miércoles, 25 de diciembre de 2013

Tregua navideña

Hoy no es día para hablar de la crisis, ni de la falta de trabajo, ni de los numerosos casos de corrupción que cada día nos sorprenden, ni tan siquiera de los problemas con la tarifa eléctrica. Tampoco del sorteo de la Lotería que ya pasó sin dejar rastro para muchos. De nada de esto toca hablar hoy.

Hoy es Navidad y para los que todavía conservamos el espíritu navideño nos parece importante dejar aparcados en estas fechas determinados temas y practicar lo que toca.

Supongo que no resulta fácil, ni para los que tienen que asesorar a su majestad el Rey de España a la hora de redactar el discurso de esta Navidad, que cuando estas letras vean la luz ya habrá pronunciado. Partir de un folio en blanco en estos momentos y tratar de llenarlo de buenas vibraciones no es tarea sencilla comparada con la que con frecuencia tendemos a realizar rodeados de noticias, tertulias y discursos tendentes al derrotismo y la crítica muchas veces exagerada.

Hoy toca otra cosa, y deberíamos empeñarnos en buscar esas oportunidades que la vida nos pone delante para enriquecernos con las experiencias de los demás y contagiarnos de las sonrisas y emociones que nos rodean. 

Intentar mirar menos las pantallas de nuestros móviles a todas horas y mirarnos más a la cara unos a otros. Utilizar menos las conversaciones por Whatsapp y más las persona a persona. Convertir las nuevas tecnologías en herramientas que nos faciliten el trabajo pero sin sustituir nuestras capacidades y sensibilidades. Volver a relacionarnos y abrazarnos sin necesidad de acudir a los emoticonos.

A consumir menos y a regalar lo que más se debe valorar. Hacer compañía a quien esta solo o más lo necesite, llevar alimentos a quienes tienen serias dificultades para conseguir un plato decente en su mesa, hablar con nuestros seres queridos que aprovechando sus vacaciones pasan en casa unos días que pasan como si de minutos se tratara. 

No podemos contentarnos con el envío de una tarjeta navideña que contiene impresas las palabras de Feliz Navidad y para el Nuevo Año. Tampoco con el envío de mails con mensajes similares, que muchas veces ni tan siquiera envían los remitentes sino sus secretarias atendiendo instrucciones. Y mucho menos los SMS con videos y chistes que todos acabamos por leer y reenviar generando cadenas interminables.

Es tiempo de Navidad en mayúsculas, de darnos todos una tregua navideña y de encerrar en un arcón con llave todos los sentimientos de rencor, envidias y maldades varias que tanto abundan en nuestra sociedad, y todavía más en la política despreciable que cada día parece tener más simpatizantes.

Hoy apuesto por el dialogo sincero, por buscar el abrazo, por ser capaz de dar lo que como persona pueda ser útil a quien lo necesite, por rodearme de buena gente y aprender de ella. Por desearos una Feliz Navidad y que en 2014 como mínimo seamos mejores personas.

Tregua de Nadal

Hoxe non é día para falar da crise, nin da falta de traballo, nin dos numerosos casos de corrupción que cada día sorpréndennos, nin tan sequera dos problemas coa tarifa eléctrica. Tampouco do sorteo da Lotería que xa pasou sen deixar rastro para moitos. De nada disto toca falar hoxe.

Hoxe é Nadal e para os que aínda conservamos o espírito de Nadal parécenos importante deixar aparcados nestas datas determinados temas e practicar o que toca.

Supoño que non resulta fácil, nin para os que teñen que asesorar ao seu maxestade El Rey de España á hora de redactar o discurso deste Nadal, que cando estas letras vexan a luz xa pronunciaría. Partir dun folio en branco nestes momentos e tratar de enchelo de boas vibracións non é tarefa sinxela comparada coa que con frecuencia tendemos a realizar rodeados de noticias, faladoiros e discursos tendentes ao derrotismo e a crítica moitas veces esaxerada.

