miércoles, 31 de mayo de 2017

Entre costuras

A nadie se le habrá escapado la percepción generalizada de que en las últimas fechas la palabra “coser” ha sonado con reiteración en nuestro entorno. Cuando el Partido Socialista comenzaba su campaña de primarias para elegir a su secretario general todos hablaban de la necesidad de coser un partido que supuraba por sus muchas heridas.

Hacia el final de su campaña y cada vez que alguno de los dos contrincantes más destacados abría la boca, las palabras que dedicaba a sus rivales indicaban de todo menos ganas de coser. El debate electoral que mantuvieron en la sede de su partido fue la muestra más relevante de que la aguja y el hilo no pensaban tocarlos y que lo de coser más bien se refería, y perdonen la expresión, a la posibilidad de coserse a navajazos. Esa sensación de enemistad irreconciliable creo que la percibimos todos los que de desde fuera analizamos aquel enfrentamiento.

Conocida la victoria del candidato más radicalizado de los tres en liza, éste se ha venido arriba, como por otra parte parece lógico, y aunque con la boquita pequeña sigue apelando a la unidad, con la grande ya ha comenzado a preparar la purga definitiva dentro de su partido apartando a todo cuanto huela al perfume del bando perdedor, anulándolos para que no formen parte del Congreso que debe ratificarlo en su cargo.

Este pasado viernes en Lugo mi partido celebraba el Congreso Local para elegir una nueva dirección que tendrá como tarea prioritaria elaborar las estrategias y el equipo que deberá presentar a los lucenses las propuestas ilusionantes y la credibilidad necesaria para obtener una amplia dosis de confianza en las urnas cuando en 2019 todos seamos llamados a votar en las elecciones municipales.

Me alegró escuchar al nuevo presidente local negando la existencia de bandos en el seno de nuestra organización lucense. Como en todos los colectivos existen diferencias y sensibilidades, pluralidad que fortalece al conjunto al aceptarse el debate sobre esos matices. Aquí no habrá que coser, posiblemente como mucho poner alguna tirita para cerrar definitivamente pequeñas heridas. 

Creo que Lugo necesita más que nunca de personas y de compromisos que devuelvan la ilusión a esta ciudad, una ilusión que puede resumirse en el sentimiento de orgullo de lo mucho bueno que tenemos y de lo que todavía queda por mejorar. Una tarea nada sencilla aunque tampoco imposible.

Confío en el sentidiño de los que tiene la responsabilidad de dirigir este proyecto en el que a buen seguro contarán con la opinión y el trabajo de cuantos queramos arrimar el hombro y remar acompasados en la misma dirección. 

Los tiempos del despertar están aquí. Ésta es una tarea colectiva en la que unos dirigen y proponen y otros colaboramos, pero en la que todos los que queramos hacer algo por nuestra tierra, dentro o fuera de la política, tendremos la posibilidad de contribuir.

Los tiempos entre costuras deben dejar paso a los tiempos de la unidad a favor de un proyecto coordinado para la ciudad de Lugo, un proyecto en equipo, que si ya fue posible puede volver a serlo. 

Entre costuras

A ninguén lle escapou a percepción xeneralizada de que nas últimas datas a palabra “coser” soou con reiteración na nosa contorna. Cando o Partido Socialista comezaba a súa campaña de primarias para elixir o seu secretario xeral todos falaban da necesidade de coser un partido que supuraba polas súas moitas feridas.

Cara ao final da súa campaña e cada vez que algún dos dous adversarios máis destacados abría a boca, as palabras que dedicaba aos seus rivais indicaban de todo menos ganas de coser. O debate electoral que mantiveron na sede do seu partido foi a mostra máis relevante de que a agulla e o fío non pensaban tocalos e que o de coser máis ben referíase, e perdoen a expresión, á posibilidade de coserse a navalladas. Esa sensación de inimizade irreconciliable creo que a percibimos todos os que de desde fóra analizamos aquel enfrontamento.

Coñecida a vitoria do candidato máis radicalizado dos tres en liza, este veuse arriba, como por outra banda parece lóxico, e aínda que coa boquiña pequena segue apelando á unidade, coa grande xa comezou a preparar a purga definitiva dentro do seu partido apartando a todo canto cheire ao perfume do bando perdedor, anulándoos para que non formen parte do Congreso que debe ratificalo no seu cargo.

