Cuando estas líneas sean publicadas estaremos en el ecuador de los plenos que durante tres días y bajo el nombre de "debate de política general en torno al estado de la Nación", se desarrollarán en el Congreso de los Diputados. He preferido referirme a este debate como la salud de España por llamar al pan, pan y al vino, vino.
Todos sabemos distinguir a simple vista a una persona sana de aquella que no goza de buena salud, especialmente cuando la enfermedad que padece es grave. A nuestra España le pasa igual. Todos sabemos lo que tiene y lo que necesita para entrar en la senda de la curación, el problema es que los “médicos” que hoy la tratan no saben o no quieren aplicar el único tratamiento de choque que a estas alturas necesita el enfermo.
De la salud de nuestro enfermo, España, dan cuenta las siguientes cifras: ocupamos el puesto 53 en competitividad institucional, el 57 en arbitrariedad gubernamental, el 70 en transparencia, y el 75 en confianza política. España es además de Malta y Chipre, el único país de la Unión que no tiene una ley de transparencia que incremente la participación democrática y el control en el ámbito de la administración.
En este contexto y por lo que nos atañe a los que ostentamos representación política, hay indignación y el ambiente se caldea por minutos. Nos hemos convertido en un problema para nuestros vecinos, y sobre ello hace ya tiempo que escribí y expuse mi preocupación y diagnóstico.
“Si queremos profundizar en nuestro sistema democrático todos deberíamos asumir que gobierno y representantes del pueblo debemos defenderlo con la dignidad ejemplar de quienes no estamos dispuestos a bajar la mirada porque nada tenemos que ocultar ni esconder”. Estas palabras, que comparto en su totalidad, las pronunciaba desde la tribuna del hemiciclo un diputado compañero de partido cuando se hablaba de medidas para profundizar en la credibilidad, la transparencia, la austeridad y los controles democráticos de las instituciones y poderes del Estado.
Añadía que quienes formamos parte de este hemiciclo no somos ni una clase ni tampoco una casta. Somos personas que hemos asumido el honor de representar a los ciudadanos de nuestro país y debemos ser capaces de transmitirlo ejemplarmente.
Reconozco que en muchas ocasiones se explica mal nuestro trabajo, y es triste decirlo, pero tengo la sensación de que a pocos les interesa esta explicación. Pocos han salido en defensa de nuestra tarea democrática y a todos nos cuesta defender nuestro sistema en coyunturas como las actuales, pero si no somos nosotros los primeros en sacar pecho a favor de la función parlamentaria, no esperemos que otros lo hagan.
En estos momentos hay que estar a la altura de las circunstancias y por ello bienvenidas sean la aprobación de medidas de transparencia que no dejen caer sombra alguna sobre nuestra función de servidores públicos al servicio del pueblo. El resto vendrá después.
A saúde de España
Cando estas liñas sexan publicadas estaremos no ecuador dos plenos que durante tres días e baixo o nome de "debate de política xeral en torno ao estado da Nación", desenvolveranse no Congreso dos Deputados. preferín referirme a este debate como a saúde de España por chamar ao pan, pan e ao viño, viño.
Todos sabemos distinguir a primeira ollada a unha persoa sa daquela que non goza de boa saúde, especialmente cando a enfermidade que padece é grave. Á nosa España pásalle igual. Todos sabemos o que ten e o que necesita para entrar na senda da curación, o problema é que os “médicos” que hoxe a tratan non saben ou non queren aplicar o único tratamento de choque que a estas alturas necesita o enfermo.
Da saúde do noso enfermo, España, dan conta as seguintes cifras: ocupamos o posto 53 en competitividade institucional, o 57 en arbitrariedade gobernamental, o 70 en transparencia, e o 75 en confianza política. España é ademais de Malta e Chipre, o único país da Unión que non ten unha lei de transparencia que incremente a participación democrática e o control no ámbito da administración.
Neste contexto e polo que nos incumbe aos que ostentamos representación política, hai indignación e o ambiente caldéase por minutos. Convertémonos nun problema para os nosos veciños, e sobre iso fai xa tempo que escribín e expuxen a miña preocupación e diagnóstico.
”Se queremos profundar no noso sistema democrático todos deberiamos asumir que goberno e representantes do pobo debemos defendelo coa dignidade exemplar de quen non estamos dispostos a baixar a mirada porque nada temos que ocultar nin esconder”. Estas palabras, que comparto na súa totalidade, pronunciábaas desde a tribuna do hemiciclo un deputado compañeiro de partido cando se falaba de medidas para profundar na credibilidade, a transparencia, a austeridade e os controis democráticos das institucións e poderes do Estado.
Engadía que quen formamos parte deste hemiciclo non somos nin unha clase nin tampouco unha caste. Somos persoas que asumimos a honra de representar aos cidadáns do noso país e debemos ser capaces de transmitilo ejemplarmente.
Recoñezo que en moitas ocasións explícase mal o noso traballo, e é triste dicilo, pero teño a sensación de que a poucos interésalles esta explicación. Poucos saíron en defensa da nosa tarefa democrática e a todos cústanos defender o noso sistema en conxunturas como as actuais, pero se non somos nós os primeiros en sacar peito a favor da función parlamentaria, non esperemos que outros o fagan.
Nestes momentos hai que estar á altura das circunstancias e por iso benvidas sexan a aprobación de medidas de transparencia que non deixen caer sombra algunha sobre a nosa función de servidores públicos ao servizo do pobo. O resto virá despois.