miércoles, 29 de noviembre de 2023

Protagonistas anónimos

Cuando salgo o regreso a mi casa desde el centro de Lugo procuro atravesar la Plaza del Campo y sus calles aledañas. No me canso de fijarme en los diferentes detalles que están a la vista de todos cuantos quieran apreciarlos.

Pero en esta ocasión no he podido evitar, al enfocar mis ojos hacia las numerosas casas vacías, especialmente sus plantas bajas, recordar una idea que por el año 2007 tuve la osadía de proponer. Y digo osadía por el rechazo que en aquella ocasión tuvo entre propios y extraños.

La cuestión es que ese enfoque a esos locales vacíos o abandonados desde hace décadas confluyó en mi cabeza con dos noticias que por estos días leí en la prensa. Las recuerdo para ustedes.

Una de ellas nos hablaba de un joven llamado Álvaro, que con solo 16 años se ha convertido en gran artesano fabricando zocas, cestos, y diferentes utensilios tradicionales de las labores del campo en Galicia. Empezó con 14 años y para que sus trabajos sean conocidos los divulga a través de las redes sociales, realizando una importante labor de puesta en valor de aspectos importantes de nuestra cultura gallega. Álvaro Pin nació en Lugo y realiza sus trabajos artesanos en sus talleres de Castroverde y Castro de Rei.

La otra noticia que me vino a la memoria tiene que ver con otro artesano, pero que en esta ocasión ponía fin a su vida profesional por jubilación. Después de más de doscientos años un taller de gaitas y requintas situado en A Estrada se aproxima a su cierre. Joaquín Riobó, como así se llama el reconocido artesano, fabrica instrumentos muy valorados por los músicos, y había comenzado, como Álvaro, muy joven, con 17 años, y en este mes cierra su taller.

La osadía de la que les hablaba tiene que ver con estos dos ejemplos, porque lo que propuse en aquella ocasión al ayuntamiento de Lugo fue convertir muchos de los locales vacíos situados en nuestro casco histórico en talleres donde artesanos de los diferentes oficios que forman parte del amplio catálogo cultural de nuestra tierra pudieran trabajar algunos días, abiertos al público para que también pudieran vender sus obras de arte a los lucenses y a cuantos nos visitan.

Una manera de contribuir a dar vida a un casco histórico necesitado de actividad al tiempo que se contribuiría a facilitar a nuestros artesanos su trabajo y su labor de divulgación, tan valorada fuera y en ocasiones ignorada en casa.

Aquella idea se llamó “Lugo ciudad de los oficios” y seguramente que cuando se rechazó sería porque mi idea no merecía la atención de quienes por entonces regían los destinos de esta ciudad.

Pero hoy, cuando pienso en estos dos artesanos, uno dando sus primeros pasos y el otro finalizando su trayectoria laboral, no voy a volver a insistir en aquella propuesta, pero sí que propongo a quienes les corresponda que cuando piensen en otorgar reconocimientos, distinciones, premios o cosas similares, cuestión que durante el año es frecuente en nuestras ciudades, se acuerden de Pin y de Riobó, y de otros que como ellos deberían ser los verdaderos protagonistas de esos reconocimientos y así dejar de ser protagonistas anónimos.

Protagonistas anónimos

Cando saio ou regreso á miña casa desde o centro de Lugo procuro atravesar a Praza do Campo e as súas rúas contiguas. Non me canso de fixarme nos diferentes detalles que están á vista de todos cuantos queiran aprecialos.

Pero nesta ocasión non puiden evitar, ao enfocar os meus ollos cara ás numerosas casas baleiras, especialmente as súas plantas baixas, lembrar unha idea que polo ano 2007 tiven a ousadía de propoñer. E digo ousadía polo rexeitamento que naquela ocasión tivo entre propios e estraños.

A cuestión é que ese enfoque a eses locais baleiros ou abandonados desde hai décadas confluíu na miña cabeza con dúas noticias que por estes días lin na prensa. As recordo para vostedes.

Unha delas falábanos dun mozo chamado Álvaro, que con só 16 anos converteuse en gran artesán fabricando zocas, cestos, e diferentes utensilios tradicionais dos labores do campo en Galicia. Empezou con 14 anos e para que os seus traballos sexan coñecidos divúlgaos a través das redes sociais, realizando un importante labor de posta en valor de aspectos importantes da nosa cultura galega. Álvaro Pin naceu en Lugo e realiza os seus traballos artesáns nos seus talleres de Castroverde e Castro de Rei.

