miércoles, 26 de junio de 2019

Orgullosos de nuestro Rey

Hace unos días se conmemoraba el quinto aniversario de la proclamación como Rey de España de Su Majestad Don Felipe VI de Borbón. Un lustro en que diversos acontecimientos sociales y políticos no le han puesto nada fácil su trabajo, su labor diaria como Monarca.

Asumió la Corona en momentos muy delicados para la institución, consiguiendo en cinco años que la monarquía sea la institución más transparente y mejor valorada por los españoles. Esto no es casual ni fácil, sino fruto de su empeño, trabajo y austeridad.

Le ha tocado vivir situaciones inéditas y convulsas, con tres elecciones generales en cinco años, dos investiduras fallidas, una moción de censura o la declaración unilateral de independencia. A ello ha sabido dar oportunas respuestas contribuyendo con su actitud y determinación a la estabilidad de nuestra nación.

A pesar de ello y de su impecable trayectoria, el mayor rechazo le ha venido por parte de aquellos que solo buscan privilegios territoriales sobre el resto de los españoles, aquellos que buscan despiezar el Estado por medio de la aniquilación de la monarquía parlamentaria establecida en nuestra Constitución, un rechazo acrecentado en el momento en que Don Felipe defendió con firmeza el orden constitucional ante las amenazas de los independentistas catalanes.

Su labor desde entonces en Cataluña está siendo fundamental para contener ese desafío. Nada lo frena, ni los desprecios con que lo reciben las autoridades catalanas, ni las quemas de su fotografía, ni las protestas orquestadas. Nada, porque el Rey, nuestro Rey, es fiel a su juramento en defensa de las leyes que nos hemos dado todos los españoles. 

Así en su discurso de proclamación ante las Cortes generales pronunciado en el Congreso de los Diputados en la mañana de aquel 19 de junio de 2014, y que tuve el privilegio y honor de escuchar como diputado nacional por Lugo, ya era consciente de los momentos que se venían encima de su responsabilidad y nos decía: “A lo largo de mi vida mi fidelidad a la Constitución ha sido permanente, como irrenunciable ha sido y es mi compromiso con los valores en los que descansa nuestra convivencia democrática

Estoy convencido del papel fundamental que juega nuestro Rey, dentro de las atribuciones que le asigna la Constitución, en la defensa de la unidad de España. Lástima que los comportamientos y actitudes de algunos políticos no vayan en la misma dirección, priorizando sus ambiciones personales sobre el interés general, pactando con partidos que buscan destruir nuestra convivencia, cruzando las líneas rojas hasta ahora respetadas al pactar con fuerzas filoterroristas. 

Ese papel fundamental también quedaba plasmado en su discurso de fecha tan memorable, “mi convicción personal de que la monarquía parlamentaria puede y debe seguir prestando un servicio fundamental a España”.

Cuando se cumple un lustro de su proclamación somos muchos los españoles que deseamos expresar gratitud a nuestro Rey, gratitud por su trabajo diario sin flaquezas.

Felipe VI finalizaba aquel discurso con estas palabras: “Yo me siento orgulloso de los españoles y nada me honraría más que, con mi trabajo y esfuerzo diario, los españoles pudieran sentirse orgullosos de su nuevo Rey”. Pues yo soy uno de los muchos españoles que nos sentimos orgullosos de nuestro Rey.

Orgullosos do noso Rey

Hai uns días celebramos o quinto aniversario da proclamación como Rey de España da súa Maxestade Don Felipe VI de Borbón. Un lustro en que diversos acontecementos sociais e políticos non lle puxeron nada fácil o seu traballo, o seu labor diario como Monarca.

Asumiu a Coroa en momentos moi delicados para a institución, conseguindo en cinco anos que a monarquía sexa a institución máis transparente e mellor valorada polos españois. Isto non é casual nin fácil, senón froito do seu empeño, traballo e austeridade.

Tocoulle vivir situacións inéditas e convulsas, con tres eleccións xerais en cinco anos, dúas investiduras erradas, unha moción de censura ou a declaración unilateral de independencia. A iso soubo dar oportunas respostas contribuíndo coa súa actitude e determinación á estabilidade da nosa nación.

