miércoles, 16 de abril de 2025

Cuando la música suena

Parado en un semáforo, escuché cómo una música se incrementaba de volumen a medida que se acercaba un coche con la ventanilla del conductor bajada. Al llegar a mi altura ya no se podía escuchar otro sonido que no fuese el ruido que provocaba dentro de aquel coche un tema de Rap, o Trap, o reguetón lento… no sabría decirles. Me pregunté qué efectos estaría provocando aquella música sonando al máximo volumen, vibrando más que los bajos de una discoteca. Quizá según sube el volumen baja la tolerancia hacia el resto de conductores y peatones, pudiendo convertir un simple adelantamiento en una cuestión de honor. Aquí la música no sólo influye en el estado de ánimo del oyente, sino también en su comportamiento.

Pasado el momento y de camino a casa pensé en los efectos que podrían provocar otras músicas en los ambientes políticos y sociales, donde la polarización, la crispación, el ruido constante de las opiniones enfrentadas que se han instalado en nuestro día a día igual que una banda sonora machacona, sonando sin tregua. En nuestra España, pero también en otras partes del planeta, hemos visto como en pocos días el dialogo se sustituyó por el grito, o los debates por los eslóganes. Me iba preguntando qué papel podría jugar la música en medio de este clima.

No estamos acostumbrando a un escenario en el que todo el mundo grita, ya sea en el Congreso, en las tertulias de televisión, en las redes sociales… La polarización se ha instalado de tal forma en nuestra sociedad que ya ni nos inmutamos. En medio de tanto ruido, hay algo que nos pone de acuerdo, la música, aunque solo sea por el tiempo que dura una canción. 

Fue Shakespeare quien dijo que la música tiene “encantos para amansar a las fieras”, que con el paso del tiempo se ha simplificado en el dicho de que la música amansa a las fieras. Habría que matizar qué tipo de música, ya que cuando el célebre personaje dijo tal frase no existían vehículos a motor con equipos de música capaces de alcanzar tantos decibelios.

Lo que sí parece probado es que la música es una vía de escape, una alternativa al lenguaje de la confrontación, ayudándonos a vivir de otra manera las diferencias, de forma menos agresiva y con más empatía. Las diferencias ideológicas han llevado al enfrentamiento, mientras que la música, en sus diferentes estilos, reúne a personas que pensando de manera muy diferente son capaces de emocionarse o cantar juntas un mismo tema.

La música no pregunta a quién votamos o cómo pensamos, sólo suena. Y cuando suena bien logra hacernos sentir unidos y eso, en los tiempos que corren es casi terapéutico.

No estoy sugiriendo que suene Mozart en medio de los debates políticos o en la sala de un consejo de ministros, pero no estaría de más que la música formara parte un poco más de nuestra vida pública, que haga de puentes donde hemos construido muros, que suene cuando las palabras ya no logren los acuerdos y los consensos deseados.

Que la música siga sonando porque, tal vez, cuando la música suene las fieras bajen su furia y las personas se entiendan mejor.


Cando a música soa

Parado nun semáforo, escoitei como unha música incrementábase de volume a medida que se achegaba un coche co portelo do condutor baixada. Ao chegar á miña altura xa non se podía escoitar outro son que non fose o ruído que provocaba dentro daquel coche un tema de Rap, ou Trap, ou reguetón lento… non sabería dicirlles. Pregunteime que efectos estaría a provocar aquela música soando ao máximo volume, vibrando máis que os baixos dunha discoteca. Quizá segundo sobe o volume baixa a tolerancia cara ao resto de condutores e peóns, podendo converter un simple adiantamento nunha cuestión de honra. Aquí a música non só inflúe no estado de ánimo do oínte, senón tamén no seu comportamento.

Pasado o momento e de camiño a casa pensei nos efectos que poderían provocar outras músicas nos ambientes políticos e sociais, onde a polarización, a crispación, o ruído constante das opinións enfrontadas que se instalaron no noso día a día igual que unha banda sonora machacona, soando sen tregua. Na nosa España, pero tamén noutras partes do planeta, vimos como en poucos días o dialogo substituíuse polo berro, ou os debates polos eslóganes. Ía preguntando que papel podería xogar a música no medio deste clima.

Non estamos a afacer a un escenario no que todo o mundo grita, xa sexa no Congreso, nos faladoiros de televisión, nas redes sociais… A polarización instalouse de tal forma na nosa sociedade que xa nin nos inmutamos. No medio de tanto ruído, hai algo que nos pon de acordo, a música, aínda que só sexa polo tempo que dura unha canción. 

Foi Shakespeare quen dixo que a música ten “encantos para amansar ás feras”, que co paso do tempo simplificouse no devandito de que a música amansa ás feras. Habería que matizar que tipo de música, xa que cando o soado personaxe dixo tal frase non existían vehículos de motor con equipos de música capaces de alcanzar tantos decibeis.

O que si parece probado é que a música é unha vía de escape, unha alternativa á linguaxe da confrontación, axudándonos a vivir doutra maneira as diferenzas, de forma menos agresiva e con máis empatía. As diferenzas ideolóxicas han levado ao enfrontamento, mentres que a música, nos seus diferentes estilos, reúne a persoas que pensando de maneira moi diferente son capaces de emocionarse ou cantar xuntas un mesmo tema.

A música non pregunta a quen votamos ou como pensamos, só soa. E cando soa ben logra facernos sentir unidos e iso, nos tempos que corren é case terapéutico.

Non estou a suxerir que soe Mozart no medio dos debates políticos ou na sala dun consello de ministros, pero non estaría de máis que a música formase parte un pouco máis da nosa vida pública, que faga de pontes onde construímos muros, que soe cando as palabras xa non logren os acordos e os consensos desexados.

Que a música siga soando porque, talvez, cando a música soe as feras baixen a súa furia e as persoas se entendan mellor.

miércoles, 2 de abril de 2025

Efectos de la anestesia

Hubo un tiempo no muy lejano en que gobernaba en España otro partido político. Cualquiera de los acontecimientos que hoy vivimos diariamente habrían provocado la tormenta perfecta, tanto política como mediática, y habría sido duradera. Hoy los escándalos y las polémicas se superponen a tal velocidad que, sin tiempo a digerir una noticia, las siguientes van formando una amalgama de ruidos que la sociedad trata de asimilar sin margen para reaccionar.

