miércoles, 30 de marzo de 2022

Otra vez tarde

El Presidente Sánchez regresa de la cumbre europea satisfecho del resultado y de haber liderado la propuesta de que a España y a Portugal se las considere excepcionalmente en materia de energía una “isla” separada de Europa.

Es posible que, de una primera lectura, tendamos a fijarnos en las posibles ventajas por el hecho de que se nos permita poner topes a los costes energéticos y así poder suavizar temporalmente los recibos de la luz a los consumidores. Pero no es oro todo lo que reluce. 

La argumentación de no estar bien interconectados con las redes europeas también supone que hemos fracasado en los modelos y planes energéticos por los que se apuesta desde el Gobierno. No perdamos de vista que se han criminalizado sin fundamento otras fuentes de energía como las nucleares o las térmicas y se ha apostado a una sola carta, las renovables, insuficientes para hacer frente a la demanda en España. Mientras, en otros países de nuestro continente, sin abandonar la apuesta por la transición ecológica acometen a otra velocidad, más lenta, con más prudencia, la sustitución de las energías aquí desechadas.

Pedir que a España y Portugal nos traten como una isla me recuerda el intento de crear la Europa de las dos velocidades en la que un grupo de países caminaría por una senda diferente al otro. Algo que rompe con los principios de la propia Unión Europea pero que a España no le beneficiaría nada.

Lo más relevante es que, una vez más, este Gobierno ha llegado tarde a afrontar los problemas y por tanto a encontrar las mejores soluciones.

Llegaron tarde a la pandemia generada por el COVID 19 cuando en 2020 negaron la evidencia y se retrasaron las barreras a su entrada, para después aplicar medidas tardías a una actividad económica que había quedado gravemente tocada.

Lo han vuelto a hacer ahora ante las consecuencias derivadas de la invasión de Rusia en Ucrania. Se anuncian grandes planes y se tardan semanas, cuando no meses, en aprobarlos y ponerlos en práctica.

El Consejo de Ministros de este martes aprueba medidas bajo un nombre largo y rimbombante, “Plan Nacional de Respuesta al Impacto de la Guerra”. Mucho letrero luminoso para una mala película.

Detrás de ese anuncio, especialidad de la firma Moncloa, las medidas llegarán tarde para muchos. Las subidas de los costes energéticos, iniciadas antes de comenzar la guerra en Ucrania, y la escalada de los precios de los combustibles será difícil de compensar ahora. Una vez más se llega tarde por la imprevisión y la falta de eficacia y coordinación del Gobierno.

Un ejemplo claro podemos verlo en lo que se ha hecho desde el Gobierno con un nutrido colectivo de trabajadores que tuvieron que parar por estar trabajando a perdidas. Primero se les criminalizó, después no se les quiso escuchar y finalmente se les han ofrecido limosnas que no pueden aceptar.

Ahora apuestan por intentar controlar los precios energéticos, una medida que no suele funcionar a la larga. Para muchos expertos el empecinamiento de Sánchez puede llevarnos a una situación peor de la que proponían otros países de la Unión. El tiempo dará y quitará razones, pero lo que nadie podrá cuestionar es que, una vez más, el Gobierno llega otra vez tarde.  

Outra vez tarde

O Presidente Sánchez regresa do cume europeo satisfeito do resultado e de liderar a proposta de que a España e a Portugal considérellas excepcionalmente en materia de enerxía unha “illa” separada de Europa.

É posible que, dunha primeira lectura, tendamos a fixarnos nas posibles vantaxes polo feito de que se nos permita poñer topes aos custos enerxéticos e así poder suavizar temporalmente os recibos da luz aos consumidores. Pero non é ouro todo o que reloce. 

A argumentación de non estar ben interconectados coas redes europeas tamén supón que fracasamos nos modelos e plans enerxéticos polos que se aposta desde o Goberno. Non perdamos de vista que se criminalizaron sen fundamento outras fontes de enerxía como as nucleares ou as térmicas e apostouse a unha soa carta, as renovables, insuficientes para facer fronte á demanda en España. Mentres, noutros países do noso continente, sen abandonar a aposta pola transición ecolóxica acometen a outra velocidade, máis lenta, con máis prudencia, a substitución das enerxías aquí refugadas.

Pedir que a España e Portugal trátennos como unha illa lémbrame o intento de crear a Europa das dúas velocidades na que un grupo de países camiñaría por unha senda diferente ao outro. Algo que rompe cos principios da propia Unión Europea pero que a España non lle beneficiaría nada.

O máis relevante é que, unha vez máis, este Goberno chegou tarde a afrontar os problemas e por tanto a atopar as mellores solucións.

