miércoles, 30 de octubre de 2024

Algo más que contrastes

Acostumbrados a escuchar discursos que parecen salidos de manuales de marketing, sin empatía, repletos de palabras huecas y de recetas para los demás que no se aplican quienes las pronuncian, en un entorno artificial y nada sincero, escuchar una intervención cargada de significado y palabras que invitan a la reflexión no sólo se agradece, sino que insufla esperanzas de que no todo está perdido.

Durante la ceremonia de entrega de los premios Princesa de Asturias en su edición de este 2024, la semana pasada, Felipe VI pronunció palabras que merecen atención y alguna reflexión. Me centraré en dos de esas cuestiones, su referencia a la persona y a la polarización.

Es evidente que el entorno en que nos desarrollamos y crecemos como personas se encuentra cada día más globalizado e inmerso en una sociedad muy consumista, donde el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 95%, o si a nuestro país nos ciñésemos, el 1% de la población española concentra la cuarta parte de la riqueza de España. En este contexto, como nos advierte nuestro Rey, la deshumanización es un riesgo latente por lo que debemos colocar a las personas en el centro de cualquier discurso, acción o decisión, recordándonos que es la historia la que nos alerta de las graves consecuencias de apartarnos de este camino. 

Si además de fijarnos en los conflictos bélicos que a diario ocupan una gran parte de los informativos ponemos el foco en nuestros entornos cercanos seguramente estaríamos de acuerdo en que son muchos los ejemplos percibidos sobre el desprecio, o a ignorar situaciones de desigualdad, o de injusticias. Así Felipe VI nos decía “Es, por ello, obligación de las instituciones, pero también de la sociedad civil, (de los ciudadanos), luchar contra todo aquello que se separe, siquiera un ápice, de ese respeto integral que debemos a la persona, a cualquier persona, a la dignidad de cualquier ser humano; contra todo lo que se separe de la voluntad y el compromiso de seguir construyendo sociedades capaces de convivir, dialogar y trabajar por el bien común”.

En el mismo sentido me ha parecido muy oportuna su referencia al recordar la alerta ante los graves riesgos de la polarización, del rechazo a las personas que no piensan o votan lo mismo que nosotros.

La polarización social que vivimos está contribuyendo a potenciar esto, en lugar de mitigarlo. Vemos las reiteradas actitudes de muchos de nuestros actuales gobernantes, más preocupados de mantener el poder que de aportar soluciones a los problemas de los ciudadanos, más preocupados en encontrar argumentos y estrategias de acoso y derribo al rival político que de reconocer errores propios y ajenos, más interesados en tensionar, en polarizar, en dividir entre buenos y malos que, en reconciliar y potenciar a las personas, vivan donde vivan o voten a quien voten.

En resumen, mientras nuestro Rey proyecta un mensaje conciliador y enfatiza sobre la necesidad de una voluntad integradora, de construcción colectiva y de estabilidad institucional, desde el gobierno se insiste en las estrategias divisorias y en la continua búsqueda de la confrontación ciudadana. Son algo más que contrastes.

Algo máis que contrastes

Afeitos a escoitar discursos que parecen saídos de manuais de márketing, sen empatía, repletos de palabras ocas e de receitas para os demais que non se aplican quen as pronuncia, nunha contorna artificial e nada sincero, escoitar unha intervención cargada de significado e palabras que convidan á reflexión non só se agradece, senón que insufla esperanzas de que non todo está perdido.

Durante a cerimonia de entrega dos premios Princesa de Asturias na súa edición deste 2024, a semana pasada, Felipe VI pronunciou palabras que merecen atención e algunha reflexión. Centrareime en dous desas cuestións, a súa referencia á persoa e á polarización.

É evidente que a contorna en que nos desenvolvemos e crecemos como persoas atópase cada día máis globalizado e inmerso nunha sociedade moi consumista, onde o 1% máis rico da poboación mundial posúe máis riqueza que o 95%, ou se ao noso país nos cinguísemos, o 1% da poboación española concentra a cuarta parte da riqueza de España. Neste contexto, como nos advirte o noso Rei, a deshumanización é un risco latente polo que debemos colocar ás persoas no centro de calquera discurso, acción ou decisión, lembrándonos que é a historia a que nos alerta das graves consecuencias de apartarnos deste camiño. 

