miércoles, 26 de mayo de 2021

Maniobra de distracción

Acababa de cumplir 14 años en 1968 cuando con alguno de mis hermanos todavía mas pequeños y de la mano de mi tío Paco fuimos a ver en un cine de la Gran Vía madrileña, la recién estrenada película “2001, una odisea en el espacio” de Stanley Kubrick, que según los críticos ha sido una de las cinco grandes películas de la historia del cine.

Como todas las experiencias y emociones especiales que se viven de niño, aquella dejó durante un tiempo mi imaginación revoloteando sobre las imágenes de un espacio todavía desconocido. Pocos meses después una hazaña de película, pero esta vez real, volvería a agitar nuevas emociones en aquel niño: la llegada del hombre a la luna.

Por entonces y con aquella edad no paraba de darle vueltas a la fecha que daba titulo a la película, 2001, para rápidamente ponerme a hacer cábalas sobre lo mayor que entonces sería y los años que todavía tendrían que pasar, faltaban 33.

Hoy, superada en 20 años esa fecha, una nueva puesta en escena, en esta ocasión más teatral que cinematográfica, nos plantea un nuevo horizonte en el que pensar, el año 2050, para el que también tendrán que transcurrir casi 30 años más.

Si de niño me costaba imaginar aquel lejano 2001, hoy ya avanzada mi etapa de adulto no es que me cueste imaginar el 2050, es que me lo impide el preocupante y cambiante devenir de acontecimientos del presente.

No puedo entender, salvo bajo el prisma de considerar esto una maniobra de distracción, que a un Gobierno y a su Presidente, le inquiete más el horizonte del 2050 que lo que tenemos encima en 2021 con la que está cayendo y con las necesarias medidas para hoy y el mañana más inmediato.

Pero si carece de sentido esta estrategia, tampoco le acompaña la credibilidad al documento presentado por Pedro Sánchez bajo el título de “50 objetivos para 2050”. Lo digo porque resulta paradójico que demos por buenas sus previsiones y objetivos cuando los hechos que las avalan son de signo contrario. Sólo un ejemplo demoledor: Propone empujar el avance económico quien, desde que llegó al Gobierno, ha conseguido subir en un 12% el gasto público al tiempo que ha hundido la economía en un 6%. En pocas palabras: despilfarro y más déficit, la herencia perfecta para que en 2050 todavía estemos pagando esa enorme deuda que todos los españoles seguimos incrementando año a año. España no volverá al nivel de deuda anterior a la pandemia hasta dentro de 89 años, es decir hasta el año 2110.

Con esos mimbres pretende el Presidente ilusionarnos, distraernos de lo que hoy más nos preocupa. De la pandemia, el paro galopante, la precariedad laboral, las tensiones territoriales... También con las medidas que contiene su Plan, como prolongar la edad de jubilación, atraer a 200.000 inmigrantes al año, reducir la jornada laboral, subir los impuestos, gravar el uso del automóvil, penalizar el consumo de carne y de ropa…

En definitiva, quien no ha dado una en la gestión de la pandemia o gestionando nuestra economía ahora, desde su posición favorita, el atril ante las cámaras, nos presenta su gran producción, su maniobra de distracción.

Como en la película de Kubrick con más de 200 tomas con efectos especiales, Pedro Sánchez ha realizado una nueva puesta en escena plagada de ficción para dibujarnos un futuro prometedor en un presente desolador.


Manobra de distracción

Acababa de cumprir 14 anos en 1968 cando con algún dos meus irmáns aínda mais pequenos e da man do meu tío Paco fomos a ver nun cinema da Gran Vía madrileña, a recentemente estreada película “2001, unha odisea no espazo” de  Stanley  Kubrick, que segundo os críticos foi unha das cinco grandes películas da historia do cinema.

Como todas as experiencias e emocións especiais que se viven de neno, aquela deixou durante un tempo a miña imaxinación  revoloteando sobre as imaxes dun espazo aínda descoñecido. Poucos meses despois unha fazaña de película, pero esta vez real, volvería axitar novas emocións naquel neno: a chegada do home á lúa.

Por entón e con aquela idade non paraba de darlle voltas á data que daba titulo á película, 2001, para rapidamente poñerme a facer cábalas sobre o maior que entón sería e os anos que aínda terían que pasar, faltaban 33.

