No he podido evitar la curiosidad de leer este fin de semana un artículo cuyo titular ya era tentador: “España buena para vivir mala para trabajar”.
En su contenido figuraban opiniones de expertos en materia de horarios y conciliación de la vida personal y laboral, también datos que aportan una visión global. Entre ellos me quedé con los siguientes: Los españoles trabajamos más horas pero somos menos productivos que en muchos de los países con los que nos relacionamos. Ganamos menos, dormimos menos, ganamos en estrés, y para rematar, nuestra población está más envejecida, con una tasa de natalidad más baja y unos índices de abandono escolar mayores que las de nuestros vecinos alemanes o franceses.
Si de horas trabajadas hablamos, la media en España está muy por encima de Alemania o Francia, pero nuestra productividad es menor. Ellos parecen trabajar con más eficacia y por tanto menos horas.
¿Por qué algunos reputados expertos consultores internacionales recomiendan en sus encuestas vivir en España al tiempo que desaconsejan realizar inversiones en nuestro país? Según ellos, aquí fallamos en cuestiones importantes a la hora de planificar el trabajo y la manera de desarrollarlo. No separamos las cuestiones personales de las profesionales con lo que ello conlleva muchas veces; nos importa más cumplir un horario que alcanzar unos objetivos; se tiende a valorar poco el esfuerzo, así como la calidad del trabajo realizado; falta preparación en los idiomas; y quizás más importante, la picaresca y el enchufismo siguen formando parte de nuestra cultura laboral y social.
Con este breve diagnóstico, estamos en el puesto 13º de productividad entre los 30 países que formamos parte de la OCDE. Eso sí, somos líderes en esta clasificación en materia de número de amigos, consumiciones en bares y en el tiempo que pasamos en la calle.
Quizás sea por estos motivos por los que son muchos los que apuestan por abordar cambios profundos en materia de horarios para alcanzar el reparto equilibrado del día en tres partes iguales, 8 horas para trabajar, 8 para dormir y 8 para el ocio.
A este panorama se han sumado recientemente los que apuestan porque adaptemos nuestros relojes a la hora del meridiano de Greenwich que atraviesa nuestro país, adoptando la hora de nuestros vecinos portugueses o del Reino Unido para que nuestro reloj biológico vaya en consonancia con el horario de trabajo.
Estas cuestiones requieren de una profunda reforma legislativa y del impulso de un gobierno. Son medidas que requieren valentía y su rédito en términos electores quizás sea a largo plazo, lo que hace que abordarlo requiera un clima social y político algo más sosegado que el que ahora tenemos.
Estoy convencido de la necesidad de abordarlo, pero también de que posiblemente el clima reinante en la actualidad no haga propicio meterse en más charcos por aquello tan recurrido de no hacer mudanza en tiempos de tribulación. Mientras tanto España seguirá siendo un buen lugar para vivir.
Vivir e traballar
Non puiden evitar a curiosidade de ler este fin de semana un artigo cuxo titular xa era tentador: “España boa para vivir mala para traballar”.
No seu contido figuraban opinións de expertos en materia de horarios e conciliación da vida persoal e laboral, tamén datos que aportan unha visión global. Entre eles quedeime cos seguintes: Os españois traballamos máis horas pero somos menos produtivos que en moitos dos países cos que nos relacionamos. Gañamos menos, durmimos menos, gañamos en estrés, e para rematar, a nosa poboación está máis envellecida, cunha taxa de natalidade máis baixa e uns índices de abandono escolar maiores que as dos nosos veciños alemáns ou franceses.
Si de horas traballadas falamos, a media en España está moi por encima de Alemania ou Francia, pero nosa produtividade é menor. Eles parecen traballar con máis eficacia e xa que logo menos horas.
Por que algúns reputados expertos consultores internacionais recomendan nas súas enquisas vivir en España á vez que desaconsellan realizar investimentos no noso país? Segundo eles, aquí fallamos en cuestións importantes á hora de planificar o traballo e o xeito de desenvolvelo. Non separamos as cuestións persoais das profesionais co que iso conleva moitas veces; impórtanos máis cumprir un horario que alcanzar uns obxectivos; téndese a valorar pouco o esforzo, así como a calidade do traballo realizado; falta preparación nos idiomas; e quizais máis importante, a picaresca e o enchufismo seguen formando parte da nosa cultura laboral e social.
Con este breve diagnóstico, estamos no posto 13º de produtividade entre os 30 países que formamos parte da OCDE. Iso si, somos líderes nesta clasificación en materia de número de amigos, consumicións en bares e no tempo que pasamos na rúa.
Quizais sexa por estes motivos polos que son moitos os que apostan por abordar cambios profundos en materia de horarios para alcanzar o reparto equilibrado do día en tres partes iguais, 8 horas para traballar, 8 para durmir e 8 para o lecer.
A este panorama sumáronse recentemente os que apostan porque adaptemos os nosos reloxos á hora do meridiano de Greenwich que atravesa o noso país, adoptando a hora dos nosos veciños portugueses ou do Reino Unido para que o noso reloxo biolóxico vaia en consonancia co horario de traballo.
Estas cuestións requiren dunha profunda reforma lexislativa e do impulso dun goberno. Son medidas que requiren valentía e a súa rédito en termos electorais quizais sexa a longo prazo, o que fai que abordalo requira un clima social e político algo máis sosegado que o que agora temos.
Estou convencido da necesidade de abordalo, pero tamén de que posiblemente o clima reinante na actualidade non faga propicio meterse en máis charcos por aquilo tan recorrido de non facer mudanza en tempos de tribulación. Mentres tanto España seguirá sendo un bo lugar para vivir.
0 comentarios:
Publicar un comentario