miércoles, 20 de enero de 2021

Lecciones de la vida

Llevamos 10 meses sometidos a una extraña vivencia en la que las cuestiones de salud, economía, y política van haciendo mella en nosotros y el cansancio emocional cobra un protagonismo muy especial en nuestras vidas. De todo ello algo deberíamos haber aprendido, pero algunos hechos me hacen dudar de esa lógica evolución.

En las cuestiones sanitarias la experiencia vivida ha demostrado que desde el primer momento los que tenían las máximas responsabilidades no supieron organizar la batalla contra un virus que ha ocasionado una gran pandemia. Primero nos dijeron que no afectaría a más de un par de casos en España, después que las mascarillas no eran necesarias para al poco tiempo ser obligatorias y su uso inadecuado motivo de fuertes sanciones. De su coste, lastrado por un IVA que primero se dijo que no se podía bajar y luego se redujo ya ni hablamos. Confinamientos ahora sí, ahora no, cierres de actividades en unos sitios, sí en otros no, horarios para encerrarse en casa diferentes en función de cada lugar, cifras gubernamentales de fallecidos que distan muchos miles de acercarse a las que facilitan las estadísticas de otros organismos también oficiales, comités de expertos que terminamos por descubrir eran inexistentes, reduciéndose a uno ya famoso por sus continuas apariciones en la pantalla y por sus erráticas predicciones. No creo necesario continuar. De todo ello deberíamos haber tomado nota y aprendido algo, como mínimo saber si volveríamos a confiar en quienes nos engañaron.

En lo económico también podría agotar el espacio de mi folio sin gran esfuerzo. Primero aquello de “no vamos a dejar a nadie atrás” que enseguida la triste y tozuda realidad acabo por convertir en un eslogan publicitario de escaso éxito. Los ERTES, denostados cuando Mariano Rajoy aprobó esa normativa por los mismos que hoy los promocionan, y los ingresos mínimos vitales colapsaron el sistema y a día de hoy son miles los afectados que no han recibido nada. Por añadir algo más, el imparable número de cierres empresariales y consecuente incremento del número de parados sumado al déficit de record de nuestra economía hace presagiar un panorama muy preocupante. De estas experiencias también deberíamos haber aprendido. Al menos a identificar a los irresponsables y mentirosos.

En la política, que también guarda relación con las cuestiones anteriores, el panorama de este último año nos deja grandes sinsabores por el empeño, quizás empecinamiento, de gobernar a golpe de Decretos huyendo de la búsqueda de los acuerdos más racionales y dando la espalda a los años donde personajes de ideologías opuestas fueron capaces de consensuar las líneas maestras de nuestra convivencia desde hace décadas. 

Los acontecimientos a los que nos enfrentamos desde que nacemos creo que a todos nos hacen reflexionar para en función de las experiencias vividas tratar de corregir errores o tomar nuevas decisiones. Así las emociones juegan un papel muy importante en nuestras vidas.

A la vista de lo que estamos viviendo querría pensar que muchos habrán diferenciado ya entre la verdad y la mentira, entre el error y el engaño, entre la esperanza y la decepción. Aprendido de las lecciones de la vida. Pero no estoy seguro.


Leccións da vida

Levamos 10 meses sometidos a unha estraña vivencia na que as cuestións de saúde, economía, e política van facendo efecto en nós e o cansazo emocional cobra un protagonismo moi especial nas nosas vidas. De todo iso algo deberiamos haber aprendido, pero algúns feitos fanme dubidar desa lóxica evolución.

Nas cuestións sanitarias a experiencia vivida ha demostrado que desde o primeiro momento os que tiñan as máximas responsabilidades non souberon organizar a batalla contra un virus que ocasionou unha gran pandemia. Primeiro dixéronnos que non afectaría a máis dun par de casos en España, despois que as máscaras non eran necesarias para ao pouco tempo ser obrigatorias e o seu uso inadecuado motivo de fortes sancións. Do seu custo, lastrado por un IVE/IVE que primeiro se dixo que non se podía baixar e logo reduciuse xa nin falamos. Confinamentos agora si, agora non, peches de actividades nuns sitios, si noutros non, horarios para encerrarse en casa diferentes en función de cada lugar, cifras gobernamentais de falecidos que distan moitos miles de achegarse ás que facilitan as estatísticas doutros organismos tamén oficiais, comités de expertos que terminamos por descubrir eran inexistentes, reducíndose a un xa famoso polas súas continuas aparicións na pantalla e polas súas erráticas predicións. Non creo necesario continuar. De todo iso deberiamos tomar nota e aprendido algo, como mínimo saber se volveriamos confiar en quen nos enganou.

