miércoles, 28 de junio de 2017

Respeto a las tradiciones.

El domingo en Lugo se repitió un año más una de las tradiciones que cuentan con mayor longevidad, la ofrenda al Santísimo que realizan los alcaldes de las siete ciudades que en su día formaron el Antiguo Reino de Galicia. Esta ceremonia combina tradición popular con la religiosa y se viene celebrando desde 1669. El domingo se celebró la que hace el número 348.

Se celebra cada domingo posterior a la festividad del Corpus, y a ella acuden los mandatarios de las ciudades de A Coruña, Lugo, Ourense, Santiago de Compostela, Mondoñedo Betanzos y Tui, habiendo conseguido el reconocimiento como Fiesta de Interés Turístico gallego. 

Desde 1991 en que formé parte, por primera vez en mi carrera política, de la corporación municipal de Lugo y hasta la fecha, con escasas excepciones he podido participar de una u otra manera en estos actos, siendo el más emotivo y significado el del año 1999 en el que como alcalde de esta ciudad me correspondió ser el edil que realizó la ofrenda.

Sin entrar en pequeños detalles, como la ausencia de carroza portando al Santísimo, me preocupa la merma significativa de asistentes, y de manera especial la de la representación institucional... y más concretamente la de ayuntamientos herederos de aquel antiguo Reino y de las diputaciones. Este año no hubo representación alguna de Santiago y A Coruña, ni de las Diputaciones de Pontevedra y A Coruña. 

Tras 348 años la llegada a las alcaldías de gobiernos populistas es lo que motiva que desde hace dos años estos ayuntamientos decidiesen no acudir, a modo de boicot a lo que ellos consideran un acto puramente religioso, olvidando la tradición histórica y sus significados. No solo no acuden, sino que tampoco envían a ningún representante, aun sabiendo que en esas corporaciones hay munícipes que asistirían gustosos. Olvidan que representan a todo un municipio, es decir a ciudadanos con diferentes creencias e ideologías, y no solamente a sus votantes.

Todos los actos importantes requieren del apoyo social necesario, pero de manera especial del apoyo institucional, y si algo parece claro es que este apoyo se ha visto muy mermado en los últimos años.

Pocas celebraciones en Galicia cuentan con la longevidad de este acto y menos aún con su notable trasfondo cultural. Es el único acto oficial que pervive del Antiguo Reino de Galicia, y también es el motivo del escudo de Galicia, cuyas siete cruces representan a las antiguas provincias y el Cáliz y la Hostia centrales son el reflejo de esta tradición de ofrenda al Santísimo en nuestra ciudad. Sólo por esa relevancia histórica merece toda nuestra atención.

En unos días Lugo se llenará de fiesta para celebrar una nueva edición del Arde Lucus, una fiesta de reciente impronta en nuestro calendario pero que ya cuenta con importantes sumas de presupuesto y de apoyo institucional. Lo celebro, pero al mismo tiempo me cuesta entender que por cuestiones políticas, exclusivamente de tipo ideológico, las tradiciones históricas que forman parte de nuestra cultura y de la Historia de Galicia se vean paulatinamente mermadas de los necesarios apoyos que garanticen su continuidad.

Si algo pido es respeto a una tradición, respeto a la convivencia en una sociedad plural en lo religioso y en lo ideológico. Boicotear las tradiciones es no respetarlas. Sin ese respeto mal futuro les aguarda.


Respecto ás tradicións.

O domingo en Lugo repetiuse un ano máis unha das tradicións que contan con maior lonxevidade, a ofrenda ao Santísimo que realizan os alcaldes das sete cidades que no seu día formaron o Antigo Reino de Galicia. Esta cerimonia combina tradición popular coa relixiosa e vén celebrando desde 1669. O domingo celebrouse a que fai o número 348.

Celébrase cada domingo posterior á festividade do Corpus, e a ela acoden os mandatarios das cidades da Coruña, Lugo, Ourense, Santiago de Compostela, Mondoñedo Betanzos e Tui, conseguindo o recoñecemento como Festa de Interese Turístico galego. 

Desde 1991 en que formei parte, por primeira vez na miña carreira política, da corporación municipal de Lugo e ata a data, con escasas excepcións puiden participar dunha ou outra maneira nestes actos, sendo o máis emotivo e significado o do ano 1999 no que como alcalde desta cidade correspondeume ser o edil que realizou a ofrenda.