Se ademais de fixarnos nos conflitos bélicos que a diario ocupan unha gran parte dos informativos poñemos o foco nas nosas contornas próximas seguramente estariamos de acordo en que son moitos os exemplos percibidos sobre o desprezo, ou a ignorar situacións de desigualdade, ou de inxustizas. Así Felipe VI dicíanos “É, por iso, obrigación das institucións, pero tamén da sociedade civil, (dos cidadáns), loitar contra todo aquilo que se separe, sequera un chisco, dese respecto integral que debemos á persoa, a calquera persoa, á dignidade de calquera ser humano; contra todo o que se separe da vontade e o compromiso de seguir construíndo sociedades capaces de convivir, dialogar e traballar polo ben común”.

No mesmo sentido pareceume moi oportuna a súa referencia ao lembrar a alerta #ante os graves riscos da polarización, do rexeitamento ás persoas que non pensan ou votan o mesmo que nós.

A polarización social que vivimos está a contribuír a potenciar isto, en lugar de mitigalo. Vemos as reiteradas actitudes de moitos dos nosos actuais gobernantes, máis preocupados de manter o poder que de achegar solucións aos problemas dos cidadáns, máis preocupados en atopar argumentos e estratexias de acoso e derriba ao rival político que de recoñecer erros propios e alleos, máis interesados en tensionar, en polarizar, en dividir entre bos e malos que, en reconciliar e potenciar ás persoas, vivan onde vivan ou voten a quen vote.

En resumo, mentres o noso Rei proxecta unha mensaxe conciliadora e salienta sobre a necesidade dunha vontade integradora, de construción colectiva e de estabilidade institucional, desde o goberno insístese nas estratexias divisorias e na continua procura da confrontación cidadá. Son algo máis que contrastes.

miércoles, 16 de octubre de 2024

Pinocho

He dado unas cuentas vueltas a mi cabeza para encontrar la manera de escribir la situación que vivimos en España en estos tiempos de políticas basadas en contradicciones, engaños y mentiras sin caer en dramatismos, y para ello voy a recurrir a las metáforas a través de un cuento, que podrá ayudarme.

¿Quién no se ha visto impactado por algunos de los cuentos que nos contaban de niños y que más tarde Disney llevó al cine? Uno de ellos, al menos en mi caso, fue la historia de Pinocho. Una historia con aspectos cómicos y otros dramáticos que deja alusiones claras a las consecuencias de mentir o por el contrario a la recompensa por las buenas obras. El progresivo crecimiento de la nariz de madera por las sucesivas mentiras, o su conversión final en niño de carne y hueso por su buena conducta resumen este histórico cuento, no exento también de momentos con tintes dramáticos.

La nariz de Pinocho crece cada vez que dice una mentira, lo que nos viene a decir que las acciones tienen consecuencias, y que cuando un político miente debería reconocer su error y tomar medidas para corregirlo. 

En este cuento a Pinocho lo engañan para ir al país de los tontos donde los niños se convierten en burros, guardando similitud con las soluciones mágicas que nos prometen a problemas complejos, y como Pinocho pronto descubriremos que la falta de responsabilidad nos sitúa más cerca de la fantasía que de la realidad.

En nuestro caso, en el comportamiento de quienes se sientan hoy en el Consejo de ministros y de quien lo preside, existe un cierto paralelismo con la historia de Pinocho. Ellos creen que lo de menos es decir la verdad, que lo único que cuenta es el relato, aunque éste no tenga autenticidad, y se equivocan. La distancia entre lo que dicen y lo que hacen, hoy por hoy, ya se mide en narices que no paran de crecer.

Como dice el refrán, “una mentira sigue creciendo y creciendo hasta que es tan evidente como la nariz de tu cara”. En nuestros gobernantes, la nariz de su cara sigue creciendo a tal velocidad que pronto se molestaran entre ellos, por muy ancha y larga que sea la mesa del Consejo de ministros. Son las consecuencias de promesas rotas y discursos alejados de la realidad que harán que terminen enredados en sus propias invenciones, que se quiebren como la madera débil, ante la presión de la realidad, lo que evidenciará que la palabra que dan solo es válida mientras sea conveniente.

En la historia de Pinocho, estudiar, trabajar y ser bueno cuidando a su padre enfermo, lo transforman en un niño de verdad. En nuestro caso, los miembros del gobierno parecen marionetas de madera que se mueven al ritmo de sus mentiras, sin caer en la cuenta de que la única forma de convertirse en personas de verdad como logró Pinocho, es contando la verdad. Cuantos hoy están haciendo de la mentira su escudo de protección nunca se convertirán en un gobierno de verdad, y al igual que a ese muñeco de madera le crecía la nariz no pudiendo ocultarla, cada mentira, cada nuevo engaño, cada intento de ocultarlo, más pronto que tarde también saldrá a la luz. Somos muchos los que lo esperamos.


