miércoles, 18 de mayo de 2016

Puedo prometer… ¿y cumplir?

En estas últimas semanas hemos escuchado tantas afirmaciones y declaraciones en el marco de la “nueva” política que hemos puesto nuevamente a prueba nuestra capacidad de sorprendernos.

Desde aquello de las menstruaciones capitalistas con algo más que sugerencias para que las mujeres dejen de utilizar tampones o compresas y regresen a la edad media higiénicamente hablando, hasta la ocurrencia de que los niños se críen en “tribus” urbanas con parejas compartiendo el mismo techo y cuidando todos de todos, he de reconocer que mi capacidad de sorprenderme empieza a estar cerca del límite.

El problema es que estos… digamos desatinos, no son parte de un guión cinematográfico ni tampoco extractos de alguna novela. Son propuestas políticas de personas que ocupan escaños en parlamentos democráticos y aspiran a gobernar nuestra nación española. Para ello necesitan del apoyo y el pacto con partidos menos “nuevos” pero últimamente dirigidos por ambiciosos personajes que parecen obsesionados con pactar con cualquiera con tal de habitar en la Moncloa.

Entre tantos ejemplos de lo escuchado, hoy me voy a quedar con algunas de las afirmaciones de Pedro Sánchez en el mitin de presentación de su candidatura a la presidencia del gobierno este pasado fin de semana: “Puedo prometer y prometo, decencia. Puedo prometer y prometo, dialogo. Puedo prometer y prometo, dedicación”. Si lo que pretendía el líder socialista era hacer un guiño, utilizar el marketing para hacerse pasar por un partido de centro y cautivar a votantes deseosos de moderación y capacidad de diálogo, se equivoco evocando para él la figura de Adolfo Suárez.

Decencia para quien llamó indecente a Rajoy en un debate electoral, no cuela. Dedicación, sin decir para qué fines. Pero lo de prometer diálogo por parte de quien más líneas rojas estableció desde el 21 de diciembre pasado, de quien más veces repitió “no es no” a quienes, legitimados como ganadores, le ofrecían consensos, realmente suena a broma de mal gusto.

Me hubiese gustado más escuchar a Sánchez decir que puede prometer y promete no pactar jamás con partidos populistas, independentistas o comunistas.

Que puede prometer y promete no vetar el dialogo con el PP, partido que previsiblemente será ganador de las próximas elecciones.

Que puede prometer y promete que su programa de gobierno consistirá en algo más que en echar como sea del gobierno al PP aunque gane las elecciones.

Que puede prometer y promete que detrás de su propuesta de estado federal para España no se contempla la ruptura de la unidad de nuestra nación.

Que puede prometer y promete que con los votos de su partido no se volverán a constituir alcaldías presididas por Carmenas, Kichis, Colaus u otros desastres que hoy por hoy son alcaldes porque tienen el apoyo del PSOE.

En definitiva, que puede prometer y promete tomarse en serio a los españoles y no seguir engañándolos pidiéndoles el voto para un cambio moderado y después entregar esos votos a quienes quieren que vivamos mañana como hoy viven en Venezuela o en Cuba. Que puede prometer y promete tomárselo en serio.

Podo prometer… e cumprir?

Nestas últimas semanas escoitamos tantas afirmacións e declaracións no marco da “nova” política que puxemos novamente a proba a nosa capacidade de sorprendernos.

Desde aquilo das menstruacións capitalistas con algo máis que suxestións para que as mulleres deixen de utilizar tampóns ou compresas e regresen á idade media hixienicamente falando, ata a ocorrencia de que os nenos se críen en “tribos” urbanas con parellas compartindo o mesmo teito e coidando todos de todos, hei de recoñecer que a miña capacidade de sorprenderme empeza a estar preto do límite.

O problema é que estes, digamos desatinos, non son parte dun guión cinematográfico nin tampouco extractos dalgunha novela. Son propostas políticas de persoas que ocupan escanos en parlamentos democráticos e aspiran a gobernar a nosa nación española. Para iso necesitan do apoio e o pacto con partidos menos “novos” pero ultimamente dirixidos por ambiciosos personaxes que parecen obsesionados con pactar con calquera con tal de habitar na Moncloa.