Chegaron tarde á pandemia xerada polo  COVID 19 cando en 2020 negaron a evidencia e atrasáronse as barreiras á súa entrada, para despois aplicar medidas tardías a unha actividade económica que quedara gravemente tocada.

Volvérono a facer agora fronte as consecuencias derivadas da invasión de Rusia en Ucraína. Anúncianse grandes plans e tárdanse semanas, cando non meses, en aprobalos e poñelos en práctica.

O Consello de Ministros deste martes aproba medidas baixo un nome longo e  rimbombante, “Plan Nacional de Resposta ao Impacto da Guerra”. Moito letreiro luminoso para unha mala película.

Detrás dese anuncio, especialidade da firma Moncloa, as medidas chegarán tarde para moitos. As subidas dos custos enerxéticos, iniciadas antes de comezar a guerra en Ucraína, e a escalada dos prezos dos combustibles será difícil de compensar agora. Unha vez máis se chega tarde pola imprevisión e a falta de eficacia e coordinación do Goberno.

Un exemplo claro podemos velo no que se fixo desde o Goberno cun nutrido colectivo de traballadores que tiveron que parar por estar a traballar a perdidas. Primeiro criminalizóuselles, despois non se lles quixo escoitar e finalmente ofrecéronselles esmolas que non poden aceptar.

Agora apostan por tentar controlar os prezos enerxéticos, unha medida que non adoita funcionar a longo prazo. Para moitos expertos a teimosía de Sánchez pode levarnos a unha situación peor da que propoñían outros países da Unión. O tempo dará e quitará razóns, pero o que ninguén poderá cuestionar é que, unha vez máis, o Goberno chega outra vez tarde.  


miércoles, 16 de marzo de 2022

Coartadas

Desde hace 20 días retraso el momento de pulsar el mando del televisor, temo que las noticias que llegan de la guerra en Ucrania sean cada vez más duras, más terribles, más incomprensibles. Estamos viviendo una guerra a las puertas de nuestra nación, en el continente europeo, casi en directo. Hasta ahora estábamos acostumbrados a que las escenas bélicas partían de documentales, películas, series, pero en esta ocasión no hay momento del día en que a través de las pantallas de nuestros televisores las imágenes en directo nos trasladen al campo de batalla y a las consecuencias tan dramáticas que están viviendo ciudadanos europeos.

Es imposible abstraerse de tanto daño emocional, físico y material. Es como si lo que estuviésemos viendo nos hubiese cogido por sorpresa y nuestra reacción fuese tardía.

No puede haber nadie, por poco sensible que sea, que no sienta mucho más que tristeza y preocupación ante las imágenes y las noticias que nos llegan de esa nación valiente.

Todos queremos hacer algo y desde las donaciones monetarias a las muestras de solidaridad de personas que han cogido sus coches y se han acercado a las fronteras de Ucrania para llevar ayuda o para traer a familias de refugiados, todo son ejemplos de que no todo está perdido y hay tiempo a la esperanza.

Las guerras nunca han dejado más que destrucción, física y material. Esta también. Hombres que se separan de sus mujeres e hijos para defender su territorio de la invasión dirigida por un ser criminal que espero que más pronto que tarde pague por estos atroces crímenes.

Sin duda además de lo más doloroso, la perdida de tantas vidas y la ruptura de tantas familias, esta guerra también tendrá, ya está teniendo, graves consecuencias económicas para otros lugares del mundo, también para nuestro país.

Es aquí, donde en estos días se cumplen dos años de aquel estado de alarma decretado por nuestro Gobierno, ahora declarado inconstitucional, y que nos tuvo privados de elementales derechos. En aquella ocasión la gestión de la pandemia ya quedó claro que solo quedará en el recuerdo como una serie de actos negligentes e irresponsables del Gobierno de la Nación en los que su denominador común fue echar la responsabilidad y las culpas a los presidentes autonómicos y esperar por los éxitos de la vacunación para colgarse medallas.

Ahora, nuevamente, la historia vuelve a repetirse con la aparición del escenario de una guerra. A las malas políticas económicas y sociales de nuestro Gobierno con los resultados conocidos especialmente en la subida de impuestos, el encarecimiento de los precios de la energía, los combustibles y algunos bienes de consumo, que disparó el coste de la vida a niveles impensables, a estas políticas les ha pasado por la puerta la coartada perfecta para justificar sus errores.

Su coartada se llama Putin. Se repetirá la misma jugada, que sean los presidentes autonómicos los que corran con la suerte de capear este tremendo temporal social y económico que tenemos a las puertas. Veremos si la coartada le vale esta vez.