Sen entrar en pequenos detalles, como a ausencia de carroza portando ao Santísimo, preocúpame a diminución significativa de asistentes, e de maneira especial a da representación institucional... e máis concretamente a de concellos herdeiros daquel antigo Reino e das deputacións. Este ano non houbo representación algunha de Santiago e A Coruña, nin das Deputacións de Pontevedra e A Coruña. 

Tras 348 anos a chegada ás alcaldías de gobernos populistas é o que motiva que desde hai dous anos estes concellos decidisen non acudir, a modo de boicot ao que eles consideran un acto puramente relixioso, esquecendo a tradición histórica e os seus significados. Non só non acoden, senón que tampouco envían a ningún representante, aínda sabendo que nesas corporacións hai concelleiros que asistirían gustosos. Esquecen que representan a todo un municipio, é dicir a cidadáns con diferentes crenzas e ideoloxías, e non soamente aos seus votantes.

Todos os actos importantes requiren do apoio social necesario, pero de maneira especial do apoio institucional, e se algo parece claro é que este apoio viuse moi minguado nos últimos anos.

Poucas celebracións en Galicia contan coa lonxevidade deste acto e menos aínda co seu notable transfondo cultural. É o único acto oficial que pervive do Antigo Reino de Galicia, e tamén é o motivo do escudo de Galicia, cuxas sete cruces representan ás antigas provincias e o Cáliz e a Hostia centrais son o reflexo desta tradición de ofrenda ao Santísimo na nosa cidade. Só por esa relevancia histórica merece toda a nosa atención.

Nuns días Lugo encherase de festa para celebrar unha nova edición do Arde Lucus, unha festa de recente sinal no noso calendario pero que xa conta con importantes sumas de orzamento e de apoio institucional. Celébroo, pero ao mesmo tempo cústame entender que por cuestións políticas, exclusivamente de tipo ideolóxico, as tradicións históricas que forman parte da nosa cultura e da Historia de Galicia se vexan paulatinamente mermadas dos necesarios apoios que garantan a súa continuidade.

Se algo pido é respecto a unha tradición, respecto á convivencia nunha sociedade plural no relixioso e no ideolóxico. Boicotear as tradicións é non respectalas. Sen ese respecto mal futuro agárdalles.

miércoles, 14 de junio de 2017

40 años, toda una vida

Son muchos los medios de comunicación que dedican amplios espacios a recordarnos que mañana 15 de junio se cumplen 40 años de las primeras elecciones generales democráticas en España, las elecciones de 1977.
Por aquel entonces yo tenía 22 años y era un universitario que vivió aquel momento con gran intensidad, como muchos otros españoles. Recuerdo haber acudido a todos cuantos mítines se celebraron en Santiago, Lugo o Monforte. Escuchar a Suárez o a Tierno Galván, nombres que a los más jóvenes ya poco les dirán, pero que junto a Felipe González, Fraga y otros representaron el conjunto de una clase política que tras esos comicios jugaron un papel decisivo en esos primeros pasos de nuestra historia democrática.
Aquella jornada de hace 40 años la viví en Monforte, donde ejercí el derecho a voto por primera vez, y donde con una participación multitudinaria en una jornada de fiesta, las colas para votar acompañaron las muchas anécdotas producidas en los colegios electorales. La ilusión y la incertidumbre por el resultado eran las características que para mí mejor definieron aquel día histórico que ahora recuerdo con mayor emoción, consciente más que entonces del enorme paso que se daba en España.
Después vinieron importantes acontecimientos como la aprobación de nuestra Constitución de 1978, todavía vigente, la incorporación a la llamada, en aquellos tiempos, Comunidad Económica Europea, la lacra terrorista de ETA…40 años que cambiaron nuestra Nación.
Muchos fueron por entonces los que pronosticaron que tras la muerte de Franco seríamos incapaces de vivir en democracia, que no sabríamos convivir pacíficamente los 40 años que lo hemos conseguido tras otros tantos de dictadura. Pero finalmente españoles de diferentes ideologías fueron capaces de aplicar políticas de pactos, de acuerdos, surgidos del mandato de muchos ciudadanos que en aquel día con nuestros votos dejamos claro a las dos fuerzas mayoritarias, la UCD y el PSOE, que tendrían que entenderse por el bien de España.
Aquello fue posible por las altas dosis de generosidad desplegadas por parte de todos los actores principales y porque todos los españoles estábamos ansiosos de lograr la concordia y de olvidar la revancha, algo que tristemente hoy algunos tratan de desenterrar. 40 años de éxitos colectivos no exentos de luces y sombras, de incertidumbres ocasionales, pero que nos han dado el periodo más largo de paz y desarrollo económico en nuestra historia.
Hoy al igual que entonces esta paz y convivencia tienen enemigos, esos populistas de extrema izquierda que intentan, con la ayuda de algunos separatistas y a base de un discurso propio de vendedores de humo, desvirtuar estos logros y cambiar la historia. Pero hoy España es una potencia mundial con un Estado de bienestar fuerte y consolidado, y por ello estos enemigos lo tendrán difícil ya que las actuales y venideras generaciones superaremos estos retos y venceremos con las mismas recetas: generosidad, altura de miras, pactos, acuerdos y un gran sentido de Estado.