A outra noticia que me veu á memoria ten que ver con outro artesán, pero que nesta ocasión poñía fin á súa vida profesional por xubilación. Despois de máis de douscentos anos un taller de gaitas e requintas situado na Estrada aproxímase ao seu peche. Joaquín Riobó, como así se chama o recoñecido artesán, fabrica instrumentos moi valorados polos músicos, e comezara, como Álvaro, moi novo, con 17 anos, e neste mes pecha o seu taller.

A ousadía da que lles falaba ten que ver con estes dous exemplos, porque o que propuxen naquela ocasión ao concello de Lugo foi converter moitos dos locais baleiros situados no noso centro histórico en talleres onde artesáns dos diferentes oficios que forman parte do amplo catálogo cultural da nosa terra puidesen traballar algúns días, abertos ao público para que tamén puidesen vender as súas obras de arte aos lucenses e a cuantos visítannos.

Unha maneira de contribuír a dar vida a un centro histórico necesitado de actividade á vez que se contribuiría a facilitar aos nosos artesáns o seu traballo e o seu labor de divulgación, tan valorada fóra e en ocasións ignorada en casa.

Aquela idea chamouse “Lugo cidade dos oficios” e seguramente que cando se rexeitou sería porque a miña idea non merecía a atención de quen por entón rexían os destinos desta cidade.

Pero hoxe, cando penso nestes dous artesáns, un dando os seus primeiros pasos e o outro finalizando a súa traxectoria laboral, non vou volver a insistir naquela proposta, pero si que propoño a quen lles corresponda que cando pensen en outorgar recoñecementos, distincións, premios ou cousas similares, #cuestión que durante o ano é frecuente nas nosas cidades, acórdense de Pin e de Riobó, e doutros que como eles deberían ser os verdadeiros protagonistas deses recoñecementos e así deixar de ser protagonistas anónimos.

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Las miradas

Me había propuesto seriamente no enfocar mis artículos hacia los asuntos relacionados con la política que nos envuelve, pero los acontecimientos de los últimos días son de tal calado y gravedad que, coincidiendo la publicación de esta semana con la sesión de investidura, no encuentro excusa para no enfocar este asunto desde mi humilde perspectiva.

Estoy delante del teclado después de haber acudido, como cientos de miles de personas en todas las capitales de provincia de España, a multitudinarios actos de repulsa a los acuerdos alcanzados entre quienes tienen como objetivo terminar con nuestra convivencia democrática y quien tiene la obligación de defenderla, pero ha renunciado a ello, haciéndonos pagar un alto precio para perpetuarse en el poder. 

En la concentración celebrada este domingo en Lugo no pude evitar que vinieran a mi memoria las imágenes de otra concentración ciudadana en esa misma plaza, pero con algo más de 19 años de distancia en el tiempo, en marzo de 2004. Posiblemente serían las dos únicas ocasiones en las que, en una ciudad como Lugo, poco dada a las grandes manifestaciones, esa plaza se abarrotaba y se quedaba pequeña.

Ambas situaciones guardan similitudes, pero también notables diferencias, y unas y otras se percibían en las miradas de cuantos estuvimos en ellas. 

En 2004 nos convocó un terrible atentado terrorista en varios trenes de Madrid en vísperas de unas elecciones generales, mientras que ahora, en 2023, los motivos para las protestas los han provocado otro tipo de acciones que, no siendo comparables, sí revisten gravedad por atentar contra la libertad, quebrar la convivencia entre todos los españoles, alentar la división y la concesión de privilegios a una parte, además de alcanzar acuerdos con aquellos partidos con los que Sánchez nos dijo que nunca acordaría nada. Pero ya se sabe que no nos mintió, solamente "cambió de opinión".

Hace esos años, las miradas en esta plaza lucense eran de personas en estado de shock, que tratábamos de digerir una barbarie, un acto terrorista de extrema gravedad. Este pasado domingo las miradas transmitían repulsa a los incalificables acuerdos de una persona que, teniendo la responsabilidad de proteger a los españoles de aquellos que solo buscan romper la convivencia, ha cedido todo lo que le han pedido con tal de satisfacer su ego personal y mantenerse en el poder a pesar de haber perdido unas elecciones.

Además de las miradas estaban los comentarios. Que cómo se atreve a pedirle al Partido Popular “cordura y mesura” quien parece haber enloquecido a la vista de su comportamiento. Que cómo puede decirnos que evitemos el abrazo del oso con la ultraderecha quien se ha abrazado a osos grandes y peligrosos como los de Bildu o los independentistas catalanes. Que cómo le dice al PP que acepte el resultado de las urnas cuando ha sido este partido el vencedor en las elecciones…

Sólo deseo que las próximas miradas que nos crucemos en las plazas de España sean las de la satisfacción por el final de esta pesadilla.