Hoy en España el escándalo parece ser la norma y no la excepción. Decisiones del Gobierno bordeando la legalidad, censuras a profesionales de los medios de comunicación en las ruedas de prensa, estrategias parlamentarias muy cuestionables, casos de corrupción en el entorno personal y político del Presidente del Gobierno en fase de investigación judicial, leyes importantes recurridas ante los tribunales... Uno solo de estos casos, en otros tiempos, hubiese provocado como dije un tormentón político o la caída del gobierno.

Estamos hablando de incumplimientos constitucionales como el de la obligación de presentar anualmente los Presupuestos Generales del Estrado, la eliminación en el Congreso de enmiendas aprobadas en el Senado, la censura en las ruedas de prensa del gobierno no permitiendo preguntas incomodas cuando no el veto directo a periodistas. Una cadena de acontecimientos diarios que la sociedad trata de asimilar bajo una especie de anestesia colectiva que normaliza lo que hasta ayer era inaceptable.

Me he preguntado muchas veces si los escándalos ya no escandalizan, si las ilegalidades se perciben como parte del juego político, o si los casos de corrupción ya no indignan ¿Hasta dónde se puede prolongar esta situación antes de que como sociedad reaccionemos? Martin Luther King dijo algo que viene muy a cuento “En esta generación no tenemos que arrepentirnos de las maldades de las personas perversas, sino que tenemos que arrepentirnos del espantoso silencioso de las personas buenas”.

La política, lejos de ser un debate de ideas, se ha convertido en un espectáculo de confrontación permanente llegando a una polarización extrema, las leyes se aplican según convenga a quienes gobiernan provocando un serio debilitamiento institucional, y el populismo se ha convertido en la única estrategia del poder. 

Podremos seguir creyendo y diciendo que nuestro sistema es una democracia, pero la realidad podría ser que bajo ese nombre su esencia se haya vaciado de contenidos, algo que cuando se quiera revertir supondrá, para quien asuma esa tarea, un proceso muy doloroso y prolongado en el tiempo.

Cuando los cirujanos nos aplican la anestesia antes de iniciar una intervención quirúrgica ya conocemos sus efectos. Al igual, cuando una parte importante de la sociedad se muestra anestesiada ante los acontecimientos que tarde o temprano acaban afectándola, también conocemos sus efectos: los gobernantes afianzan su poder y encuentran pocos obstáculos para debilitar los contrapoderes democráticos. 

Este estado de anestesia social no será permanente y se disipará cuando el impacto de las decisiones gubernamentales se vuelva insostenible, aunque para entonces el daño causado a nuestro modelo de convivencia será difícil de revertir.

Efectos da anestesia

Houbo un tempo non moi afastado en que gobernaba en España outro partido político. Calquera dos acontecementos que hoxe vivimos diariamente provocarían a tormenta perfecta, tanto política como mediática, e sería duradeira. Hoxe os escándalos e as polémicas superpóñense a tal velocidade que, sen tempo a dixerir unha noticia, as seguintes van formando unha amálgama de ruídos que a sociedade trata de asimilar sen marxe para reaccionar.

Hoxe en España o escándalo parece ser a norma e non a excepción. Decisións do Goberno bordeando a legalidade, censuras a profesionais dos medios de comunicación nas roldas de prensa, estratexias parlamentarias moi cuestionables, casos de corrupción na contorna persoal e político do Presidente do Goberno en fase de investigación xudicial, leis importantes recorridas #ante os tribunais... Un só destes casos, noutros tempos, provocase como dixen un tormentón político ou a caída do goberno.

Estamos a falar de incumprimentos constitucionais como o da obrigación de presentar anualmente os Orzamentos Xerais do Estrado, a eliminación no Congreso de emendas aprobadas no Senado, a censura nas roldas de prensa do goberno non permitindo preguntas incomodas cando non o veto directo a xornalistas. Unha cadea de acontecementos diarios que a sociedade trata de asimilar baixo unha especie de anestesia colectiva que normaliza o que ata onte era inaceptable.

Pregunteime moitas veces se os escándalos xa non escandalizan, se as ilegalidades percíbense como parte do xogo político, ou se os casos de corrupción xa non indignan Ata onde se pode prolongar esta situación antes de que como sociedade reaccionemos? Martin Luther King dixo algo que vén moi a conto “Nesta xeración non temos que arrepentirnos das maldades das persoas perversas, senón que temos que arrepentirnos do espantoso silencioso das persoas boas”.

A política, lonxe de ser un debate de ideas, converteuse nun espectáculo de confrontación permanente chegando a unha polarización extrema, as leis aplícanse segundo conveña a quen goberna provocando un serio enfraquecemento institucional, e o populismo converteuse na única estratexia do poder. 

Poderemos seguir crendo e dicindo que o noso sistema é unha democracia, pero a realidade podería ser que baixo ese nome a súa esencia baleirouse de contidos, algo que cando se queira reverter supoñerá, para quen asuma esa tarefa, un proceso moi doloroso e prolongado no tempo.

Cando os cirurxiáns aplícannos a anestesia antes de iniciar unha intervención cirúrxica xa coñecemos os seus efectos. Ao igual, cando unha parte importante da sociedade móstrase anestesiada fronte os acontecementos que tarde ou cedo acaban afectándoa, tamén coñecemos os seus efectos: os gobernantes afianzan o seu poder e atopan poucos obstáculos para debilitar os contrapoderes democráticos. 

Este estado de anestesia social non será permanente e disiparase cando o impacto das decisións gobernamentais vólvase insostible, aínda que para entón o dano causado ao noso modelo de convivencia será difícil de reverter.

miércoles, 19 de marzo de 2025

Tambores de guerra

Desde los comienzos de la humanidad las guerras han sido una constante en las diferentes civilizaciones. Desde las hachas de piedra hasta los actuales conflictos con tecnología punta, en todos estos siglos la violencia organizada ha estado presente.

