domingo, 13 de julio de 2008

Nuestras relaciones en el trabajo

Es conocido y ampliamente aceptado que cuando hablamos de la forma de ser y de nuestro comportamiento social, especialmente en el lugar de trabajo, los españoles tenemos fama de ser gritones, tendemos hacia la indisciplina y nos pasamos de espontáneos.

Recientemente, leí parte de un libro titulado Protocolo inteligente de Félix Losada, donde las principales conclusiones no son nada tranquilizadoras. Se habla de nosotros como trabajadores que tuteamos a los jefes, que tendemos a realizar comentarios de mal gusto con tintes sexuales, que utilizamos el taco con facilidad y, en ocasiones, que no nos cruzamos saludos cuando coincidimos en el ascensor.

En otras épocas, la educación, natural o fingida, abundaba en nuestras relaciones. Hoy algunos nos extrañamos cuando alguien no contesta a nuestro saludo o cuando vemos que no se cede un asiento en el autobús a una persona mayor. Lo cierto es que, en España, hasta hace unos treinta años las relaciones humanas se basaban en gran parte en la buena educación. Con la Transición y las ansias de igualdad a todos los niveles muchos de los códigos que estaban ampliamente aceptados y practicados comenzaron a estar mal vistos y se llegó a relacionar la buena educación con opciones políticas de derechas y, paulatinamente, esta se fue rechazando sin encontrar equivalente.

En el libro de Losada, cuando explica las formas en las que los distintos países resuelven sus discrepancias, a los españoles nos aplica la fórmula de gritar para tener más razón, algo que en Inglaterra, China o Estados Unidos sería impensable.

Un ejemplo recogido en el libro que ilustra la forma de discrepar entre dos personas sin necesidad de gritar nos traslada al momento en el que llegó al Parlamento británico la primera mujer. Esta le espetó a Churchill: “Si yo fuese su esposa, le pondría cianuro en el desayuno”. Churchill contestó: “Si yo fuese su marido, señora, me lo tomaría gustoso”. Es evidente que esta retranca inglesa en España sería difícil de entender y aquí aquella mujer escucharía un exabrupto por contestación.

Otra de las conclusiones de dicha publicación es la de confundir con frecuencia espontaneidad con naturalidad. Se afirma que la vulgaridad prima y los educados se retraen e incluso se llega a decir que mientras aquí los comentarios sobre el físico, la raza o las diferencias entre sexos son habituales, en EE. UU. podrían provocar la intervención del Departamento de Recursos Humanos de la empresa.

Pero también hay cosas en las que somos los españoles los que salimos ganando. En España es más fácil hacer amigos mientras que en Inglaterra son más cínicos.

He pasado por varios trabajos en mi vida y cuando he sido testigo de discrepancias entre compañeros, de pandillas de afines que se dedican a realizar comentarios sobre los otros, no he podido dejar de sentir cierta tristeza por el desperdicio que supone de un tiempo precioso. Se olvidan que pasamos durante nuestra vida más horas en el trabajo que en casa. Sólo por esto merece la pena establecer las mejores relaciones posibles en el trabajo. Todos saldríamos ganando.


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As nosas relacións no traballo


É coñecido e amplamente aceptado que cando falamos da forma de ser e do noso comportamento social, especialmente no lugar de traballo, os españois temos fama de ser gritones, tendemos cara á indisciplina e pasámonos de espontáneos.

Recentemente, lin parte dun libro titulado Protocolo intelixente de Félix Losada, onde as principais conclusións non son nada tranquilizadoras. Fálase de nós como traballadores que tuteamos aos xefes, que tendemos a realizar comentarios de mal gusto con tinguiduras sexuais, que utilizamos o taco con facilidade e, en ocasións, que non nos cruzamos saúdos cando coincidimos no ascensor.

Noutras épocas, a educación, natural ou finxida, abundaba nas nosas relacións. Hoxe algúns nos estrañamos cando alguén non contesta ao noso saúdo ou cando vemos que non se cede un asento no autobús a unha persoa maior. O certo é que, en España, ata fai uns trinta anos as relacións humanas baseábanse en gran parte na boa educación. Coa Transición e as ansias de igualdade a todos os niveis moitos dos códigos que estaban amplamente aceptados e practicados comezaron a estar mal vistos e chegouse a relacionar a boa educación con opcións políticas de dereitas e, paulatinamente, esta foise rexeitando sen atopar equivalente.

No libro de Losada, cando explica as formas nas que os distintos países resolven as súas discrepancias, aos españois aplícanos a fórmula de gritar para ter máis razón, algo que en Inglaterra, China ou Estados Unidos sería impensable.

Un exemplo recollido no libro que ilustra a forma de discrepar entre dúas persoas sen necesidade de gritar trasládanos ao momento no que chegou ao Parlamento británico a primeira muller. Esta espetoulle a Churchill: "Se eu fose a súa esposa, poríalle cianuro no almorzo". Churchill contestou: "Se eu fose o seu marido, señora, tomaríamo gustoso". É evidente que esta retranca inglesa en España sería difícil de entender e aquí aquela muller escoitaría un exabrupto por contestación.

Outra das conclusións de devandita publicación é a de confundir con frecuencia espontaneidade con naturalidade. Afírmase que a vulgaridade prima e os educados se retraen e ata se chega a dicir que mentres aquí os comentarios sobre o físico, a raza ou as diferenzas entre sexos son habituais, en EE. UU. poderían provocar a intervención do Departamento de Recursos Humanos da empresa.

Pero tamén hai cousas nas que somos os españois os que saímos gañando. En España é máis fácil facer amigos mentres que en Inglaterra son máis cínicos.

pasei por varios traballos na miña vida e cando fun testemuña de discrepancias entre compañeiros, de cuadrillas de afíns que se dedican a realizar comentarios sobre os outros, non puiden deixar de sentir certa tristeza polo desperdicio que supón dun tempo precioso. Esquécense que pasamos durante a nosa vida máis horas no traballo que en casa. Só por isto merece a pena establecer as mellores relacións posibles no traballo. Todos sairiamos gañando.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo del BNG y el PSOE es de opereta, son como el agua y el aceite aunque no sabemos quien esta encima y quien debajo.

Pero si tienen puntos en común y el principal es la ineficacia, la falta de interés y las pocas ganas de trabajar de los que ocupan las poltronas.

El tema del Polígono de las Gándaras que lleva esta semana apareciendo todos los días en la prensa es sangrante, una burla a los lucenses y el reflejo de la administración que sufrimos.

El viernes, Quintana y la Conselleira-millonaria en rueda de prensa a pie de obra, donde no estaba Orozco, anuncian para el Lunes el principio del trámite para reservar parcelas y hoy la prensa publica que ya han recogido las bases mas de 30 empresarios.
PERO LO QUE NO SE DICE es que cuando los empresarios preguntan que precio tendrá el suelo, les despachan diciéndoles que eso ya se verá en la siguiente fase del concurso de adjudicación,
¡Vaya impertinencia lo de querer saber cuanto habrás de invertir!.

Por si fuera poco les entregan unas normas de inscripción que me han dejado ojear, y son un auténtico despropósito, redactadas a espaldas de los empresarios y sus representantes, están pensadas para atraer multinacionales y espantar al empresariado local, muy en la línea ideológica del BNG que apoya el PSOE pues aborrecen una sociedad local con una clase empresarial fuerte, ellos solo admiten una alta burguesía política, por eso prefieren anónimas multinacionales o empresas foráneas.

¿Y el PP que dice a todo esto?