A pesar diso e da súa impecable traxectoria, o maior rexeitamento veulle por parte daqueles que só buscan privilexios territoriais sobre o resto dos españois, aqueles que buscan despiezar o Estado por medio da aniquilación da monarquía parlamentaria establecida na nosa Constitución, un rexeitamento acrecentado no momento en que Don Felipe defendeu con firmeza a orde constitucional #ante as ameazas dos independentistas cataláns.

O seu labor desde entón en Cataluña está a ser fundamental para conter ese desafío. Nada o frea, nin os desprezos con que o reciben as autoridades catalás, nin as queimas da súa fotografía, nin as protestas orquestradas. Nada, porque o Rey, o noso Rey, é fiel ao seu xuramento en defensa das leis que nos demos todos os españois. 

Así no seu discurso de proclamación #ante as Cortes xerais pronunciado no Congreso dos Deputados na mañá daquel 19 de xuño de 2014, e que tiven o privilexio e honra de escoitar como deputado nacional por Lugo, xa era consciente dos momentos que viñan encima da súa responsabilidade e dicíanos: “Ao longo da miña vida a miña fidelidade á Constitución foi permanente, como irrenunciable foi e é o meu compromiso cos valores nos que descansa a nosa convivencia democrática

Estou convencido do papel fundamental que xoga o noso Rey, dentro das atribucións que lle asigna a Constitución, na defensa da unidade de España. Mágoa que os comportamentos e actitudes dalgúns políticos non vaian na mesma dirección, priorizando as súas ambicións persoais sobre o interese xeral, pactando con partidos que buscan destruír a nosa convivencia, cruzando as liñas vermellas ata agora respectadas ao pactar con forzas filoterroristas. 

Ese papel fundamental tamén quedaba plasmado no seu discurso de data tan memorable, “a miña convicción persoal de que a monarquía parlamentaria pode e debe seguir prestando un servizo fundamental a España”.

Cando se cumpre un lustro da súa proclamación somos moitos os españois que desexamos expresar gratitude ao noso Rey, gratitude polo seu traballo diario sen fraquezas.

Felipe VI finalizaba aquel discurso con estas palabras: “Eu síntome orgulloso dos españois e nada me honraría máis que, co meu traballo e esforzo diario, os españois puidesen sentirse orgullosos do seu novo Rey”. Pois eu son un dos moitos españois que sentimos orgulloso do noso Rey.

miércoles, 12 de junio de 2019

Aprender de la Historia

Se acaba de conmemorar el 75 aniversario del episodio bélico conocido por todos como el desembarco de Normandía, el principio del fin de la II Guerra Mundial, en el que miles de soldados británicos, estadounidenses, y de otros países aliados dieron pasos de gigantes en el comienzo de la liberación de una Europa entonces oprimida y controlada por los nazis. Aquel episodio y los 12 largos meses que le siguieron permitirían que aquellas tropas jugaran un papel decisivo en la historia y que gracias a ellos hoy podamos vivir en paz y en libertad, lo que debe obligarnos a que estas gestas históricas nunca queden en el olvido.

Aquella mañana del 6 de junio de 1944 dejaron su vida sobre las playas y dunas de Normandía más de 4.000 jóvenes y entre ellos un gallego de 28 años, Manuel Otero, algo que muchos desconocíamos.

La semana pasada 16 jefes de gobierno estuvieron presentes en esa conmemoración y realizaron una declaración pública de rechazo a la guerra y de compromiso con la paz en Europa. De todas las contiendas siempre hay enseñanzas de las que aprender.

Mientras se celebraba ese espíritu de colaboración entre naciones que llevó a la gran victoria, la situación actual no nos ofrece esa deseada unidad europea, donde los intereses son dispares y el Brexit se manifiesta como el ejemplo más claro de nuestra debilidad.

Hoy son muchos los ciudadanos europeos que temen un colapso en las próximas décadas y por ello me gusta recordar aquellas palabras pronunciadas por el Primer Ministro Británico en 1946. Churchill dijo, “Si Europa se uniese para compartir su herencia común, no habría límite para la felicidad, la prosperidad y la gloria que sus 400 millones de habitantes podrían disfrutar”.