Hoxe toca outra cousa, e deberiamos empeñarnos en buscar esas oportunidades que a vida ponnos diante para enriquecernos coas experiencias dos demais e contaxiarnos dos sorrisos e emocións que nos rodean. 

Intentar mirar menos as pantallas dos nosos móbiles acotío e mirarnos máis á cara uns a outros. Utilizar menos as conversacións por Whatsapp e máis as persoa a persoa. Converter as novas tecnoloxías en ferramentas que nos faciliten o traballo pero sen substituír as nosas capacidades e sensibilidades. Volver relacionarnos e abrazarnos sen necesidade de acudir aos emoticonos.

A consumir menos e a regalar o que máis se debe valorar. Facer compañía a quen esta só ou máis o necesite, levar alimentos a quen teñen serias dificultades para conseguir un prato decente na súa mesa, falar cos nosos seres queridos que aproveitando as súas vacacións pasan en casa uns días que pasan coma se de minutos tratásese. 

Non podemos contentarnos co envío dunha tarxeta de Nadal que contén impresas as palabras de Feliz Nadal e para o Novo Ano. Tampouco co envío de mails con mensaxes similares, que moitas veces nin tan sequera envían os remitentes senón as súas secretarias atendendo instrucións. E moito menos os SMS con vídeos e chistes que todos acabamos por ler e reenviar xerando cadeas interminables.

É tempo de Nadal en maiúsculas, de darnos todos unha tregua de Nadal e de encerrar nun baúl con chave todos os sentimentos de rancor, envexas e maldades varias que tanto abundan na nosa sociedade, e aínda máis na política noxenta que cada día parece ter máis simpatizantes.

Hoxe aposto polo dialogo sincero, por buscar o abrazo, por ser capaz de dar o que como acode poida ser útil a quen o necesite, por rodearme de boa xente e aprender dela. Por desexarvos un Feliz Nadal e que en 2014 como mínimo sexamos mellores persoas.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

"En tiempos de tribulación, no hacer mudanza"

Si de algo se ha hablado mucho en estos últimos días, quizás en exceso, ha sido del 35 cumpleaños de nuestra Constitución. También de la conveniencia, o no, de modificarla.

He escuchado muchos razonamientos, y creo que somos mayoría los que pensamos que en este momento no existen los apoyos que permitan hablar de un consenso como el del 78, ni se tienen claros qué aspectos son los que requieren someter la Constitución a modificaciones.

Vivimos tiempos donde el clima político se parece a todo menos a un lugar de entendimiento con voluntad de alcanzar consensos. Más bien lo contrario, son muchos los empeñados en abrir nuevas brechas en nuestra sociedad y en alimentar diariamente debates suicidas cargados de tintes soberanistas e independentistas.

Me ha gustado mucho un artículo de Ignacio Camacho publicado este pasado domingo en ABC en el que bajo el titulo de “Cuestión de sastrería”, compara el estado de la Constitución con el de un traje gastado pero no inservible, diciendo que si alguien quiere uno nuevo no puede ser a su exclusiva medida, debe servir para los mismos que utilizaron el anterior o si no, nos apañamos con el antiguo. Y cita textualmente “El problema es que los sastres de ahora son menos competentes que los de la Transición y que la tela es de peor calidad porque en el mercado faltan texturas generosas y responsables”. Magnífica comparación que todo el mundo entiende. No podemos deshacer una prenda sin tener claro en qué convertirla, sin contar con los hilos y los sastres adecuados, sin medir los tiempos, y exponernos a que llegue el día de estrenarla y no tengamos ni cosido el forro.

Hoy el gobierno y los que quieran ayudar, que son pocos, deben centrar todo su esfuerzo y dedicación en conseguir lo antes posible que volvamos a recuperar nuestra economía y a ver fluir el crédito, especialmente a todos aquellos que necesitan sostener su negocio o poner en marcha con mucha valentía sus iniciativas emprendedoras.

