miércoles, 27 de noviembre de 2024

Maldita burocracia

Me revuelve el cuerpo, como supongo que a muchas personas, escuchar a los miles de afectados por las terribles consecuencias de la devastación de los pueblos y barrios afectados por las riadas de hace unas semanas, y escucharles decir que todavía no les han llegado las ayudas monetarias prometidas por unos y por otros.

Me parece inadmisible que la burocracia no pueda olvidarse por un día de sus complejas tramitaciones y exigencias en situaciones puntuales como estas. Pedir documentos, facturas, fotos...  a personas que han perdido hasta el último de los papeles parece un insulto hacia ellos, una ofensa que se suma a su dolor e impotencia.

La burocracia viene suponiendo un freno al desarrollo de muchas actividades e iniciativas, causando impacto en nuestro día a día. Perdemos horas en realizar trámites administrativos simples, como renovar documentación, pagar tasas municipales e impuestos. Los autónomos y pequeños emprendedores se ven obligados a la contratación de servicios profesionales para cumplir con sus obligaciones legales para no recibir sanciones desproporcionadas. Todos, en mayor o menor medida, hemos tenido cierta sensación de impotencia al reflexionar sobre como las instituciones que deberían protegernos están cada vez más lejanas, más desconectadas de nosotros por las barreras burocráticas que ellas mismas crean.

A esas sensaciones se suman también los miedos y la desconfianza a compartir datos personales en las plataformas digitales a las que las administraciones nos obligan a acudir cada vez con mayor intensidad. Temor a la falta de seguridad y privacidad, a caer en las ciber estafas que son noticia diaria.

Hasta no hace mucho, lo frecuente era ir a resolver un trámite administrativo a unas dependencias donde podías sentarte y explicarle tu problema a una persona que con suerte y buena voluntad te ayudaba a entender los trámites que se necesitaban y la documentación que se requería. Hoy la digitalización, de obligada implantación en muchos de aquellos trámites, ha provocado enormes dificultades, bien por la falta de acceso a internet de calidad o por no disponer de capacidad económica para tener dispositivos tecnológicos punteros y actualizados, y todo ello sin entrar en la desigualdad generacional a la hora de realizar trámites en línea. Se ha evidenciado que gran parte de la población no esta capacitada para manejar estas plataformas digitales, y tampoco tendrían por qué estarlo.

Pero si en las ciudades la brecha digital presenta problemas, cuando nos trasladamos a nuestras zonas rurales, tan extendidas en nuestro territorio y provincia, el panorama que nos encontramos todavía es más grave. Las explotaciones agrarias están sometidas a un exceso de regulaciones y a normativas desproporcionadas y complejas que alejan a nuestros agricultores y ganaderos de sus tareas habituales y necesarias, los hacen menos competitivos, dedicando sus escasos recursos a gastarlos en papeleo. Incluso las ayudas y subsidios agrarios están bajo normas complejas y cada día más exigentes. En definitiva, el éxodo rural, el abandono de las pequeñas y medianas explotaciones familiares, tiene mucho que ver con toda esa burocracia mal diseñada y orientada.

Quizás por estas razones, Julián, el protagonista de este año en el anuncio de la Lotería de Navidad se sienta solo. Maldita burocracia. 

Maldita burocracia

Revólveme o corpo, como supoño que a moitas persoas, escoitar aos miles de afectados polas terribles consecuencias da devastación dos pobos e barrios afectados polas riadas de hai unhas semanas, e escoitarlles dicir que aínda non lles chegaron as axudas monetarias prometidas por uns e por outros.

Paréceme inadmisible que a burocracia non poida esquecerse por un día das súas complexas tramitacións e esixencias en situacións puntuais como estas. Pedir documentos, facturas, fotos...  a persoas que perderon ata o último dos papeis parece un insulto cara a eles, unha ofensa que se suma á súa dor e impotencia.

A burocracia vén supoñendo un freo ao desenvolvemento de moitas actividades e iniciativas, causando impacto no noso día a día. Perdemos horas en realizar trámites administrativos simples, como renovar documentación, pagar taxas municipais e impostos. Os autónomos e pequenos emprendedores ven obrigados á contratación de servizos profesionais para cumprir coas súas obrigacións legais para non recibir sancións desproporcionadas. Todos, en maior ou menor medida, tivemos certa sensación de impotencia ao reflexionar sobre como as institucións que deberían protexernos están cada vez máis afastadas, máis desconectadas de nós polas barreiras burocráticas que elas mesmas crean.