Sus orígenes son muy diversos, pero casi siempre la lucha por el poder ha sido el denominador común, y sus efectos, además del sufrimiento de la población civil, han supuesto crisis económicas y destrucción masiva de poblaciones.

Además, se provocan desplazamientos masivos que van más allá de un país o continente, crisis y traumas que pasan de unas a otras generaciones, sin olvidarnos de los largos periodos de tiempo que se tarda en reconstruir los territorios devastados por los conflictos armados ni otras consecuencias como dar paso a mayor polarización política y nuevos conflictos de esas zonas en el futuro. Recordemos que, al finalizar la Primera Guerra Mundial, conocida como “la guerra que acabaría con todas las guerras”, se firmó el conocido como Tratado de Versalles para garantizar la paz, pero que sembró las semillas de un nazismo, en la Alemania humillada, que nos trajo la Segunda Guerra Mundial. En su momento pareció que se daban puntos inflexión para darnos mayor estabilidad, con la creación de la ONU o la Unión Europea, pero la paz nunca ha estado garantizada.

A estas circunstancias debemos añadir el problema de la memoria histórica, el hecho de que a pesar de las advertencias que nos manda la Historia, sigamos cayendo en los mismos o parecidos errores. Las generaciones que tuvimos la fortuna de no vivir las guerras solemos pensar en ellas como fenómenos lejanos o irreales y cuando las lecciones del pasado quedan diluidas en la memoria colectiva de los pueblos, los errores tienden a repetirse irremediablemente.

Europa, hoy por hoy, se ve claramente amenazada con el resurgimiento de la guerra dentro de su territorio, y llama la atención que en muchos de los países que conforman este continente, exista una mayor preocupación por los asuntos domésticos que por esta amenaza bélica tan real, un escenario donde los desafíos geopolíticos atraviesan un momento crítico.

Nuestros adversarios, conocedores de esta realidad y por ende de la debilidad interna, han sabido utilizar otro tipo de armas tan peligrosas como los misiles: la manipulación informativa, la división social o los ciberataques, evidenciando que en muchas de las democracias de occidente no estamos tan preparados como pensamos para hacer frente a este tipo de guerra hibrida.

Si en estas sociedades occidentales no superamos nuestros conflictos internos y ponemos el foco en las amenazas reales que vienen del exterior corremos un serio riesgo de fragmentación y con ello de hacernos todavía más vulnerables. También aquí la historia vuelve a repetirse, muchas de las grandes civilizaciones no solo han caído por las guerras, sino también por sus decadencias internas.

Europa esta en pleno proceso de rearmarse ante las nuevas amenazas, los tambores de guerra resuenan cada vez mas fuerte. No olvidemos las lecciones de la historia para no cometer los mismos errores del pasado. 

Tambores de guerra

Desde os comezos da humanidade as guerras foron unha constante nas diferentes civilizacións. Desde as machadas de pedra ata os actuais conflitos con tecnoloxía punta, en todos estes séculos a violencia organizada ha estado presente.

As súas orixes son moi diversos, pero case sempre a loita polo poder foi o denominador común, e os seus efectos, ademais do sufrimento da poboación civil, supuxeron crises económicas e destrución masiva de poboacións.

Ademais, provócanse desprazamentos masivos que van máis aló dun país ou continente, crise e traumas que pasan dunhas a outras xeracións, sen esquecernos dos longos períodos de tempo que se tarda en reconstruír os territorios devastados polos conflitos armados nin outras consecuencias como dar paso a maior polarización política e novos conflitos desas zonas no futuro. Lembremos que, ao finalizar a Primeira Guerra Mundial, coñecida como “a guerra que acabaría con todas as guerras”, asinouse o coñecido como Tratado de Versalles para garantir a paz, pero que sementou as sementes dun nazismo, na Alemaña humillada, que nos trouxo a Segunda Guerra Mundial. No seu momento pareceu que se daban puntos inflexión para darnos maior estabilidade, coa creación da ONU ou a Unión Europea, pero a paz nunca estivo garantida.

A estas circunstancias debemos engadir o problema da memoria histórica, o feito de que a pesar das advertencias que nos manda a Historia, sigamos caendo nos mesmos ou parecidos erros. As xeracións que tivemos a fortuna de non vivir as guerras adoitamos pensar nelas como fenómenos afastados ou irreais e cando as leccións do pasado quedan diluídas na memoria colectiva dos pobos, os erros tenden a repetirse irremediablemente.

Europa, neste momento, vese claramente ameazada co rexurdimento da guerra dentro do seu territorio, e chama a atención que en moitos dos países que conforman este continente, exista unha maior preocupación polos asuntos domésticos que por esta ameaza bélica tan real, un escenario onde os desafíos xeopolíticos atravesan un momento crítico.

Os nosos adversarios, coñecedores desta realidade e polo tanto da debilidade interna, souberon utilizar outro tipo de armas tan perigosas como os mísiles: a manipulación informativa, a división social ou os ciberataques, evidenciando que en moitas das democracias de occidente non estamos tan preparados como pensamos para facer fronte a este tipo de guerra hibrida.

Se nestas sociedades occidentais non superamos os nosos conflitos internos e poñemos o foco nas ameazas reais que veñen do exterior corremos un serio risco de fragmentación e con iso de facernos aínda máis vulnerables. Tamén aquí a historia volve repetirse, moitas das grandes civilizacións non só caeron polas guerras, senón tamén polas súas decadencias internas.

Europa esta en pleno proceso de rearmarse #ante as novas ameazas, os tambores de guerra ecoan cada vez mais forte. Non esquezamos as leccións da historia para non cometer os mesmos erros do pasado.


martes, 4 de marzo de 2025

Servidores públicos

Cuando la degradación de la política se refleja a diario en decenas de noticias que se hacen eco de personas que utilizan su cargo para servirse y aprovecharse particularmente, es necesario una vez más, reflexionar en voz alta sobre el sacrificio y la entrega de muchas personas que con autentica vocación de servicio lo dan todo por mejorarle  la vida a los demás. Es la verdadera razón de los servidores públicos.