Entre tantos exemplos do escoitado, hoxe voume a quedar con algunhas das afirmacións de Pedro Sánchez no mitin de presentación da súa candidatura á presidencia do goberno este pasado fin de semana: ?Podo prometer e prometo, decencia. Podo prometer e prometo, dialogo. Podo prometer e prometo, dedicación?. Se o que pretendía o líder socialista era facer unha chiscadela, utilizar o márketing para facerse pasar por un partido de centro e cativar a votantes desexosos de moderación e capacidade de diálogo, equivocar evocando para el a figura de Adolfo Suárez.

Decencia para quen chamou indecente a Rajoy nun debate electoral, non coa. Dedicación, sen dicir para que fins. Pero o de prometer diálogo por parte de quen máis liñas vermellas estableceu desde o 21 de decembro pasado, de quen máis veces repetiu “non é non” a quen, lexitimados como gañadores, ofrecíanlle consensos, realmente soa de broma de mal gusto.

Gustoume máis escoitar a Sánchez dicir que pode prometer e promete non pactar xamais con partidos populistas, independentistas ou comunistas.

Que pode prometer e promete non vetar o dialogo co PP, partido que previsiblemente será gañador das próximas eleccións.

Que pode prometer e promete que o seu programa de goberno consistirá en algo máis que en botar como sexa do goberno ao PP aínda que gañe as eleccións.

Que pode prometer e promete que detrás da súa proposta de estado federal para España non se contempla a ruptura da unidade da nosa nación.

Que pode prometer e promete que cos votos do seu partido non se volverán a constituír alcaldías presididas por Carmenas, Kichis, Colaus ou outros desastres que neste momento son alcaldes porque teñen o apoio do PSOE.

En definitiva, que pode prometer e promete tomarse en serio aos españois e non seguir enganándoos pedíndolles o voto para un cambio moderado e despois entregar eses votos a quen quere que vivamos mañá como hoxe viven en Venezuela ou en Cuba. Que pode prometer e promete tomarlo en serio.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Abajo el telón

La función ha terminado después de 4 largos meses de representación en la que los espectadores fueron perdiendo interés por el guion, al tiempo que incrementaban su incredulidad por lo acontecido y su frustración ante la falta de un desenlace razonable.

Cuando comenzó la Legislatura pocos imaginábamos que asistiríamos a unos meses donde a la puesta en escena se le otorgaría más importancia que al contenido de los mensajes o que a los propios resultados obtenidos.

Desde el primer acto en aquel famoso pleno que quedará para el recuerdo como el del bebé en manos de una diputada, hasta que prácticamente el telón estaba a punto de caer y nuevamente las fotos y los posados de muchos de los diputados que parecieron no querer perder el protagonismo que tuvieron durante todo este tiempo, todo fue pura representación.

La trama tuvo altos y bajos, cambiando por momentos del drama a la opereta, y desembocando en esta tragicomedia. A esto se ha limitado esta corta Legislatura, al postureo de unos y la ambición sin límites de otros, o a ambas cosas a la vez en alguno de los actores principales. Y esa ha sido la gran estafa política por la que los ciudadanos, obligados espectadores de esta representación, han visto defraudadas sus expectativas hasta límites que harán muy difícil el retorno hacia la confianza.

Como espectador privilegiado tengo que decir que me ha producido perplejidad, tristeza, rabia y vergüenza, una mezcla de sentimientos poco edificantes que se resumen en el fracaso colectivo compartido aunque con diferentes grados de responsabilidad.

En esta representación han existido actores de reparto que han asumido por su cuenta el papel de estrellas, que han demostrado tener tal ego y visión personalista que han conseguido tirar por tierra el conjunto de la obra, saltándose el guion con el único objetivo de llevarse todos los aplausos. Convertir la Política en mayúsculas en un teatrillo, sustituyendo las representaciones ajustadas al espíritu que dicta la norma democrática más elemental, impidiendo que quien tiene la mayoría pueda dar respuesta a la confianza recibida, y buscar alianzas, en muchos casos contra natura, con la única finalidad de cerrar el paso al actor principal, es lisa y llanamente un papelón.

