En estos días podría hablar de Cataluña, de las últimas encuestas políticas, de los espectáculos que están dando algunos gobiernos populistas municipales con el quita y pon de símbolos y nombres de calles o pabellones, de muchas cosas de actualidad. Pero un 30 de julio, finalizando unos las vacaciones y preparándose para iniciarlas otros, he preferido reflexionar públicamente sobre los modos y maneras, las conductas, la educación, de la buena y de la mala, de lo que empapa el día a día nuestro entorno.
Es evidente que con el paso del tiempo, los valores que en su día se inculcaron en el proceso educativo, hoy han pasado a formar parte del recuerdo, o a asociarse a personas con determinadas ideologías.
El trato de usted, las frases sin tacos, las vestimentas adecuadas, dejar nuestro sitio a una persona mayor en el transporte público, ayudar a ponerse un abrigo a otro, o ceder el paso en las puertas, se han convertido para muchos en conductas arcaicas o que rozan el ridículo, mientras para otros son extravagantes.
Siendo múltiples las causas de estos cambios, lo que parece indiscutible es que muchos de éstos van ligados al sistema educativo que se aplica en cada momento. El paso de una etapa autoritaria a otra carente de normas es lo que provoca que muchos de nuestros jóvenes crezcan sin modales.
Las pautas siempre son necesarias y su ausencia provoca que muchas conductas reprochables sean imagen cotidiana en nuestra sociedad. Nunca olvidaré el bochorno que me produjo como alcalde, firmar semanalmente innumerables sanciones impuestas a personas que orinaban en la vía publica.
Pero tampoco creo que podamos reducir este debate a decir que el pasado fue mejor. Lo que sí parece cierto es que los tiempos han cambiado mucho y a gran velocidad, algo a lo que han contribuido las nuevas tecnologías y las redes sociales. Internet y el móvil han supuesto una revolución en las costumbres sociales, contribuyendo a comportamientos que disminuyen el contacto cara a cara, con las imaginables consecuencias, como la perdida de vocabulario y el refugio bajo falsas identidades.
La ausencia de vida familiar en muchos hogares, puesta de manifiesto por la imposibilidad de compatibilizar horarios y por el ritmo e vida y las enormes distancias, especialmente en las grandes ciudades, también ha provocado que ya ni se coma ni se cene en familia, lo que conlleva entre otras cosas que los niños no puedan aprender de los modales de los más mayores.
A este déficit en su formación, añadámosle que los escasos valores que se deberían inculcar en las escuelas, como el respeto al profesor y al compañero, en muchas ocasiones quedan destrozados mediante las dosis elevadas de imágenes poco constructivas en esta materia, que muchos niños absorben sin control ante las pantallas de sus televisores. Recuperar la autoridad del maestro es básico para empezar a corregir el rumbo de nuestra educación.
Lo que nuestros niños ven hoy lo repetirán mañana, y por ahora lo que ven no resulta ni muy edificante ni muy prometedor. Mejorarlo es cosa de todos.
É evidente que co paso do tempo, os valores que no seu día se inculcaron no proceso educativo, hoxe pasaron a formar parte do recordo, ou a asociarse a persoas con determinadas ideoloxías.
O trato de vostede, as frases sen tacos, as vestimentas axeitadas, deixar noso sitio a unha persoa maior no transporte público, axudar a poñerse un abrigo a outro, ou ceder o paso nas portas, convertéronse para moitos en condutas arcaicas ou que rozan o ridículo, mentres para outros son extravagantes.
Sendo múltiples as causas destes cambios, o que parece indiscutible é que moitos destes van ligados ao sistema educativo que se aplica en cada momento. O paso dunha etapa autoritaria a outra carente de normas é o que provoca que moitos dos nosos mozos crezan sen modais.
As pautas sempre son necesarias e a súa ausencia provoca que moitas condutas reprochables sexan imaxe cotiá na nosa sociedade. Nunca esquecerei o bochorno que me produciu como alcalde, asinar semanalmente innumerables sancións impostas a persoas que mexaban na vía publica.
Pero tampouco creo que poidamos reducir este debate a dicir que o pasado foi mellor. O que si parece certo é que os tempos cambiaron moito e a gran velocidade, algo ao que contribuíron as novas tecnoloxías e as redes sociais. Internet e o móbil supuxeron unha revolución nos costumes sociais, contribuíndo a comportamentos que diminúen o contacto cara a cara, coas imaxinables consecuencias, como a perdida de vocabulario e o refuxio baixo falsas identidades.
A ausencia de vida familiar en moitos fogares, posta de manifesto pola imposibilidade de compatibilizar horarios e polo ritmo e vida e as enormes distancias, especialmente nas grandes cidades, tamén provocou que xa nin se coma nin se cee en familia, o que leva consigo entre outras cousas que os nenos non poidan aprender dos modais dos máis maiores.
A este déficit na súa formación, engadámoslle que os escasos valores que se deberían inculcar nas escolas, como o respecto ao profesor e ao compañeiro, en moitas ocasións quedan destruídos mediante as doses elevadas de imaxes pouco construtivas nesta materia, que moitos nenos absorben sen control ante as pantallas dos seus televisores. Recuperar a autoridade do mestre é básico para empezar a corrixir o rumbo da nosa educación.
O que os nosos nenos ven hoxe repetirano mañá, e por agora o que ven non resulta nin moi edificante nin moi prometedor. Melloralo é cousa de todos.
Es evidente que con el paso del tiempo, los valores que en su día se inculcaron en el proceso educativo, hoy han pasado a formar parte del recuerdo, o a asociarse a personas con determinadas ideologías.