A esas sensacións súmanse tamén os medos e a desconfianza para compartir datos persoais nas plataformas dixitais ás que as administracións nos obrigan a acudir cada vez con maior intensidade. Temor á falta de seguridade e privacidade, a caer nas ciber estafas que son noticia diaria.

Ata non fai moito, o frecuente era ir resolver un trámite administrativo a unhas dependencias onde podías sentarche e explicarlle o teu problema a unha persoa que con sorte e boa vontade axudábache a entender os trámites que se necesitaban e a documentación que se requiría. Hoxe a dixitalización, de obrigada implantación en moitos daqueles trámites, provocou enormes dificultades, ben pola falta de acceso a internet de calidade ou por non dispoñer de capacidade económica para ter dispositivos tecnolóxicos punteiros e actualizados, e todo iso sen entrar na desigualdade xeracional á hora de realizar trámites en liña. Evidenciouse que gran parte da poboación non esta capacitada para manexar estas plataformas dixitais, e tampouco terían por que estalo.

Pero se nas cidades a fenda dixital presenta problemas, cando nos trasladamos ás nosas zonas rurais, tan estendidas no noso territorio e provincia, o panorama que nos atopamos aínda é máis grave. As explotacións agrarias están sometidas a un exceso de regulacións e a normativas desproporcionadas e complexas que afastan aos nosos agricultores e gandeiros das súas tarefas habituais e necesarias, fanos menos competitivos, dedicando os seus escasos recursos a gastalos en papelada. Incluso as axudas e subsidios agrarios están baixo normas complexas e cada día máis esixentes. En definitiva, o éxodo rural, o abandono das pequenas e medianas explotacións familiares, ten moito que ver con toda esa burocracia mal deseñada e orientada.

Quizais por estas razóns, Julián, o protagonista deste ano no anuncio da Lotería de Nadal senta só. Maldita burocracia.


miércoles, 13 de noviembre de 2024

Aprender la lección

Han transcurrido 15 días desde que nuestras retinas quedaron fuertemente impactadas por las imágenes que a través de los medios de comunicación llegaban desde las provincias de Albacete y Valencia. 

Me temo que, como ya ha ocurrido en otras grandes desgracias como con la destructora lava del volcán de la isla canaria de La Palma, las promesas de ayudas “por tierra, mar y aire” y “todo el tiempo que hagan falta” podrían correr la misma suerte que en aquella isla donde, tres años después, cientos de ciudadanos siguen viviendo en contenedores, sin recibir las ayudas prometidas o sin poder volver a rehacer sus vidas.

Pero además del impacto emocional por la pérdida para siempre de más de 220 personas y decenas de desaparecidos, a lo que hay que sumar la destrucción de hogares y negocios, vehículos y puestos de trabajo, todo ello aderezado por el desastroso comportamiento de algunos responsables políticos que no han sabido estar a la altura de los graves sucesos.

No es el momento de dirimir responsabilidades, es tiempo de concentrar todos los esfuerzos en localizar a los que están desaparecidos y devolver la normalidad a los barrios y pueblos arrasados. 

Salvando las distancias y diferencias en cuanto a la magnitud de la tragedia, no he podido evitar acordarme de lo que viví cuando en 1996 una rotura en una tubería de uno de los depósitos de agua situado en el barrio de A Piringalla de Lugo, provocó que unos 15.000 litros de agua corrieran pendiente abajo hasta llegar a un edificio con 87 viviendas inundando en pocos minutos el sótano dedicado a garajes en una hora en la que muchos comenzaban su actividad diaria. El edificio fue desalojado y hasta tuvieron que intervenir los buzos de la Guardia Civil para comprobar que no hubiese gente atrapada en los garajes.

Como alcalde permanecí allí desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la noche, tranquilizando a los vecinos desalojados, buscando lugares para que fuesen a comer y cenar, hoteles donde alojarlos hasta que los técnicos certificaran que no había daños estructurales.

