Si tuviera que resumir en dos palabras las múltiples sensaciones que experimenté durante el último pleno del Congreso celebrado el pasado jueves día 27, y que ciertamente fueron muchas y preocupantes, sería con “preocupación” y “cobardía”.
Durante los últimos 6 años he presenciado en el hemiciclo del Congreso a un Zapatero siempre en actitud despectiva hacia sus rivales, especialmente hacia las filas del PP. El pasado jueves se sometía a convalidación el Decretazo que aprobaba el Consejo de Ministros y por el cual se produce el mayor recorte de derechos sociales de la historia democrática en España. Un tema de la máxima transcendencia en nuestras vidas y en nuestros bolsillos.
A pesar de que durante la sesión todos los Grupos, insisto TODOS, dedicaron palabras muy duras a la gestión del gobierno socialista y de manera especial hacia las medidas que se sometían a debate, como la rebaja de sueldos o la congelación de las pensiones, a pesar, como digo, de todos los “piropos” que le dedicaron al presidente Zapatero, éste optó por no intervenir ni una sola vez, por no contestar a ningún portavoz del resto de grupos de la Cámara y salir disparado en cuanto terminó la votación. Esto además de inusual e infrecuente en la vida parlamentaria solamente se puede calificar de una manera: cobardía.
Claro que no es algo sin importancia, ya que los modos de gestionar tienen mucho que ver con las formas y maneras de ser de quienes nos gobiernan, personas que durante estos últimos años han mirado más al pasado que hacia el futuro de nuestras próximas generaciones y de los jóvenes actualmente en paro, personas que se han encargado de resucitar y de abrir viejas heridas que entre todos ayudamos a cicatrizar durante una transición ejemplar, personas que han priorizado el gasto y reparto clientelar de dinero público por encima de una gestión austera como las circunstancias exigían. Estas personas del gobierno con el presidente a su cabeza son los únicos responsables de los malos días que nos toca vivir y que por ahora no parecen tener cercano su final.
Somos muchos los que ahora recordamos aquella frase tan repetida durante los últimos días de la campaña del 2004, cuando Rubalcaba, Blanco y Zapatero entre otros, no se cansaban de repetirnos que “queremos un gobierno que no nos mienta”.
Me pregunto qué opinará hoy aquel joven que la noche electoral del 2004 le dijo a Zapatero “no nos falles”. Me pregunto cuántos engaños y decepciones tendrán que seguir produciéndose para que muchos de los que entonces les dieron un voto de confianza ahora reclamen daños y perjuicios. Para que no vuelvan a prestarles su voto. Hay que pensar que más valen personas serias y responsables con acreditada gestión, que aquellos productos de campañas electorales que con mucho talante prometieron hace dos años el pleno empleo y nos han situado a la cabeza de toda Europa en destrucción de empleo.
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Non nos falles
Se tivese que resumir en dúas palabras as múltiples sensacións que experimentei durante o último pleno do Congreso celebrado o pasado xoves día 27, e que certamente foron moitas e preocupantes, sería con "preocupación" e "covardía".
Durante os últimos 6 anos presenciei no hemiciclo do Congreso a un Zapatero sempre en actitude despectiva cara aos seus rivais, especialmente cara ás filas do PP. O pasado xoves sometíase a convalidación o Decretazo que aprobaba o Consello de Ministros e polo cal prodúcese o maior recorte de dereitos sociais da historia democrática en España. Un tema da máxima transcendencia nas nosas vidas e nos nosos petos.
A pesar de que durante a sesión todos os Grupos, insisto TODOS, dedicaron palabras moi duras á xestión do goberno socialista e de xeito especial cara ás medidas que se sometían a debate, como a rebaixa de soldos ou a conxelación das pensións, a pesar, como digo, de todos os "piropos" que lle dedicaron ao presidente Zapatero, este optou por non intervir nin unha soa vez, por non contestar a ningún portavoz do resto de grupos da Cámara e saír disparado en canto terminou a votación. Isto ademais de inusual e infrecuente na vida parlamentaria soamente pódese cualificar dun xeito: covardía.
Claro que non é algo sen importancia, xa que os modos de xestionar teñen moito que ver coas formas e xeitos de ser de quen nos gobernan, persoas que durante estes últimos anos miraron máis ao pasado que cara ao futuro das nosas próximas xeracións e dos mozos actualmente en paro, persoas que se encargaron de resucitar e de abrir vellas feridas que entre todos axudamos a cicatrizar durante unha transición exemplar, persoas que priorizaron o gasto e reparto clientelar de diñeiro público por encima dunha xestión austera como as circunstancias esixían. Estas persoas do goberno co presidente á súa cabeza son os únicos responsables dos malos días que nos toca vivir e que por agora non parecen ter próximo o seu final.
Somos moitos os que agora recordamos aquela frase tan repetida durante os últimos días da campaña do 2004, cando Rubalcaba, Branco e Zapatero entre outros, non se cansaban de repetirnos que "queremos un goberno que non nos minta.
Pregúntome que opinará hoxe aquel mozo que a noite electoral do 2004 díxolle a Zapatero "non nos falles". Pregúntome cantos enganos e decepcións terán que seguir producíndose para que moitos dos que entón lles deron un voto de confianza agora reclamen danos e prexuízos. Para que non volvan prestarlles o seu voto. Hai que pensar que máis valen persoas serias e responsables con acreditada xestión, que aqueles produtos de campañas electorais que con moito talante prometeron fai dous anos o pleno emprego e situáronnos á cabeza de toda Europa en destrución de emprego.
