Es difícil escribir bajo impactos emocionales de gran envergadura, como me ocurre en este momento, borracho de emociones tristes propiciadas por las imágenes y las noticias que llegan de París.
Posiblemente la inmediatez de los hechos nos impide la perspectiva y por ello no vemos lo que tenemos delante, una guerra por capítulos y entregas, como una serie de terror que tiene fascículos con titulares ensangrentados: Torres gemelas, Atocha, metro de Londres, turistas en Egipto,.. La concatenación de tantos actos propios de la barbarie hace que sean cada día más los que se sumen a las voces que hablan de un escenario que bien podría ser la III Guerra Mundial.
Lo saben bien los que analizan los hechos con perspectiva histórica, pero si queremos, también los que vemos en Internet vídeos y fotografías de ejecuciones, de niños sonrientes sujetando las cabezas de los degollados, de mujeres lapidadas señaladas por adulterio.
Nos lo llevan diciendo y lo llevamos viendo desde hace mucho tiempo. Lo tenemos delante de nuestros ojos pero parece que no queremos verlo ni entenderlo. “Usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia” pudimos leer en pancartas en manos de estudiantes musulmanes en una manifestación en Londres. Nos enfrentamos a un enemigo con la fuerza e ideales de toda juventud pero cargado del fanatismo yihaidista, que actúa con desesperación y odio, dispuestos a matar “infieles” y con ello ganarse su Paraíso.
El yihadismo ha declarado la guerra a Occidente, es decir a nosotros, pero todavía somos poco conscientes de lo que tenemos delante.
Cada día que pasa son más los que hablando claro dicen que estamos metidos de lleno en una guerra sin cuartel, con un enemigo infiltrado desde hace tiempo entre nosotros, sin vestir uniforme que lo identifique, inoculándose en nuestra sociedad. Han crecido y algunos incluso nacido entre nosotros, en barrios de las grandes ciudades europeas, pero sin dejar de escucha la llamada de sus falsos profetas que les ordenan participar en orgías de disparos en nombre de Alá y sacrificar su vida por la causa.
Para combatir este enemigo, Europa necesita unidad de criterio y de acción, y las respuestas y conductas no son iguales dentro de Occidente. Hay muchas diferencias. Mientras los franceses allí cantan su himno nacional en señal de unidad, aquí lo abucheamos. Mientras allí se enfrentan a una guerra con respuestas que se anuncian contundentes, otros siguen pensando en sus alianzas de civilizaciones, en el buenismo multicultural. Mientras en París se preparan para combatir sin piedad a los terroristas y están del lado del ejecutivo, aquí hace tan solo una década en situación parecida se echaba la culpa al gobierno de entonces. Por eso aunque digamos que “somos París”, somos muy diferentes.
El enemigo está delante, entre nosotros, quiere acabar con nuestra forma de vida y de ser. Decimos que nos hará daño pero que no conseguirá vencernos. Dependerá de cómo queramos verlo y combatirlo, porque los próximos podemos ser cualquiera de nosotros.
Posiblemente la inmediatez de los hechos nos impide la perspectiva y por ello no vemos lo que tenemos delante, una guerra por capítulos y entregas, como una serie de terror que tiene fascículos con titulares ensangrentados: Torres gemelas, Atocha, metro de Londres, turistas en Egipto,.. La concatenación de tantos actos propios de la barbarie hace que sean cada día más los que se sumen a las voces que hablan de un escenario que bien podría ser la III Guerra Mundial.
Lo saben bien los que analizan los hechos con perspectiva histórica, pero si queremos, también los que vemos en Internet vídeos y fotografías de ejecuciones, de niños sonrientes sujetando las cabezas de los degollados, de mujeres lapidadas señaladas por adulterio.
Nos lo llevan diciendo y lo llevamos viendo desde hace mucho tiempo. Lo tenemos delante de nuestros ojos pero parece que no queremos verlo ni entenderlo. “Usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia” pudimos leer en pancartas en manos de estudiantes musulmanes en una manifestación en Londres. Nos enfrentamos a un enemigo con la fuerza e ideales de toda juventud pero cargado del fanatismo yihaidista, que actúa con desesperación y odio, dispuestos a matar “infieles” y con ello ganarse su Paraíso.
El yihadismo ha declarado la guerra a Occidente, es decir a nosotros, pero todavía somos poco conscientes de lo que tenemos delante.