Hoxe, superada en 20 anos esa data, unha nova posta en escena, nesta ocasión máis teatral que cinematográfica, exponnos un novo horizonte no que pensar, o ano 2050, para o que tamén terán que transcorrer case 30 anos máis.

Se de neno custábame imaxinar aquel afastado 2001, hoxe xa avanzada a miña etapa de adulto non é que me custe imaxinar o 2050, é que mo impide o preocupante e cambiante devir de acontecementos do presente.

Non podo entender, salvo baixo o prisma de considerar isto unha manobra de distracción, que a un Goberno e ao seu Presidente, inquiételle máis o horizonte do 2050 que o que temos encima en 2021 coa que está a caer e coas necesarias medidas para hoxe e o mañá máis inmediato.

Pero se carece de sentido esta estratexia, tampouco lle acompaña a credibilidade ao documento presentado por Pedro Sánchez baixo o título de “50 obxectivos para 2050”. Dígoo porque resulta paradoxal que demos por boas as súas previsións e obxectivos cando os feitos que as avalan son de signo contrario. Só un exemplo demoledor: Propón empuxar o avance económico quen, desde que chegou ao Goberno, conseguiu subir nun 12% o gasto público á vez que afundiu a economía nun 6%. En poucas palabras: malgasto e máis déficit, a herdanza perfecta para que en 2050 aínda esteamos a pagar esa enorme débeda que todos os españois seguimos incrementando ano a ano. España non volverá ao nivel de débeda anterior á pandemia ata dentro de 89 anos, é dicir ata o ano 2110. 

Con esas vimbias pretende o Presidente ilusionarnos, distraernos do que hoxe máis nos preocupa. Da pandemia, o paro galopante, a precariedade laboral, as tensións territoriais... Tamén coas medidas que contén o seu Plan, como prolongar a idade de xubilación, atraer a 200.000 inmigrantes ao ano, reducir a xornada laboral, subir os impostos, gravar o uso do automóbil, penalizar o consumo de carne e de roupa…

En definitiva, quen non deu unha na xestión da pandemia ou xestionando a nosa economía agora, desde a súa posición favorita, o atril #ante as cámaras, preséntanos a súa gran produción, a súa manobra de distracción.

Como na película de  Kubrick con máis de 200 tomas con efectos especiais, Pedro Sánchez realizou unha nova posta en escena infestada de ficción para debuxarnos un futuro prometedor nun presente desolador.

miércoles, 12 de mayo de 2021

Crueles y cobardes

En el transcurso de la vida, el comportamiento ante el devenir de los acontecimientos es la mejor prueba para calar a las personas, su verdadera naturaleza.

De lo acontecido en Madrid en las últimas semanas ya han corrido ríos de tinta. Se han analizado las estrategias de la campaña electoral de unos y otros y también al detalle los resultados del 4 de mayo, incluso sus consecuencias en la política nacional. Todo ello sin duda ha despertado el interés de propios y extraños. Pero permítanme que hoy ponga el foco en algo que a mi juicio define el por qué de mucho de lo acontecido, la explicación en gran medida del resultado final: el comportamiento humano.

Si nos remontamos unos meses atrás y analizamos el comportamiento político de Pedro Sánchez es fácil que se nos quedaran bien grabados algunos hitos en la memoria de todos. Desde pactar con quien le quitaría el sueño, apoyarse en los partidos más extremistas y separatistas para mantenerse en La Moncloa, descalificar a jueces y periodistas, hasta ningunear al Rey, han sido muchas las ocasiones en las que las verdaderas intenciones y la condición del personaje han dejado cada día más clara la pasta de la que esta formado.

Pero también han ocurrido, y siguen aconteciendo, cosas que al ciudadano le impactan más que los eslóganes de las campañas electorales: el desprecio al castellano, la aprobación de una Ley de educación sin dialogo previo con padres y profesores y sin aceptar una sola enmienda de la oposición, las constantes mentiras sobre la brutal subida de impuestos que nos esperan a la vuelta de la esquina, el lavado de manos en la gestión de la pandemia, el final del estado de alarma sin dotar de los instrumentos necesarios a las comunidades autónomas para controlar los nuevos brotes del virus, que con lamentable seguridad se producirán, el semanal acercamiento de presos etarras acompañado de la cesión de las competencias en materia penitenciaria al gobierno vasco, el uso indecente del BOE para hacer propaganda, unido al del Ministerio del Interior y de la Fiscalía General del Estado, al que también podríamos añadir las constantes vergonzosas manipulaciones del CIS… Son tantas cosas que según salen de mi mente producen dolor.

