miércoles, 7 de abril de 2010

Una reflexión urgente

Es algo habitual que a pesar de escuchar a diario noticias sobre accidentes de circulación, atracos u otros sucesos violentos que causan preocupación, pensemos que esas cosas sólo le ocurren a los demás y difícilmente a uno mismo o a su entorno mas próximo.
No creo que exagere las cosas si digo que la sociedad en general tiene la percepción de que los que cometen robos, violaciones, agresiones..., y que no terminan en desgracias mayores, cuando son detenidos, y siempre siguiendo procedimientos legales, acaban puestos en libertad pendientes del correspondiente juicio.
Hace pocos días se aprobaba en el Congreso un proyecto de reforma del Código Penal. Allí escuché, y posteriormente leí en el Diario de Sesiones, afirmaciones como que, durante mucho tiempo, el derecho penal se centró en el delincuente y no prestó la debida atención a las víctimas del delito. Se dijo también que hay una creciente preocupación social por determinados delitos, que aumenta la sensación de inseguridad ciudadana, o que el Código Penal lleva veinticinco modificaciones en quince años.
Por esas mismas fechas el ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, presentaba en positivo un informe sobre delincuencia. No es esa la percepción en la calle, y léanse sino los datos oficiales de la Memoria de la Fiscalía: en 2005 han crecido los delitos contra la integridad física el 5,4 %; en 2007, el 11,9; en 2008, el 3,8. Delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico: en 2005 han crecido el 2,5; en 2007, el 9,9; en 2008, el 6,65. Asuntos ingresados en los juzgados de lo Penal: en 2005 han crecido el 3 por ciento; el 4,10 en 2006; el 3,42 en 2007, y el 4,8 en 2008. Por tanto, no es verdad, no está decreciendo la criminalidad. ¿Qué está ocurriendo?, ¿qué explica esta paradoja?. Pues, está claro, que tenemos un Código Penal que no funciona desde hace quince años, y por eso ha necesitado veinticinco reformas.
Diputados conocedores de la materia afirmaban que en la legislación procesal española se atiende más al preso que a la víctima, y esto suena muy fuerte. No es posible que las leyes, muchas veces den la impresión de que amparan más a los delincuentes que en proteger a nuestros hijos y a la sociedad en general. Y he dicho “den la impresión”.
En este corto espacio es imposible abordar la amplia problemática, pero algo está fallando y por ello es necesaria la reforma. Otros países lo abordaron hace mucho tiempo, así en Austria y en Alemania hay dos penas: la prisión y la multa, mientras que en España hay treinta y una penas distintas en el catálogo de penas del Código Penal. Quizás de ahí la complejidad y su ineficacia.
Por ello, desde el Partido Popular se ha pedido que se endurezcan las penas en los delitos más graves, que los delincuentes cumplan íntegramente su condena y que, con carácter general, se revise el sistema de beneficios penitenciarios. Lo que queremos es un sistema en donde la retribución signifique, ni más ni menos, aquello que recogía Cela en Pascual Duarte: “que el que la haga la pague”.
Lo que yo pido es que cuando me toque de cerca, tenga la seguridad de que el delincuente pague por lo que haga. Es posible que, de este modo, se lo piense antes de volver a intentarlo. Así no le tocará al siguiente.

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Unha reflexión urxente

É algo habitual que a pesar de escoitar a diario noticias sobre accidentes de circulación, atracos ou outros sucesos violentos que causan preocupación, pensemos que esas cousas só lle ocorren aos demais e dificilmente a un mesmo ou á súa contorna mais próximo.
Non creo que esaxere as cousas se digo que a sociedade en xeral ten a percepción de que os que cometen roubos, violacións, agresións..., e que non terminan en desgrazas maiores, cando son detidos, e sempre seguindo procedementos legais, acaban postos en liberdade pendentes do correspondente xuízo.
Hai poucos días aprobábase no Congreso un proxecto de reforma do Código Penal. Alí escoitei, e posteriormente lin no Diario de Sesións, afirmacións como que, durante moito tempo, o dereito penal centrouse no delincuente e non prestou a debida atención ás vítimas do delito. Díxose tamén que hai unha crecente preocupación social por determinados delitos, que aumenta a sensación de inseguridade cidadá, ou que o Código Penal leva vinte e cinco modificacións en quince anos.
Por esas mesmas datas o ministro do Interior, Pérez Rubalcaba, presentaba en positivo un informe sobre delincuencia. Non é esa a percepción na rúa, e léanse senón os datos oficiais da Memoria da Fiscalía: en 2005 creceron os delitos contra a integridade física o 5,4 %; en 2007, o 11,9; en 2008, o 3,8. Delitos contra o patrimonio e a orde socioeconómica: en 2005 creceron o 2,5; en 2007, o 9,9; en 2008, o 6,65. Asuntos ingresados nos xulgados do Penal: en 2005 creceron o 3 por cento; o 4,10 en 2006; o 3,42 en 2007, e o 4,8 en 2008. Xa que logo, non é verdade, non está decrecendo a criminalidade. Que está ocorrendo?, que explica este paradoxo?. Pois, está claro, que temos un Código Penal que non funciona desde fai quince anos, e por iso necesitou vinte e cinco reformas.
Deputados coñecedores da materia afirmaban que na lexislación procesual española aténdese máis ao preso que á vítima, e isto soa moi forte. Non é posible que as leis, moitas veces dean a impresión de que amparan máis aos delincuentes que en protexer aos nosos fillos e á sociedade en xeral. E dixen "dean a impresión".
Neste curto espazo é imposible abordar a ampla problemática, pero algo está fallando e por iso é necesaria a reforma. Outros países abordárono fai moito tempo, así en Austria e en Alemaña hai dúas penas: a prisión e a multa, mentres que en España hai trinta e unha penas distintas no catálogo de penas do Código Penal. Quizais de aí a complexidade e a súa ineficacia.
Por iso, desde o Partido Popular pediuse que se endurezan as penas nos delitos máis graves, que os delincuentes cumpran integramente a súa condena e que, con carácter xeral, revísese o sistema de beneficios penais. O que queremos é un sistema onde a retribución signifique, nin máis nin menos, aquilo que recollía Cela en Pascual Duarte: "que o que a faga que a pague".
O que eu pido é que cando me toque de cerca, teña a seguridade de que o delincuente pague polo que faga. É posible que, deste xeito, pénsello antes de volver intentalo. Así non lle tocará ao seguinte.

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