Este pasado venres en Lugo o meu partido celebraba o Congreso Local para elixir unha nova dirección que terá como tarefa prioritaria elaborar as estratexias e o equipo que deberá presentar aos lucenses as propostas ilusionantes e a credibilidade necesaria para obter unha ampla dose de confianza nas urnas cando en 2019 todos sexamos chamados a votar nas eleccións municipais.

Alegroume escoitar ao novo presidente local negando a existencia de bandos no seo da nosa organización lucense. Como en todos os colectivos existen diferenzas e sensibilidades, pluralidade que fortalece ao conxunto ao aceptarse o debate sobre eses matices. Aquí non haberá que coser, posiblemente como moito poñer algunha tiriña para pechar definitivamente pequenas feridas. 

Creo que Lugo necesita máis que nunca de persoas e de compromisos que devolvan a ilusión a esta cidade, unha ilusión que pode resumirse no sentimento de orgullo do moito bo que temos e do que aínda queda por mellorar. Unha tarefa nada sinxela aínda que tampouco imposible.

Confío no sentidiño dos que ten a responsabilidade de dirixir este proxecto no que a recado contarán coa opinión e o traballo de cuantos queiramos arrimar o ombreiro e remar compasados na mesma dirección. 

Os tempos do espertar están aquí. Esta é unha tarefa colectiva na que uns dirixen e propoñen e outros colaboramos, pero na que todos os que queiramos facer algo pola nosa terra, dentro ou fóra da política, teremos a posibilidade de contribuír.



Os tempos entre costuras deben deixar paso aos tempos da unidade a favor dun proxecto coordinado para a cidade de Lugo, un proxecto en equipo, que se xa foi posible pode volver selo.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Reconstruir Europa

Si desde hace tiempo venimos percibiendo múltiples síntomas y señales de que algo va mal en nuestro continente, las últimas elecciones francesas han enviado varios mensajes, entre ellos la victoria de la unidad internacional frente al populismo, el triunfo de quienes quieren abrirse a Europa sobre los que siguen predicando que hay que cerrar las puertas a los que no son como ellos. Ganó la unión de Europa.

Pero de esos mensajes también hay que saber leer la letra pequeña. En ella hay un aviso claro para que se hagan las reformas necesarias al proyecto europeo antes de que los extremistas tengan nuevos argumentos y más votos. Hubo muchas personas que no votaron, porque no tienen papeles o porque han dejado de creer en la política, o por una mezcla de indeferencia y de hastío.

La eurozona muestra signos de fatiga, con países que no respetan nuestras señas de identidad, otros que se quieren ir, algunos con dificultades económicas y otros intervenidos. Se perciben síntomas de cansancio y del posible acercamiento del fin de las garantías de prosperidad por el mero hecho de pertenecer a la Unión. Por eso ya no es suficiente con cantar las alabanzas y repetir que unidos estamos mejor. A los escépticos y hastiados, y a los partidos que se nutren de ese hartazgo hay que convencerlos con una política europea más cercana, con dirigentes europeos que conecten mejor con los ciudadanos, acercar a todos esas lejanas instituciones asentadas en Bruselas. Muchos europeos se sienten decepcionados por la falta de respuestas a problemas tan graves como la crisis de los refugiados, o descontentos por el sometimiento a normas elaboradas por instituciones ajenas.

Tantos votos en blanco y una abstención nunca antes vista requieren de un análisis y una terapia que reduzca esta brecha en una sociedad cada día más descontenta con la clase política, evitando que tantos votantes lo hagan “tapándose la nariz”.

El aumento de este tipo de votos denota malestar social y requieren de respuestas que incluyan reformas políticas y económicas que apuntalen nuestros sistemas democráticos. De lo contrario la tendencia alcista de los partidos extremistas y populistas se pondrá confirmar en un futuro. Once millones de votos a un partido de extrema derecha en Francia es para hacérselo mirar.

La Unión Europea dejó de ser el sueño de los países más pobres o sin libertad y ahora se corre el riesgo de convertirla en algo excesivamente burocratizado que ya no despierta ilusiones. Fenómenos como el Brexit, el resurgir de los partidos neonazis en Alemania o de los separatismos catalanes y la extrema izquierda de Podemos en España, constituyen una enfermedad que lejos de estar erradicada todavía requiere de terapias basadas en la recuperación de los valores perdidos y que en su día fueron seña de identidad europea, como el mérito, el esfuerzo o la honestidad.

Refundar Europa es un deber colectivo, en el que todos debemos actuar y asumir responsabilidades, luchando por cerrar las brechas que dividen a nuestra sociedad, combatiendo desigualdades y ofreciendo perspectivas duraderas de progreso y así reconstruir juntos nuestro futuro.