Se ha instalado en el imaginario colectivo la idea de que los políticos viven a costa de los demás, sin esfuerzo ni sacrificio y gozando de grandes privilegios, cuando la realidad es que muchos de ellos, la mayoría, realizan su trabajo en jornadas interminables, asumen enormes responsabilidades y renuncian a su vida personal y profesional para poder con gran desgaste servir a su comunidad. Como Paula.

Para empezar a cambiar esta situación no basta con la denuncia de la corrupción y de los que la practican, también es necesario aprender a valorar y respetar a quienes ejercen su labor diaria con honestidad. De no hacerlo estaremos expulsando de la política a los mejores, a los verdaderos servidores públicos, al tiempo que les dejaremos camino libre a los oportunistas.

Si queremos evitar que el reconocimiento llegue sólo cuando es demasiado tarde deberíamos esforzarnos en encontrar formas de valorar a quienes realmente se esfuerzan por servir a sus vecinos. Formas como la de no asumir que todos los políticos son iguales, no limitar el reconocimiento o rechazo al voto cada cuatro años, dar mas espacio informativo a los que trabajan con honestidad frente a los corruptos, no buscar solo los fallos, o del mismo modo que reconocemos los méritos en otras profesiones, procurar manifestar con frecuencia nuestro apoyo a los buenos gestores, ya sea en redes sociales, participando en actos públicos o simplemente reconociéndoselo de manera directa.

Un simple gesto de reconocimiento, un mensaje de apoyo o una muestra de respeto pueden ser suficiente para quienes trabajan por el bien común.

El servicio público debe ser una vocación que conlleva muchas renuncias personales y un gran compromiso con los ciudadanos. Las virtudes de un buen servidor público van más allá de su preparación técnica o la eficiencia en la gestión. Algunas de esas cualidades son la honestidad, la vocación de servicio, la empatía y cercanía con sus vecinos, asumir su responsabilidad con seriedad, sin excusas ni evasivas, la capacidad de liderazgo y saber trabajar en equipo, la humildad y la capacidad de autocrítica, la perseverancia y valentía a la hora de tomar decisiones difíciles, o la visión de futuro son solo algunas de esas necesarias virtudes.

Cuando me llegó la noticia del fallecimiento de nuestra alcaldesa Paula Alvarellos, transcurridos los primeros momentos de conmoción por lo inesperado y trágico desenlace, empecé a pensar en lo que acabo de escribir, en las virtudes inherentes a un buen servidor público.

Paula supo ganarse en poco tiempo el respeto y cariño de muchos lucenses, por su capacidad de dialogo, de buscar  el entendimiento y no hacer de la confrontación la bandera de su gestión.

Lamentar su muerte no es suficiente. Poner en valor sus cualidades tampoco. Como vecinos y ciudadanos aprendamos a ser más generosos, a tiempo, con quienes tratan de mejorar nuestras vidas a costa de perjudicar, o perder, las suyas.

Servidores públicos

Cando a degradación da política reflíctese a diario en decenas de noticias que se fan eco de persoas que utilizan o seu cargo para servirse e aproveitarse particularmente, é necesario unha vez máis, reflexionar en voz alta sobre o sacrificio e a entrega de moitas persoas que con autentica vocación de servizo dano todo por mellorarlle  a vida aos demais. É a verdadeira razón dos servidores públicos.

Instalouse no maxinario colectivo a idea de que os políticos viven á conta dos demais, sen esforzo nin sacrificio e gozando de grandes privilexios, cando a realidade é que moitos deles, a maioría, realizan o seu traballo en xornadas interminables, asumen enormes responsabilidades e renuncian á súa vida persoal e profesional para poder con gran desgaste servir á súa comunidade. Como Paula.

Para empezar a cambiar esta situación non basta coa denuncia da corrupción e dos que a practican, tamén é necesario aprender a valorar e respectar a quen exerce o seu labor diario con honestidade. De non facelo estaremos a expulsar da política aos mellores, aos verdadeiros servidores públicos, á vez que lles deixaremos camiño libre aos oportunistas.

Se queremos evitar que o recoñecemento chegue só cando é demasiado tarde deberiamos esforzarnos en atopar formas de valorar a quen realmente se esforzan por servir aos seus veciños. Formas como a de non asumir que todos os políticos son iguais, non limitar o recoñecemento ou rexeitamento ao voto cada catro anos, dar mais espazo informativo aos que traballan con honestidade fronte aos corruptos, non buscar só os fallos, ou do mesmo xeito que recoñecemos os méritos noutras profesións, procurar manifestar con frecuencia o noso apoio aos bos xestores, xa sexa en redes sociais, participando en actos públicos ou simplemente recoñecéndollo de maneira directa.

Un simple xesto de recoñecemento, unha mensaxe de apoio ou unha mostra de respecto poden ser suficiente para quen traballa polo ben común.

O servizo público debe ser unha vocación que conleva moitas renuncias persoais e un gran compromiso cos cidadáns. As virtudes dun bo servidor público van máis aló da súa preparación técnica ou a eficiencia na xestión. Algunhas desas calidades son a honestidade, a vocación de servizo, a empatía e proximidade cos seus veciños, asumir a súa responsabilidade con seriedade, sen escusas nin evasivas, a capacidade de liderado e saber traballar en equipo, a humildade e a capacidade de autocrítica, a perseveranza e valentía á hora de tomar decisións difíciles, ou a visión de futuro son só algunhas desas necesarias virtudes.

Cando me chegou a noticia do falecemento da nosa alcaldesa Paula Alvarellos, transcorridos os primeiros momentos de conmoción polo inesperado e tráxico desenlace, empecei a pensar no que acabo de escribir, nas virtudes inherentes a un bo servidor público.

Paula soubo gañarse en pouco tempo o respecto e agarimo de moitos lucenses, pola súa capacidade de dialogo, de buscar  o entendemento e non facer da confrontación a bandeira da súa xestión.

Lamentar a súa morte non é suficiente. Poñer en valor as súas calidades tampouco. Como veciños e cidadáns aprendamos a ser máis xenerosos, a tempo, con quen trata de mellorar as nosas vidas á conta de prexudicar, ou perder, as súas.


miércoles, 19 de febrero de 2025

El ordeño

Desde el principio de los tiempos, ordeñar se ha considerado una manera natural de actuar ligada a la producción de alimentos para la supervivencia.

