miércoles, 19 de febrero de 2025

El ordeño

Desde el principio de los tiempos, ordeñar se ha considerado una manera natural de actuar ligada a la producción de alimentos para la supervivencia.

Hace unos días, viendo un documental en la televisión, un granjero inglés se sorprendía al preguntarle a un joven si sabía de donde provenía la leche que acababa de adquirir en un supermercado y al escuchar la respuesta de este, “de las estanterías”.  No solo en ese país, también en el nuestro, todavía hay niños criados en ambientes urbanos que piensan que los yogures penden de las ramas de los árboles o desconocen el origen de la leche mediante las diferentes técnicas de ordeño. No es broma.

En el referido documental, este granjero dedicaba varios minutos a ilustrar con videos el proceso de entrada de las vacas en la sala de ordeño, los diferentes pasos de limpieza de ubres, colocación de los tetos de la ordeñadora, extracción de la leche, desinfección… Cualquier joven que lo viese ya no tendría dudas del origen de la leche, mitigando los efectos de esa brecha existente entre las nuevas generaciones urbanas y la realidad del mundo agrario.

Este distanciamiento de una parte de la población con los diferentes procesos productivos que sostienen nuestro modo de vida no es una anécdota graciosa, sino un síntoma preocupante que explica el desconocimiento del esfuerzo que hay detrás de cada alimento que consumimos, llegando al punto de no valorarse debidamente el pago de dichos alimentos.

Hoy en día las palabras adquieren connotaciones inesperadas y «ordeñar» también puede utilizarse como metáfora en determinadas prácticas políticas. Así si en ese campo de la vida hablásemos del ordeño, la explicación sería bien distinta, adquiriendo un matiz más relacionado con el cálculo y la estrategia. Me refiero al panorama político, o mejor dicho espectáculo político, que venimos sufriendo en España en los últimos años. 

Aquí quienes conocen bien las técnicas de ordeño, son los grupos minoritarios, separatistas y nacionalistas que, aprovechándose de la precariedad en votos de la coalición gobernante, acuden a diario a ordeñar a esta sacándole cuanta «leche» quieren a cambio de dejar que la «vaca» en cuestión permanezca un tiempo más en su confortable establo. 

Sirvan como últimos ejemplos el logro de las transferencias en materia de control de fronteras e inmigración para Cataluña, ordeño de Puigdemont, o el regalo al PNV de un palacete en el centro de París, palacio que en su día adquirió este partido, pero pagado con dinero del estado español como quedó acreditado por sentencia judicial en tribunal francés. Sólo dos ejemplos de los muchos que van y de los que quedan por venir. 

Cada negociación, cada votación clave en el Congreso de los diputados, cada confección de un presupuesto, es una oportunidad de practicar ese ordeño, de extraer concesiones, recursos económicos, o cambios legislativos, alguno seguramente inconstitucional, que resultan favorables a sus intereses particulares. 

Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE) una de las acepciones de la palabra «ordeñar» dice así: «Sacar provecho o utilidad de algo o alguien de manera insistente o abusiva» No me digan que quien escribió esta definición no fue un visionario del actual panorama político español. Un auténtico ordeño.

O muxido

Desde o principio dos tempos, muxir considerouse unha maneira natural de actuar ligada á produción de alimentos para a supervivencia.

Hai uns días, vendo un documental na televisión, un granxeiro inglés sorprendíase ao preguntarlle a un mozo se sabía de onde proviña o leite que acababa de adquirir nun supermercado e ao escoitar a resposta de leste, “dos andeis”.  Non só nese país, tamén no noso, aínda hai nenos criados en ambientes urbanos que pensan que os iogures penden das ramas das árbores ou descoñecen a orixe do leite mediante as diferentes técnicas de muxido. Non é broma.