Pinocho

Dei unhas contas voltas á miña cabeza para atopar a maneira de escribir a situación que vivimos en España nestes tempos de políticas baseadas en contradicións, enganos e mentiras sen caer en dramatismos, e para iso vou recorrer ás metáforas a través dun conto, que poderá axudarme.

Quen non se viu impactado por algúns dos contos que nos contaban de nenos e que máis tarde Disney levou ao cinema? Un deles, polo menos no meu caso, foi a historia de Pinocho. Unha historia con aspectos cómicos e outros dramáticos que deixa alusións claras ás consecuencias de mentir ou pola contra á recompensa polas boas obras. O progresivo crecemento do nariz de madeira polas sucesivas mentiras, ou a súa conversión final en neno de carne e óso pola súa boa conduta resumen este histórico conto, non exento tamén de momentos con tinguiduras dramáticas.

O nariz de Pinocho crece cada vez que di unha mentira, o que nos vén a dicir que as accións teñen consecuencias, e que cando un político mente debería recoñecer o seu erro e tomar medidas para corrixilo. 

Neste conto a Pinocho engánano para ir ao país dos parvos onde os nenos convértense en burros, gardando similitude coas solucións máxicas que nos prometen a problemas complexos, e como Pinocho pronto descubriremos que a falta de responsabilidade sitúanos máis preto da fantasía que da realidade.

No noso caso, no comportamento de quen senta hoxe no Consello de ministros e de quen o preside, existe un certo paralelismo coa historia de Pinocho. Eles cren que o de menos é dicir a verdade, que o único que conta é o relato, aínda que este non teña autenticidade, e equivócanse. A distancia entre o que din e o que fan, neste momento, xa se mide en narices que non pairan de crecer.

Como di o refrán, “unha mentira segue crecendo e crecendo ata que é tan evidente como o nariz da túa cara”. Nos nosos gobernantes, o nariz da súa cara segue crecendo a tal velocidade que pronto se molestasen entre eles, por moi ancha e larga que sexa a mesa do Consello de ministros. Son as consecuencias de promesas rotas e discursos afastados da realidade que farán que terminen enredados nas súas propias invencións, que se creben como a madeira débil, #ante a presión da realidade, o que evidenciará que a palabra que dan só é válida mentres sexa conveniente.

Na historia de Pinocho, estudar, traballar e ser bo coidando ao seu pai enfermo, transfórmano nun neno de verdade. No noso caso, os membros do goberno parecen marionetas de madeira que se moven ao ritmo das súas mentiras, sen caer na conta de que a única forma de converterse en persoas de verdade como logrou Pinocho, é contando a verdade. Cuantos hoxe están a facer da mentira o seu escudo de protección nunca se converterán nun goberno de verdade, e do mesmo xeito que a ese boneco de madeira crecíalle o nariz non podendo ocultala, cada mentira, cada novo engano, cada intento de ocultalo, máis pronto que tarde tamén sairá á luz. Somos moitos os que o esperamos.

miércoles, 2 de octubre de 2024

Inmigración y demografía

La última encuesta del CIS ha revelado un dato que, no por esperado, deja de tener motivos sobrados para una reflexión colectiva. La primera de las preocupaciones que tenemos los españoles ahora es la inmigración.

Las imágenes que ilustran las noticias que diariamente nos hablan de los cientos o miles de personas llegando diariamente a nuestras costas, especialmente a las de Canarias, habrán contribuido a posicionar ese problema como número uno de nuestras preocupaciones. 

No estamos ante un tema que haya aparecido ahora. Si tenemos algo de memoria recordaremos situaciones similares desde hace ya tiempo. Esta llegada masiva y desordenada provoca problemas no menores en muchas poblaciones y genera inquietud en muchos españoles. Problemas como la presión sobre nuestros servicios públicos, economía sumergida, por la dificultad para muchos de acceder a empleos formales con la consecuente distorsión del mercado laboral, aparición de discursos xenófobos y populistas, marginación social…

En este asunto no caigamos ni en criminalizar, ni el buenismo y el consentimiento de permitir costumbres y comportamientos ajenos a nuestra cultura, como el uso del velo como símbolo identitario del apartheid de genero musulmán o permitir el casamiento forzoso de niñas musulmanas menores convertidas en esclavas sexuales. Son solo dos ejemplos.

La otra cara de la moneda viene reflejada en un reciente estudio del Instituto Nacional de Estadística sobre el saldo vegetativo en España desde este año 2024 hasta 2074, un periodo en que en los próximos 50 años la diferencia prevista entre nacimientos y defunciones ofrece un saldo negativo alarmante. Para este año el saldo negativo es de 132.000 personas, pero para dentro de 50 años será de cerca de 300.000 personas.