Hace unos días, viendo un documental en la televisión, un granjero inglés se sorprendía al preguntarle a un joven si sabía de donde provenía la leche que acababa de adquirir en un supermercado y al escuchar la respuesta de este, “de las estanterías”.  No solo en ese país, también en el nuestro, todavía hay niños criados en ambientes urbanos que piensan que los yogures penden de las ramas de los árboles o desconocen el origen de la leche mediante las diferentes técnicas de ordeño. No es broma.

En el referido documental, este granjero dedicaba varios minutos a ilustrar con videos el proceso de entrada de las vacas en la sala de ordeño, los diferentes pasos de limpieza de ubres, colocación de los tetos de la ordeñadora, extracción de la leche, desinfección… Cualquier joven que lo viese ya no tendría dudas del origen de la leche, mitigando los efectos de esa brecha existente entre las nuevas generaciones urbanas y la realidad del mundo agrario.

Este distanciamiento de una parte de la población con los diferentes procesos productivos que sostienen nuestro modo de vida no es una anécdota graciosa, sino un síntoma preocupante que explica el desconocimiento del esfuerzo que hay detrás de cada alimento que consumimos, llegando al punto de no valorarse debidamente el pago de dichos alimentos.

Hoy en día las palabras adquieren connotaciones inesperadas y «ordeñar» también puede utilizarse como metáfora en determinadas prácticas políticas. Así si en ese campo de la vida hablásemos del ordeño, la explicación sería bien distinta, adquiriendo un matiz más relacionado con el cálculo y la estrategia. Me refiero al panorama político, o mejor dicho espectáculo político, que venimos sufriendo en España en los últimos años. 

Aquí quienes conocen bien las técnicas de ordeño, son los grupos minoritarios, separatistas y nacionalistas que, aprovechándose de la precariedad en votos de la coalición gobernante, acuden a diario a ordeñar a esta sacándole cuanta «leche» quieren a cambio de dejar que la «vaca» en cuestión permanezca un tiempo más en su confortable establo. 

Sirvan como últimos ejemplos el logro de las transferencias en materia de control de fronteras e inmigración para Cataluña, ordeño de Puigdemont, o el regalo al PNV de un palacete en el centro de París, palacio que en su día adquirió este partido, pero pagado con dinero del estado español como quedó acreditado por sentencia judicial en tribunal francés. Sólo dos ejemplos de los muchos que van y de los que quedan por venir. 

Cada negociación, cada votación clave en el Congreso de los diputados, cada confección de un presupuesto, es una oportunidad de practicar ese ordeño, de extraer concesiones, recursos económicos, o cambios legislativos, alguno seguramente inconstitucional, que resultan favorables a sus intereses particulares. 

Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE) una de las acepciones de la palabra «ordeñar» dice así: «Sacar provecho o utilidad de algo o alguien de manera insistente o abusiva» No me digan que quien escribió esta definición no fue un visionario del actual panorama político español. Un auténtico ordeño.

O muxido

Desde o principio dos tempos, muxir considerouse unha maneira natural de actuar ligada á produción de alimentos para a supervivencia.

Hai uns días, vendo un documental na televisión, un granxeiro inglés sorprendíase ao preguntarlle a un mozo se sabía de onde proviña o leite que acababa de adquirir nun supermercado e ao escoitar a resposta de leste, “dos andeis”.  Non só nese país, tamén no noso, aínda hai nenos criados en ambientes urbanos que pensan que os iogures penden das ramas das árbores ou descoñecen a orixe do leite mediante as diferentes técnicas de muxido. Non é broma.

No referido documental, este granxeiro dedicaba varios minutos para ilustrar con vídeos o proceso de entrada das vacas na sala de muxido, os diferentes pasos de limpeza de ubres, colocación dos tetos da muxidora, extracción do leite, desinfección… Calquera mozo que o vise xa non tería dúbidas da orixe do leite, mitigando os efectos desa brecha existente entre as novas xeracións urbanas e a realidade do mundo agrario.

Este distanciamento dunha parte da poboación cos diferentes procesos produtivos que sosteñen o noso modo de vida non é unha anécdota graciosa, senón un síntoma preocupante que explica o descoñecemento do esforzo que hai detrás de cada alimento que consumimos, chegando ao momento de non valorarse debidamente o pago dos devanditos alimentos.

Hoxe en día as palabras adquiren connotacións inesperadas e «muxir» tamén pode utilizarse como metáfora en determinadas prácticas políticas. Así se nese campo da vida falásemos do muxido, a explicación sería ben distinta, adquirindo un matiz máis relacionado co cálculo e a estratexia. Refírome ao panorama político, ou mellor devandito espectáculo político, que vimos sufrindo en España nos últimos anos. 

Aquí quen coñece ben as técnicas de muxido, son os grupos minoritarios, separatistas e nacionalistas que, aproveitándose da precariedade en votos da coalición gobernante, acoden a diario a muxir a esta sacándolle canto «leite» queren a cambio de deixar que a «vaca» en #cuestión permaneza un tempo máis no seu confortable cortello. 

Sirvan como últimos exemplos o logro das transferencias en materia de control de fronteiras e inmigración para Cataluña, muxido de Puigdemont, ou o agasallo ao PNV dun palacete no centro de París, palacio que no seu día adquiriu este partido, pero pago con diñeiro do estado español como quedou acreditado por sentenza xudicial en tribunal francés. Só dous exemplos dos moitos que van e dos que quedan por vir. 

Cada negociación, cada votación crave no Congreso dos deputados, cada confección dun orzamento, é unha oportunidade de practicar ese muxido, de extraer concesións, recursos económicos, ou cambios lexislativos, algún seguramente inconstitucional, que resultan favorables aos seus intereses particulares. 

