miércoles, 25 de junio de 2025

Estudiar y no actuar: el tren que no acaba de llegar

Hacer un estudio sin duda que es mucho más cómodo que tomar decisiones o actuaciones y en el tema del tren en Lugo, de nuestras comunicaciones ferroviarias, queda claramente demostrado.

Cuando hace unos días conocíamos la noticia de la reunión a mantener entre nuestro alcalde y las autoridades de RENFE, pensé que algún acuerdo, alguna buena noticia, se nos daría a conocer a los lucenses, de cara a recuperar los servicios perdidos y siendo más optimista, a contar con nuevas frecuencias que nos permitiesen considerar al tren como una buena opción en nuestros viajes.

La realidad tardó poco en defraudar, porque el resultado de esa reunión se saldó con el clásico compromiso de «estudiar las propuestas planteadas por el regidor». ¿Estudiarlas? ¿Por enésima vez?

Digo esto porque no creo que a estas alturas de la película queden propuestas nuevas por estudiar, porque llevamos años donde expertos, asociaciones o responsables políticos las han planteado.

La realidad es incuestionable: las necesarias obras en la mejora de seguridad en la línea entre Lugo-Monforte y Orense se hacen interminables con las molestias para los viajeros; las frecuencias de los trenes en lugar de ir a más se reducen; los horarios empeoran; las perspectivas de viajar sin tener que realizar cambio de tren el Ourense se desvanecen, etc.

Por poner algún ejemplo concreto, recordaré que ya en febrero de 2022 (hace más de 3 años) se presentaba en el Congreso de los Diputados una propuesta sobre este asunto, una más. En aquella proposición no de Ley se proponía la implantación de nuevos servicios matinales que permitiesen el desplazamiento desde Lugo a Madrid y viceversa en el mismo día; se pedía la introducción de un nuevo servicio con trenes tipo S-730 o similares que permitiesen la conexión con Madrid sin transbordo en Ourense; y entre otras cuestiones se planteaba una tabla con los horarios de todas las frecuencias necesarias para mejorar las existentes en aquel año, que todo hay que decirlo eran más que las actuales.

Donde puede que esté justificado «estudiar» y no actuar ya es en otra de las propuestas que por entonces hicimos siendo rechazadas, y que ahora parece haberse tomado en consideración: el estudio informativo que analice la viabilidad y los costes de conectar por tren Lugo con Santiago de Compostela.  

Lo que me preocupa es que aquí ya nadie se sorprenda de que todo siga igual, que nada cambie. Lo sorprendente es que, después de tantos años, se llame «nueva propuesta» a lo que lleva décadas esperando en el andén de la estación. Tras años de estudios, propuestas y diagnósticos, volvemos a la fase inicial: estudiar lo que ya está estudiado.

El problema no reside en que no se sepa lo que hay que hacer, sino que nadie demuestre voluntad política para comprometerse a hacerlo, y aquí es donde un alcalde, una corporación, una ciudad no pueden conformarse con la respuesta recibida.

Cuando después de una cita alguien te dice «ya te llamaré» intuimos que se está utilizando una forma amable de decirnos olvídate de mí.

Mientras Lugo sigue esperando, nuestros gobernantes siguen estudiando lo ya estudiado en vez de actuar para que tengamos un tren digno que no acaba de llegar.

Estudar e non actuar: o tren que non acaba de chegar

Facer un estudo sen dúbida que é moito máis cómodo que tomar decisións ou actuacións e no tema do tren en Lugo, das nosas comunicacións ferroviarias, queda claramente demostrado.

Cando hai uns días coñeciamos a noticia da reunión para manter entre o noso alcalde e as autoridades de RENFE, pensei que algún acordo, algunha boa noticia, daríasenos a coñecer aos lucenses, para recuperar os servizos perdidos e sendo máis optimista, a contar con novas frecuencias que nos permitisen considerar ao tren como unha boa opción nas nosas viaxes.

A realidade tardou pouco en defraudar, porque o resultado desa reunión saldouse co clásico compromiso de «estudar as propostas expostas polo rexedor». Estudalas? Por enésima vez?

Digo isto porque non creo que a estas alturas da película queden propostas novas por estudar, porque levamos anos onde expertos, asociacións ou responsables políticos expuxéronas.

