Son muchos los afiliados, colaboradores, simpatizantes y votantes de mi Partido que estos días vuelven a tener sus sentimientos arrugados. Arrugados por la tristeza, rabia, impotencia, y por la vergüenza de ver salpicadas las siglas del Partido en que siempre confiaron, por encima de las mayores o menores simpatías hacia las personas que en cada momento lo dirigieron o administraron. Yo también la siento.
Todas y cada una de ellas merece siempre, y especialmente en estos momentos, las más claras explicaciones y reacciones ante la sentencia judicial que condena a los delincuentes que se cobijaron bajo las siglas de un partido que, por su causa, ve empañado su buen nombre. Son necesarias explicaciones y reacciones que, sin complejos ni ambigüedades, devuelvan la confianza a quienes hoy se sienten inquietos por el devenir de los acontecimientos.
No quiero evaluar ni comparar los casos de corrupción que hemos conocido y que afectan a diferentes formaciones políticas, ni en términos cuantitativos ni cualitativos. Todos y cada uno de ellos son merecedores del desprecio y rechazo social, y todos y cada uno de ellos merecen la condena que la justicia imponga y el castigo que las urnas les otorguen en cada momento de la historia.
Pero lo que sin duda alguna me inquieta es la oportunidad que se brinda a los agitadores de aguas tranquilas. Buscar el efecto que producen los terremotos para sumarle el de los tsunamis, incrementar el efecto de la naturaleza con efectos artificiales, poner todos los ventiladores en marcha para que los vientos lejos de amainar adquieran fuerza 10 y rolen hacia los acantilados. En eso están los que, muy manchados por acción, omisión o cooperación tienen muchas vergüenzas que esconder, o cuando menos que callar.
Uno cegado por la ambición personal y la falta de protagonismo que le causa la ausencia de un escaño en el Congreso, sumado a ese cóctel de sentimientos que otrora nos mostró sin recato, como el rencor y la ambición a cualquier precio, es quien mayor énfasis pone en que la tormenta se convierta en ciclón.
Otro aupado por encuestas favorables y la impaciencia de convertir en realidad un legítimo sueño de poder, aun a costa de sus incoherencias y falta de experiencia, es fácil que se acabe apuntando a soplar para enfurecer al dios Eolo, logrando perjudicar a quienes reclaman su ayuda para salir de las turbulencias.
Y otros, cuya suma no debe despreciarse, encantados de conocerse en esta situación, jaleando al intrépido que impulsa la moción de censura para subirse al carro y recoger los frutos, que para ellos no son otros que los de desalojar del poder a quien legítimamente lo ostenta y descargar todo su rencor y revancha en cuanto tienen la ocasión.
En definitiva, un panorama en el que aquel que más ha trabajado, con aciertos y errores, por combatir la corrupción con nuevas leyes, por devolver la tranquilidad a una sociedad hasta hace poco agobiada por la falta de trabajo y las incertidumbres en nuestra convivencia, se ve ahora en el centro del huracán.
En medio de tantas turbulencias apuesto por la responsabilidad, de unos y otros, por las explicaciones, por dar la cara sin complejos, por tender puentes, puentes de concordia, de reconciliación, de cooperación. Puentes sobre aguas turbulentas.
Pontes sobre augas turbulentas.
Son moitos os afiliados, colaboradores, simpatizantes e votantes do meu Partido que estes días volven ter os seus sentimentos engurrados. Engurrados pola tristeza, rabia, impotencia, e pola vergoña de ver salpicadas as siglas do Partido en que sempre confiaron, por encima das maiores ou menores simpatías cara ás persoas que en cada momento o dirixiron ou administraron. Eu tamén a sinto.
Todas e cada unha delas merece sempre, e especialmente nestes momentos, as máis claras explicacións e reaccións ante a sentenza xudicial que condena aos delincuentes que se acubillaron baixo as siglas dun partido que, pola súa causa, ve embazado o seu bo nome. Son necesarias explicacións e reaccións que, sen complexos nin ambigüidades, devolvan a confianza a quen hoxe senten inquietos polo devir dos acontecementos.
Non quero avaliar nin comparar os casos de corrupción que coñecemos e que afectan a diferentes formacións políticas, nin en termos cuantitativos nin cualitativos. Todos e cada un deles son merecedores do desprezo e rexeitamento social, e todos e cada un deles merecen a condena que a xustiza impoña e o castigo que as urnas lles outorguen en cada momento da historia.
Pero o que sen ningunha dúbida me inquieta é a oportunidade que se brinda aos axitadores de augas tranquilas. Buscar o efecto que producen os terremotos para sumarlle o dos tsunamis, incrementar o efecto da natureza con efectos artificiais, poñer todos os ventiladores en marcha para que os ventos lonxe de amainar adquiran forza 10 e rolen cara aos cantís. Niso están os que, moi manchados por acción, omisión ou cooperación teñen moitas vergoñas que esconder, ou cando menos que calar.
Un cegado pola ambición persoal e a falta de protagonismo que lle causa a ausencia dun escano no Congreso, sumado a ese cóctel de sentimentos que outrora nos mostrou sen recato, como o rancor e a ambición a calquera prezo, é quen maior énfase pon en que a tormenta se converta en ciclón.
Outro levantado por enquisas favorables e a impaciencia de converter en realidade un lexítimo soño de poder, aínda á conta das súas incoherencias e falta de experiencia, é fácil que se acabe apuntando a soprar para enfurecer ao deus Eolo, logrando prexudicar a quen reclama a súa axuda para saír das turbulencias.
E outros, cuxa suma non debe desprezarse, encantados de coñecerse nesta situación, acirrando ao intrépido que impulsa a moción de censura para subirse ao carro e recoller os froitos, que para eles non son outros que os de desaloxar do poder a quen lexitimamente o ostenta e descargar todo o seu rancor e desquite en canto teñen a ocasión.
En definitiva, un panorama no que aquel que máis traballou, con acertos e erros, por combater a corrupción con novas leis, por devolver a tranquilidade a unha sociedade ata hai pouco angustiada pola falta de traballo e as incertezas na nosa convivencia, vese agora no centro do furacán.
No medio de tantas turbulencias aposto pola responsabilidade, duns e outros, polas explicacións, por dar a cara sen complexos, por tender pontes, pontes de concordia, de reconciliación, de cooperación. Pontes sobre augas turbulentas.
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