Segundo o dicionario da Real Academia Española (RAE) unha das acepcións da palabra «muxir» di así: «Sacar proveito ou utilidade de algo ou alguén de maneira insistente ou abusiva» Non me digan que quen escribiu esta definición non foi un visionario do actual panorama político español. Un auténtico muxido.

miércoles, 5 de febrero de 2025

El ruido y lo verde

Si vives en la ciudad de Lugo y escuchas a alguien decir que se dirige al parque, muchos sabrán que se está refiriendo al Parque Rosalía de Castro, el primero de los parques construidos en Lugo hace más de cien años. Después con el paso de los años se fueron incorporando nuevos espacios verdes en principio pensados más como zonas de esparcimiento y disfrute alejados de los ruidos que como pulmones de la ciudad, ya que Lugo es una ciudad con una buena calidad en su aire.

Aquí nuestras autoridades presumen de su apuesta por lo verde, pero olvidando otro tipo de agresiones ambientales, como las acústicas, los ruidos. 

En nuestra ciudad no es infrecuente sufrir los tubos de escape trucados de coches y motos, que es difícil creer que puedan pasar la ITV en esas condiciones, pero quizá donde más choca esta contaminación acústica es en nuestros parques. Lo que debiera ser un espacio idílico, un remanso de paz en medio de la urbe, en realidad no es tal.

Ese escenario imaginario de que el entorno de los parques pudiera albergar sólo sonidos de pájaros o del viento moviendo las ramas de los árboles, es eso, imaginario. Desde hace unos años han aparecido otra clase de ruidos que están perjudicando sensiblemente el descanso de los vecinos de sus entornos. Me estoy refiriendo a las máquinas que utilizan las empresas de jardinería contratadas para mantener el parque en condiciones. Sopladores, cortacéspedes, recorta setos..., compiten cuando no se complementan realizando a la vez sus tareas. Esos ruidos no duran una hora, sino que es muy frecuente escucharlos desde primeras horas de la mañana, hacer un breve descanso al mediodía y retomar su guerra al silencio a la hora de la sobremesa.

Son máquinas que facilitan el trabajo y rendimiento de las contratas, pero que a su vez están incumpliendo con la Ordenanza municipal de Medio ambiente, que nos obliga a todos a cumplir bajo sanciones importantes de no hacerlo.

Hace unos días un medio de comunicación gallego titulaba «Vecinos de Ferrol contra los sopladores de hojas» al tiempo que anunciaban recogidas de firmas desquiciados por tanto ruido. Seguramente este escenario se irá repitiendo con frecuencia en otras ciudades.

Por ello, el Ayuntamiento de Lugo debe de tomar cartas en este asunto, porque las mejoras realizadas en el parque son plausibles, pero olvidar la alteración de la convivencia por incumplimiento de ordenanzas, como la permisividad del botellón o la utilización de maquinaria que incumple sus propias normas, no son una buena carta de presentación en el objetivo compartido de declarar BIC este hermoso espacio de la ciudad.

Si las autoridades municipales no toman la iniciativa, estoy convencido de que lo harán los vecinos, o las asociaciones vecinales. Porque apostar por las políticas verdes también implica combatir la contaminación acústica.


O ruído e o verde

Se vives na cidade de Lugo e escoitas a alguén dicir que se dirixe ao parque, moitos saberán que se está referindo ao Parque Rosalía de Castro, o primeiro dos parques construídos en Lugo fai máis de cen anos. Despois co paso dos anos fóronse incorporando novos espazos verdes en principio pensados máis como zonas de esparexemento e goce afastados dos ruídos que como pulmóns da cidade, xa que Lugo é unha cidade cunha boa calidade no seu aire.

Aquí as nosas autoridades presumen da súa aposta polo verde, pero esquecendo outro tipo de agresións ambientais, como as acústicas, os ruídos. 

Na nosa cidade non é infrecuente sufrir os tubos de escape trucados de coches e motos, que é difícil crer que poidan pasar a ITV nesas condicións, pero quizá onde máis choca esta contaminación acústica é nos nosos parques. O que debese ser un espazo idílico, un remanso de paz no medio da urbe, en realidade non é tal.

Ese escenario imaxinario de que a contorna dos parques puidese albergar só sons de paxaros ou do vento movendo as ramas das árbores, é iso, imaxinario. Desde hai uns anos apareceron outra clase de ruídos que están a prexudicar sensiblemente o descanso dos veciños das súas contornas. Estou a referirme ás máquinas que utilizan as empresas de xardinería contratadas para manter o parque en condicións. Sopladores, cortacéspedes, recorta sebes..., compiten cando non se complementan realizando á vez as súas tarefas. Eses ruídos non duran unha hora, senón que é moi frecuente escoitalos desde primeiras horas da mañá, facer un breve descanso ao mediodía e retomar a súa guerra ao silencio á hora da sobremesa.

Son máquinas que facilitan o traballo e rendemento de contrátalas, pero que á súa vez están a incumprir coa Ordenanza municipal de Medio ambiente, que nos obriga a todos a cumprir baixo sancións importantes de non facelo.

Hai uns días un medio de comunicación galego titulaba «Veciños de Ferrol contra os sopladores de follas» á vez que anunciaban recollidas de firmas exasperados por tanto ruído. Seguramente este escenario irase repetindo con frecuencia noutras cidades.

Por iso, o Concello de Lugo debe de tomar cartas neste asunto, porque as melloras realizadas no parque son plausibles, pero esquecer a alteración da convivencia por incumprimento de ordenanzas, como a permisividade do botellón ou a utilización de maquinaria que incumpre as súas propias normas, non son unha boa carta de presentación no obxectivo compartido de declarar BIC este fermoso espazo da cidade.

Se as autoridades municipais non toman a iniciativa, estou convencido de que o farán os veciños, ou as asociacións veciñais. Porque apostar polas políticas verdes tamén implica combater a contaminación acústica.

miércoles, 22 de enero de 2025

Rebajas

A nadie que haya caminado por calles o centros comerciales le habrá pasado desapercibido estos días el movimiento de personas cargando con las bolsas de sus compras. Es un fenómeno que se repite todos los años en los meses de enero y julio, son las rebajas, la búsqueda de oportunidades y el ahorro.

Mis pensamientos, por la dedicación profesional y vocacional de la mayor parte de mi vida, me han llevado a buscar analogías con las «rebajas» en acontecimientos recientes de la política española.