No referido documental, este granxeiro dedicaba varios minutos para ilustrar con vídeos o proceso de entrada das vacas na sala de muxido, os diferentes pasos de limpeza de ubres, colocación dos tetos da muxidora, extracción do leite, desinfección… Calquera mozo que o vise xa non tería dúbidas da orixe do leite, mitigando os efectos desa brecha existente entre as novas xeracións urbanas e a realidade do mundo agrario.

Este distanciamento dunha parte da poboación cos diferentes procesos produtivos que sosteñen o noso modo de vida non é unha anécdota graciosa, senón un síntoma preocupante que explica o descoñecemento do esforzo que hai detrás de cada alimento que consumimos, chegando ao momento de non valorarse debidamente o pago dos devanditos alimentos.

Hoxe en día as palabras adquiren connotacións inesperadas e «muxir» tamén pode utilizarse como metáfora en determinadas prácticas políticas. Así se nese campo da vida falásemos do muxido, a explicación sería ben distinta, adquirindo un matiz máis relacionado co cálculo e a estratexia. Refírome ao panorama político, ou mellor devandito espectáculo político, que vimos sufrindo en España nos últimos anos. 

Aquí quen coñece ben as técnicas de muxido, son os grupos minoritarios, separatistas e nacionalistas que, aproveitándose da precariedade en votos da coalición gobernante, acoden a diario a muxir a esta sacándolle canto «leite» queren a cambio de deixar que a «vaca» en #cuestión permaneza un tempo máis no seu confortable cortello. 

Sirvan como últimos exemplos o logro das transferencias en materia de control de fronteiras e inmigración para Cataluña, muxido de Puigdemont, ou o agasallo ao PNV dun palacete no centro de París, palacio que no seu día adquiriu este partido, pero pago con diñeiro do estado español como quedou acreditado por sentenza xudicial en tribunal francés. Só dous exemplos dos moitos que van e dos que quedan por vir. 

Cada negociación, cada votación crave no Congreso dos deputados, cada confección dun orzamento, é unha oportunidade de practicar ese muxido, de extraer concesións, recursos económicos, ou cambios lexislativos, algún seguramente inconstitucional, que resultan favorables aos seus intereses particulares. 

Segundo o dicionario da Real Academia Española (RAE) unha das acepcións da palabra «muxir» di así: «Sacar proveito ou utilidade de algo ou alguén de maneira insistente ou abusiva» Non me digan que quen escribiu esta definición non foi un visionario do actual panorama político español. Un auténtico muxido.

miércoles, 5 de febrero de 2025

El ruido y lo verde

Si vives en la ciudad de Lugo y escuchas a alguien decir que se dirige al parque, muchos sabrán que se está refiriendo al Parque Rosalía de Castro, el primero de los parques construidos en Lugo hace más de cien años. Después con el paso de los años se fueron incorporando nuevos espacios verdes en principio pensados más como zonas de esparcimiento y disfrute alejados de los ruidos que como pulmones de la ciudad, ya que Lugo es una ciudad con una buena calidad en su aire.

Aquí nuestras autoridades presumen de su apuesta por lo verde, pero olvidando otro tipo de agresiones ambientales, como las acústicas, los ruidos. 

En nuestra ciudad no es infrecuente sufrir los tubos de escape trucados de coches y motos, que es difícil creer que puedan pasar la ITV en esas condiciones, pero quizá donde más choca esta contaminación acústica es en nuestros parques. Lo que debiera ser un espacio idílico, un remanso de paz en medio de la urbe, en realidad no es tal.

Ese escenario imaginario de que el entorno de los parques pudiera albergar sólo sonidos de pájaros o del viento moviendo las ramas de los árboles, es eso, imaginario. Desde hace unos años han aparecido otra clase de ruidos que están perjudicando sensiblemente el descanso de los vecinos de sus entornos. Me estoy refiriendo a las máquinas que utilizan las empresas de jardinería contratadas para mantener el parque en condiciones. Sopladores, cortacéspedes, recorta setos..., compiten cuando no se complementan realizando a la vez sus tareas. Esos ruidos no duran una hora, sino que es muy frecuente escucharlos desde primeras horas de la mañana, hacer un breve descanso al mediodía y retomar su guerra al silencio a la hora de la sobremesa.