A realidade é incuestionable: as necesarias obras na mellora de seguridade na liña entre Lugo-Monforte e Ourense fanse interminables coas molestias para os viaxeiros; as frecuencias dos trens en lugar de ir a máis se reducen; os horarios empeoran; as perspectivas de viaxar sen ter que realizar cambio de tren o Ourense desvanécense, etc. Por poñer

algún exemplo concreto, lembrarei que xa en febreiro de 2022 (hai máis de 3 anos) presentábase no Congreso dos Deputados unha proposta sobre este asunto, unha máis. Naquela proposición non de Lei propoñíase a implantación de novos servizos matinais que permitisen o desprazamento desde Lugo a Madrid e viceversa no mesmo día; pedíase a introdución dun novo servizo con trens tipo S-730 ou similares que permitisen a conexión con Madrid sen transbordo en Ourense; e entre outras cuestións expúñase unha táboa cos horarios de todas as frecuencias necesarias para mellorar as existentes naquel ano, que todo hai que dicilo eran máis que as actuais.

Onde poida que estea xustificado «estudar» e non actuar xa é noutra das propostas que por entón fixemos sendo rexeitadas, e que agora parece tomarse en consideración: o estudo informativo que analice a viabilidade e os custos de conectar por tren Lugo con Santiago de Compostela.  

O que me preocupa é que aquí xa ninguén se sorprenda de que todo siga igual, que nada cambie. O sorprendente é que, despois de tantos anos, chámese «nova proposta» ao que leva décadas esperando na plataforma da estación. Tras anos de estudos, propostas e diagnósticos, volvemos á fase inicial: estudar o que xa está estudado.

O problema non reside en que non se saiba o que hai que facer, senón que ninguén demostre vontade política para comprometerse a facelo, e aquí é onde un alcalde, unha corporación, unha cidade non poden conformarse coa resposta recibida.

Cando despois dunha cita alguén che di «xa che chamarei» intuímos que se está utilizando unha forma amable de dicirnos esquéceche de min.

Mentres Lugo segue esperando, os nosos gobernantes seguen estudando o xa estudado no canto de actuar para que teñamos un tren digno que non acaba de chegar.

miércoles, 11 de junio de 2025

Mea culpa

Vivimos en una sociedad en la que cada día cuesta más reconocer las equivocaciones o los errores que cometemos. Quizás una de las múltiples razones resida en que en la educación recibida no nos han enseñado a hacerlo, primando el castigo sobre el análisis del fallo, y donde también se confunden el tropiezo o el error con el fracaso.

Si algo así ocurre en la sociedad en general, donde este fenómeno se presenta más aumentado y con consecuencias más graves en el mundo de la política. Pedir perdón seguramente para muchos se manifiesta como un signo de debilidad, y ya sabemos sus consecuencias.

En los últimos tiempos en España hemos sido testigos como ciudadanos de diferentes acontecimientos que no han tenido ni una explicación convincente ni una petición de disculpas por las personas responsables de lo acontecido. No es necesario hacer grandes esfuerzos de memoria para recordar los más recientes: un apagón de muchas horas en todo el territorio peninsular como nadie recordaba; trenes parados durante horas, muchas horas, con sus pasajeros sin recibir explicaciones; decenas de casos de presunta corrupción política que parecen no terminar; conductas reprobables especialmente por la utilización reiterada de la mentira como principal argumento y sin retractarse aunque se demuestre la falsedad como ocurrió estos días con el sainete de la “bomba lapa”… son sólo algunos ejemplos de acontecimientos por los que no se ha escuchado entonar el «mea culpa» a ningún responsable político, y mucho menos pedirnos perdón por ellos. Una cadena de fallos que, en lugar de haber recibido respuestas claras, han quedado en excusas o desvíos de atención y responsabilidad hacia los adversarios.

En ninguno de estos casos hemos escuchado un auténtico «mea culpa». El diccionario otorga a esta expresión latina un significado muy claro: «por mi culpa», una fórmula para reconocer una culpa o error, una expresión que también se utiliza para admitir que se ha cometido un error que debería haberse evitado.

