en España. Mientras, en otros países de nuestro continente, sin abandonar la apuesta por la transición ecológica acometen a otra velocidad, más lenta, con más prudencia, la sustitución de las energías aquí desechadas.
Pedir que a España y Portugal nos traten como una isla me recuerda el intento de crear la Europa de las dos velocidades en la que un grupo de países caminaría por una senda diferente al otro. Algo que rompe con los principios de la propia Unión Europea pero que a España no le beneficiaría nada.
Lo más relevante es que, una vez más, este Gobierno ha llegado tarde a afrontar los problemas y por tanto a encontrar las mejores soluciones.
Llegaron tarde a la pandemia generada por el COVID 19 cuando en 2020 negaron la evidencia y se retrasaron las barreras a su entrada, para después aplicar medidas tardías a una actividad económica que había quedado gravemente tocada.
Lo han vuelto a hacer ahora ante las consecuencias derivadas de la invasión de Rusia en Ucrania. Se anuncian grandes planes y se tardan semanas, cuando no meses, en aprobarlos y ponerlos en práctica.
El Consejo de Ministros de este martes aprueba medidas bajo un nombre largo y rimbombante, “Plan Nacional de Respuesta al Impacto de la Guerra”. Mucho letrero luminoso para una mala película.
Detrás de ese anuncio, especialidad de la firma Moncloa, las medidas llegarán tarde para muchos. Las subidas de los costes energéticos, iniciadas antes de comenzar la guerra en Ucrania, y la escalada de los precios de los combustibles será difícil de compensar ahora. Una vez más se llega tarde por la imprevisión y la falta de eficacia y coordinación del Gobierno.
Un ejemplo claro podemos verlo en lo que se ha hecho desde el Gobierno con un nutrido colectivo de trabajadores que tuvieron que parar por estar trabajando a perdidas. Primero se les criminalizó, después no se les quiso escuchar y finalmente se les han ofrecido limosnas que no pueden aceptar.
Ahora apuestan por intentar controlar los precios energéticos, una medida que no suele funcionar a la larga. Para muchos expertos el empecinamiento de Sánchez puede llevarnos a una situación peor de la que proponían otros países de la Unión. El tiempo dará y quitará razones, pero lo que nadie podrá cuestionar es que, una vez más, el Gobierno llega otra vez tarde.
Outra vez tarde
O Presidente Sánchez regresa do cume europeo satisfeito do resultado e de liderar a proposta de que a España e a Portugal considérellas excepcionalmente en materia de enerxía unha “illa” separada de Europa.
É posible que, dunha primeira lectura, tendamos a fixarnos nas posibles vantaxes polo feito de que se nos permita poñer topes aos custos enerxéticos e así poder suavizar temporalmente os recibos da luz aos consumidores. Pero non é ouro todo o que reloce.
A argumentación de non estar ben interconectados coas redes europeas tamén supón que fracasamos nos modelos e plans enerxéticos polos que se aposta desde o Goberno. Non perdamos de vista que se criminalizaron sen fundamento outras fontes de enerxía como as nucleares ou as térmicas e apostouse a unha soa carta, as renovables, insuficientes para facer fronte á demanda en España. Mentres, noutros países do noso continente, sen abandonar a aposta pola transición ecolóxica acometen a outra velocidade, máis lenta, con máis prudencia, a substitución das enerxías aquí refugadas.
Pedir que a España e Portugal trátennos como unha illa lémbrame o intento de crear a Europa das dúas velocidades na que un grupo de países camiñaría por unha senda diferente ao outro. Algo que rompe cos principios da propia Unión Europea pero que a España non lle beneficiaría nada.
O máis relevante é que, unha vez máis, este Goberno chegou tarde a afrontar os problemas e por tanto a atopar as mellores solucións.
Chegaron tarde á pandemia xerada polo COVID 19 cando en 2020 negaron a evidencia e atrasáronse as barreiras á súa entrada, para despois aplicar medidas tardías a unha actividade económica que quedara gravemente tocada.
Volvérono a facer agora fronte as consecuencias derivadas da invasión de Rusia en Ucraína. Anúncianse grandes plans e tárdanse semanas, cando non meses, en aprobalos e poñelos en práctica.
O Consello de Ministros deste martes aproba medidas baixo un nome longo e rimbombante, “Plan Nacional de Resposta ao Impacto da Guerra”. Moito letreiro luminoso para unha mala película.
Detrás dese anuncio, especialidade da firma Moncloa, as medidas chegarán tarde para moitos. As subidas dos custos enerxéticos, iniciadas antes de comezar a guerra en Ucraína, e a escalada dos prezos dos combustibles será difícil de compensar agora. Unha vez máis se chega tarde pola imprevisión e a falta de eficacia e coordinación do Goberno.
Un exemplo claro podemos velo no que se fixo desde o Goberno cun nutrido colectivo de traballadores que tiveron que parar por estar a traballar a perdidas. Primeiro criminalizóuselles, despois non se lles quixo escoitar e finalmente ofrecéronselles esmolas que non poden aceptar.
Agora apostan por tentar controlar os prezos enerxéticos, unha medida que non adoita funcionar a longo prazo. Para moitos expertos a teimosía de Sánchez pode levarnos a unha situación peor da que propoñían outros países da Unión. O tempo dará e quitará razóns, pero o que ninguén poderá cuestionar é que, unha vez máis, o Goberno chega outra vez tarde.