Reconstruír Europa

Se desde hai tempo vimos percibindo múltiples síntomas e sinais de que algo vai mal no noso continente, as últimas eleccións francesas enviaron varias mensaxes, entre eles a vitoria da unidade internacional fronte ao populismo, o triunfo de quen quere abrirse a Europa sobre os que seguen predicando que hai que pechar as portas aos que non son como eles. Gañou a unión de Europa.

Pero desas mensaxes tamén hai que saber ler a letra pequena. Nela hai un aviso claro para que se fagan as reformas necesarias ao proxecto europeo antes de que os extremistas teñan novos argumentos e máis votos. Houbo moitas persoas que non votaron, porque non teñen papeis ou porque deixaron de crer na política, ou por unha mestura de indeferencia e de hastío.

A eurozona mostra signos de fatiga, con países que non respectan os nosos acenos de identidade, outros que se queren ir, algúns con dificultades económicas e outros intervidos. Percíbense síntomas de cansazo e do posible achegamento do fin das garantías de prosperidade polo mero feito de pertencer á Unión. Por iso xa non é suficiente con cantar os encomios e repetir que unidos estamos mellor. Aos escépticos e hastiados, e aos partidos que se nutren dese hartazgo hai que convencelos cunha política europea máis próxima, con dirixentes europeos que conecten mellor cos cidadáns, achegar a todos esas afastadas institucións asentadas en Bruxelas. Moitos europeos senten decepcionados pola falta de respostas a problemas tan graves como a crise dos refuxiados, ou descontentos polo sometemento a normas elaboradas por institucións alleas.

Tantos votos en branco e unha abstención nunca antes vista requiren dunha análise e unha terapia que reduza esta brecha nunha sociedade cada día máis descontenta coa clase política, evitando que tantos votantes o fagan “tapando o nariz”.

O aumento deste tipo de votos denota malestar social e requiren de respostas que inclúan reformas políticas e económicas que apontoen os nosos sistemas democráticos. De non ser así a tendencia alcista dos partidos extremistas e populistas poñerase confirmar nun futuro. Once millóns de votos a un partido de extrema dereita en Francia é para facerllo mirar.

A Unión Europea deixou de ser o soño dos países máis pobres ou sen liberdade e agora córrese o risco de convertela en algo excesivamente burocratizado que xa non esperta ilusións. Fenómenos como o Brexit, o rexurdir dos partidos neonazis en Alemaña ou dos separatismos cataláns e a extrema esquerda de Podemos en España, constitúen unha enfermidade que lonxe de estar erradicada aínda require de terapias baseadas na recuperación dos valores perdidos e que no seu día foron aceno de identidade europea, como o mérito, o esforzo ou a honestidade.

Refundar Europa é un deber colectivo, no que todos debemos actuar e asumir responsabilidades, loitando por pechar as brechas que dividen á nosa sociedade, combatendo desigualdades e ofrecendo perspectivas duradeiras de progreso e así reconstruír xuntos o noso futuro.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Gota a gota

Existieron tiempos en los que la práctica de la tortura se convirtió en método habitual para castigar o sacar información. Una de las más llamativas por su sencillez al tiempo que horror fue la conocida por la gota china o tortura de la gota de agua, que consistía en poner al prisionero atado e inmovilizado boca arriba dejando caer sobre su frente una gota fría cada cinco segundos.

Estas últimas semanas volvíamos a sentir sobre nuestras frentes nuevas gotas de agua fría cayendo de manera secuencial. Eran las que provocaban los nuevos, aunque ya viejos, casos de corrupción que la justicia y los miembros de nuestras fuerzas de seguridad han detectado. Porque esta corrupción ya existía y es ahora cuando se va aireando gracias a que funciona el Estado de Derecho en España, no olvidemos este fundamental detalle.

Es comprensible el hastío, el hartazgo social ante las noticias que cada día nos cuentan, ante los casos de corrupción política que la justicia con más tardanza que celeridad va resolviendo. No lo es tanto el que algunos quieran aprovechar ese cabreo social para intentar derribar a cualquier precio a un Presidente del Gobierno y a todo un partido político. La última muestra es la moción de censura planteada por Podemos o los últimos escraches ante las sedes del PP.

En estas circunstancias resulta muy fácil agitar la tiranía de las multitudes, la ira popular utilizando el cabreo que todos sentimos. Los gritos en las calles y las consignas en las redes sociales hacen maravillas como tapar y hacer olvidar en segundos los logros de años en el campo económico o en el empleo, por no referirme a la recuperación del prestigio y del peso político en el entorno internacional donde ahora España vuelve a jugar muy alto… y los cambios legales que ayudan a luchar contra la corrupción con la principal arma del Estado de Derecho: la ley.

