Mi consigna en el primer trabajo que desempeñé en una administración en los ya lejanos años 80, era facilitar las cosas a personas llegadas de los diferentes puntos de nuestra provincia, principalmente del entorno rural. Para algunos de ellos venir a la capital, entrar en las dependencias de una administración y completar los diferentes trámites del expediente que traían entre sus manos, era todo un reto.
Intenté siempre utilizar el procedimiento administrativo para colaborar con el administrado y no para ir contra él, y el resultado final fue muy satisfactorio. Pronto alterné épocas de gestión en diferentes puestos de administraciones públicas con responsabilidades políticas de distinta índole, y siempre fui consciente de que las personas, la sociedad en general, eran la finalidad de todos mis actos.
Este pasado domingo leyendo diferentes periódicos, una entrevista publicada en un diario nacional llamó mi atención. En su contraportada aparecía la foto de un compañero de Partido y de escaño en el Congreso, Pablo Casado. La entrevista, con preguntas y respuestas claras y sinceras, es de recomendable lectura.
De todas sus respuestas hay una en la que Pablo le dice al entrevistador que su hija de tres años, cuando responde a la pregunta de ¿a qué se dedica tu papá? ella contesta “Mi papá ayuda a la gente”, y Pablo concluye, “es lo que tiene que ser la política, ayudar a la gente”.
No puedo estar más de acuerdo con esa definición, sencilla, clara, nada rebuscada ni pretenciosa, y por lo tanto entendible para la mayoría.
Con cada decisión que se toma en un despacho de un Ministerio, Consejería, Ayuntamiento… los políticos debemos valorar al milímetro sus consecuencias, especialmente en la forma en que tales decisiones van a afectar la vida del conjunto de los ciudadanos. Cuando legislamos en las Cámaras de representación, debe ocurrir otro tanto de lo mismo.
La política en todas sus afecciones resulta compleja, al tiempo que apasionante para quien la ejerza con vocación de servicio. Pero desde la noche de los tiempos también en la política han existido conductas individuales reprochables y muy censurables que han desprestigiado a todo el colectivo, de ahí que para muchos lo de “ayudar a la gente” pueda sonar poco creíble.
Ahora que se acercan unas elecciones generales y que las encuestas pronostican un escenario diferente con la irrupción en el mismo de nuevos actores, es el momento de valorar además de las ideologías, a las personas y sus conductas, de distinguir entre los que desde la política quieren ayudar a la gente y aquellos que con sus decisiones perjudican a toda la sociedad. Es la hora de separar las palabras bonitas de los hechos reales. De diferenciar la buena gestión de las irresponsabilidades que conducen a la quiebra. De fijarnos más en los rostros serenos y responsables que cuentan con el aval de una trayectoria contrastable que en las caras de tertulianos dispuestos a regalar los oídos de todos los televidentes.
Por eso la respuesta de la hija de Pablo “mi papá ayuda a la gente” es más oportuna que nunca, porque es el momento de seguir ayudando a la gente.
Tentei sempre utilizar o procedemento administrativo para colaborar co administrado e non para ir contra el, e o resultado final foi moi satisfactorio. Pronto alternei épocas de xestión en diferentes postos de administracións públicas con responsabilidades políticas de distinta índole, e sempre fun consciente de que as persoas, a sociedade en xeral, eran a finalidade de todos os meus actos.
Este pasado domingo lendo diferentes xornais, unha entrevista publicada nun diario nacional chamou a miña atención. Na súa contraportada aparecía a foto dun compañeiro de Partido e de escano no Congreso, Pablo Casado. A entrevista, con preguntas e respostas claras e sinceras, é de recomendable lectura.
De todas as súas respostas hai unha na que Pablo dille ao entrevistador que a súa filla de tres anos, cando responde á pregunta de “a que se dedica o teu papá?” ela contesta “O meu papá axuda á xente”, e Pablo conclúe, “é o que ten que ser a política, axudar á xente”.
Non podo estar máis de acordo con esa definición, sinxela, clara, nada rebuscada nin pretenciosa, e por tanto entendible para a maioría.
Con cada decisión que se toma nun despacho dun Ministerio, Consellería, Concello... os políticos debemos valorar ao milímetro as súas consecuencias, especialmente na forma en que tales decisións van afectar a vida do conxunto dos cidadáns. Cando lexislamos nas Cámaras de representación, debe ocorrer outro tanto do mesmo.
A política en todas as súas afeccións resulta complexa, á vez que apaixonante para quen a exerza con vocación de servizo. Pero desde a noite dos tempos tamén na política existiron condutas individuais reprochables e moi censurables que desprestixiaron a todo o colectivo, por iso é polo que para moitos o de “axudar á xente” poida soar pouco crible.
Agora que se achegan unhas eleccións xerais e que as enquisas prognostican un escenario diferente coa irrupción no mesmo de novos actores, é o momento de valorar ademais das ideoloxías, ás persoas e as súas condutas, de distinguir entre os que desde a política queren axudar á xente e aqueles que coas súas decisións prexudican a toda a sociedade. É a hora de separar as palabras bonitas dos feitos reais. De diferenciar a boa xestión das irresponsabilidades que conducen á quebra. De fixarnos máis nos rostros serenos e responsables que contan co aval dunha traxectoria contrastable que nas caras de tertulianos dispostos a regalar os oídos de todos os televidentes.
Por iso a resposta da filla de Pablo “o meu papá axuda á xente” é máis oportuna que nunca, porque é o momento de seguir axudando á xente.