Pedir disculpas o perdón a los ciudadanos es algo más que un gesto simbólico, es un primer paso para corregir esos errores. Los ciudadanos no deberíamos esperar la perfección en nuestros gobernantes, pero sí la sinceridad. Creo que quienes hoy dirigen nuestro país dedican más tiempo y recursos a buscar culpables externos que a darnos soluciones, y con ello lo que están consiguiendo es perder credibilidad y, lo que es más peligroso, legitimidad moral y confianza.

Pero si parece no estar penalizada la falta de disculpas y el asumir responsabilidades por los casos de corrupción económica, me preocupa que la mentira no provoque un nivel de indignación similar. Me pregunto si la mentira no se estará justificando y admitiendo como una parte de la actividad política en general. La mentira no puede convertirse en una herramienta legítima de quien ejerce el poder, y la sociedad no puede admitir que mentir se convierta en rutina, que se normalice.

Se equivocan aquellos políticos que se resisten a reconocer errores y pedir perdón por ello, pensando que si lo hacen los verán más débiles o vulnerables. Quienes sí lo hagan posiblemente sean vistos como personas más honestas y humildes, más humanas, como personas que en lugar de protegerse a sí mismas se perciban como servidores de los demás.


Mea culpa

Vivimos nunha sociedade na que cada día custa máis recoñecer as equivocacións ou os erros que cometemos. Quizais una das múltiples razóns resida en que na educación recibida non nos ensinaron a facelo, primando o castigo sobre a análise do fallo, e onde tamén se confunden o tropezo ou o erro co fracaso.

Se algo así ocorre na sociedade en xeral, onde este fenómeno preséntase máis aumentado e con consecuencias máis graves no mundo da política. Pedir perdón seguramente para moitos se manifesta como un signo de debilidade, e xa sabemos as súas consecuencias.

Nos últimos tempos en España fomos testemuñas como cidadáns de diferentes acontecementos que non tiveron nin unha explicación convincente nin unha petición de desculpas polas persoas responsables do acontecido. Non é necesario facer grandes esforzos de memoria para lembrar os máis recentes: un apagamento de moitas horas en todo o territorio peninsular como ninguén lembraba; trens parados durante horas, moitas horas, cos seus pasaxeiros sen recibir explicacións; decenas de casos de presunta corrupción política que parecen non terminar; condutas reprobables especialmente pola utilización reiterada da mentira como principal argumento e sen retractarse aínda que se demostre a falsidade como ocorreu estes días co sainete da “bomba lapa”… son só algúns exemplos de acontecementos polos que non se escoitou entoar o «mea culpa» a ningún responsable político, e moito menos pedirnos perdón por eles. Unha cadea de fallos que, en lugar de recibir respostas claras, quedaron en escusas ou desvíos de atención e responsabilidade cara aos adversarios.

En ningún destes casos escoitamos un auténtico «mea culpa». O dicionario outorga a esta expresión latina un significado moi claro: «pola miña culpa», unha fórmula para recoñecer unha culpa ou erro, unha expresión que tamén se utiliza para admitir que se cometeu un erro que debería evitarse.

Pedir desculpas ou perdón aos cidadáns é algo máis que un xesto simbólico, é un primeiro paso para corrixir eses erros. Os cidadáns non deberiamos esperar a perfección nos nosos gobernantes, pero si a sinceridade. Creo que quen hoxe dirixen o noso país dedican máis tempo e recursos a buscar culpables externos que a darnos solucións, e con iso o que están a conseguir é perder credibilidade e, o que é máis perigoso, lexitimidade moral e confianza.

Pero se parece non estar penalizada a falta de desculpas e o asumir responsabilidades polos casos de corrupción económica, preocúpame que a mentira non provoque un nivel de indignación similar. Pregúntome se a mentira non se estará xustificando e admitindo como unha parte da actividade política en xeral. A mentira non pode converterse nunha ferramenta lexítima de quen exerce o poder, e a sociedade non pode admitir que mentir convértase en rutina, que se normalice.

Equivócanse aqueles políticos que se resisten a recoñecer erros e pedir perdón por iso, pensando que se o fan veranos máis débiles ou vulnerables. Quen si o fagan posiblemente sexan vistos como persoas máis honestas e humildes, máis humanas, como persoas que en lugar de protexerse a si mesmas percíbanse como servidores dos demais.