Creo que aquel día comprobé la importancia de estar al lado de los que necesitan ver que hay personas ocupándose de sus problemas. No lo digo para darme importancia, ya estoy fuera de la política y jubilado. Lo recuerdo porque estoy seguro que a muchos vecinos afectados por la catástrofe reciente les hubiese gustado ver, sentir y escuchar de cerca a quienes tienen herramientas y medios para consolar y dar solución a sus desgracias.

Tiempo habrá de juzgar los diferentes comportamientos de unos y otros, de aquellos que se lavaron las manos con absoluto tacticismo político viendo la oportunidad de que un presidente autonómico de diferente color político se cociera en su salsa sin desplegar desde el Estado toda la ayuda necesaria, y de aquellos que han demostrado con su falta de explicaciones y de su incapacidad de gestión no estar a la altura de lo que de ellos podía esperarse.

No es aceptable escuchar a un presidente de gobierno decir “si quieren ayuda, que la pidan”, y verlo huir de situaciones incomodas ante vecinos llenos de rabia, ni tampoco a un presidente autonómico alejado del centro de coordinación en los momentos iniciales y decisivos. Sólo espero que aprendieran la lección y que sean los ciudadanos, cuando llegue el momento, los que se la recuerden.

Aprender a lección

Transcorreron 15 días desde que as nosas retinas quedaron fortemente impactadas polas imaxes que a través dos medios de comunicación chegaban desde as provincias de Albacete e Valencia. 

Témome que, como xa ocorreu noutras grandes desgrazas como coa destrutora lava do volcán da illa canaria da Palma, as promesas de axudas “por terra, mar e aire” e “todo o tempo que fagan falta” poderían correr a mesma sorte que naquela illa onde, tres anos despois, centos de cidadáns seguen vivindo en contedores, sen recibir as axudas prometidas ou sen poder volver refacer as súas vidas.

Pero ademais do impacto emocional pola perda para sempre de máis de 220 persoas e decenas de desaparecidos, ao que hai que sumar a destrución de fogares e negocios, vehículos e postos de traballo, todo iso aderezado polo desastroso comportamento dalgúns responsables políticos que non souberon estar á altura dos graves sucesos.

Non é o momento de dirimir responsabilidades, é tempo de concentrar todos os esforzos en localizar aos que están desaparecidos e devolver a normalidade aos barrios e pobos arrasados. 

Salvando as distancias e diferenzas en canto á magnitude da traxedia, non puiden evitar acordarme do que vivín cando en 1996 unha rotura nunha tubaxe dun dos depósitos de auga situada no barrio da Piringalla de Lugo, provocou que uns 15.000 litros de auga corresen pendente abaixo ata chegar a un edificio con 87 vivendas asolagando en poucos minutos o soto dedicado a garaxes nunha hora na que moitos comezaban a súa actividade diaria. O edificio foi desaloxado e ata tiveron que intervir os mergulladores da Garda Civil para comprobar que non houbese xente atrapada nos garaxes.

Como alcalde permanecín alí desde primeira hora da mañá ata ben entrada a noite, tranquilizando aos veciños desaloxados, buscando lugares para que fosen comer e cear, hoteis onde aloxalos ata que os técnicos certificasen que non había danos estruturais.

Creo que aquel día comprobei a importancia de estar á beira dos que necesitan ver que hai persoas ocupándose dos seus problemas. Non o digo para darme importancia, xa estou fóra da política e xubilado. Lémbroo porque estou seguro que a moitos veciños afectados pola catástrofe recente gustoulles ver, sentir e escoitar de preto a quen ten ferramentas e medios para consolar e dar solución ás súas desgrazas.

Tempo haberá de xulgar os diferentes comportamentos duns e outros, daqueles que se lavaron as mans con absoluto tacticismo político vendo a oportunidade de que un presidente autonómico de diferente cor política cocésese na súa salsa sen despregar desde o Estado toda a axuda necesaria, e daqueles que demostraron coa súa falta de explicacións e da súa incapacidade de xestión non estar á altura do que deles podía esperarse.

Non é aceptable escoitar a un presidente de goberno dicir “se queren axuda, que a pidan”, e velo fuxir de situacións incomodas #ante veciños cheos de rabia, nin tampouco a un presidente autonómico afastado do centro de coordinación nos momentos iniciais e decisivos. Só espero que aprendesen a lección e que sexan os cidadáns, cando chegue o momento, os que lla lembren.