El ruido siempre me ha molestado, en los locales con música a volumen muy alto, en las calles donde las bocinas y las sirenas impiden un paseo tranquilo, en las cafeterías donde en algunas mesas las conversaciones se producen más gritando que hablando, y así podría seguir poniendo ejemplos donde el ruido altera la convivencia.
Otro tipo de ruido me resulta todavía más molesto, por no decir en ciertos momentos insoportable. Es el ruido de la bronca, del insulto, de la provocación constante que parece querer convertirse en rutinario dentro de la casa de la palabra, de la sede de la soberanía nacional, donde aquellos que tenemos la enorme responsabilidad de representar a los españoles y legislar adecuadamente en la defensa de sus intereses estamos ofreciendo el peor de los ejemplos y un espectáculo.
No es objeto de este articulo analizar las diferentes varas de medir a la hora de calificar los piropos que algunos diputados se dirigen a otros, ni tan siquiera valorar las manifestaciones fuera de tono que salen también desde el banco azul, el del Gobierno, pero sin duda alguna que lo que se produce dentro del hemiciclo del Congreso guarda relación con lo que también se vive fuera, en la calle, las redes sociales o en algunos medios de comunicación.
Hace tiempo que vengo afirmando que el deterioro de la política no es casual y que tiene diferentes orígenes o causas. Las estrategias de comunicación basadas en convertir mentiras en verdades a base de reiterarlas machaconamente, de culpabilizar a los demás de los errores propios , de enfrentar y dividir en lugar de buscar consensos o grandes acuerdos y otras muchas estrategias de manual están consiguiendo que el clima político se haga por momentos irrespirable.
Se hace muy difícil desde la oposición combatir democráticamente ideas y propuestas, cuando desde el Gobierno se utiliza frecuentemente el rodillo, el veto o las descalificaciones.
Son preocupantes las formas y maneras que se utilizan para confundir a la opinión publica y para en definitiva, no perder apoyos y consecuentemente mantenerse en el poder. Convertir en normal lo que parece aberrante, responder con ataques a otros ataques, culpar al adversario de tus propios errores, producir tantos disparates legislativos al mismo tiempo que unos tapen a los otros, abrir muchos frentes simultáneamente para que resulte difícil centrar la atención en alguno o, como dije anteriormente, repetir una y mil veces una mentira para que acabe convirtiéndose en una verdad.
He perdido toda esperanza de que en lo que reste de Legislatura se recupere el necesario clima de dialogo entre Gobierno y Oposición, roto por el proceder autoritario de un Presidente y su Gobierno que solo tienen como prioridad mantener el poder sin importar el precio a pagar. Son tantos los ejemplos los que avalan este comentario que no caben aquí, pero que seguramente muchos de ustedes tienen en su memoria, al menos hasta que en los próximos días otras decisiones difíciles de calificar tapen a las de hoy.
Solo me queda la esperanza y la convicción de que todo este ruido lo apaguen las urnas. También de que sea en ese momento cuando todos decidamos quién y de qué manera pasará a la historia.
O ruído
O ruído sempre me molestou, nos locais con música a volume moi alto, nas rúas onde as bucinas e as sirenas impiden un paseo tranquilo, nas cafeterías onde nalgunhas mesas as conversacións prodúcense máis gritando que falando, e así podería seguir poñendo exemplos onde o ruído altera a convivencia.
Outro tipo de ruído resúltame aínda máis molesto, por non dicir en certos momentos insoportable. É o ruído da rifa, do insulto, da provocación constante que parece querer converterse en rutineiro dentro da casa da palabra, da sede da soberanía nacional, onde aqueles que temos a enorme responsabilidade de representar aos españois e lexislar adecuadamente na defensa dos seus intereses estamos a ofrecer o peor dos exemplos e un espectáculo.
Non é obxecto de leste articulo analizar as diferentes varas de medir á hora de cualificar as gabanzas que algúns deputados diríxense a outros, nin tan sequera valorar as manifestacións fóra de ton que saen tamén desde o banco azul, o do Goberno, pero sen ningunha dúbida que o que se produce dentro do hemiciclo do Congreso garda relación co que tamén se vive fóra, na rúa, as redes sociais ou nalgúns medios de comunicación.
Hai tempo que veño afirmando que a deterioración da política non é casual e que ten diferentes orixes ou causas. As estratexias de comunicación baseadas en converter mentiras en verdades a base de reiteralas machaconamente, de culpar aos demais dos erros propios , de enfrontar e dividir en lugar de buscar consensos ou grandes acordos e outras moitas estratexias de manual están a conseguir que o clima político fágase por momentos irrespirable.
Faise moi difícil desde a oposición combater democraticamente ideas e propostas, cando desde o Goberno utilízase frecuentemente o rodete, o veto ou as descualificacións.
Son preocupantes as formas e maneiras que se utilizan para confundir á opinión publica e para en definitiva, non perder apoios e consecuentemente manterse no poder. Converter en normal o que parece aberrante, responder con ataques a outros ataques, culpar ao adversario dos teus propios erros, producir tantos disparates lexislativos ao mesmo tempo que uns tapen aos outros, abrir moitas frontes simultaneamente para que resulte difícil centrar a atención nalgún ou, como dixen anteriormente, repetir unha e mil veces unha mentira para que acabe converténdose nunha verdade.
Perdín toda esperanza de que no que reste de Lexislatura recupérese o necesario clima de dialogo entre Goberno e Oposición, roto polo proceder autoritario dun Presidente e o seu Goberno que só teñen como prioridade manter o poder sen importar o prezo para pagar. Son tantos os exemplos os que avalan este comentario que non caben aquí, pero que seguramente moitos de vostedes teñen na súa memoria, polo menos ata que nos próximos días outras decisións difíciles de cualificar tapen ás de hoxe.
Só quédame a esperanza e a convicción de que todo este ruído apágueno as urnas. Tamén de que sexa nese momento cando todos decidamos quen e de que maneira pasará á historia.
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