En ocasiones tengo la percepción de que estas gestas históricas, por su lejanía en el tiempo, por no haberlas vivido y sufrido en carne propia o porque han tenido más eco en la gran pantalla que en los centros de educación, pasan inadvertidas o son minusvaloradas, despreciando las enseñanzas que todos debemos obtener de la Historia, cuando lo deseable sería que todos sintiéramos la obligación de administrar la herencia que aquellos soldados y la heroica población civil nos dejaron. Tenemos la responsabilidad de mantener viva la memoria de esos acontecimientos.

¡Qué tristeza produce la ignorancia de unos y el desconocimiento de otros de aquellos episodios en los que la historia cambió el rumbo gracias a decisiones valientes y al sacrificio colectivo de muchas personas! Todo ello produce especial irritación cuando lo contrastamos con los momentos que vivimos actualmente en España donde el cortoplacismo y la falta de altura de miras produce estériles enfrentamientos políticos que se alejan del interés general y solo buscan la conquista de poderes a cualquier precio. Si a ello le sumamos las actuaciones de aquellos que mirándose al ombligo solo buscan la división territorial propia de las miopías nacionalistas, o el portazo para irse de la Europa común, estaremos caminado en sentido contrario al deseo de Churchill de unirnos para compartir la herencia común, y alejándonos de alcanzar la prosperidad de todos los europeos.

Una pena que no sepamos o no queramos aprender de la Historia.

Aprender da Historia

Acábase de conmemorar o 75 aniversario do episodio bélico coñecido por todos como o desembarco de Normandía, o principio do fin da II Guerra Mundial, no que miles de soldados británicos, estadounidenses, e doutros países aliados deron pasos de xigantes no comezo da liberación dunha Europa entón oprimida e controlada polos nazis. Aquel episodio e os 12 longos meses que lle seguiron permitirían que aquelas tropas xogasen un papel decisivo na historia e que grazas a eles hoxe podamos vivir en paz e en liberdade, o que debe obrigarnos a que estas xestas históricas nunca queden no esquecemento.

Aquela mañá do 6 de xuño de 1944 deixaron a súa vida sobre as praias e dunas de Normandía máis de 4.000 mozos e entre eles un galego de 28 anos, Manuel Otero, algo que moitos descoñeciamos.

A semana pasada 16 xefes de goberno estiveron presentes nesa conmemoración e realizaron unha declaración pública de rexeitamento á guerra e de compromiso coa paz en Europa. De todas as contendas sempre hai ensinos das que aprender.

Mentres se celebraba ese espírito de colaboración entre nacións que levou á gran vitoria, a situación actual non nos ofrece esa desexada unidade europea, onde os intereses son dispares e o Brexit maniféstase como o exemplo máis claro da nosa debilidade.

Hoxe son moitos os cidadáns europeos que temen un colapso nas próximas décadas e por iso gústame lembrar aquelas palabras pronunciadas polo Primeiro Ministro Británico en 1946. Churchill dixo, “Se Europa unísese para compartir a súa herdanza común, non habería límite para a felicidade, a prosperidade e a gloria que os seus 400 millóns de habitantes poderían gozar”.

En ocasións teño a percepción de que estas xestas históricas, pola súa distancia no tempo, por non vivilas e sufrido en carne propia ou porque tiveron máis eco na gran pantalla que nos centros de educación, pasan inadvertidas ou son minusvaloradas, desprezando os ensinos que todos debemos obter da Historia, cando o desexable sería que todos sentísemos a obrigación de administrar a herdanza que aqueles soldados e a heroica poboación civil deixáronnos. Temos a responsabilidade de manter viva a memoria deses acontecementos.

Que tristeza produce a ignorancia duns e o descoñecemento doutros daqueles episodios nos que a historia cambiou o rumbo grazas a decisións valentes e ao sacrificio colectivo de moitas persoas! Todo iso produce especial irritación cando o contrastamos cos momentos que vivimos actualmente en España onde o cortoplacismo e a falta de altura de miras produce estériles enfrontamentos políticos que se afastan do interese xeral e só buscan a conquista de poderes a calquera prezo. Se a iso sumámoslle as actuacións daqueles que mirándose ao embigo só buscan a división territorial propia das miopías nacionalistas, ou a portada para irse da Europa común, estaremos camiñado en sentido contrario ao desexo de Churchill de unirnos para compartir a herdanza común, e afastándonos de alcanzar a prosperidade de todos os europeos.

Unha pena que non saibamos ou non queiramos aprender da Historia.