As miradas

Propuxérame seriamente non enfocar os meus artigos cara aos asuntos relacionados coa política que nos envolve, pero os acontecementos dos últimos días son de tal calado e gravidade que, coincidindo a publicación desta semana coa sesión de investidura, non atopo escusa para non enfocar este asunto desde a miña humilde perspectiva.

Estou diante do teclado despois de acudir, como centos de miles de persoas en todas as capitais de provincia de España, a multitudinarios actos de repulsa aos acordos alcanzados entre quen ten como obxectivo terminar coa nosa convivencia democrática e quen ten a obrigación de defendela, pero renunciou a iso, facéndonos pagar un alto prezo para perpetuarse no poder. 

Na concentración celebrada este domingo en Lugo non puiden evitar que viñesen á miña memoria as imaxes doutra concentración cidadá nesa mesma praza, pero con algo máis de 19 anos de distancia no tempo, en marzo de 2004. Posiblemente serían as dúas únicas ocasións nas que, nunha cidade como Lugo, pouco dada ás grandes manifestacións, esa praza abarrotábase e quedaba pequena.

Ambas as situacións gardan similitudes, pero tamén notables diferenzas, e unhas e outras se percibían nas miradas de cuantos estivemos nelas. 

En 2004 convocounos un terrible atentado terrorista en varios trens de Madrid en vésperas dunhas eleccións xerais, mentres que agora, en 2023, os motivos para as protestas provocáronos outro tipo de accións que, non sendo comparables, si revisten gravidade por atentar contra a liberdade, crebar a convivencia entre todos os españois, alentar a división e a concesión de privilexios a unha parte, ademais de alcanzar acordos con aqueles partidos cos que Sánchez díxonos que nunca acordaría nada. Pero xa se sabe que non nos mentiu, soamente "cambiou de opinión".

Hai eses anos, as miradas nesta praza lucense eran de persoas en estado de shock, que tratabamos de dixerir unha barbarie, un acto terrorista de extrema gravidade. Este pasado domingo as miradas transmitían repulsa aos incalificables acordos dunha persoa que, tendo a responsabilidade de protexer aos españois daqueles que só buscan romper a convivencia, cedeu todo o que lle pediron con tal de satisfacer o seu ego persoal e manterse no poder a pesar de perder unhas eleccións.

Ademais das miradas estaban os comentarios. Que como se atreve a pedirlle ao Partido Popular “cordura e mesura” quen parece tolear á vista do seu comportamento. Que como pode dicirnos que evitemos o abrazo do oso coa ultradereita quen se abrazou a osos grandes e perigosos como os de Bildu ou os independentistas cataláns. Que como lle di ao PP que acepte o resultado das urnas cando foi este partido o vencedor nas eleccións…

Só desexo que as próximas miradas que nos crucemos nas prazas de España sexan as da satisfacción polo final deste pesadelo.

miércoles, 1 de noviembre de 2023

La marginación digital

Como escribí en la presentación de esta nueva columna, lo cotidiano, lo que nos rodea a diario, será lo que capte más mi atención. Así, este primer enfoque lo hago sobre una escena cada día más frecuente en nuestras calles.

Seguramente que todos hemos presenciado las dificultades que algunos ciudadanos, casi todos de edad avanzada, padecen al tratar de realizar alguna gestión en los cajeros situados a las puertas de las entidades bancarias. Las defectuosas pantallas que al sol son ilegibles, los fallos en los lectores láser de recibos, los tiempos reducidos para elegir la opción deseada antes de que la pantalla vuelva a la casilla de salida, la presión de saberse observado por los que guardan cola detrás y muy cerca, o las dificultades de visión o movilidad por su edad son sólo algunos ejemplos de una escena cada día más frecuente en nuestras calles.

Siendo muchos los ejemplos a los que podría acudir para poner negro sobre blanco en este preocupante comportamiento, he acudido al de los cajeros por su cercanía y frecuencia de uso. Además,porque presenta una dificultad añadida a la hora de querer ser solidarios o de querer ayudar a la persona que está en dificultades al operar en un cajero, que no es otra que el acceso a la información que aparece en la pantalla. Hablamos de su dinero, de sus saldos, de la cantidad que retira o pretende ingresar. Son materias muy delicadas a lo que podemos añadir los fraudes, los engaños, o los asaltos en plena calle a las personas que los utilizan. 

