miércoles, 16 de octubre de 2024

Pinocho

He dado unas cuentas vueltas a mi cabeza para encontrar la manera de escribir la situación que vivimos en España en estos tiempos de políticas basadas en contradicciones, engaños y mentiras sin caer en dramatismos, y para ello voy a recurrir a las metáforas a través de un cuento, que podrá ayudarme.

¿Quién no se ha visto impactado por algunos de los cuentos que nos contaban de niños y que más tarde Disney llevó al cine? Uno de ellos, al menos en mi caso, fue la historia de Pinocho. Una historia con aspectos cómicos y otros dramáticos que deja alusiones claras a las consecuencias de mentir o por el contrario a la recompensa por las buenas obras. El progresivo crecimiento de la nariz de madera por las sucesivas mentiras, o su conversión final en niño de carne y hueso por su buena conducta resumen este histórico cuento, no exento también de momentos con tintes dramáticos.

La nariz de Pinocho crece cada vez que dice una mentira, lo que nos viene a decir que las acciones tienen consecuencias, y que cuando un político miente debería reconocer su error y tomar medidas para corregirlo. 

En este cuento a Pinocho lo engañan para ir al país de los tontos donde los niños se convierten en burros, guardando similitud con las soluciones mágicas que nos prometen a problemas complejos, y como Pinocho pronto descubriremos que la falta de responsabilidad nos sitúa más cerca de la fantasía que de la realidad.

En nuestro caso, en el comportamiento de quienes se sientan hoy en el Consejo de ministros y de quien lo preside, existe un cierto paralelismo con la historia de Pinocho. Ellos creen que lo de menos es decir la verdad, que lo único que cuenta es el relato, aunque éste no tenga autenticidad, y se equivocan. La distancia entre lo que dicen y lo que hacen, hoy por hoy, ya se mide en narices que no paran de crecer.

Como dice el refrán, “una mentira sigue creciendo y creciendo hasta que es tan evidente como la nariz de tu cara”. En nuestros gobernantes, la nariz de su cara sigue creciendo a tal velocidad que pronto se molestaran entre ellos, por muy ancha y larga que sea la mesa del Consejo de ministros. Son las consecuencias de promesas rotas y discursos alejados de la realidad que harán que terminen enredados en sus propias invenciones, que se quiebren como la madera débil, ante la presión de la realidad, lo que evidenciará que la palabra que dan solo es válida mientras sea conveniente.

En la historia de Pinocho, estudiar, trabajar y ser bueno cuidando a su padre enfermo, lo transforman en un niño de verdad. En nuestro caso, los miembros del gobierno parecen marionetas de madera que se mueven al ritmo de sus mentiras, sin caer en la cuenta de que la única forma de convertirse en personas de verdad como logró Pinocho, es contando la verdad. Cuantos hoy están haciendo de la mentira su escudo de protección nunca se convertirán en un gobierno de verdad, y al igual que a ese muñeco de madera le crecía la nariz no pudiendo ocultarla, cada mentira, cada nuevo engaño, cada intento de ocultarlo, más pronto que tarde también saldrá a la luz. Somos muchos los que lo esperamos.


Pinocho

Dei unhas contas voltas á miña cabeza para atopar a maneira de escribir a situación que vivimos en España nestes tempos de políticas baseadas en contradicións, enganos e mentiras sen caer en dramatismos, e para iso vou recorrer ás metáforas a través dun conto, que poderá axudarme.

Quen non se viu impactado por algúns dos contos que nos contaban de nenos e que máis tarde Disney levou ao cinema? Un deles, polo menos no meu caso, foi a historia de Pinocho. Unha historia con aspectos cómicos e outros dramáticos que deixa alusións claras ás consecuencias de mentir ou pola contra á recompensa polas boas obras. O progresivo crecemento do nariz de madeira polas sucesivas mentiras, ou a súa conversión final en neno de carne e óso pola súa boa conduta resumen este histórico conto, non exento tamén de momentos con tinguiduras dramáticas.

O nariz de Pinocho crece cada vez que di unha mentira, o que nos vén a dicir que as accións teñen consecuencias, e que cando un político mente debería recoñecer o seu erro e tomar medidas para corrixilo. 

Neste conto a Pinocho engánano para ir ao país dos parvos onde os nenos convértense en burros, gardando similitude coas solucións máxicas que nos prometen a problemas complexos, e como Pinocho pronto descubriremos que a falta de responsabilidade sitúanos máis preto da fantasía que da realidade.

No noso caso, no comportamento de quen senta hoxe no Consello de ministros e de quen o preside, existe un certo paralelismo coa historia de Pinocho. Eles cren que o de menos é dicir a verdade, que o único que conta é o relato, aínda que este non teña autenticidade, e equivócanse. A distancia entre o que din e o que fan, neste momento, xa se mide en narices que non pairan de crecer.

Como di o refrán, “unha mentira segue crecendo e crecendo ata que é tan evidente como o nariz da túa cara”. Nos nosos gobernantes, o nariz da súa cara segue crecendo a tal velocidade que pronto se molestasen entre eles, por moi ancha e larga que sexa a mesa do Consello de ministros. Son as consecuencias de promesas rotas e discursos afastados da realidade que farán que terminen enredados nas súas propias invencións, que se creben como a madeira débil, #ante a presión da realidade, o que evidenciará que a palabra que dan só é válida mentres sexa conveniente.

Na historia de Pinocho, estudar, traballar e ser bo coidando ao seu pai enfermo, transfórmano nun neno de verdade. No noso caso, os membros do goberno parecen marionetas de madeira que se moven ao ritmo das súas mentiras, sen caer na conta de que a única forma de converterse en persoas de verdade como logrou Pinocho, é contando a verdade. Cuantos hoxe están a facer da mentira o seu escudo de protección nunca se converterán nun goberno de verdade, e do mesmo xeito que a ese boneco de madeira crecíalle o nariz non podendo ocultala, cada mentira, cada novo engano, cada intento de ocultalo, máis pronto que tarde tamén sairá á luz. Somos moitos os que o esperamos.

0 comentarios: