miércoles, 12 de junio de 2013

En su justa medida.

Dos noticias, o maneras de contarlas, producidas en los últimos días y referidas a nuestro Lugo, me hacen reflexionar nuevamente sobre nuestra forma de ser y comportarnos. 

Se han escrito muchas líneas en referencia a un acontecimiento que sin ser habitual, algunos han llevado al terreno de lo extraordinario. Que un comandante de un avión les cuente a sus pasajeros algo más que lo relacionado con las características del vuelo, la altitud, velocidad de crucero y temperatura exterior, siempre es de agradecer. Que los comentarios escuchados por la megafonía del avión tengan una carga importante de conocimientos de nuestra historia o cultura más todavía, y si además nos toca la fibra sensible porque habla de lo nuestro, de lo que más conocemos y decimos amar, pues entonces aplaudamos, por qué no.

Lo que no parece tan ajustada fue la respuesta. Que algunos lo conviertan en héroe, hijo adoptivo, predilecto, pregonero o si me descuido alcalde la ciudad, por ensalzar los valores de nuestra muralla desde el aire.

Ya he coincidido dos veces con el comandante Aznárez, y siempre demostró enormes conocimientos de la historia de España que hábilmente y con humor relata a los pasajeros. La última vez que viajé con él también habló de nuestra muralla al pasar sobre ella, y al finalizar el vuelo le hice llegar los datos de su longitud y utilización como lugar de paseo para muchos lucenses.

Casi al mismo tiempo se producía un feliz acontecimiento para nuestra provincia. Después de años de reivindicaciones, quizás poco mayoritarias y silenciosas todo hay que decirlo, arrancaba el tren diurno que además de la alternativa a viajar de noche, reduce la duración del viaje en tren con Madrid en más de dos horas.

Algunos medios destacaban como titular, el día que se iniciaba este servicio ferroviario, que solo cinco viajeros subieron en Lugo a este tren. Enfoque negativo para un acontecimiento sin duda positivo.

Hay que dejar atrás los actos de inauguración desproporcionados, con lujosas carpas y cortes de cinta con decenas de invitados. Pero también ponderar en su justa medida las cosas que nos afectan y mejoran nuestra vida. Valoremos como muy positiva la noticia del nuevo tren, aunque en los siguientes días analicemos las mejoras a introducir y corregir, pero celebremos los cumpleaños y lloremos en los funerales. Cada cosa en su momento y en su justa medida. Ni los triunfalismos cuando las cosas salen bien, ni las tragedias cuando nos va peor.

Que la puesta en servicio de este tren moderno que nos traslada hasta la capital de España en algo más de seis horas y media, compitiendo con otros medios de transporte, despertara menos comentarios que las hazañas del comandante del famoso vuelo de Iberia, con todo el mérito que éste pueda tener, debería hacernos reflexionar. 

La autoestima de los pueblos y sus ciudadanos son vitales para alcanzar las metas deseadas, y las valoraciones y comentarios sobre las noticias que nos afectan, fundamentales para lograrlas.


Na súa xusta medida.

Dúas noticias, ou xeitos de contalas, producidas nos últimos días e referidas ao noso Lugo, fanme reflexionar novamente sobre a nosa forma de ser e comportarnos. 

Escribíronse moitas liñas en referencia a un acontecemento que sen ser habitual, algúns elevaron ao terreo do extraordinario. Que un comandante dun avión cóntelles aos seus pasaxeiros algo máis que o relacionado coas características do voo, a altitude, velocidade de cruceiro e temperatura exterior, sempre é de agradecer. Que os comentarios escoitados pola megafonía do avión teñan unha carga importante de coñecementos da nosa historia ou cultura máis aínda, e si ademais tócanos a fibra sensible porque fala do noso, do que máis coñecemos e dicimos amar, pois entón aplaudamos, por que non.

O que non parece tan axustada foi a resposta. Que algúns o convertan en heroe, fillo adoptivo, predilecto, pregoeiro ou se me descoido alcalde da cidade, por enxalzar os valores da nosa muralla desde o aire.

Xa coincidín dúas veces co comandante Aznárez, e sempre demostrou enormes coñecementos da historia de España que con habilidade e con humor relata aos pasaxeiros. A última vez que viaxei con el tamén falou da nosa muralla ao pasar sobre ela, e ao finalizar o voo fíxenlle chegar os datos da súa lonxitude e utilización como lugar de paseo para moitos lucenses.

Case ao mesmo tempo producíase un feliz acontecemento para a nosa provincia. Logo de anos de reivindicacións, quizais pouco maioritarias e silenciosas todo hai que dicilo, arrincaba o tren diurno que ademais da alternativa a viaxar de noite, reduce a duración da viaxe en tren con Madrid en máis de dúas horas.

Algúns medios destacaban como titular, o día que se iniciaba este servizo ferroviario, que só cinco viaxeiros subiron en Lugo a este tren. Enfoque negativo para un acontecemento sen dúbida positivo.

Hai que deixar atrás os actos de inauguración desproporcionados, con luxosas carpas e cortes de cinta con decenas de invitados. Pero tamén ponderar na súa xusta medida as cousas que nos afectan e melloran a nosa vida. Valoremos como moi positiva a noticia do novo tren, aínda que nos seguintes días analicemos mellóralas a introducir e corrixir, pero celebremos o aniversario e choremos nos funerais. Cada cousa no seu momento e na súa xusta medida. Nin os triunfalismos cando as cousas saen ben, nin as traxedias cando nos vai peor.

Que a posta en servizo deste tren moderno que nos traslada ata a capital de España en algo máis de seis horas e media, competindo con outros medios de transporte, espertase menos comentarios que as fazañas do comandante do famoso voo de Iberia, con todo o mérito que este poida ter, debería facernos reflexionar. 

A autoestima dos pobos e os seus cidadáns son vitais para alcanzar as metas desexadas, e as valoracións e comentarios sobre as noticias que nos afectan, fundamentais para logralas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo Joaquín, siempre hay un tiempo para cada cosa.... Como muy bien dices, hay un tiempo para las inauguraciones y un tiempo para las críticas y las mejoras. Pero, ante todo, hay que ser justos con él y dejar que los segundos y minutos se vayan sucediendo sin pausa. Una vez pasados se podrá decir si tal o cual cosa mereció la pena pelear por ella o, por el contrario, fue el fiasco más grande, pero siempre a su debido tiempo y en su justa medida.