No económico tamén podería esgotar o espazo do meu folio sen gran esforzo. Primeiro aquilo de “non imos deixar a ninguén atrás” que enseguida a triste e túzara realidade acabo por converter nun slogan publicitario de escaso éxito. Os ERTES, deostados cando Mariano Rajoy aprobou esa normativa polos mesmos que hoxe os promocionan, e os ingresos mínimos vitais colapsaron o sistema e a día de hoxe son miles os afectados que non recibiron nada. Por engadir algo máis, o imparable número de peches empresariais e consecuente incremento do número de parados sumado ao déficit de record da nosa economía fai presaxiar un panorama moi preocupante. Destas experiencias tamén deberiamos haber aprendido. Polo menos a identificar aos irresponsables e mentireiros.

Na política, que tamén garda relación coas cuestións anteriores, o panorama deste último ano déixanos grandes desgustos polo empeño, quizais teimosía, de gobernar a golpe de Decretos fuxindo da procura dos acordos máis racionais e dando as costas aos anos onde personaxes de ideoloxías opostas foron capaces de acordar as liñas mestras da nosa convivencia desde hai décadas. 

Os acontecementos aos que nos enfrontamos desde que nacemos creo que a todos fannos reflexionar para en función das experiencias vividas tratar de corrixir erros ou tomar novas decisións. Así as emocións xogan un papel moi importante nas nosas vidas.

Á vista do que estamos a vivir querería pensar que moitos diferenciarían xa entre a verdade e a mentira, entre o erro e o engano, entre a esperanza e a decepción. Aprendido das leccións da vida. Pero non estou seguro.

miércoles, 6 de enero de 2021

Mi carta

Si todo sale según lo programado este artículo estará en sus manos en la mañana del día 6 de enero, fecha que todavía el Gobierno no ha suprimido de nuestro calendario, la celebración de la Epifanía del Señor más conocido como el día de los Reyes Magos.

En mi carta a Sus Majestades de Oriente este año ni se me pasó por la cabeza incluir cosas materiales. En estos momentos, con una pandemia de consecuencias mortales que está afectando a tantos millones de ciudadanos y en tiempos que previsiblemente son previos a una grave crisis social no estoy para regalos que se puedan envolver. Me puse a pensar, por lo tanto, en qué otras cosas podría desear para mí y las personas a las que quiero.

Algo que espero hayamos incluido todos en nuestras misivas es la salud, la de todos. Posiblemente una de las cosas positivas de esta crisis sanitaria haya sido que muchos habremos valorado todavía mucho más lo que supone gozar de buena salud, la de cada cual y la de las personas con las que compartes tu vida. Todos lo pensamos, pero seguramente de manera especial los que ya hemos celebrado unos cuantos cumpleaños. 

Después de la salud he incluido en mi carta otra cosa que también quisiera pensar que ha formado parte de otras muchas cartas y, por lo tanto, de buenos deseos compartidos. El trabajo para todos y de manera especial para aquellos que lo han perdido en estos últimos tiempos, pero también para los más jóvenes, tantos de ellos extraordinariamente preparados que en busca de un derecho básico para vivir sus vidas han dejado sus pueblos y ciudades de origen y se han desplazado a donde las oportunidades parecían estar al alcance de la mano, aunque para muchos fue un espejismo que los ha llevado a alejarse todavía más de su punto de partida y para otros supuso la obligada vuelta a empezar.

Tras la salud y el trabajo, cuestiones que ya no son míticas, he pedido más y mejor educación para los que ahora se forman y que pronto serán las generaciones que conduzcan nuestra de sociedad. Con los años he percibido una devaluación progresiva de nuestros modelos educativos, primero en los centros de enseñanza, pero también en el seno de las familias, que al fin y al cabo son un reflejo de la manera en que somos educados y donde la pérdida de valores y respetos mutuos son el pan nuestro de cada día.