Coartadas

Desde hai 20 días atraso o momento de pulsar o mando do televisor, temo que as noticias que chegan da guerra en Ucraína sexan cada vez máis duras, máis terribles, máis incomprensibles. Estamos a vivir unha guerra ás portas da nosa nación, no continente europeo, case en directo. Ata o de agora estabamos afeitos a que as escenas bélicas partían de documentais, películas, series, pero nesta ocasión non hai momento do día en que a través das pantallas dos nosos televisores as imaxes en directo trasládennos ao campo de batalla e ás consecuencias tan dramáticas que están a vivir cidadáns europeos.

É imposible  abstraerse de tanto dano emocional, físico e material. É coma se o que estivésemos a ver colleunos por sorpresa e a nosa reacción fose tardía.

Non pode haber ninguén, por pouco sensible que sexa, que non senta moito máis que tristeza e preocupación fronte as imaxes e as noticias que nos chegan desa nación valente.

Todos queremos facer algo e desde as doazóns monetarias ás mostras de solidariedade de persoas que colleron os seus coches e achegáronse ás fronteiras de Ucraína para levar axuda ou para traer a familias de refuxiados, todo son exemplos de que non todo está perdido e hai tempo á esperanza.

As guerras nunca deixaron máis que destrución, física e material. Esta tamén. Homes que se separan das súas mulleres e fillos para defender o seu territorio da invasión dirixida por un ser criminal que espero que máis pronto que tarde pague por estes atroces crimes.

Sen dúbida ademais en grao sumo doloroso, a perdida de tantas vidas e a ruptura de tantas familias, esta guerra tamén terá, xa está a ter, graves consecuencias económicas para outros lugares do mundo, tamén para o noso país.

É aquí, onde nestes días cúmprense dous anos daquel estado de alarma decretado polo noso Goberno, agora declarado inconstitucional, e que nos tivo privados de elementais dereitos. Naquela ocasión a xestión da pandemia xa quedou claro que só quedará no recordo como unha serie de actos neglixentes e irresponsables do Goberno da Nación nos que o seu denominador común foi botar a responsabilidade e as culpas aos presidentes autonómicos e esperar polos éxitos da vacinación para colgarse medallas.

Agora, novamente, a historia volve repetirse coa aparición do escenario dunha guerra. Ás malas políticas económicas e sociais do noso Goberno cos resultados coñecidos especialmente na subida de impostos, o encarecemento dos prezos da enerxía, os combustibles e algúns bens de consumo, que disparou o custo da vida a niveis impensables, a estas políticas pasoulles pola porta a coartada perfecta para xustificar os seus erros.

A súa coartada chámase Putin. Repetirase a mesma xogada, que sexan os presidentes autonómicos os que corran coa sorte de  capear este tremendo temporal social e económico que temos ás portas. Veremos se a coartada válelle esta vez.

miércoles, 2 de marzo de 2022

El olvido

La dinámica informativa, la gestión de las noticias y los bombardeos emocionales nos llevan con mucha frecuencia a centrar nuestra atención en lo inmediato, olvidando lo acontecido pocos días antes. Algunos ejemplos recientes me ayudarán a explicarme. 

Cuando comenzó la pandemia provocada por el virus COVID-19, los informativos y las portadas de todos los medios de comunicación abrían con las terribles cifras de fallecidos, contagiados, ingresados en UCI… relegando el resto de las noticias a escaso espacio o incluso a no hacerse eco de ellas.

Cuando hace unos meses el volcán de Cumbre Vieja en la isla de La Palma entró en erupción provocando los destrozos que todos conocemos, volvió a ocurrir algo similar. Las portadas sólo contenían las imágenes de los ríos de lava y de los bienes que destrozaban, y pocos espacios se dedicaban a informar sobre la evolución de la pandemia que sin embargo todavía hacía estragos por esas mismas fechas.

Qué decir de las noticias y el tiempo dedicado a los acontecimientos de la pasada semana en mi partido. Desde las incomprensibles ruedas de prensa con acusaciones mutuas en directo, que han causado un daño que costará tiempo y esfuerzo reparar, hasta las especulaciones diarias que desde entonces se suceden sobre quién o quiénes serán los que cosan los rotos de esta “desfeita”. Noticias que han ocupado el espacio que venía reservándose a la escalada de los precios de la luz, del gasóleo, del coste de la vida en España, o de cómo se había producido la aprobación de la reforma laboral. Todo eso quedó marginado informativamente hablando.