La canción dice que “20 años no es nada…”, pero en España estos últimos 40 han sido toda una vida.


40 anos, toda unha vida.


Son moitos os medios de comunicación que dedican amplos espazos a lembrarnos que mañá 15 de xuño cúmprense 40 anos das primeiras eleccións xerais democráticas en España, as eleccións de 1977.
Por aquel entón eu tiña 22 anos e era un universitario que viviu aquel momento con gran intensidade, como moitos outros españois. Recordo acudir a todos cuantos mitins celebráronse en Santiago, Lugo ou Monforte. Escoitar a Suárez ou a Tierno Galván, nomes que aos máis novos xa pouco lles dirán, pero que xunto a Felipe González, Fraga e outros representaron o conxunto dunha clase política que tras eses comicios xogaron un papel decisivo neses primeiros pasos da nosa historia democrática.
Aquela xornada de hai 40 anos vivina en Monforte, onde exercín o dereito a voto por primeira vez, e onde cunha participación multitudinaria nunha xornada de festa, as colas para votar acompañaron as moitas anécdotas producidas nos colexios electorais. A ilusión e a incerteza polo resultado eran as características que para min mellor definiron aquel día histórico que agora recordo con maior emoción, consciente máis que entón do enorme paso que se daba en España.
Despois viñeron importantes acontecementos como a aprobación da nosa Constitución de 1978, aínda vixente, a incorporación á chamada, naqueles tempos, Comunidade Económica Europea, a secuela terrorista de ETA... 40 anos que cambiaron a nosa Nación.
Moitos foron por entón os que prognosticaron que tras a morte de Franco seriamos incapaces de vivir en democracia, que non saberiamos convivir pacíficamente os 40 anos que o conseguimos tras outros tantos de ditadura. Pero finalmente españois de diferentes ideoloxías foron capaces de aplicar políticas de pactos, de acordos, xurdidos do mandato de moitos cidadáns que naquel día cos nosos votos deixamos claro ás dúas forzas maioritarias, a UCD e o PSOE, que terían que entenderse polo ben de España.
Aquilo foi posible polas altas doses de xenerosidade despregadas por parte de todos os actores principais e porque todos os españois estabamos ansiosos de lograr a concordia e de esquecer o desquite, algo que tristemente hoxe algúns tratan de desenterrar. 40 anos de éxitos colectivos non exentos de luces e sombras, de incertezas ocasionais, pero que nos deron o período máis longo de paz e desenvolvemento económico na nosa historia.
Hoxe do mesmo xeito que entón esta paz e convivencia teñen inimigos, eses populistas de extrema esquerda que tentan, coa axuda dalgúns separatistas e a base dun discurso propio de vendedores de fume, desvirtuar estes logros e cambiar a historia. Pero hoxe España é unha potencia mundial cun Estado de benestar forte e consolidado, e por iso estes inimigos terano difícil xa que as actuais e vindeiras xeracións superaremos estes retos e venceremos coas mesmas receitas: xenerosidade, altura de miras, pactos, acordos e un gran sentido de Estado.
A canción di que "20 años no es nada", pero en España estes últimos 40 foron toda unha vida.