No puedo dejar pasar la ocasión de volver a reflexionar públicamente sobre las actitudes, comportamientos y estrategias de aquellas personas que en política son capaces de utilizar cualquier argumento para dañar a sus rivales, aunque en el intento tengan que disparar contra lo que dicen respetar y querer más.
Hace unas semanas en el Congreso de los Diputados se producía una interpelación al gobierno por parte de uno de los diputados gallegos pertenecientes a En Marea relativa a la contaminación de las Rías gallegas y para ello se echaba mano de todo cuanto argumento pudiera tener impacto sonoro y mediático, fuera cierto o no, viniera a cuento o tuviera que ver poco con el tema.
Desde la tribuna el señor diputado gallego perteneciente al grupo parlamentario de Podemos nos acusaba de “privatizar el medio natural”, de “colaborar con delincuentes”, habló de “las empresas amigas” en referencia a ENCE y REGANOSA, acusó a la celulosa de Pontevedra de ser culpable de los incendios en Galicia y de los recientes en Portugal, y completó su amplio relatorio ignominioso con datos donde según su versión el grado de contaminación de nuestras rías está llevando a la ruina a las personas que viven de duros oficios como el de las mariscadoras.
Tuve que recordarle que las competencias en saneamiento y depuración de aguas son propias de los ayuntamientos y de las comunidades autónomas y que el Estado solo interviene en aquellas que previamente sean declaradas por Ley “obras de interés general”, como algunas de las más importantes llevadas a cabo en los últimos años en nuestras rías gallegas, poniéndole los ejemplos de Ferrol y A Coruña, donde por cierto tuve que recordarle la nefasta gestión de esos alcaldes pertenecientes a su formación política y que una semana antes y desde la misma tribuna Pablo Iglesias ponía como ejemplo del cambio en los ayuntamientos.
Fue el alcalde de Ferrol el que tuvo más de un año parado el expediente del convenio que permitía la entrada en funcionamiento de los interceptores de A Malata en esa ría, algo que finalmente se produjo hace 3 meses y que desde entonces está produciendo resultados espectaculares en esas aguas. De haberse realizado una buena gestión esos resultados se habrían producido 12 meses antes con importantes beneficios medioambientales. Otro importante convenio duerme en su mesa, a la espera de su buena gestión, que permitiría al Estado seguir mejorando la ría que tanto les preocupa.
En Pontevedra, la evolución de los controles medioambientales en la planta de celulosa están a la vista y al olfato de todos cuantos quieran verlo y olerlo. La prueba entre otras está en que a las mariscadoras de esa zona lo que les preocupa no es esa industria sino las aguas que vierte a la ría la depuradora municipal de Pontevedra en Placeres.
Concluyendo, Galicia no precisa de este tipo de salvapatrias, que en Madrid dicen ser sus mejores valedores y para ejercer esa función pintan un panorama negro e irreal de sus rías, mientras donde gobiernan solo ponen zancadillas a sus gobiernos “enemigos” para poderles culpar de falta de inversiones. Líbrenos Dios de estos amores, amores que matan.
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