domingo, 10 de agosto de 2008

Padres

Durante las últimas semanas y coincidiendo con las vacaciones de muchas familias, han sido numerosas las noticias que todos hemos leído relacionadas con fallecimientos de niños, especialmente bebés, en unas ocasiones olvidados en el interior de coches, expuestos durante horas a las altas temperaturas del verano, y en otras, ahogados en piscinas privadas o públicas.

Nadie con un mínimo de sensibilidad puede dejar de imaginar las reacciones de esos padres que descubren en el maletero, o en los asientos traseros de su coche el cuerpo sin vida de uno de sus hijos como consecuencia de un descuido imperdonable porque “lo olvidaron” cual paquete. Tampoco resulta difícil ver la cara y las sensaciones que experimentarían aquellos otros que, cuando notan en falta a algún pequeño, comprueban que flota sin vida en la piscina porque nadie estaba allí pendiente y vigilante.

Después de la tragedia familiar, pienso que además les tiene que quedar un sentido de culpabilidad que, en muchos casos, acompañará toda la vida de esos padres y que pesará, como una gran losa, sobre su estado anímico.

Hace pocos días acompañé a un familiar a una estación de tren en Pontevedra (en Lugo ya casi no pasan los trenes), y mientras esperábamos la entrada del tren, apareció en el andén una pareja. No tendrían más de 20 años, con un niño de unos cuatro y otro todavía en sillita de bebé. Solamente con observar la actitud de aquel joven padre, preocupado únicamente de buscar a alguien que le diera fuego mientras el niño correteaba suelto por el andén acercándose hasta el mismo borde con riesgo de caer a las vías. Fuimos muchos los que dejamos de atender a nuestras conversaciones para fijarnos exclusivamente en el riesgo que todos teníamos delante.

Seguramente en todo accidente hay una componente de mala suerte, de fatalidad, pero en otros muchos los descuidos, la irresponsabilidad y la falta de cuidado de los más pequeños, provoca los desenlaces que trágicamente sólo dejan tristeza y dolor para toda la vida en muchas familias.

Vivimos épocas en las que ser padres parece convertirse en tarea complicada, porque a las dificultades económicas cabría añadir las dificultades de conciliar la vida familiar con la laboral, especialmente en las grandes ciudades. Estas dificultades son algo menores cuando la pareja cuenta con la ayuda de algún abuelote, hoy convertidos en perfectos canguros.

Me pregunto si son hoy mayores las dificultades para criar que las que tuvieron que superar nuestros padres, o es el modelo de sociedad construido entre todos, el que está haciendo agua por muchos boquetes.


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Pais

Durante as últimas semanas e coincidindo coas vacacións de moitas familias, foron numerosas as noticias que todos lemos relacionadas con falecementos de nenos, especialmente bebés, nunhas ocasións esquecidos no interior de coches, expostos durante horas ás altas temperaturas do verán, e noutras, afogados en piscinas privadas ou públicas.

Ninguén cun mínimo de sensibilidade pode deixar de imaxinar as reaccións deses pais que descobren no maleteiro, ou nos asentos traseiros do seu coche o corpo sen vida dun dos seus fillos como consecuencia dun descoido imperdoable porque “o esqueceron” cal paquete. Tampouco resulta difícil ver a cara e as sensacións que experimentarían aqueloutros que, cando notan en falta a algún pequeno, comproban que flota sen vida na piscina porque ninguén estaba alí pendente e vixiante.

Logo da traxedia familiar, penso que ademais lles ten que quedar un sentido de culpabilidade que, en moitos casos, acompañará toda a vida deses pais e que pesará, como unha gran laxa, sobre o seu estado anímico.

Hai poucos días acompañei a un familiar a unha estación de tren en Pontevedra (en Lugo xa case non pasan os trens), e mentres esperabamos a entrada do tren, apareceu na plataforma unha parella. Non terían máis de 20 anos, cun neno duns catro e outro aínda en silla de bebé. Soamente con observar a actitude daquel novo pai, preocupado unicamente de buscar a alguén que lle dese lume mentres o neno correteaba solto pola plataforma achegándose ata o mesmo bordo con risco de caer ás vías. Fomos moitos os que deixamos de atender ás nosas conversacións para fixarnos exclusivamente no risco que todos tiñamos diante.

Seguramente en todo accidente hai unha compoñente de mala sorte, de fatalidade, pero noutros moitos os descoidos, a irresponsabilidade e a falta de coidado dos máis pequenos, provoca os desenlaces que trágicamente só deixan tristeza e dor para toda a vida en moitas familias.

Vivimos épocas nas que ser pais parece converterse en tarefa complicada, porque ás dificultades económicas cabería engadir as dificultades de conciliar a vida familiar coa laboral, especialmente nas grandes cidades. Estas dificultades son algo menores cando a parella conta coa axuda dalgún avó, hoxe convertidos en perfectos canguros.

Pregúntome se son hoxe maiores as dificultades para criar que as que tiveron que superar os nosos pais, ou é o modelo de sociedade construído entre todos, o que está facendo auga por moitas fendas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Una desgracia como las que narra Joaquín deja una huella imborrable, pero a veces lo más triste es que es el descuido o la falta de atención lo que provoca la situación. Lo malo es que si pasamos al otro extremo veremos situaciones absurdas como que una comunidad de vecinos tenga que tener socorrista para una pileta de agua o que no se pueda dar cigarros de chocolate a los niños para no incitarles a fumar.
Así nos va el pelo, de extremo a extremo.