Un último ejemplo en el que me detendré algo más. Hace unos días una nueva tragedia en la mar, en esta ocasión de dimensiones mayores, nos estremecía al conocer el elevado número de marineros que perdían la vida o desaparecían en las heladas aguas de Terranova. De una tripulación de 24 pescadores, solo 3 salvaron su vida.

Durante unos días se nos mantuvo informados de los detalles que se conocían de esta tragedia y posteriormente de las demandas de los familiares que siguen pidiendo al gobierno español que no dé por terminada la búsqueda de los cuerpos que faltan por recuperar y que ponga todos los medios a su alcance para ello.

Ahora, las portadas y las cabeceras de los informativos se ocupan de la guerra que ha estallado en el continente europeo, el nuestro. Una guerra en pleno siglo XXI que parecía inconcebible pero que ya está teniendo dramáticas consecuencias. Con esta tragedia, la otra, la de las familias que han perdido a sus seres queridos en el hundimiento del Villa de Pitanxo ha quedado marginada informativamente hablando. Sucesos que arrinconan a otros.

Pero en las vidas de esas doce familias de Marín no hay nada que haga arrinconar su dolor y sufrimiento. Por eso siguen demandando ayuda al Gobierno para que no deje abandonada la búsqueda de esos 12 cuerpos. No puedo imaginar que se pueda renunciar a poner los medios humanos y materiales disponibles a esa tarea. Si como hemos escuchado, el Gobierno no dispone de ellos, sería impensable que no los pida a empresas especializadas o a otros países que sí los tienen.

Podremos entender que unas noticias arrinconen a otras, pero no podremos perdonar ni justificar un olvido. 


O esquecemento

A dinámica informativa, a xestión das noticias e os bombardeos emocionais lévannos con moita frecuencia para centrar a nosa atención no inmediato, esquecendo o acontecido poucos días antes. Algúns exemplos recentes axudaranme a explicarme. 

Cando comezou a pandemia provocada polo virus COVID-19, os informativos e as portadas de todos os medios de comunicación abrían coas terribles cifras de falecidos, contaxiados, ingresados en UCI… relegando o resto das noticias a escaso espazo ou mesmo a non facerse eco delas.

Cando hai uns meses o volcán de Cume Vello na illa da Palma entrou en erupción provocando as desfeitas que todos coñecemos, volveu ocorrer algo similar. As portadas só contiñan as imaxes dos ríos de lava e dos bens que esnaquizaban, e poucos espazos dedicábanse a informar sobre a evolución da pandemia que con todo aínda facía estragos por esas mesmas datas.

Que dicir das noticias e o tempo dedicado aos acontecementos da pasada semana no meu partido. Desde as incomprensibles roldas de prensa con acusacións mutuas en directo, que causaron un dano que custará tempo e esforzo reparar, ata as especulacións diarias que desde entón sucédense sobre quen ou quen serán os que cosan os rotos desta “ desfeita”. Noticias que ocuparon o espazo que viña reservándose á escalada dos prezos da luz, do gasóleo, do custo da vida en España, ou de como se produciu a aprobación da reforma laboral. Todo iso quedou marxinado informativamente falando.

Un último exemplo no que me deterei algo máis. Hai uns días unha nova traxedia na mar, nesta ocasión de dimensións maiores, estremecíanos ao coñecer o elevado número de mariñeiros que perdían a vida ou desaparecían nas xeadas augas de  Terranova. Dunha tripulación de 24 pescadores, só 3 salvaron a súa vida.

Durante uns días mantívosenos informados dos detalles que se coñecían desta traxedia e posteriormente das demandas dos familiares que seguen pedindo ao goberno español que non dea por terminada a procura dos corpos que faltan por recuperar e que poña todos os medios ao seu alcance para iso.

Agora, as portadas e as cabeceiras dos informativos ocúpanse da guerra que estalou no continente europeo, o noso. Unha guerra en pleno século  XXI que parecía inconcibible pero que xa está a ter dramáticas consecuencias. Con esta traxedia, a outra, a das familias que perderon aos seus seres queridos no afundimento do Vila de  Pitanxo quedou marxinada informativamente falando. Sucesos que arrinconan a outros.

Pero nas vidas desas doce familias de Marín non hai nada que faga arrinconar a súa dor e sufrimento. Por iso seguen demandando axuda ao Goberno para que non deixe abandonada a procura deses 12 corpos. Non podo imaxinar que se poida renunciar a poñer os medios humanos e materiais dispoñibles a esa tarefa. Se como escoitamos, o Goberno non dispón deles, sería impensable que non os pida a empresas especializadas ou a outros países que si os teñen.

Poderemos entender que unhas noticias arrinconen a outras, pero non poderemos perdoar nin xustificar un esquecemento.