Conviene abordar estas situaciones con serenidad y firmeza sin caer en el juego de aquellos que solo pueden crecer a base del ruido que atruena y del nerviosismo de sus rivales. La serenidad de nuestro presidente del gobierno la doy por garantizada. A ello habrá que sumar la limpieza propiciada por las medidas que ya vienen aplicándose de manera irreversible.

En clave interna una vez más resulta imprescindible la unidad, desterrar todo intento de acoso y derribo propiciado por los oportunistas de turno. Lo que ahora se necesita en España es un gobierno estable que continúe aplicando las políticas que nos han convertido en el país que crece por encima de la media europea después de partir del borde del abismo.

Ese gota a gota que tortura día tras día nuestras vidas debe erradicarse de raíz, perseverando en los medios necesarios para evitar que estos sucesos nunca vuelvan a repetirse, apartando sin miramientos del servicio público a todo aquel que delinquiera o fuera cómplice de ello y sin complejos ni acobardamiento, y caiga quien caiga seguir trabajando sin tregua por lo que los españoles nos encargaron: consolidar nuestra economía y la creación de empleo, garantizar la unidad de España y nuestro estado de bienestar. Solo así cerraremos con seguridad el grifo que deja escapar esas gotas que están torturando nuestra paz social.

Pinga a pinga

Existiron tempos nos que a práctica da tortura converteuse en método habitual para castigar ou sacar información. Unha das máis rechamantes pola súa sinxeleza á vez que horror foi a coñecida pola pinga chinesa ou tortura da pinga de auga, que consistía en poñer ao prisioneiro atado e inmobilizado boca arriba deixando caer sobre a súa fronte unha pinga fría cada cinco segundos.

Estas últimas semanas volviamos sentir sobre as nosas frontes novas pingas de auga fría caendo de maneira secuencial. Eran as que provocaban os novos, aínda que xa vellos, casos de corrupción que a xustiza e os membros das nosas forzas de seguridade detectaron. Porque esta corrupción xa existía e é agora cando se vai aireando grazas a que funciona o Estado de Dereito en España, non esquezamos este fundamental detalle.

É comprensible o hastío, o hartazgo social ante as noticias que cada día cóntannos, ante os casos de corrupción política que a xustiza con máis tardanza que celeridade vai resolvendo. Non o é tanto o que algúns queiran aproveitar ese cabreo social para tentar derrubar a calquera prezo a un Presidente do Goberno e a todo un partido político. A última mostra é a moción de censura exposta por Podemos ou os últimos escraches ante as sedes do PP.

Nestas circunstancias resulta moi fácil axitar a tiranía das multitudes, a ira popular utilizando o cabreo que todos sentimos. Os berros nas rúas e consígnalas nas redes sociais fan marabillas como tapar e facer esquecer en segundos os logros de anos no campo económico ou no emprego, por non referirme á recuperación do prestixio e do peso político na contorna internacional onde agora España volve xogar moi alto... e os cambios legais que axudan a loitar contra a corrupción coa principal arma do Estado de Dereito: a lei.

Convén abordar estas situacións con serenidade e firmeza sen caer no xogo daqueles que só poden crecer a base do ruído que atruena e do nerviosismo dos seus rivais. A serenidade do noso presidente do goberno douna por garantida. A iso haberá que sumar a limpeza propiciada polas medidas que xa veñen aplicándose de maneira irreversible.

En clave interna unha vez máis resulta imprescindible a unidade, desterrar todo intento de acoso e derriba propiciada polos oportunistas de quenda. O que agora se necesita en España é un goberno estable que continúe aplicando as políticas que nos converteron no país que crece por encima da media europea despois de partir do bordo do abismo.

Ese pinga a pinga que tortura día tras día as nosas vidas debe erradicarse de raíz, perseverando nos medios necesarios para evitar que estes sucesos nunca volvan repetirse, apartando sen miramientos do servizo público a todo aquel que delinquise ou fose cómplice diso e sen complexos nin acobardamiento, e caia quen caia seguir traballando sen tregua polo que os españois encargáronnos: consolidar a nosa economía e a creación de emprego, garantir a unidade de España e o noso estado de benestar. Só así pecharemos con seguridade a billa que deixa escapar esas pingas que están torturando a nosa paz social.