Durante los últimos 6 años he presenciado en el hemiciclo del Congreso a un Zapatero siempre en actitud despectiva hacia sus rivales, especialmente hacia las filas del PP. El pasado jueves se sometía a convalidación el Decretazo que aprobaba el Consejo de Ministros y por el cual se produce el mayor recorte de derechos sociales de la historia democrática en España. Un tema de la máxima transcendencia en nuestras vidas y en nuestros bolsillos.
A pesar de que durante la sesión todos los Grupos, insisto TODOS, dedicaron palabras muy duras a la gestión del gobierno socialista y de manera especial hacia las medidas que se sometían a debate, como la rebaja de sueldos o la congelación de las pensiones, a pesar, como digo, de todos los “piropos” que le dedicaron al presidente Zapatero, éste optó por no intervenir ni una sola vez, por no contestar a ningún portavoz del resto de grupos de la Cámara y salir disparado en cuanto terminó la votación. Esto además de inusual e infrecuente en la vida parlamentaria solamente se puede calificar de una manera: cobardía.
Claro que no es algo sin importancia, ya que los modos de gestionar tienen mucho que ver con las formas y maneras de ser de quienes nos gobiernan, personas que durante estos últimos años han mirado más al pasado que hacia el futuro de nuestras próximas generaciones y de los jóvenes actualmente en paro, personas que se han encargado de resucitar y de abrir viejas heridas que entre todos ayudamos a cicatrizar durante una transición ejemplar, personas que han priorizado el gasto y reparto clientelar de dinero público por encima de una gestión austera como las circunstancias exigían. Estas personas del gobierno con el presidente a su cabeza son los únicos responsables de los malos días que nos toca vivir y que por ahora no parecen tener cercano su final.
Somos muchos los que ahora recordamos aquella frase tan repetida durante los últimos días de la campaña del 2004, cuando Rubalcaba, Blanco y Zapatero entre otros, no se cansaban de repetirnos que “queremos un gobierno que no nos mienta”.
Me pregunto qué opinará hoy aquel joven que la noche electoral del 2004 le dijo a Zapatero “no nos falles”. Me pregunto cuántos engaños y decepciones tendrán que seguir produciéndose para que muchos de los que entonces les dieron un voto de confianza ahora reclamen daños y perjuicios. Para que no vuelvan a prestarles su voto. Hay que pensar que más valen personas serias y responsables con acreditada gestión, que aquellos productos de campañas electorales que con mucho talante prometieron hace dos años el pleno empleo y nos han situado a la cabeza de toda Europa en destrucción de empleo.
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Non nos falles
Se tivese que resumir en dúas palabras as múltiples sensacións que experimentei durante o último pleno do Congreso celebrado o pasado xoves día 27, e que certamente foron moitas e preocupantes, sería con "preocupación" e "covardía".
Durante os últimos 6 anos presenciei no hemiciclo do Congreso a un Zapatero sempre en actitude despectiva cara aos seus rivais, especialmente cara ás filas do PP. O pasado xoves sometíase a convalidación o Decretazo que aprobaba o Consello de Ministros e polo cal prodúcese o maior recorte de dereitos sociais da historia democrática en España. Un tema da máxima transcendencia nas nosas vidas e nos nosos petos.
A pesar de que durante a sesión todos os Grupos, insisto TODOS, dedicaron palabras moi duras á xestión do goberno socialista e de xeito especial cara ás medidas que se sometían a debate, como a rebaixa de soldos ou a conxelación das pensións, a pesar, como digo, de todos os "piropos" que lle dedicaron ao presidente Zapatero, este optou por non intervir nin unha soa vez, por non contestar a ningún portavoz do resto de grupos da Cámara e saír disparado en canto terminou a votación. Isto ademais de inusual e infrecuente na vida parlamentaria soamente pódese cualificar dun xeito: covardía.
Claro que non é algo sen importancia, xa que os modos de xestionar teñen moito que ver coas formas e xeitos de ser de quen nos gobernan, persoas que durante estes últimos anos miraron máis ao pasado que cara ao futuro das nosas próximas xeracións e dos mozos actualmente en paro, persoas que se encargaron de resucitar e de abrir vellas feridas que entre todos axudamos a cicatrizar durante unha transición exemplar, persoas que priorizaron o gasto e reparto clientelar de diñeiro público por encima dunha xestión austera como as circunstancias esixían. Estas persoas do goberno co presidente á súa cabeza son os únicos responsables dos malos días que nos toca vivir e que por agora non parecen ter próximo o seu final.
Somos moitos os que agora recordamos aquela frase tan repetida durante os últimos días da campaña do 2004, cando Rubalcaba, Branco e Zapatero entre outros, non se cansaban de repetirnos que "queremos un goberno que non nos minta.
Pregúntome que opinará hoxe aquel mozo que a noite electoral do 2004 díxolle a Zapatero "non nos falles". Pregúntome cantos enganos e decepcións terán que seguir producíndose para que moitos dos que entón lles deron un voto de confianza agora reclamen danos e prexuízos. Para que non volvan prestarlles o seu voto. Hai que pensar que máis valen persoas serias e responsables con acreditada xestión, que aqueles produtos de campañas electorais que con moito talante prometeron fai dous anos o pleno emprego e situáronnos á cabeza de toda Europa en destrución de emprego.
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