Intenté siempre utilizar el procedimiento administrativo para colaborar con el administrado y no para ir contra él, y el resultado final fue muy satisfactorio. Pronto alterné épocas de gestión en diferentes puestos de administraciones públicas con responsabilidades políticas de distinta índole, y siempre fui consciente de que las personas, la sociedad en general, eran la finalidad de todos mis actos.
Este pasado domingo leyendo diferentes periódicos, una entrevista publicada en un diario nacional llamó mi atención. En su contraportada aparecía la foto de un compañero de Partido y de escaño en el Congreso, Pablo Casado. La entrevista, con preguntas y respuestas claras y sinceras, es de recomendable lectura.
De todas sus respuestas hay una en la que Pablo le dice al entrevistador que su hija de tres años, cuando responde a la pregunta de ¿a qué se dedica tu papá? ella contesta “Mi papá ayuda a la gente”, y Pablo concluye, “es lo que tiene que ser la política, ayudar a la gente”.
No puedo estar más de acuerdo con esa definición, sencilla, clara, nada rebuscada ni pretenciosa, y por lo tanto entendible para la mayoría.
Con cada decisión que se toma en un despacho de un Ministerio, Consejería, Ayuntamiento… los políticos debemos valorar al milímetro sus consecuencias, especialmente en la forma en que tales decisiones van a afectar la vida del conjunto de los ciudadanos. Cuando legislamos en las Cámaras de representación, debe ocurrir otro tanto de lo mismo.
La política en todas sus afecciones resulta compleja, al tiempo que apasionante para quien la ejerza con vocación de servicio. Pero desde la noche de los tiempos también en la política han existido conductas individuales reprochables y muy censurables que han desprestigiado a todo el colectivo, de ahí que para muchos lo de “ayudar a la gente” pueda sonar poco creíble.
Ahora que se acercan unas elecciones generales y que las encuestas pronostican un escenario diferente con la irrupción en el mismo de nuevos actores, es el momento de valorar además de las ideologías, a las personas y sus conductas, de distinguir entre los que desde la política quieren ayudar a la gente y aquellos que con sus decisiones perjudican a toda la sociedad. Es la hora de separar las palabras bonitas de los hechos reales. De diferenciar la buena gestión de las irresponsabilidades que conducen a la quiebra. De fijarnos más en los rostros serenos y responsables que cuentan con el aval de una trayectoria contrastable que en las caras de tertulianos dispuestos a regalar los oídos de todos los televidentes.
Por eso la respuesta de la hija de Pablo “mi papá ayuda a la gente” es más oportuna que nunca, porque es el momento de seguir ayudando a la gente.
Axudar á xente
A miña consigna no primeiro traballo que desempeñei nunha administración nos xa afastados anos 80, era facilitar as cousas a persoas chegadas dos diferentes puntos da nosa provincia, principalmente da contorna rural. Para algúns deles vir á capital, entrar nas dependencias dunha administración e completar os diferentes trámites do expediente que traían entre as súas mans, era todo un reto.Tentei sempre utilizar o procedemento administrativo para colaborar co administrado e non para ir contra el, e o resultado final foi moi satisfactorio. Pronto alternei épocas de xestión en diferentes postos de administracións públicas con responsabilidades políticas de distinta índole, e sempre fun consciente de que as persoas, a sociedade en xeral, eran a finalidade de todos os meus actos.
Este pasado domingo lendo diferentes xornais, unha entrevista publicada nun diario nacional chamou a miña atención. Na súa contraportada aparecía a foto dun compañeiro de Partido e de escano no Congreso, Pablo Casado. A entrevista, con preguntas e respostas claras e sinceras, é de recomendable lectura.
De todas as súas respostas hai unha na que Pablo dille ao entrevistador que a súa filla de tres anos, cando responde á pregunta de “a que se dedica o teu papá?” ela contesta “O meu papá axuda á xente”, e Pablo conclúe, “é o que ten que ser a política, axudar á xente”.
Non podo estar máis de acordo con esa definición, sinxela, clara, nada rebuscada nin pretenciosa, e por tanto entendible para a maioría.
Con cada decisión que se toma nun despacho dun Ministerio, Consellería, Concello... os políticos debemos valorar ao milímetro as súas consecuencias, especialmente na forma en que tales decisións van afectar a vida do conxunto dos cidadáns. Cando lexislamos nas Cámaras de representación, debe ocorrer outro tanto do mesmo.
A política en todas as súas afeccións resulta complexa, á vez que apaixonante para quen a exerza con vocación de servizo. Pero desde a noite dos tempos tamén na política existiron condutas individuais reprochables e moi censurables que desprestixiaron a todo o colectivo, por iso é polo que para moitos o de “axudar á xente” poida soar pouco crible.
Agora que se achegan unhas eleccións xerais e que as enquisas prognostican un escenario diferente coa irrupción no mesmo de novos actores, é o momento de valorar ademais das ideoloxías, ás persoas e as súas condutas, de distinguir entre os que desde a política queren axudar á xente e aqueles que coas súas decisións prexudican a toda a sociedade. É a hora de separar as palabras bonitas dos feitos reais. De diferenciar a boa xestión das irresponsabilidades que conducen á quebra. De fixarnos máis nos rostros serenos e responsables que contan co aval dunha traxectoria contrastable que nas caras de tertulianos dispostos a regalar os oídos de todos os televidentes.
Por iso a resposta da filla de Pablo “o meu papá axuda á xente” é máis oportuna que nunca, porque é o momento de seguir axudando á xente.
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