Y si a lo acontecido durante la campaña madrileña nos refiriésemos, a nadie le habrán pasado inadvertidos los giros en las estrategias y las provocaciones constantes para tensionar al máximo el ambiente. Se acuerdan de aquella frase de Zapatero, “nos conviene la tensión”, pues eso. Lo que hizo implicarse a tope en los primeros días de campaña a Pedro Sánchez, diciéndonos que estas elecciones iban de “elegir entre fascismo o democracia en España”, acabó, a la vista del desastroso resultado para él, en decir que solo habían sido unas elecciones locales en Madrid sin consecuencias para su gobierno.

Pero lo peor, para rematar tanta indecencia, ha sido no solo la falta de autocrítica, sino el señalamiento y endose de culpabilidad al candidato Ángel Gabilondo al que impusieron la estrategia de la campaña y ahora abandonan a su suerte. Añádanle si quieren la apertura de expediente a dos coherentes socialistas como Leguina y Redondo Terreros por hacerse una foto con Ayuso.

Sánchez ha quedado retratado, su comportamiento ha evidenciado su crueldad y cobardía.

Crueis e covardes

No transcurso da vida, o comportamento #ante o devir dos acontecementos é a mellor proba para calar ás persoas, a súa verdadeira natureza.

Do acontecido en Madrid nas últimas semanas xa correron ríos de tinta. Analizáronse as estratexias da campaña electoral duns e outros e tamén ao detalle os resultados do 4 de maio, mesmo as súas consecuencias na política nacional. Todo iso sen dúbida espertou o interese de propios e estraños. Pero permítanme que hoxe poña o foco en algo que ao meu xuízo define o por que de moito do acontecido, a explicación en gran medida do resultado final: o comportamento humano.

Se nos remontamos uns meses atrás e analizamos o comportamento político de Pedro Sánchez é fácil que se nos quedasen ben gravados algúns fitos na memoria de todos. Desde pactar con quen lle quitaría o soño, apoiarse nos partidos máis extremistas e separatistas para manterse na Moncloa, descualificar a xuíces e xornalistas, ata ningunear ao Rey, foron moitas as ocasións nas que as verdadeiras intencións e a condición do personaxe deixaron cada día máis clara a pasta da que esta formado.

Pero tamén ocorreron, e seguen acontecendo, cousas que ao cidadán impáctanlle máis que os eslóganes das campañas electorais: o desprezo ao castelán, a aprobación dunha Lei de educación sen dialogo previo con pais e profesores e sen aceptar unha soa emenda da oposición, as constantes mentiras sobre a brutal subida de impostos que nos esperan ao virar a esquina, o lavado de mans na xestión da pandemia, o final do estado de alarma sen dotar dos instrumentos necesarios ás comunidades autónomas para controlar os novos brotes do virus, que con lamentable seguridade produciranse, o semanal achegamento de presos etarras acompañado da cesión das competencias en materia penal ao goberno vasco, o uso indecente do BOE para facer propaganda, unido ao do Ministerio do Interior e da Fiscalía Xeral do Estado, ao que tamén poderiamos engadir as constantes vergoñosas manipulacións do CIS… Son tantas cousas que segundo saen da miña mente producen dor.

E se ao acontecido durante a campaña madrileña referísemonos/referísemosnos, a ninguén lle pasarán inadvertidos os xiros nas estratexias e as provocacións constantes para tensionar ao máximo o ambiente. Acórdanse daquela frase de Zapatero, “convennos a tensión”, pois iso. O que fixo implicarse a lume de biqueira nos primeiros días de campaña a Pedro Sánchez, dicíndonos que estas eleccións ían de “elixir entre fascismo ou democracia en España”, acabou, á vista do desastroso resultado para el, en dicir que só foran unhas eleccións locais en Madrid sen consecuencias para o seu goberno.

Pero o peor, para rematar tanta indecencia, foi non só a falta de autocrítica, senón a sinalización e endose de culpabilidade ao candidato Anxo Gabilondo ao que impuxeron a estratexia da campaña e agora abandonan á súa sorte. Engádanlle se queren a apertura de expediente a dous coherentes socialistas como Leguina e Redondo Terreros por facerse unha foto con Ayuso.

Sánchez quedou retratado, o seu comportamento evidenciou a súa crueldade e covardía.