Cada día que pasa son más los que hablando claro dicen que estamos metidos de lleno en una guerra sin cuartel, con un enemigo infiltrado desde hace tiempo entre nosotros, sin vestir uniforme que lo identifique, inoculándose en nuestra sociedad. Han crecido y algunos incluso nacido entre nosotros, en barrios de las grandes ciudades europeas, pero sin dejar de escucha la llamada de sus falsos profetas que les ordenan participar en orgías de disparos en nombre de Alá y sacrificar su vida por la causa.
Para combatir este enemigo, Europa necesita unidad de criterio y de acción, y las respuestas y conductas no son iguales dentro de Occidente. Hay muchas diferencias. Mientras los franceses allí cantan su himno nacional en señal de unidad, aquí lo abucheamos. Mientras allí se enfrentan a una guerra con respuestas que se anuncian contundentes, otros siguen pensando en sus alianzas de civilizaciones, en el buenismo multicultural. Mientras en París se preparan para combatir sin piedad a los terroristas y están del lado del ejecutivo, aquí hace tan solo una década en situación parecida se echaba la culpa al gobierno de entonces. Por eso aunque digamos que “somos París”, somos muy diferentes.
El enemigo está delante, entre nosotros, quiere acabar con nuestra forma de vida y de ser. Decimos que nos hará daño pero que no conseguirá vencernos. Dependerá de cómo queramos verlo y combatirlo, porque los próximos podemos ser cualquiera de nosotros.
Diante dos nosos ollos
É difícil escribir baixo impactos emocionais de gran envergadura, como me ocorre neste momento, borracho de emocións tristes propiciadas polas imaxes e as noticias que chegan de París.Posiblemente a inmediatez dos feitos impídenos a perspectiva e por iso non vemos o que temos diante, unha guerra por capítulos e entregas, como unha serie de terror que ten fascículos con titulares ensanguentados: Torres xemelgas, Atocha, metro de Londres, turistas en Exipto... A concatenación de tantos actos propios da barbarie fai que sexan cada día máis os que se somen ás voces que falan dun escenario que ben podería ser a III Guerra Mundial.
Sábeno ben os que analizan os feitos con perspectiva histórica, pero se queremos, tamén os que vemos na internet vídeos e fotografías de execucións, de nenos riseiros suxeitando as cabezas dos degolados, de mulleres lapidadas sinaladas por adulterio.
Lévannolo dicindo e levámolo vendo desde hai moito tempo. Témolo diante dos nosos ollos pero parece que non queremos velo nin entendelo. ?Usaremos a vosa democracia para destruír a vosa democracia? puidemos ler en pancartas en mans de estudantes musulmáns nunha manifestación en Londres. Enfrontámonos a un inimigo coa forza e ideais de toda mocidade pero cargado do fanatismo yihaidista, que actúa con desesperación e odio, dispostos a matar ?infieis? e con iso gañarse o seu Paraíso.
O yihadismo declarou a guerra a Occidente, é dicir a nós, pero aínda somos pouco conscientes do que temos diante.
Cada día que pasa son máis os que falando claro din que estamos metidos de cheo nunha guerra sen cuartel, cun inimigo infiltrado desde hai tempo entre nós, sen vestir uniforme que o identifique, inoculándose na nosa sociedade. Creceron e algúns mesmo nacido entre nós, en barrios das grandes cidades europeas, pero sen deixar de escoita a chamada dos seus falsos profetas que lles ordenan participar en orxías de disparos en nome de Alá e sacrificar a súa vida pola causa.
Para combater este inimigo, Europa necesita unidade de criterio e de acción, e as respostas e condutas non son iguais dentro de Occidente. Hai moitas diferenzas. Mentres os franceses alí cantan o seu himno nacional en sinal de unidade, aquí apupámolo. Mentres alí enfróntanse a unha guerra con respostas que se anuncian contundentes, outros seguen pensando nas súas alianzas de civilizacións, no buenismo multicultural. Mentres en París prepáranse para combater sen piedade aos terroristas e están ao lado do executivo, aquí fai tan só unha década en situación parecida botábase a culpa ao goberno de entón. Por iso aínda que digamos que “somos París”, somos moi diferentes.
O inimigo está diante, entre nós, quere acabar coa nosa forma de vida e de ser. Dicimos que nos fará dano pero que non conseguirá vencernos. Dependerá de como queiramos velo e combatelo, porque os próximos podemos ser calquera de nós.
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