El trato de usted, las frases sin tacos, las vestimentas adecuadas, dejar nuestro sitio a una persona mayor en el transporte público, ayudar a ponerse un abrigo a otro, o ceder el paso en las puertas, se han convertido para muchos en conductas arcaicas o que rozan el ridículo, mientras para otros son extravagantes.
Siendo múltiples las causas de estos cambios, lo que parece indiscutible es que muchos de éstos van ligados al sistema educativo que se aplica en cada momento. El paso de una etapa autoritaria a otra carente de normas es lo que provoca que muchos de nuestros jóvenes crezcan sin modales.
Las pautas siempre son necesarias y su ausencia provoca que muchas conductas reprochables sean imagen cotidiana en nuestra sociedad. Nunca olvidaré el bochorno que me produjo como alcalde, firmar semanalmente innumerables sanciones impuestas a personas que orinaban en la vía publica.
Pero tampoco creo que podamos reducir este debate a decir que el pasado fue mejor. Lo que sí parece cierto es que los tiempos han cambiado mucho y a gran velocidad, algo a lo que han contribuido las nuevas tecnologías y las redes sociales. Internet y el móvil han supuesto una revolución en las costumbres sociales, contribuyendo a comportamientos que disminuyen el contacto cara a cara, con las imaginables consecuencias, como la perdida de vocabulario y el refugio bajo falsas identidades.
La ausencia de vida familiar en muchos hogares, puesta de manifiesto por la imposibilidad de compatibilizar horarios y por el ritmo e vida y las enormes distancias, especialmente en las grandes ciudades, también ha provocado que ya ni se coma ni se cene en familia, lo que conlleva entre otras cosas que los niños no puedan aprender de los modales de los más mayores.
A este déficit en su formación, añadámosle que los escasos valores que se deberían inculcar en las escuelas, como el respeto al profesor y al compañero, en muchas ocasiones quedan destrozados mediante las dosis elevadas de imágenes poco constructivas en esta materia, que muchos niños absorben sin control ante las pantallas de sus televisores. Recuperar la autoridad del maestro es básico para empezar a corregir el rumbo de nuestra educación.
Lo que nuestros niños ven hoy lo repetirán mañana, y por ahora lo que ven no resulta ni muy edificante ni muy prometedor. Mejorarlo es cosa de todos.
Modos e maneiras
Nestes días podería falar de Cataluña, das últimas enquisas políticas, dos espectáculos que están a dar algúns gobernos populistas municipais co quita e pon de símbolos e nomes de rúas ou pavillóns, de moitas cousas de actualidade. Pero un 30 de xullo, finalizando uns as vacacións e preparándose para inicialas outros, preferín reflexionar publicamente sobre os modos e maneiras, as condutas, a educación, da boa e da mala, do que empapa o día a día noso ámbito.É evidente que co paso do tempo, os valores que no seu día se inculcaron no proceso educativo, hoxe pasaron a formar parte do recordo, ou a asociarse a persoas con determinadas ideoloxías.
O trato de vostede, as frases sen tacos, as vestimentas axeitadas, deixar noso sitio a unha persoa maior no transporte público, axudar a poñerse un abrigo a outro, ou ceder o paso nas portas, convertéronse para moitos en condutas arcaicas ou que rozan o ridículo, mentres para outros son extravagantes.
Sendo múltiples as causas destes cambios, o que parece indiscutible é que moitos destes van ligados ao sistema educativo que se aplica en cada momento. O paso dunha etapa autoritaria a outra carente de normas é o que provoca que moitos dos nosos mozos crezan sen modais.
As pautas sempre son necesarias e a súa ausencia provoca que moitas condutas reprochables sexan imaxe cotiá na nosa sociedade. Nunca esquecerei o bochorno que me produciu como alcalde, asinar semanalmente innumerables sancións impostas a persoas que mexaban na vía publica.
Pero tampouco creo que poidamos reducir este debate a dicir que o pasado foi mellor. O que si parece certo é que os tempos cambiaron moito e a gran velocidade, algo ao que contribuíron as novas tecnoloxías e as redes sociais. Internet e o móbil supuxeron unha revolución nos costumes sociais, contribuíndo a comportamentos que diminúen o contacto cara a cara, coas imaxinables consecuencias, como a perdida de vocabulario e o refuxio baixo falsas identidades.
A ausencia de vida familiar en moitos fogares, posta de manifesto pola imposibilidade de compatibilizar horarios e polo ritmo e vida e as enormes distancias, especialmente nas grandes cidades, tamén provocou que xa nin se coma nin se cee en familia, o que leva consigo entre outras cousas que os nenos non poidan aprender dos modais dos máis maiores.
A este déficit na súa formación, engadámoslle que os escasos valores que se deberían inculcar nas escolas, como o respecto ao profesor e ao compañeiro, en moitas ocasións quedan destruídos mediante as doses elevadas de imaxes pouco construtivas nesta materia, que moitos nenos absorben sen control ante as pantallas dos seus televisores. Recuperar a autoridade do mestre é básico para empezar a corrixir o rumbo da nosa educación.
O que os nosos nenos ven hoxe repetirano mañá, e por agora o que ven non resulta nin moi edificante nin moi prometedor. Melloralo é cousa de todos.
1 comentarios:
mucho pides!! los padres llevan a sus hijos al cole a ser PASTOREADOS, pasan de lo que les eduquen o les enseñen, solo quieren que den la lata a otro, el profesor. la cruda realidad amigo
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