Llevamos 10 meses sometidos a una extraña vivencia en la que las cuestiones de salud, economía, y política van haciendo mella en nosotros y el cansancio emocional cobra un protagonismo muy especial en nuestras vidas. De todo ello algo deberíamos haber aprendido, pero algunos hechos me hacen dudar de esa lógica evolución.
En las cuestiones sanitarias la experiencia vivida ha demostrado que desde el primer momento los que tenían las máximas responsabilidades no supieron organizar la batalla contra un virus que ha ocasionado una gran pandemia. Primero nos dijeron que no afectaría a más de un par de casos en España, después que las mascarillas no eran necesarias para al poco tiempo ser obligatorias y su uso inadecuado motivo de fuertes sanciones. De su coste, lastrado por un IVA que primero se dijo que no se podía bajar y luego se redujo ya ni hablamos. Confinamientos ahora sí, ahora no, cierres de actividades en unos sitios, sí en otros no, horarios para encerrarse en casa diferentes en función de cada lugar, cifras gubernamentales de fallecidos que distan muchos miles de acercarse a las que facilitan las estadísticas de otros organismos también oficiales, comités de expertos que terminamos por descubrir eran inexistentes, reduciéndose a uno ya famoso por sus continuas apariciones en la pantalla y por sus erráticas predicciones. No creo necesario continuar. De todo ello deberíamos haber tomado nota y aprendido algo, como mínimo saber si volveríamos a confiar en quienes nos engañaron.
En lo económico también podría agotar el espacio de mi folio sin gran esfuerzo. Primero aquello de “no vamos a dejar a nadie atrás” que enseguida la triste y tozuda realidad acabo por convertir en un eslogan publicitario de escaso éxito. Los ERTES, denostados cuando Mariano Rajoy aprobó esa normativa por los mismos que hoy los promocionan, y los ingresos mínimos vitales colapsaron el sistema y a día de hoy son miles los afectados que no han recibido nada. Por añadir algo más, el imparable número de cierres empresariales y consecuente incremento del número de parados sumado al déficit de record de nuestra economía hace presagiar un panorama muy preocupante. De estas experiencias también deberíamos haber aprendido. Al menos a identificar a los irresponsables y mentirosos.
En la política, que también guarda relación con las cuestiones anteriores, el panorama de este último año nos deja grandes sinsabores por el empeño, quizás empecinamiento, de gobernar a golpe de Decretos huyendo de la búsqueda de los acuerdos más racionales y dando la espalda a los años donde personajes de ideologías opuestas fueron capaces de consensuar las líneas maestras de nuestra convivencia desde hace décadas.
Los acontecimientos a los que nos enfrentamos desde que nacemos creo que a todos nos hacen reflexionar para en función de las experiencias vividas tratar de corregir errores o tomar nuevas decisiones. Así las emociones juegan un papel muy importante en nuestras vidas.
A la vista de lo que estamos viviendo querría pensar que muchos habrán diferenciado ya entre la verdad y la mentira, entre el error y el engaño, entre la esperanza y la decepción. Aprendido de las lecciones de la vida. Pero no estoy seguro.
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