Son tiempos en los que las prioridades tienen que estar muy claras, porque los problemas son muchos y los recursos limitados. ¿Quién en su sano juicio decide salir a navegar en medio de una borrasca? ¿Quién ve razonable buscar este tipo de consensos imprescindibles sin antes haber zanjado sin heridas los planteamientos independentistas que, con origen en Cataluña, pueden reproducirse en otras latitudes?

Fue el fundador de la orden Jesuita, San Ignacio de Loyola, quien reflexionaba sobre la inconveniencia de tomar decisiones importantes en situaciones de tribulación, sin la necesaria serenidad e inmersos en innumerables conflictos. Su recomendación se resume en esperar a que pase la tormenta para entonces tomar decisiones que implican cambios importantes.

“En tiempos de tribulación, no hacer mudanza”, decía y es una buena recomendación en tema tan sensible. Propongo seguirla, y ya vendrán tiempos más propicios para cambiar nuestra Constitución, todavía valida y útil para garantizar nuestra convivencia.

En tempos de tribulación non facer mudanza

Si de algo se falou moito nestes últimos días, quizais en exceso, foi do 35 aniversario da nosa Constitución. Tamén da conveniencia, ou non, de modificala.

Escoitei moitos razoamentos, e creo que somos maioría os que pensamos que neste momento non existen os apoios que permitan falar dun consenso como o do 78, nin se teñen claros que aspectos son os que requiren someter a Constitución a modificacións.

Vivimos tempos onde o clima político parécese a todo menos a un lugar de entendemento con vontade de alcanzar consensos. Máis ben o contrario, son moitos os empeñados en abrir novas brechas na nosa sociedade e en alimentar diariamente debates suicidas cargados de tintes soberanistas e independentistas.

Gustoume moito un artigo de Ignacio Camacho publicado este pasado domingo en ABC no que baixo o titulo de “Cuestión de sastrería”, compara o estado da Constitución co dun traxe gastado pero non inservible, dicindo que si alguén quere un novo non pode ser á súa exclusiva medida, debe servir para os mesmos que utilizaron o anterior ou si non, nos apañamos co antigo. E cita textualmente “O problema é que os xastres de agora son menos competentes que os da Transición e que a tea é de peor calidade porque no mercado faltan texturas xenerosas e responsables”. Magnífica comparación que todo o mundo entende. Non podemos desfacer unha peza sen ter claro en que convertela, sen contar cos fíos e os xastres adecuados, sen medir os tempos, e expoñernos a que chegue o día de estreala e non teñamos nin cosido o forro.

Hoxe o goberno e os que queiran axudar, que son poucos, deben centrar todo o seu esforzo e dedicación en conseguir canto antes que volvamos recuperar a nosa economía e a ver fluír o crédito, especialmente a todos aqueles que necesitan soster o seu negocio ou poñer en marcha con moita valentía as súas iniciativas emprendedoras.

Son tempos nos que as prioridades teñen que estar moi claras, porque os problemas son moitos e os recursos limitados. Quen no seu san xuízo decide saír a navegar no medio dunha borrasca? Quen ve razoable buscar este tipo de consensos imprescindibles sen antes resolver sen feridas as formulacións independentistas que, con orixe en Cataluña, poden reproducirse noutras latitudes?

Foi o fundador da orde Xesuíta, San Ignacio de Loiola, quen reflexionaba sobre a inconveniencia de tomar decisións importantes en situacións de tribulación, sen a necesaria serenidade e inmersos en innumerables conflitos. O seu recomendación resúmese en esperar a que pase a tormenta para entón tomar decisións que implican cambios importantes.

"En tempos de tribulación, non facer mudanza", dicía e é unha boa recomendación en tema tan sensible. Propoño seguila, e xa virán tempos máis propicios para cambiar a nosa Constitución, aínda valida e útil para garantir a nosa convivencia.