Como el espacio en blanco del papel de mi carta empezaba a llegar a su final me paré a pensar unos segundos en qué otras necesidades prioritarias debería incluir en ella y no dejar para otro año. Aquí mi vena y vocación política hizo aparición y por ello introduje aquellas cuestiones que hoy echo en falta o percibo a diario cada vez en menores dosis. He pedido para todos los que ostentamos algún tipo de responsabilidad pública o queremos representar dignamente a las personas que nos eligieron para ello, mucha más altura de miras y mucho menos cortoplacismo. Menos fotos y “tuits” y más búsqueda real de acuerdos, de soluciones a los principales retos que la sociedad demanda y necesita. Menos populismos y más realismos. Más concordia y menos enfrentamientos.

Cuando mire hoy en mis zapatos, y los demás días del año al levantarme, buscaré estos regalos y espero que a ustedes y a mi nos hayan sido concedidos estos deseos.  

A miña carta 

Se todo sae segundo o programado este artigo estará nas súas mans na mañá do día 6 de xaneiro, data que aínda o Goberno non suprimiu do noso calendario, a celebración da Epifanía do Señor máis coñecido como o día dos Reis Magos.

Na miña carta ás súas Maxestades de Oriente este ano nin se me pasou pola cabeza incluír cousas materiais. Nestes momentos, cunha pandemia de consecuencias mortais que está a afectar a tantos millóns de cidadáns e en tempos que previsiblemente son previos a unha grave crise social non estou para agasallos que se poidan envolver. Púxenme a pensar, por tanto, en que outras cousas podería desexar para min e as persoas ás que quero.

Algo que espero incluísemos todos nas nosas misivas é a saúde, a de todos. Posiblemente una das cousas positivas desta crise sanitaria fose que moitos valorariamos aínda moito máis o que supón gozar de boa saúde, a de cada cal e a das persoas coas que compartes a túa vida. Todos o pensamos, pero seguramente de maneira especial os que xa celebramos uns cuantos aniversarios. 

Despois da saúde incluín na miña carta outra cousa que tamén quixese pensar que formou parte doutras moitas cartas e, por tanto, de bos desexos compartidos. O traballo para todos e de maneira especial para aqueles que o perderon nestes últimos tempos, pero tamén para os máis novos, tantos deles extraordinariamente preparados que en busca dun dereito básico para vivir as súas vidas deixaron os seus pobos e cidades de orixe e desprazáronse onde as oportunidades parecían estar ao alcance da man, aínda que para moitos foi un espellismo que os levou a afastarse aínda máis do seu punto de partida e para outros supuxo a obrigada volta a empezar.

Tras a saúde e o traballo, cuestións que xa non son míticas, pedín máis e mellor educación para os que agora se forman e que pronto serán as xeracións que conduzan nosa de sociedade. Cos anos percibín unha desvalorización progresiva dos nosos modelos educativos, primeiro nos centros de ensino, pero tamén no seo das familias, que á fin e ao cabo son un reflexo da maneira en que somos educados e onde a perda de valores e respectos mutuos son o pan o noso de cada día.

Como o espazo en branco do papel da miña carta empezaba a chegar ao seu final parei a pensar uns segundos en que outras necesidades prioritarias debería incluír nela e non deixar para outro ano. Aquí a miña vea e vocación política fixo aparición e por iso introducín aquelas cuestións que hoxe boto en falta ou percibo a diario cada vez en menores doses. Pedín para todos os que ostentamos algún tipo de responsabilidade pública ou queremos representar dignamente ás persoas que nos elixiron para iso, moita máis altura de miras e moito menos  cortopracismo. Menos fotos e “tuits” e máis procura real de acordos, de solucións aos principais retos que a sociedade demanda e necesita. Menos populismos e máis realismos. Máis concordia e menos enfrontamentos.

Cando mire hoxe nos meus zapatos, e os demais días do ano ao levantarme, buscarei estes agasallos e espero que a vostedes e ao meu fóronnos concedidos estes desexos.