Los acontecimientos políticos de los últimos días han seguido dos caminos tan diferenciados como las dos partes de una moneda, con su cara y su cruz.
Por una parte vivíamos perplejos un nuevo episodio de contradicciones en las decisiones que adoptaba el gobierno socialista y sus posteriores explicaciones. Por otra el líder del principal partido en la oposición, desgranaba y presentaba propuestas concretas para crear empleo y estabilizar nuestra economía generando la confianza necesaria en los mercados internacionales.
Así, en la cruz tenemos a un candidato como Rubalcaba, que dice haber obligado al gobierno del que formaba parte hasta anteayer, a recuperar el impuesto de patrimonio que él mismo decidió eliminar hace poco por ser “un impuesto injusto y obsoleto”, según dijo el propio Zapatero. Estamos ante un nuevo episodio de claras disensiones dentro del ejecutivo socialista, incapaz de mantener un único discurso en temas claves como la política impositiva. Según qué miembro destacado del PSOE hable, la aplicación de este impuesto afectará a noventa, ciento cincuenta o a trescientas mil personas, parece darles lo mismo.
Pero no acaba ahí la cosa. Acordada la aplicación, la vicepresidenta económica nos decía que aquellas comunidades autónomas que se nieguen a aplicarlo no dejaran de recibir las cantidades compensatorias que les corresponde por Ley, mientras que el portavoz del gobierno, el lucense Sr. Blanco, decía sin pelos en la lengua y en tono amenazante que no se compensará a las autonomías que no apliquen este tributo. Para redondear este circo de despropósitos y contradicciones, la última guinda la ponía Rubalcaba diciendo que “no es el impuesto que yo quiero” y que pronto propondrá uno nuevo que tape los “agujeros” que tiene este tributo. Y eso que, según él, su urgente aprobación se debe a una exigencia que le hizo a Zapatero, quizás para cimentar su discurso de ricos frente a pobres.
Mientras tanto en la cara de la moneda vemos a un Rajoy cada día más presidenciable, que propone iniciativas concretas como que las PYMES y los autónomos paguen el IVA cuando hayan cobrado las facturas y no antes, que las empresas que reinviertan sus beneficios en modernizar su propia actividad empresarial tributen menos, que se rebaje en cinco puntos el impuesto de sociedades, o las medidas destinadas a la creación de empleo, la inversión y el ahorro.
Dos caras bien diferentes de la moneda de la política: la demagogia improvisada frente a las medidas estudiadas y contrastadas socialmente durante los últimos años. El multidiscurso vago de un gobierno gastado frente a la concreción de un Rajoy que desde la oposición lleva tiempo proponiendo medidas que precisamente por venir de donde vienen, ni Zapatero ni Rubalcaba están dispuestos a adoptar.
Entre esta cara y esta cruz pronto elegiremos los españoles para marcar nuestro destino y el de nuestro país en los decisivos años venideros, especialmente para aquellos que hoy ven hipotecado su futuro sin solución a corto plazo.
Cara e Cruz
Os acontecementos políticos dos últimos días seguiron dous camiños tan diferenciados como as dúas partes dunha moeda, coa súa cara e a súa cruz.
Por unha banda viviamos perplexos un novo episodio de contradicións nas decisións que adoptaba o goberno socialista e as súas posteriores explicacións. Por outra o líder do principal partido na oposición, debullaba e presentaba propostas concretas para crear emprego e estabilizar a nosa economía xerando a confianza necesaria nos mercados internacionais.
Así, na cruz temos a un candidato como Rubalcaba, que di obrigar ao goberno do que formaba parte ata antonte, a recuperar o imposto de patrimonio que el mesmo decidiu eliminar hai pouco por ser “un imposto inxusto e obsoleto”, segundo dixo o propio Zapatero.
Estamos ante un novo episodio de claras disensións dentro do executivo socialista, incapaz de manter un único discurso en temas craves como a política impositiva. Segundo que membro destacado do PSOE fale, a aplicación deste imposto afectará a noventa, cento cincuenta ou a trescentas mil persoas, parece darlles o mesmo.
Pero non acaba aí a cousa. Acordada a aplicación, a vicepresidenta económica dicíanos que aquelas comunidades autónomas que se neguen a aplicalo non deixasen de recibir as cantidades compensatorias que lles corresponde por Lei, mentres que o portavoz do goberno, o lucense Sr. Branco, dicía sen pelos na lingua e en ton ameazante que non se compensará ás autonomías que non apliquen este tributo.
Para redondear este circo de despropósitos e contradicións, a última guinda púñaa Rubalcaba dicindo que “non é o imposto que eu quero” e que pronto proporá un novo que tape os “buracos” que ten este tributo. E iso que, segundo el, a súa urxente aprobación débese a unha esixencia que lle fixo a Zapatero, quizais para cimentar o seu discurso de ricos fronte a pobres.
Mentres tanto na cara da moeda vemos a un Rajoy cada día máis presidenciable, que propón iniciativas concretas como que as PEMES e os autónomos paguen o IVE cando cobren as facturas e non antes, que as empresas que reinvistan os seus beneficios en modernizar a súa propia actividade empresarial tributen menos, que se rebaixe en cinco puntos o imposto de sociedades, ou as medidas destinadas á creación de emprego, o investimento e o aforro.
Dúas caras ben diferentes da moeda da política: a demagoxia improvisada fronte ás medidas estudadas e contrastadas socialmente durante os últimos anos. O multidiscurso vago dun goberno gastado fronte á concreción dun Rajoy que desde a oposición leva tempo propondo medidas que precisamente por vir de onde veñen, nin Zapatero nin Rubalcaba están dispostos a adoptar.
Entre esta cara e esta cruz pronto elixiremos os españois para marcar o noso destino e o do noso país nos decisivos anos vindeiros, especialmente para aqueles que hoxe ven hipotecado o seu futuro sen solución a curto prazo.