Pero también hay más situaciones de marginación o exclusión, como la que se produce por parte de las administraciones en las gestiones a que nos obligan. Hoy sin un teléfono móvil, sin un ordenador, sin certificados digitales, sin claves PIN, sin paciencia y tiempo para permanecer largos periodos de tiempo al teléfono marcando y eligiendo opciones que nos acaben llegando, con mucha suerte, al departamento o a la persona que pueda ayudarnos a resolver nuestra gestión, es imposible sobrevivir. Dar por natural que todo el mundo puede tener acceso a esos terminales es mucho suponer y no deja de ser un claro ejemplo de marginación y exclusión social. A ello hay que sumarle la implantación de la cita previa, que era provisional y parece que se queda para siempre.

Resulta muy preocupante que la llamada brecha digital (más bien una zanja) margine de manera clara a quienes no se han educado en la era de las nuevas tecnologías, agravado por el hecho de que las administraciones públicas y algunas entidades han incrementado de manera exponencial sus servicios telemáticos y digitales al tiempo que han reducido la atención personal, también llamada presencial. A todo ello cabría añadir los largos plazos para resolver una petición, más de 40 días para poder renovar un DNI.

Somos muchos los que, sin renunciar al avance de las nuevas tecnologías, valoramos y elegimos cada día más aquellos servicios prestados por personas, el trato cara a cara frente alde pulsaruna tecla en el cajero o en el teléfono eligiendolas diferentes opciones que nos ofrece una grabación, para acabar colgando sin resolver nuestro problema.

La marginación social provocada en una parte de la población, por el empleo abusivo y discriminatorio de las herramientas digitales queda enfocada. Ahora como sociedad deberíamos hacer algo más.

A marxinación dixital

Como escribín na presentación desta nova columna, o cotián, o que nos rodea a diario, será o que capte máis a miña atención. Así, este primeiro enfoque fágoo sobre unha escena cada día máis frecuente nas nosas rúas.

Seguramente que todos presenciamos as dificultades que algúns cidadáns, case todos de idade avanzada, padecen ao tratar de realizar algunha xestión nos caixeiros situados ás portas das entidades bancarias. As defectuosas pantallas que ao sol son ilexibles, os fallos no lectores láser de recibos, os tempos reducidos para elixir a opción desexada antes de que a pantalla volva á casa de saída, a presión de saberse observado polos que gardan cola detrás e moi preto, ou as dificultades de visión ou mobilidade pola súa idade son só algúns exemplos dunha escena cada día máis frecuente nas nosas rúas.

Sendo moitos os exemplos aos que podería acudir para poñer negro sobre branco neste preocupante comportamento, acudín ao dos caixeiros pola súa proximidade e frecuencia de uso. Ademais,porque presenta unha dificultade engadida á hora de querer ser solidarios ou de querer axudar á persoa que está en dificultades ao operar nun caixeiro, que non é outra que o acceso á información que aparece na pantalla. Falamos do seu diñeiro, dos seus saldos, da cantidade que retira ou pretende ingresar. Son materias moi delicadas ao que podemos engadir as fraudes, os enganos, ou os asaltos en plena rúa ás persoas que os utilizan. 

Pero tamén hai máis situacións de marxinación ou exclusión, como a que se produce por parte das administracións nas xestións a que nos obrigan. Hoxe sen un teléfono móbil, sen un computador, sen certificados dixitais, sen claves PIN, sen paciencia e tempo para permanecer longos períodos de tempo ao teléfono marcando e elixindo opcións que nos acaben chegando, con moita sorte, ao departamento ou á persoa que poida axudarnos a resolver a nosa xestión, é imposible sobrevivir. Dar por natural que todo o mundo pode ter acceso a eses terminais é moito supoñer e non deixa de ser un claro exemplo de marxinación e exclusión social. A iso hai que sumarlle a implantación da cita previa, que era provisional e parece que queda para sempre.

Resulta moi preocupante que a chamada fenda dixital (máis ben unha gabia) marxine de maneira clara a quen non se educaron na era das novas tecnoloxías, agravado polo feito de que as administracións públicas e algunhas entidades incrementaron de maneira exponencial os seus servizos telemáticos e dixitais á vez que reduciron a atención persoal, tamén chamada presencial. A todo iso cabería engadir os longos prazos para resolver unha petición, máis de 40 días para poder renovar un DNI.

Somos moitos os que, sen renunciar ao avance das novas tecnoloxías, valoramos e eliximos cada día máis aqueles servizos prestados por persoas, o trato cara a cara fronte alde pulsaruna tecla no caixeiro ou no teléfono eligiendolas diferentes opcións que nos ofrece unha gravación, para acabar colgando sen resolver o noso problema.

A marxinación social provocada nunha parte da poboación, polo emprego abusivo e discriminatorio das ferramentas dixitais queda enfocada. Agora como sociedade deberiamos facer algo máis.