A nadie que haya caminado por calles o centros comerciales le habrá pasado desapercibido estos días el movimiento de personas cargando con las bolsas de sus compras. Es un fenómeno que se repite todos los años en los meses de enero y julio, son las rebajas, la búsqueda de oportunidades y el ahorro.
Mis pensamientos, por la dedicación profesional y vocacional de la mayor parte de mi vida, me han llevado a buscar analogías con las «rebajas» en acontecimientos recientes de la política española.
Las promesas electorales incumplidas son un claro ejemplo. Proyectos que se anuncian durante las campañas se ven descartados o rebajados después de alcanzar el gobierno. Es la rebaja en la palabra dada, del compromiso firmado con los electores que poco a poco van perdiendo la confianza en los políticos en general.
Se definió a la presente Legislatura como la de la participación ciudadana, el diálogo y la transparencia, pero aquí también llegaron las rebajas. La marca de la casa ha resultado ser la de practicar la aprobación de normas y leyes, abusando de los decretos-leyes por la vía de urgencia, sin participación real de los ciudadanos o de las diferentes representaciones parlamentarias.
La transparencia democrática parece estar en «liquidación». Cada día que prolonga su agonía nuestro Gobierno, se traduce en innumerables ejemplos de retrocesos en la obligación de informar por parte de algunas instituciones, o en los excesivos casos de escándalos por corrupción que ya afectan al entorno político y personal del Presidente del Gobierno. Por mucho menos se justificó la moción de censura que derribó al anterior Presidente, al tiempo que se prometía un gobierno transparente e implacable con las conductas de corrupción. Aquí las rebajas llevan camino de «liquidación por cierre».
A la libertad de expresión también le han llegado las rebajas con los anuncios de una nueva Ley que perseguirá a los medios críticos con el poder, o que exculpará a todos los que hoy se encuentran investigados en casos de corrupción en el entorno del Gobierno.
El espectáculo diario ofrecido por algunos dirigentes está consiguiendo que la degradación de los estándares éticos en la política de España podría merecer el cartel de rebajas en la ética política Son tan repugnantes los giros ideológicos repentinos con la única finalidad de mantener el poder, la rebaja de principios, si algún día los tuvieron, que podríamos estar hablando de «políticos en oferta». Lo preocupante es que, a pesar de haber comprobado el engaño y que el producto ha salido defectuoso, todavía hay quien parece dispuesto a volver a comprarlo.
Son sólo unos pocos ejemplos con los que pretendo hacer una reflexión sobre las consecuencias de aceptar estas rebajas en valores democráticos, en la ética política, en la transparencia, en la participación ciudadana, en la falta de escrúpulos, en la corrupción, en definitiva, a preguntarnos si merece la pena aceptar estos comportamientos por muy rebajados que estén de precio.
Como sociedad lo que deberíamos plantearnos es el precio que estamos dispuestos a pagar, olvidarnos de todo lo que han rebajado y a exigir unos estándares de comportamiento mucho más altos, porque las verdaderas rebajas no deben aplicarse a nuestra libertad.
Rebaixas
A ninguén que camiñase por rúas ou centros comerciais pasoulle desapercibido estes días o movemento de persoas cargando coas bolsas das súas compras. É un fenómeno que se repite todos os anos nos meses de xaneiro e xullo, son as rebaixas, a procura de oportunidades e o aforro.
Os meus pensamentos, pola dedicación profesional e vocacional da maior parte da miña vida, leváronme a buscar analoxías coas «rebaixas» en acontecementos recentes da política española.
As promesas electorais incumpridas son un claro exemplo. Proxectos que se anuncian durante as campañas ven descartados ou rebaixados despois de alcanzar o goberno. É a rebaixa na palabra dada, do compromiso asinado cos electores que aos poucos van perdendo a confianza nos políticos en xeral.
Definiuse á presente Lexislatura como a da participación cidadá, o diálogo e a transparencia, pero aquí tamén chegaron as rebaixas. A marca da casa resultou ser a de practicar a aprobación de normas e leis, abusando dos decretos-lei pola vía de urxencia, sen participación real dos cidadáns ou das diferentes representacións parlamentarias.
A transparencia democrática parece estar en «liquidación». Cada día que prolonga a súa agonía o noso Goberno, tradúcese en innumerables exemplos de retrocesos na obrigación de informar por parte dalgunhas institucións, ou nos excesivos casos de escándalos por corrupción que xa afectan a contorna político e persoal do Presidente do Goberno. Por moito menos xustificouse a moción de censura que derrubou ao anterior Presidente, á vez que se prometía un goberno transparente e implacable coas condutas de corrupción. Aquí as rebaixas levan camiño de «liquidación por peche».
Á liberdade de expresión tamén lle chegaron as rebaixas cos anuncios dunha nova Lei que perseguirá aos medios críticos co poder, ou que exculpará a todos os que hoxe se atopan investigados en casos de corrupción na contorna do Goberno.
O espectáculo diario ofrecido por algúns dirixentes está a conseguir que a degradación dos estándares éticos na política de España podería merecer o cartel de rebaixas na ética política Son tan repugnantes os xiros ideolóxicos repentinos coa única finalidade de manter o poder, a rebaixa de principios, se algún día tivéronos, que poderiamos estar a falar de «políticos en oferta». O preocupante é que, a pesar de comprobar o engano e que o produto saíu defectuoso, aínda hai quen parece disposto a volver compralo.
Son só uns poucos exemplos cos que pretendo facer unha reflexión sobre as consecuencias de aceptar estas rebaixas en valores democráticos, na ética política, na transparencia, na participación cidadá, na falta de escrúpulos, na corrupción, en definitiva, a preguntarnos se merece a pena aceptar estes comportamentos por moi rebaixados que estean de prezo.
Como sociedade o que deberiamos expornos é o prezo que estamos dispostos a pagar, esquecernos de todo o que rebaixaron e a esixir uns estándares de comportamento moito máis altos, porque as verdadeiras rebaixas non deben aplicarse á nosa liberdade.
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