Las promesas electorales incumplidas son un claro ejemplo. Proyectos que se anuncian durante las campañas se ven descartados o rebajados después de alcanzar el gobierno. Es la rebaja en la palabra dada, del compromiso firmado con los electores que poco a poco van perdiendo la confianza en los políticos en general.

Se definió a la presente Legislatura como la de la participación ciudadana, el diálogo y la transparencia, pero aquí también llegaron las rebajas. La marca de la casa ha resultado ser la de practicar la aprobación de normas y leyes, abusando de los decretos-leyes por la vía de urgencia, sin participación real de los ciudadanos o de las diferentes representaciones parlamentarias.

La transparencia democrática parece estar en «liquidación». Cada día que prolonga su agonía nuestro Gobierno, se traduce en innumerables ejemplos de retrocesos en la obligación de informar por parte de algunas instituciones, o en los excesivos casos de escándalos por corrupción que ya afectan al entorno político y personal del Presidente del Gobierno. Por mucho menos se justificó la moción de censura que derribó al anterior Presidente, al tiempo que se prometía un gobierno transparente e implacable con las conductas de corrupción. Aquí las rebajas llevan camino de «liquidación por cierre».

A la libertad de expresión también le han llegado las rebajas con los anuncios de una nueva Ley que perseguirá a los medios críticos con el poder, o que exculpará a todos los que hoy se encuentran investigados en casos de corrupción en el entorno del Gobierno.

El espectáculo diario ofrecido por algunos dirigentes está consiguiendo que la degradación de los estándares éticos en la política de España podría merecer el cartel de rebajas en la ética política Son tan repugnantes los giros ideológicos repentinos con la única finalidad de mantener el poder, la rebaja de principios, si algún día los tuvieron, que podríamos estar hablando de «políticos en oferta». Lo preocupante es que, a pesar de haber comprobado el engaño y que el producto ha salido defectuoso, todavía hay quien parece dispuesto a volver a comprarlo.

Son sólo unos pocos ejemplos con los que pretendo hacer una reflexión sobre las consecuencias de aceptar estas rebajas en valores democráticos, en la ética política, en la transparencia, en la participación ciudadana, en la falta de escrúpulos, en la corrupción, en definitiva, a preguntarnos si merece la pena aceptar estos comportamientos por muy rebajados que estén de precio.

Como sociedad lo que deberíamos plantearnos es el precio que estamos dispuestos a pagar, olvidarnos de todo lo que han rebajado y a exigir unos estándares de comportamiento mucho más altos, porque las verdaderas rebajas no deben aplicarse a nuestra libertad.


Rebaixas

A ninguén que camiñase por rúas ou centros comerciais pasoulle desapercibido estes días o movemento de persoas cargando coas bolsas das súas compras. É un fenómeno que se repite todos os anos nos meses de xaneiro e xullo, son as rebaixas, a procura de oportunidades e o aforro.

Os meus pensamentos, pola dedicación profesional e vocacional da maior parte da miña vida, leváronme a buscar analoxías coas «rebaixas» en acontecementos recentes da política española.

As promesas electorais incumpridas son un claro exemplo. Proxectos que se anuncian durante as campañas ven descartados ou rebaixados despois de alcanzar o goberno. É a rebaixa na palabra dada, do compromiso asinado cos electores que aos poucos van perdendo a confianza nos políticos en xeral.

Definiuse á presente Lexislatura como a da participación cidadá, o diálogo e a transparencia, pero aquí tamén chegaron as rebaixas. A marca da casa resultou ser a de practicar a aprobación de normas e leis, abusando dos decretos-lei pola vía de urxencia, sen participación real dos cidadáns ou das diferentes representacións parlamentarias.

A transparencia democrática parece estar en «liquidación». Cada día que prolonga a súa agonía o noso Goberno, tradúcese en innumerables exemplos de retrocesos na obrigación de informar por parte dalgunhas institucións, ou nos excesivos casos de escándalos por corrupción que xa afectan a contorna político e persoal do Presidente do Goberno. Por moito menos xustificouse a moción de censura que derrubou ao anterior Presidente, á vez que se prometía un goberno transparente e implacable coas condutas de corrupción. Aquí as rebaixas levan camiño de «liquidación por peche».

Á liberdade de expresión tamén lle chegaron as rebaixas cos anuncios dunha nova Lei que perseguirá aos medios críticos co poder, ou que exculpará a todos os que hoxe se atopan investigados en casos de corrupción na contorna do Goberno.

O espectáculo diario ofrecido por algúns dirixentes está a conseguir que a degradación dos estándares éticos na política de España podería merecer o cartel de rebaixas na ética política Son tan repugnantes os xiros ideolóxicos repentinos coa única finalidade de manter o poder, a rebaixa de principios, se algún día tivéronos, que poderiamos estar a falar de «políticos en oferta». O preocupante é que, a pesar de comprobar o engano e que o produto saíu defectuoso, aínda hai quen parece disposto a volver compralo.

Son só uns poucos exemplos cos que pretendo facer unha reflexión sobre as consecuencias de aceptar estas rebaixas en valores democráticos, na ética política, na transparencia, na participación cidadá, na falta de escrúpulos, na corrupción, en definitiva, a preguntarnos se merece a pena aceptar estes comportamentos por moi rebaixados que estean de prezo.

Como sociedade o que deberiamos expornos é o prezo que estamos dispostos a pagar, esquecernos de todo o que rebaixaron e a esixir uns estándares de comportamento moito máis altos, porque as verdadeiras rebaixas non deben aplicarse á nosa liberdade.


miércoles, 8 de enero de 2025

Juegos de mesa

Acaban de visitar nuestros hogares los Reyes Magos y todavía se escuchan los bullicios de los más pequeños estrenando sus juguetes. Según lo publicado, los artículos y juguetes tecnológicos siguen siendo los que más espacio ocuparon en las sacas que portaban en sus camellos y no puedo evitar acordarme de aquellos juegos de mesa como el parchís, la oca, el Monopoly o tantos otros con los que de niños, y no tan niños, conseguíamos pasar horas de entretenimiento y convivencia.