Son máquinas que facilitan el trabajo y rendimiento de las contratas, pero que a su vez están incumpliendo con la Ordenanza municipal de Medio ambiente, que nos obliga a todos a cumplir bajo sanciones importantes de no hacerlo.

Hace unos días un medio de comunicación gallego titulaba «Vecinos de Ferrol contra los sopladores de hojas» al tiempo que anunciaban recogidas de firmas desquiciados por tanto ruido. Seguramente este escenario se irá repitiendo con frecuencia en otras ciudades.

Por ello, el Ayuntamiento de Lugo debe de tomar cartas en este asunto, porque las mejoras realizadas en el parque son plausibles, pero olvidar la alteración de la convivencia por incumplimiento de ordenanzas, como la permisividad del botellón o la utilización de maquinaria que incumple sus propias normas, no son una buena carta de presentación en el objetivo compartido de declarar BIC este hermoso espacio de la ciudad.

Si las autoridades municipales no toman la iniciativa, estoy convencido de que lo harán los vecinos, o las asociaciones vecinales. Porque apostar por las políticas verdes también implica combatir la contaminación acústica.


O ruído e o verde

Se vives na cidade de Lugo e escoitas a alguén dicir que se dirixe ao parque, moitos saberán que se está referindo ao Parque Rosalía de Castro, o primeiro dos parques construídos en Lugo fai máis de cen anos. Despois co paso dos anos fóronse incorporando novos espazos verdes en principio pensados máis como zonas de esparexemento e goce afastados dos ruídos que como pulmóns da cidade, xa que Lugo é unha cidade cunha boa calidade no seu aire.

Aquí as nosas autoridades presumen da súa aposta polo verde, pero esquecendo outro tipo de agresións ambientais, como as acústicas, os ruídos. 

Na nosa cidade non é infrecuente sufrir os tubos de escape trucados de coches e motos, que é difícil crer que poidan pasar a ITV nesas condicións, pero quizá onde máis choca esta contaminación acústica é nos nosos parques. O que debese ser un espazo idílico, un remanso de paz no medio da urbe, en realidade non é tal.

Ese escenario imaxinario de que a contorna dos parques puidese albergar só sons de paxaros ou do vento movendo as ramas das árbores, é iso, imaxinario. Desde hai uns anos apareceron outra clase de ruídos que están a prexudicar sensiblemente o descanso dos veciños das súas contornas. Estou a referirme ás máquinas que utilizan as empresas de xardinería contratadas para manter o parque en condicións. Sopladores, cortacéspedes, recorta sebes..., compiten cando non se complementan realizando á vez as súas tarefas. Eses ruídos non duran unha hora, senón que é moi frecuente escoitalos desde primeiras horas da mañá, facer un breve descanso ao mediodía e retomar a súa guerra ao silencio á hora da sobremesa.

Son máquinas que facilitan o traballo e rendemento de contrátalas, pero que á súa vez están a incumprir coa Ordenanza municipal de Medio ambiente, que nos obriga a todos a cumprir baixo sancións importantes de non facelo.

Hai uns días un medio de comunicación galego titulaba «Veciños de Ferrol contra os sopladores de follas» á vez que anunciaban recollidas de firmas exasperados por tanto ruído. Seguramente este escenario irase repetindo con frecuencia noutras cidades.

Por iso, o Concello de Lugo debe de tomar cartas neste asunto, porque as melloras realizadas no parque son plausibles, pero esquecer a alteración da convivencia por incumprimento de ordenanzas, como a permisividade do botellón ou a utilización de maquinaria que incumpre as súas propias normas, non son unha boa carta de presentación no obxectivo compartido de declarar BIC este fermoso espazo da cidade.

Se as autoridades municipais non toman a iniciativa, estou convencido de que o farán os veciños, ou as asociacións veciñais. Porque apostar polas políticas verdes tamén implica combater a contaminación acústica.