Durante los últimos ocho años en España vivimos acontecimientos lo suficientemente graves y preocupantes como para haber provocado protestas en cadena de nuestra sociedad. Sin embargo éstas no se produjeron. Ni el vertiginoso incremento de personas engrosando las listas del paro, ni el enorme despilfarro en gasto público que llevo las cifras de déficit a niveles nunca vistos y que cruzaron líneas de difícil retorno, lo consiguieron.
Hoy las cuentas que se financian con la recaudación de los impuestos de todos los ciudadanos están en números rojos, y no en un rojo cualquiera. Hay que decirlo claramente, no hay dinero para poder financiar los servicios públicos que nos hemos dado en estos años.
El panorama se resume así: las dos partidas de gasto más importantes de los Presupuestos Generales del Estado las conforman los pagos por prestaciones de desempleo y los intereses de la deuda contraída por España. Por ambos conceptos superamos los 60.000 millones de euros, pero además es que nuestra deuda exterior neta representa más del 80% de nuestro PIB, y para acabar de complicarlo, estamos financiando esta deuda por encima del 7%, algo insostenible.
Además, el año pasado, la recaudación vía impuestos cayó en picado, hasta el nivel más bajo del mundo desarrollado, descendiendo en más de 70.000 millones de euros del año 2007 al 2011, lo que puede calificarse de catástrofe recaudatoria.
Y si todo esto ocurría en estos últimos años, ¿por qué es ahora cuando la sociedad se rebela contra las decisiones de su gobierno? ¿Por qué lo hace cuando ya no hay dinero en las arcas públicas para seguir financiando lo que todos creíamos que no tendría final? ¿Acaso no tuvo ninguna responsabilidad el anterior Gobierno en esta caída de la recaudación y en la destrucción de puestos de trabajo? ¿Por qué protestamos contra la medicina y no lo hacíamos cuando se causaba la enfermedad?
Es ahora y no antes cuando se producen los incendios callejeros, cuando la ciudadanía se rebela contra las medidas de ajuste impuestas por falta de alternativas. Y lo es entre otras razones porque ahora se están ajustando los servicios públicos a la realidad, al nivel del número de personas que trabajan y pagan impuestos, del número de empresas en actividad. Porque ahora se le está diciendo a los ciudadanos lo que se le venía ocultando, que no se pueden seguir financiando estos servicios con más deuda y con más déficit, y esto cuesta asumirlo, acostumbrados como estábamos al discurso que diariamente nos regalaba el oído con mensajes amables pero llenos de mentiras.
Son tiempos duros para ejercer la política. Estamos expuestos al rechazo y a la crispación social, pero hoy más que nunca es necesario dar la cara y explicar con la verdad por delante todas las medidas que se adoptan desde el gobierno, por muy duro que resulte y la mucha incomprensión que se perciba. Si somos capaces de mantener la calma y trabajar duro en la misma dirección, que nadie tenga dudas de que podremos remontar esta pesadilla.
Por que agora?
Durante os últimos oito anos en España vivimos acontecementos o suficientemente graves e preocupantes como para provocar protestas en cadea da nosa sociedade. Con todo estas non se produciron. Nin o vertixinoso incremento de persoas engrosando as listas do paro, nin o enorme malgasto en gasto público que levo as cifras de déficit a niveis nunca vistos e que cruzaron liñas de difícil retorno, conseguírono.
Hoxe as contas que se financian coa recadación dos impostos de todos os cidadáns están en números vermellos, e non nun vermello calquera. Hai que dicilo claramente, non hai diñeiro para poder financiar os servizos públicos que nos demos nestes anos.
O panorama resúmese así: as dúas partidas de gasto máis importantes dos Orzamentos Xerais do Estado confórmanas os pagos por prestacións de desemprego e os intereses da débeda contraída por España. Por ambos os conceptos superamos os 60.000 millóns de euros, pero ademais é que a nosa débeda exterior neta representa máis do 80% do noso PIB, e para acabar de complicalo, estamos financiando esta débeda por encima do 7%, algo insostible.
Ademais, o ano pasado, a recadación vía impostos caeu en picado, ata o nivel máis baixo do mundo desenvolvido, descendendo en máis de 70.000 millóns de euros do ano 2007 ao 2011, o que pode cualificarse de catástrofe recadatoria.
E se todo isto ocorría nestes últimos anos, por que é agora cando a sociedade rebélase contra as decisións do seu goberno? Por que o fai cando xa non hai diñeiro nas arcas públicas para seguir financiando o que todos criamos que non tería final? Seica non tivo ningunha responsabilidade o anterior Goberno nesta caída da recadación e na destrución de postos de traballo? Por que protestamos contra o medicamento e non o faciamos cando se causaba a enfermidade?
É agora e non antes cando se producen os incendios rueiros, cando a cidadanía rebélase contra as medidas de axuste impostas por falta de alternativas. E o é entre outras razóns porque agora estanse axustando os servizos públicos á realidade, ao nivel do número de persoas que traballan e pagan impostos, do número de empresas en actividade. Porque agora estáselle dicindo aos cidadáns o que se lle viña ocultando, que non se poden seguir financiando estes servizos con máis débeda e con máis déficit, e isto custa asumilo, afeitos como estabamos ao discurso que diariamente nos regalaba o oído con mensaxes amables pero cheos de mentiras.
Son tempos duros para exercer a política. Estamos expostos ao rexeitamento e á crispación social, pero hoxe máis que nunca é necesario dar a cara e explicar coa verdade por diante todas as medidas que se adoptan desde o goberno, por moi duro que resulte e a moita incomprensión que se perciba. Se somos capaces de manter a calma e traballar duro na mesma dirección, que ninguén teña dúbidas de que poderemos remontar este pesadelo.