Por un momento he pensado en cómo utilizarían algunos de estos juegos de mesa los cientos de aseso-res que trabajan al servicio del gobierno en la Moncloa, o qué enfoque le darían en el propio Go-bierno, donde las tácticas y estrategias marcarían el rumbo del juego. Me pregunto si la política espa-ñola se parece a estos juegos.

Cuando jugaba a estos juegos, lo que nadie quería era caer en el pozo o en la cárcel y, por el contrario, lo que más animaba era ir de oca en oca avanzando rápidamente hacia la casilla final.

En el campo político el parchís representa que los que avanzan lo hacen a base de perjudicar a los otros. En el parchís político cada paso adelante implica un retroceso para alguien más. Aquí “comer ficha” viene siendo el ataque de un partido al otro, no sólo entre Gobierno y oposición, sino también entre el Gobierno y sus socios de investidura. Basten como ejemplo los choques entre coaliciones co-mo Sumar y Podemos.

Como en los juegos de mesa, también en la política hay fichas que acaban en la cárcel, o en un pozo del que tardan en salir.

Cuando jugaba al Monopoly la meta de todos los jugadores estaba en poder comprar las calles más caras y poner hoteles en ellas esperando la caída de los demás jugadores en esas casillas para recibir importantes cantidades en dinero de papel.

En el tablero político español este juego vendría a ser como el reflejo de la acumulación de poder, el control de las instituciones clave, como la Fiscalía, el Tribunal Constitucional, la televisión pública, el CIS y tantas otras. Aquí la compra no es de calles o casas, en este tablero se ven sustituidas por la compra de votos o territorios por medio de pactos o mociones en ayuntamientos o autonomías.

Al igual que en este juego un jugador podía acabar arruinado, en el otro tablero la bancarrota pública viene dada cuando algunos políticos acaban agotando su credibilidad.

He dejado para el final un clásico, el ajedrez, donde la estrategia y cada movimiento deben anticiparse varios pasos por delante. Aquí hay peleas por ver quién ocupa el centro del tablero, o vemos relación con el papel de los alfiles que juegan los partidos nacionalistas, claves en las mayorías parlamentarias. Como en el ajedrez, las piezas pequeñas a menudo tienen poder para decidir el resultado del juego.

En este juego, el ataque al rey es la clave para ganar la partida, algo que implica movimientos estraté-gicos y riesgos calculados. En nuestro tablero político, las decisiones de Pedro Sánchez para debilitar la posición del Rey Felipe VI tienen un gran riesgo, y es que como en el juego, atacar al rey sin prote-ger tus propias piezas puede conllevar un contraataque letal.

Mi deseo para este año que acaba de comenzar es que en las mesas de nuestros políticos se deje de jugar con nuestro futuro y se practique más la cooperación y la negociación, estrategias donde todos ganan, y ganamos todos.


Xogos de mesa

Acaban de visitar os nosos fogares os Reis Magos e aínda se escoitan os bulicios dos máis pequenos estreando os seus xoguetes. Segundo o publicado, os artigos e xoguetes tecnolóxicos seguen sendo os que máis espazo ocuparon en sácalas que portaban nos seus camelos e non podo evitar acordarme daqueles xogos de mesa como o parchís, a oca, o Monopoly ou tantos outros cos que de nenos, e non tan nenos, conseguiamos pasar horas de entretemento e convivencia.

Por un momento pensei en como utilizarían algúns destes xogos de mesa os centos de asesores que traballan ao servizo do goberno na Moncloa, ou que enfoque #dar no propio Goberno, onde as tácti-cas e estratexias marcarían o rumbo do xogo. Pregúntome se a política española parécese a estes xo-gos.

Cando xogaba a estes xogos, o que ninguén quería era caer no pozo ou no cárcere e, pola contra, o que máis animaba era ir de oca en oca avanzando rapidamente cara á casa final.

No campo político o parchís representa que os que avanzan fano a base de prexudicar aos outros. No parchís político cada paso adiante implica un retroceso para alguén máis. Aquí “comer ficha” vén sen-do o ataque dun partido ao outro, non só entre Goberno e oposición, senón tamén entre o Goberno e os seus socios de investidura. Basten como exemplo os choques entre coalicións como Sumar e Po-demos.

Como nos xogos de mesa, tamén na política hai fichas que acaban no cárcere, ou nun pozo do que tardan en saír.

Cando xogaba ao Monopoly a meta de todos os xogadores estaba en poder comprar as rúas máis caras e poñer hoteis nelas esperando a caída dos demais xogadores nesas casas para recibir importantes can-tidades en diñeiro de papel.

No taboleiro político español este xogo viría ser como o reflexo da acumulación de poder, o control das institucións crave, como a Fiscalía, o Tribunal Constitucional, a televisión pública, o CIS e tantas outras. Aquí a compra non é de rúas ou casas, neste taboleiro ven substituídas pola compra de votos ou territorios por medio de pactos ou mocións en concellos ou autonomías.

Do mesmo xeito que neste xogo un xogador podía acabar arruinado, no outro taboleiro a bancarrota pública vén dada cando algúns políticos acaban esgotando a súa credibilidade.

Deixei para o final un clásico, o xadrez, onde a estratexia e cada movemento deben anticiparse varios pasos por diante. Aquí hai pelexas por ver quen ocupa o centro do taboleiro, ou vemos relación co papel dos alfiles que xogan os partidos nacionalistas, claves nas maiorías parlamentarias. Como no xadrez, as pezas pequenas a miúdo teñen poder para decidir o resultado do xogo.

Neste xogo, o ataque ao rei é a clave para gañar a partida, algo que implica movementos estratéxicos e riscos calculados. No noso taboleiro político, as decisións de Pedro Sánchez para debilitar a posición do Rey Felipe VI teñen un gran risco, e é que como no xogo, atacar ao rei sen protexer as túas propias pezas pode conlevar un contraataque letal.

O meu desexo para este ano que acaba de comezar é que nas mesas dos nosos políticos déixese de xogar co noso futuro e practíquese máis a cooperación e a negociación, estratexias onde todos gañan, e gañamos todos.