Las fotos, el postureo, el teatro, o el símil que cada cual encuentre mejor para describir lo vivido en España en estos meses, no ha sido el modo más edificante de contribuir a construir nuestro futuro.

Hemos perdido mucho tiempo, un tiempo precioso ya irrecuperable y de gran valor en estos momentos para seguir mereciendo la confianza de cuantos día a día con su esfuerzo crean oportunidades de trabajo. Esta función ya finalizó y el telón cayó sin escucharse aplausos.

Ahora se prepara la siguiente función, y deberá estar a la altura de las circunstancias. Aprender de los errores y frivolidades sería una buena lección para que cuando vuelva a subir el telón tengamos ante nosotros a personas responsables dispuestas al gran esfuerzo colectivo con el único fin de que los españoles disfruten y aplaudan el buen trabajo de cuantos obtengan su confianza. Defraudarla nuevamente será difícil de remediar.


Abaixo o pano

A función terminou despois de 4 longos meses de representación na que os espectadores foron perdendo interese polo guión, á vez que incrementaban a súa incredulidade polo acontecido e a súa frustración ante a falta dun desenlace razoable.

Cando comezou a Lexislatura poucos imaxinabamos que asistiriamos a uns meses onde á posta en escena outorgaríaselle máis importancia que ao contido das mensaxes ou que aos propios resultados obtidos.

Desde o primeiro acto naquel famoso pleno que quedará para o recordo como o do bebé en mans dunha deputada, ata que practicamente o pano estaba a piques de caer e novamente as fotos e os pousados de moitos dos deputados que pareceron non querer perder o protagonismo que tiveron durante todo este tempo, todo foi pura representación.

A trama tivo altos e baixos, cambiando por momentos do drama á opereta, e desembocando nesta traxicomedia. A isto limitouse esta curta Lexislatura, ao postureo duns e a ambición sen límites doutros, ou a ambas as cousas á vez nalgún dos actores principais. E esa foi a gran estafa política pola que os cidadáns, obrigados espectadores desta representación, viron defraudadas as súas expectativas ata límites que farán moi difícil o retorno cara á confianza.

Como espectador privilexiado teño que dicir que me produciu perplexidade, tristeza, rabia e vergoña, unha mestura de sentimentos pouco edificantes que se resumen no fracaso colectivo compartido aínda que con diferentes graos de responsabilidade.

Nesta representación existiron actores de repartición que asumiron pola súa conta o papel de estrelas, que demostraron ter tal ego e visión personalista que conseguiron tirar por terra o conxunto da obra, saltándose o guion co único obxectivo de levar todos os aplausos. Converter a Política en maiúsculas nun teatriño, substituíndo as representacións axustadas ao espírito que dita a norma democrática máis elemental, impedindo que quen ten a maioría poida dar resposta á confianza recibida, e buscar alianzas, en moitos casos contra natura, coa única finalidade de pechar o paso ao actor principal, é de xeito sinxelo unha papeleta.

As fotos, o postureo, o teatro, ou o símil que cada cal atope mellor para describir o vivido en España nestes meses, non foi o modo máis edificante de contribuír a construír o noso futuro.

Perdemos moito tempo, un tempo precioso xa irrecuperable e de gran valor nestes momentos para seguir merecendo a confianza de cuantos día a día co seu esforzo crean oportunidades de traballo. Esta función xa finalizou e o pano caeu sen escoitarse aplausos.

Agora prepárase a seguinte función, e deberá estar á altura das circunstancias. Aprender dos erros e frivolidades sería unha boa lección para que cando volva subir o pano teñamos ante nós a persoas responsables dispostas ao gran esforzo colectivo co único fin de que os españois gozar e aplaudan o bo traballo de cuantos obteñan a súa confianza. Defraudala novamente será difícil de remediar.