En otras palabras y cifras, cuando comparamos el número de nacimientos con el número de defunciones en un año la pirámide demográfica de España nos indica un envejecimiento de la población, una reducción de la población joven y un aumento de la de mayor edad. Todo ello lo que implica es un crecimiento poblacional estancado o negativo y unos desafíos económicos y sociales muy preocupantes, como el reto de sostener el sistema de pensiones, la necesidad de incrementar los servicios de salud y cuidados para personas mayores y una reducción de la fuerza laboral. Una transición hacia poblaciones más envejecidas en España, pero también en otros países europeos.

Nuestros gobernantes están entretenidos con los problemas derivados de la inestabilidad de la legislatura y la falta de apoyos, con negociaciones vergonzosas con independentistas para garantizarse unos meses más en el poder y por ello en sus agendas este problema demográfico no figura ni en la última de sus páginas, cuando resulta urgente la necesidad de implementar medidas como la gratuidad en las escuelas infantiles, ya disponible en Galicia, primar económicamente la maternidad, o más medidas en el campo laboral que faciliten la crianza de los hijos, entre otras muchas.

Mientras esas políticas no estén disponibles, sólo con la llegada de una inmigración con permiso de residencia en España por tener contratos de trabajo, podría compensarse este déficit demográfico a corto plazo. 

La inmigración es necesaria y bienvenida, pero ordenada y con modelos de integración y respeto a nuestras culturas y tradiciones. Posiblemente así deje de ser la preocupación principal de los españoles.


Inmigración e demografía

A última enquisa do CIS revelou un dato que, non por esperado, deixa de ter motivos sobrados para unha reflexión colectiva. A primeira das preocupacións que temos os españois agora é a inmigración.

As imaxes que ilustran as noticias que diariamente nos falan dos centos ou miles de persoas chegando diariamente ás nosas costas, especialmente ás de Canarias, contribuirían a posicionar ese problema como número uno das nosas preocupacións. 

Non estamos #ante un tema que aparecese agora. Se temos algo de memoria lembraremos situacións similares desde hai xa tempo. Esta chegada masiva e desordenada provoca problemas non menores en moitas poboacións e xera inquietude en moitos españois. Problemas como a presión sobre os nosos servizos públicos, economía mergullada, pola dificultade para moitos de acceder a empregos formais coa consecuente distorsión do mercado laboral, aparición de discursos xenófobos e populistas, marxinación social…

Neste asunto non caiamos nin en criminalizar, nin o buenismo e o consentimento de permitir costumes e comportamentos alleos á nosa cultura, como o uso do veo como símbolo identitario do apartheid de xero musulmán ou permitir o casamento forzoso de nenas musulmás menores convertidas en escravas sexuais. Son só dous exemplos.

A outra cara da moeda vén reflectida nun recente estudo do Instituto Nacional de Estatística sobre o saldo vexetativo en España desde este ano 2024 ata 2074, un período en que nos próximos 50 anos a diferenza prevista entre nacementos e defuncións ofrece un saldo negativo alarmante. Para este ano o saldo negativo é de 132.000 persoas, pero para dentro de 50 anos será de preto de 300.000 persoas.

Noutras palabras e cifras, cando comparamos o número de nacementos co número de defuncións nun ano a pirámide demográfica de España indícanos un envellecemento da poboación, unha redución da poboación nova e un aumento da de maior idade. Todo iso o que implica é un crecemento poboacional estancado ou negativo e uns desafíos económicos e sociais moi preocupantes, como o reto de soster o sistema de pensións, a necesidade de incrementar os servizos de saúde e coidados para persoas maiores e unha redución da forza laboral. Unha transición cara a poboacións máis envellecidas en España, pero tamén noutros países europeos.

Os nosos gobernantes están entretidos cos problemas derivados da inestabilidade da lexislatura e a falta de apoios, con negociacións vergoñosas con independentistas para garantirse uns meses máis no poder e por iso nas súas axendas este problema demográfico non figura nin na última das súas páxinas, cando resulta urxente a necesidade de implementar medidas como a gratuidade nas escolas infantís, xa dispoñible en Galicia, primar economicamente a maternidade, ou máis medidas no campo laboral que faciliten a crianza dos fillos, entre outras moitas.

Mentres esas políticas non estean dispoñibles, só coa chegada dunha inmigración con permiso de residencia en España por ter contratos de traballo, podería compensarse este déficit demográfico a curto prazo. 

A inmigración é necesaria e benvida, pero ordenada e con modelos de integración e respecto ás nosas culturas e tradicións. Posiblemente así deixe de ser a preocupación principal dos españois.